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España España · Madrid
Críticas de MaxPower
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
5
24 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Nunca debemos olvidar la historia. Nunca debemos bajar la guardia”. Esta cita resume las ideas de John Edgar Hoover, histórico director del FBI (1924-1972) cuya carrera le ha valido a Clint Eastwood para dirigir 'J. Edgar', una cinta olvidada en los Oscars 2012.

El veterano cineasta ha escogido a Leonardo DiCaprio para meterle en la piel de este excéntrico personaje, y vuelve a demostrar que el actor es capaz de ponerse todas las máscaras, esta vez la de un agente metódico capaz de todo por erradicar cualquier amenaza que afecte a su país. Férreo en sus ideas, Hoover se hará con el mando del FBI con tan solo 29 años, oficina que controlará durante la gestión de ocho presidentes hasta su muerte.

La película transcurre entre el Hoover de los años 30 y el de los 60, a modo de flash-backs que narran la vida de un hombre a la par exitoso y desgraciado, si se compara su vida profesional con la personal. Deberá dirigir con mano dura la oficina mientras se enfrenta a una rutina carente de vida, un triste círculo en el que solo cuenta con su madre y la entrañable compañía de su compañero Clyde Tolson (Armie Hammer).

La escenografía de la América de los años 30 recrea notablemente a un país viciado de crimen y gansterismo, al igual que algunos sucesos que marcaron la década de los 60 como el asesinato de Luther King o el de J.F. Kennedy. Obsesionado con una “invasión comunista”, Hoover modernizará por completo el FBI introduciendo reformas y técnicas como el sistema de huellas dactilares. Su perseverancia, con grandes dosis de afán de protagonismo, le harán capaces hasta de ordenar escuchas ilegales, extorsionar o interceptar correos con tal de frenar a todo activista que se le ponga por delante.

'J. Edgar' vuelve a demostrar la gran capacidad interpretativa de Leonardo DiCaprio. La obstinación que refleja en esta película bien recuerda al excéntrico Howard Hughes de 'El aviador’, entre una filmografía en mayúsculas que ya debería haberle consagrado con la estatuilla ¿A qué esperas Hollywood?

Y sobran las palabras para definir al imparable Clint Eastwood. El director sabe pintar la belleza en el cuadro más triste, y aunque el filme está muy lejos de obras maestras suyas como 'Mystic River' o 'Million Dollar Baby', la emoción del desenlace impacta de nuevo al espectador.
MaxPower
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6
2 de noviembre de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde que George A. Romero desatara la locura zombi allá por 1968, hemos visto a no-muertos de casi todas las formas, mutaciones, resurrecciones y enfermedades posibles. Todos ellos sin duda carentes de toda humanidad y con el único objetivo de comerse el cerebro de todo lo que huela a carne fresca. En 2006 ya corrían cuatro años desde que Danny Boyle reinventara el género con su aclamada '28 días después', una cinta en la que los zombis no eran meros cadáveres resucitados, sino que apelaba a lo científico inventándose una posible enfermedad que infectara a los humanos con una violenta rabia. ¿Qué faltaba? Pues nada más sencillo que domesticarlos.

Por ridículo que suene, Andrew Currie ha sabido dirigir una aceptable comedia de terror familiar en la que convierte a los no-muertos resucitados en personas con sentimientos, aunque evidentemente sedientos de lo mismo: sangre. Pero es un apocalipsis controlado. El ejército se ha hecho cargo de la situación, los ciudadanos se han armado e incluso los más pequeños son adiestrados para saber manejar un rifle. La peculiaridad está en dejar que sean los ciudadanos los que decidan si quieren volver a matar a sus allegados, o por el contrario permitirles servir a la comunidad como seres retrasados pero domesticados. ¿Cómo? Un simple collar les hace olvidar las ganas de devorar para volver a ser personas que sienten cariño, celos, envidia, amor...

