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España España · almeria
Críticas de TOM REGAN
Críticas 5.350
Críticas ordenadas por utilidad
6
7 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
211/23(29/07/23) Entretenidilla quinta entrega de la saga de aventuras del mítico arqueólogo Indiana Jones, esperaba mucho más. Tras el tropiezo de crítica de la cuarta parte (“Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” de 2008), esta pretende ser cierre digno a la franquicia, pero se queda a medio camino, supera (no era difícil) a su predecesora, pero no llega ni de lejos a la magia de las de los 80. En esta deja la dirección Steven Spielberg (responsable de las cuatro primeras, se queda, junto al co-creador del personaje George Lucas en la producción ejecutiva) para darle el testigo a James Mangold, seguramente por su film “Logan”, dónde se hace un crepuscular film sobre Lobezno, queriendo ser esta algo así. El guion es del propio Mangold junto a los hermanos ingleses Jez Butterworth & John-Henry Butterworth (responsables ambos de libretos como el de “Ford v. Ferrari” o “Edge of Tomorrow”) y David Koepp (“Jurassic Park” o “Carlito’s way”), siendo el MacGuffin un Oopart (acrónimo en inglés de out of place artifact: artefacto fuera de lugar en español), en este caso el mecanismo de Anticitera, que supuestamente aquí se dice creó Arquímedes, y que persiguen los buenos y malos completar, en este caso los malos vuelven a ser los nazis. Esta es una producción que intenta alimentar el fan-service, y dónde la chispa y gracia son en cuentagotas. Cumple, pero no encandila.

El legendario Harrison Ford de 81 años (vuelve a enfundarse su clásico atuendo, el bolso, el sombrero y el látigo, 42 años después de la primera vez), posee un carisma natural; está de villano el danés Mads Mikkelsen, muy desaprovechado en un rol monocorde; de acompañante al aventurero aparece Phoebe Waller-Bridge, radiante, fulgente, simpática, roba escenas, aunque restando de lo que se espera de Indy, con el que no tiene mucha química; también aparece Toby Jones en un papel escasito, al que poco puede darle el gran actor; Antonio Banderas en un papel que parece decir que todos tenemos que pagar letras del coche, porque menuda prescindible presencia la suya, le d aun abrazo a Indy como capitán de un barco pesquero, nada dicen de donde viene su amistad, no hay anécdotas entre ellos, bajan al mar, ascienden y sin solución de continuidad desaparece de escena, solo está para rellenar cartel, penoso se preste a un papel tan bluf; Boyd Holbrook, que no ha terminado de despuntar tras su exitoso paso por la serie “Narcos”; e Ethann Isidore en un rol que pretende ser el nuevo Tapón de “El Templo Maldito”, y ni a la suela le llega; además de recuperar de la saga al amigo egipcio John Rhys-Davies (repitió su papel de Sallah por primera vez desde “Indiana Jones and the Last Crusade” en 1989), en el rush final hay otra aparición que no desvelaré por no spoilear.

