Ivo y Margus son dos amigos estonios que viven en Abjasia (que está en guerra, años 1992 y 1993, por su independencia de Georgia, a la que pertenecía durante la existencia de la U.R.S.S.), son los únicos de su nacionalidad que se han quedado en esa tierra tras estallar la guerra (una comunidad estonia llevaba viviendo cien años en aquel lugar), pues con la contienda no resultan queridos ni por georgianos ni por abjasios. Un día surge un enfrentamiento a las puertas de la casa de Margus en el que resultan muertos tres soldados georgianos y un mercenario checheno que combate junto a las tropas de Abjasia; un compañero de este y un soldado georgiano resultan heridos, e Ivo los recoge, atiende y recupera en su casa, con ayuda de un médico paisano suyo que está a punto de volver a su lugar de origen.

Película sencilla que, no obstante, expone y desarrolla de forma efectiva el desastre humano que supone una guerra. La convivencia entre esos cuatro hombres demostrará que por encima de ejércitos y patrias está la condición humana, que puede dar lo mejor de sí misma en su propia cercanía; si bien esta visión bienintencionada de Zaza Urushadze, guionista y director de este film, para algunos espectadores puede resultar demasiado bondadosa.

Luis, un profesor de literatura en paro, se siente angustiado ante la salud de su hija, enferma de leucemia sin posibilidad de cura, y por su mala situación económica. A pesar de todo quiere satisfacer el que será uno de los últimos deseos de la pequeña, un traje oficial de magical girl, el cual es muy caro. Para obtener el dinero, y tras aprovechar una gran casualidad, se enredará en algo tan sórdido que en ningún momento podría haber llegado a imaginar.

Película en la que el director recurre al flashforward (lo contrario del flashback) para mantener la atención del espectador la cual podría llegar a dispersarse por la lenta cadencia del film. Cuesta un poco coger la intención de aquello que se nos cuenta en un principio, pero una vez en ello no se pierde el interés a pesar de la escasa acción.

El guion es bueno, si bien hay alguna secuencia que resulta poco creíble (lo expongo en la zona spoiler). La dirección no siempre está a la altura requerida, su sobriedad y su ritmo lento, tanto que algunas escenas, no ya secuencias, parecen tropezar unas con otras y, las referidas secuencias, en algunos casos, pasan entre sí mediante un fundido en negro, lo que viene a manifestar falta de fluidez más que modo de estilo. Por otro lado, algunas de las interpretaciones son bastante mejorables, algo que se ve acentuado al medirse ante las de Bárbara Lennie y José Sacristán que son muy buenas. Aparte de las actuaciones citadas, destacar igualmente la fotografía de Santiago Racaj.

Tiene mérito el rodar una película durante más de 11 años (2002-2013) y en tan solo 39 días de rodaje; mérito, paciencia y suerte. Y lo mejor de todo es hacerlo con un guion que parece escrito de una sola vez y que en la dirección no se perciba ningún salto durante todo su metraje. Un gran acierto el de Richard Linklater como director y guionista.

Y es que todo en este film fluye de forma pausada como la vida de sus protagonistas. Todo va cambiando, pero de forma tranquila, como el curso de un gran río, el de la vida. Vida de un niño de 7 años, y de sus padres y hermana, hasta que llega a los 18 e ingresa en la universidad. Linklater nos permite acompañar la infancia, adolescencia y comienzo de la juventud de Mason y, en menor medida, la de su hermana Samantha; así como la más lenta evolución de sus padres, separados ya al comienzo de esta historia.

Perfecta la visión que se nos da de la fresca infancia y rebelde adolescencia, de sus alegrías y desencantos, y muy digna de tener en cuenta la manera en que se nos presenta el papel de los padres; protagonista el de la madre, quien de verdad saca a los dos hijos adelante al tiempo que estudia en la universidad donde terminará como docente, y mucho más secundario el del padre en cuanto a la formación de sus hijos a quienes solo ve un fin de semana cada quince días y un poco más en verano. Tanto de la madre como del padre, Linklater, también nos muestra su evolución, la madurez que va adquiriendo el un poco veleta padre al principio, como la llegada a la frustración propia de la madre cuando ve que su hijo abandona el nido sin ningún sentimiento de tristeza por separarse de quien ha entregado gran parte de su vida por él durante todo ese tiempo. También hay una tercera generación que se nos revela, la que forman los abuelos paternos, aunque de forma breve queda bien marcado el cambio de épocas con las dos generaciones que les siguen.

Nada chirría en el perfecto engranaje de esta obra, como he escrito anteriormente, todo discurre sin apenas alzarse la voz, pero para conseguir esa armonía hay que desarrollar un gran trabajo, padres e hijos, así como el resto de seres que los acompañan, y esa labor nos la ofrece Richard Linklater de un modo sublime.