Obviamente el resultado es más que disparatado. No faltan las escenas de violencia sin escrúpulos cuando a los collares les da por estropearse y los momentos en los que vemos a zombis actuar como personas normales atentan a la sensatez, pero resulta difícil no esbozar más de una carcajada cuando les vemos limpiando coches, jugando con niños, fumando, mirando a chicas o incluso enterrando a otros muertos. Y es aquí donde surge esa sensación de pena aparentemente imposible para este género. Pena por unos seres que un día fueron personas y ahora vuelven con una décima parte de sentido común, por unos caminantes que intentan volver a ser normales, que sonríen mientras acarician a un bebé. Y también lástima por aquellas personas que ahora han encontrado una compañía que de otra forma no podrían tener.

Sí. A todos nos encanta 'The Walking Dead', ya sea en televisión como en cómic. Queremos una historia de espanto que parezca el maldito fin del mundo y cuanto más real sea y más acojone mejor. Pero sin duda estas películas familiares son de agradecer. Algo parecido hizo Edgar Wright con su célebre 'Zombis party' (2004), pero sin ese elemento de mascota zombi que tiene 'Fido'. A los de Lionsgate (saga 'Saw') les tuvo que gustar la idea para producirla. Lástima que su recibimiento haya sido tan doméstico como sus protagonistas...
MaxPower
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5
19 de enero de 2017
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Cuando Lola Flores actuó en el Madison Square Garden en 1979, un crítico del The New York Times definió así su actuación: «No canta ni baila, pero no se la pierdan». A veces las palabras sobran, pero ahí vamos: Este registro de Ryan Gosling como bailarín y pianista es un calco de su personaje maniatado en 'Los idus de marzo', de su rol como Neil Armstrong y de sus ya veinticinco películas. De nuevo Damien Chazelle pone su empeño en contar historias de personas cuyo sino en la vida es más importante que cualquier compromiso familiar. Aquella chica a la que el batería de 'Whiplash' deja en una cafetería para dedicarse plenamente a las baquetas, se eleva ahora a co-protagonista en la piel de Emma Stone, cuyo papel de actriz en busca de una gran oportunidad es digno para Hollywood de arrebatarle el Oscar a Isabelle Huppert por 'Elle'. 'La La Land', cuyos 127 minutos se explican con el póster, es un musical hecho para hacer disfrutar al espectador en la intimidad de una gran pantalla. ¿Y para verla en una tablet? ¡Qué remedio! La ventaja es que se puede forwardear.
MaxPower
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6
9 de noviembre de 2012
4 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Holy Motors' representa la ambigüedad de un director atrevido. El disparate roza el drama de todo lo que ocurre en el interior de la limusina donde el Señor Oscar (Denis Lavant) se cambia de disfraz desde el amanecer hasta la noche. Su camaleónica personalidad le transforma de un aparente hombre de negocios a una anciana, a un vagabundo zampaflores, a un killer, a un padre de familia... Son situaciones abstractas con una intención desconocida, cada cual más bizarra y absurda y vacías de un significado concreto. Por la contra muy bien narradas y con una extraña tensión poética que atrapa si vas con la batería bien cargada de paciencia... y dispuesto a quemar muchas neuronas.

Da la impresión de que Carax juega con el público para que este eche la imaginación a volar y saque sus propias conclusiones sobre quién es ese extraño hombrecillo, cuál es su cometido, por qué tiene que pasar por todas esas grotescos estados y con qué sentido. No es ciencia ficción. No es fantasía. Es puro cine experimental que cojea precisamente por ser pretenciosamente lírico y bizarro.

Tanta paradoja sobre la identidad en tiempos de crisis alarga innecesariamente una cinta ya de por sí densa, y cuando llega el desenlace poco se tarda en pensar que lo que pudo haber sido una interesante distopía acaba por ser un mero bacile transgresor.

Sin embargo, puede que bajo el velo de monstruosidad que abriga al protagonista se esconda una hermosura sutil, culpable de una sensación agridulce de lástima por su búsqueda de humanidad en vano. Quizás sea en ese elemento de resuélvelo-tu-mismo donde puede refugiarse la genialidad de Carax. Sea cual sea su intención y el esfuerzo que le haya dado el espectador para intentar comprenderle, su experimento provoca tantos estados de ánimo que al final uno no sabe si odiarle, aplaudirle o reírse de él. El jeroglífico está servido.
MaxPower
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