Un relato donde desgraciadamente Indiana Jones llega a sentirse secundario de su propia película, al detentar demasiado protagonismo Phoebe, no es que sea mala la actriz, es que no es su historia. Es una película dónde el componente nostálgico es muy fuerte para sobre todo los de mi generación que crecieron en los 80 con este icónico personaje, pero el dineral gastado en su producción (más de 300 millones dólares) no brilla en el metraje, pues siendo amena, aunque algo estirada su duración, no hay una escena de acción que vaya a perdurar en el tiempo (no hay la gran bola de piedra persiguiendo a Indy, no hay la escena del puente colgante de “El Templo Maldito” o las pruebas a superar para llegar al Santo Grial de “La Última Cruzada”) en muchos casos se sienten refritos de ideas recicladas de anteriores entregas (ejemplo ese inicio en el tren también de “Indiana Jones y la última Cruzada”, ese túnel de también la tercera entrega; ese puentecito colgante decrépito que recuerda tímidamente al de “En busca del arca perdida”; o la escena dónde Indy juega con su látigo ante enemigos y estos responden sacando sus pistolas, en claro guiño a la escena de la espada en “En busca del arca perdida”; pero si hasta el adolescente es un claro émulo de Tapón), no hay sentido alguno de la épica, hay una escena al principio con demasiado CGI en la persecución de Indi al tren nazi, una persecución por Nueva York (en realidad Glasgow) en medio de un desfile triunfal (el de Armstrong, Aldrin y Collins tras el alunizaje), que llega al metro con caballo Indy, dos persecuciones donde se repite lo de los vehículos pequeños, hay una secuencia bajo mar sin mucha enjundia, un tiroteo bajo tierra low cost, una secuencia en un aeródromo donde se rebasan todo tipo de sentido de la realidad (y no me refiero a elementos sobrenaturales, pues lo que hacen los personajes es inverosímil), ni tan siquiera su rebuscado clímax te saca de lo lineal, con el juego que habría dado el fin de esa máquina, el guion la utiliza de forma ramplona y sin chispa alguna. Tampoco es que el sentido del humor brille, más bien es algo muy marginal y si te saca alguna media sonrisa es por los guiños de Ford a pretéritas entregas.

En “Indiana Jones 4”, estamos en 1957, el arqueólogo "resuelve" una vez más el caso, vuelve a Harvard, se casa por fin felizmente con Marion, le aparece un hijo con el que comienza una nueva relación prometedora, recupera a un amigo dado por perdido. En esta quinta estamos en 1969, Indy está en trámites de divorcio de Marion, su hijo ha muerto en servicio militar, ha dejado Harvard, siendo profesor de una escuela universitaria de menos prestigio.

Tiene un prólogo centelleante, pretendidamente enigmático al ver el espectador en plena vorágine de huida de nazis de un castillo, llevan allí a un tipo encapuchado vestido de nazi. Cuando le quitan la capucha, Sorpresa! Es Indy con 30 años menos (muy buen CGI, mucho mejor que la chapuza de la scorsesiana “The Irishman”), le interrogan, este responde con bravuconería, por lo que lo llevan a ahorcar a un campanario. Desembocando en una imaginativa escena de veintitantos minutos de acción trepidante, de lo mejor del film... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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5
7 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
215/03(04/07/23) Fallido western, de esos films que termina gustándote más el tráiler que la versión completa. Ópera prima en largometraje del británico Jeymes Samuel (actúa como músico bajo la dirección de alias The Bullitts, trabajó como consultor musical en la versión de Baz Luhrmann de El gran Gatsby; es hermano del popular cantante Seal), coescribió el guión con Boaz Yakin (“Titanes: Hicieron Historia”). Tiene un nutrido elenco de intérpretes (negros todos), desde Jonathan Majors, Idris Elba, Zazie Beetz, Regina King, Delroy Lindo, o Lakeith Stanfield, derivando esto en un universo paralelo del mundo del Wild West donde hay un pueblo (Redwood) con la fisonomía del género, pero poblado única y exclusivamente por gente negra (hay otro, blanco impoluto, poblado de blancos), aunque vestida de modo impoluto como el clásico género estadounidense por excelencia, tanto el cliché de los hombres (los sombreros, pañuelos al cuello, chalecos, americanas, botas y espuelas, y por supuesto los cinturones con el revólver y balas), como el de las mujeres (emperifolladas), súmese que todo resulta impoluto, con atuendo limpio, pistolas doras que brillan. Sus personajes se basan en vaqueros, agentes de la ley y forajidos reales del oeste americano del siglo XIX (sobreimpresionado al principio: “Si bien los eventos de esta historia son ficticios… Estos. Gente. Existió"; nombres reales del oeste son Nat Love, Bass Reeves, Stagecoach Mary, Jim Beckwourth y Cherokee Bill), aunque enmarcados en una historia inventada total. La película tiene más pretenciosidad que calidad.