Dos matrimonios son avisados, por el hospital donde las mujeres dieron a luz hace seis años, de que sus hijos fueron intercambiados por error (luego se verá que no fue un error lo que originó el cambio). Ello produce el lógico trastorno emocional en los cuatro progenitores, si bien no de la misma manera, y comienzan a prepararse para el nuevo intercambio de los niños.

Koreeda vuelve a dar una muestra de su sobria manera de dirigir donde, quizá, su mayor mérito sea el de dar al guion el protagonismo que se merece y no tratar de enfatizar lo que de por sí ya tiene suficiente fuerza expresiva. No obstante esta película carece del encanto de otras películas anteriores suyas, sobre todo 'Milagro' y 'Caminando', quedando esta vez, a mi juicio, una sensación mayor de desapego para el espectador hacia la historia que se le cuenta, aunque esto muy bien puede ocurrir, en gran medida, porque las circunstancias reales, la ley, no da ningún margen para suplantar tal realidad, los niños deben volver con sus respectivos padres y punto.

El mensaje principal que se quiere dar al espectador queda suficientemente claro, lo que realmente importa para crear la unión entre padres e hijos es el cariño que aquellos den a estos por encima de la sangre.

Hay otro aspecto que no se debe pasar por alto por parte del espectador occidental, y es el escaso papel protagonista que tiene la mujer dentro de la institución familiar japonesa. En el desarrollo de la acción vemos que los sentimientos de las madres, incluso ellas mismas como personas, tienen una importancia mucho menor a la hora de decidir que los de sus maridos.

Tom, geólogo, y Gerri, asistente social, sexagenarios, forman un matrimonio que viven en una casa unifamiliar, en Londres, y dedican buena parte de su tiempo libre al cuidado del huerto comunitario. Alrededor de ellos giran el resto de personajes de esta película durante el período de un año, dividido en sus estaciones, desde la primavera hasta el invierno.

De esa manera, ante el espectador, irán apareciendo, tras fijar a Gerri y Tom en sus trabajos respectivos, el resto de seres quienes componen esta historia. Mary (administrativa, compañera de Gerri) y Joe (abogado, hijo del matrimonio protagonista), aparecerán en Primavera. En Verano, además de los anteriormente citados, lo harán Ken (viejo amigo de Tom, que continúa viviendo en su Derby natal), Jack (compañero de trabajo de Tom), Tania (compañera de Gerri) lo hará acompañada de su hijo recién nacido. En Otoño hará su aparición Katie (novia de Joe). Finalmente, en Invierno, se unirán al reparto Ronni (hermano de Tom que vive en Derby) y el hijo de éste, Carl.

Entre todos forman un conjunto que nos recordará, de alguna manera, al del teatro de Chéjov y, también, a la coralidad de Bergman. Unos protagonistas con mayor peso que otros en el conjunto de la trama, pero todos construyendo un papel que resulta determinante en el todo de esta obra.

Desde la aceptación de la vidad tal como se ha presentado, y ellos mismos la han sabido enfrentar y adecuar, en cada momento, dada la forma a la que se han adaptado a ella Tom y Gerri, presenciamos la de los demás. La de su hijo Joe, independiente y solitario, a quien sus padres les gustaría verle formando su propia familia. La de Ken, un hombre solitario, muy a su pesar, cerca de la jubilación, sin saber qué hacer con su para él desesperante tiempo libre en un mundo que siente que ya no es el suyo. Jack, con su drama familiar a cuestas. La vida de Tania, recientemente madre, una de las pocas personas felices que aquí se nos muestran. Apreciaremos también las ganas de vivir de Katie gracias a su juventud exultante. La tragedia y absoluta soledad de Ronni, quien acaba de perder a su mujer y que para su hijo no parece existir, como tampoco lo hizo para éste su madre. Y, desde el principio hasta el final, Mary, omnipresente en el film y en la vida del matrimonio, con su soledad inhabilitante para sí misma, su desesperación improductiva, su inutilidad para afrontar su existencia de alguna manera que no le resulte tan cruelmente dolorosa.

Soledades, incapacidades de adaptación al paso del tiempo, el dolor que tan a menudo nos inflige el existir, la dificultad incluso de sobrevivir...; pero también el saber aceptar con dignidad, e incluso con felicidad, ese paso del tiempo, la cercanía de la vejez. Y todo lo contrario, la juventud y sus inabordables ganas de existir. De todo eso nos habla esta película de una manera sencilla y sin estridencia alguna, como el río que fluye a lo largo de un año, unas veces revuelto, otras con su agua clara, a veces rápido con fuertes corrientes, otras calmo, y siempre en su cauce.