Samuel mete en su (demasiado extendido) metraje todos los elementos que puede y más del sub mundo del género, con duelos entre los más rápidos de revolver, tiroteos, emboscadas en desfiladeros, asaltos a trenes, robos a bancos, persecuciones a caballo, también hay escenas de saloon, partidas de póker, con números musicales cabareteros. Pero el director parece más preocupado por el continente que por el contenido, bebe de una mezcla entre el spaghetti western con claro epítome en Sergio Leone (el comienzo que nos lleva a la historia de venganza, los primero planos de los rostros, mucho del estilo operístico leoniano, …), más el cine de Tarantino (la modernura de los personajes, el colorido, sus diálogos triviales que desembocan en muertes, o el desarrollo fragmentado; pero si hasta hay dientes de oro saltando de su dentadura, y una caravana que da juego), amén de dosis manifiestas del setentero blaxploitation, de ahí su iconoclasta banda sonora, repleta de temas anacrónicos de funky, hip-hop y reggae que te sacan de cualquier ansiada profundidad y transmiten ligereza. Dando como resultado un extraño coctel, donde la estética atractiva, a veces es superada por un chirriante estilo videoclipero que me desorienta. Es la suma de buenas ideas y otras muchas erróneas en la atmósfera. Pasemos por alto y demos patentes de corso en aceptar pulpo como animal de compañía en este mundo donde los negros imperan, y donde los blancos son seres marginados en la trama, y cuando aparecen (poquito) son entre idiotas, racistas o malos malísimos, estamos en Netflix y este filtro woke es obligatorio, pero si hasta las mujeres que hay son empoderadas, de armas tomar, valientes, duras, nunca hay conflictos sexuales con los hombres.

Pero lo que sobresale para falencia es su argumento atropellado, su historia alambicada, cuando todo en realidad es muy sencillo, una banda contra otra, la búsqueda de vendetta de un tipo al que mataron a sus padres y le marcaron la frente, todo lo demás es puro relleno. Y a esto para hacerlo más embarullado le suman decenas de personajes (a veces más es menos, ejemplo aquí) a los que no hay tiempo para exponer mininamente, se quedan en bosquejos estereotipados, y lo que es peor nos alejan del corazón de la cinta. Estas idas uy venidas repercuten en lo más peligroso que hay en una peli, y más si es un western, es que se haga pesada, se sienta alargada, que mires el reloj. Es un film que adolece de ritmo, discurre a trompicones, se cree más seria de lo que debe, no hay mimbres para ser trascendente, de rondón en el rush final nos incrustan elementos de tragedia (griega o shakesperiana) sobre los lazos familiares, con la derivada del mensaje (manido) de que la violencia solo engendra más violencia, pero esto al no estar sobrevolando la historia desde el principio queda un pegote metido a deshora para intentar dar algo de fondo a la historia.

Tiene un impactante inicio mostrando al pistolero Rufus Buck (Elba) como un despiadado asesino, que con sus revólveres chapados en oro mata aun clérigo y su esposa, y tras ello de modo flemático marca al niño Nat con una cruz en la frente, no sabemos los motivos. Pero el Nat crece y se hace forajido hábil con las pistolas en busca de venganza. Volvemos con Buck, que está preso siendo trasladado por el ejército yanki en un tren, los de su banda, el rapidísimo con la pistola Cherokee Bill (Stanfield) y Trudy (King) comandan el asalto al transporte, ello en un híper violento tramo (de esto hay mucho en el film, mucha sagre, explosiones, desmembramientos), pero ello con claro sabor a video musical me resulta pomposo y poco imaginativo. Por otro lado, Nat vuelve a reunir a su banda (Edi Gathegi y RC Cyler), pero centra sus esperanzas en volver a reclutar a su ex, la propietaria de un salón y burdel que empuña escopeta, Stagecoach Mary (Beetz). Revoloteando cerca está el cauteloso representante de la ley Bass Reeves (Lindo), quien tiene un gran interés en apresar a Rufus. Todo resulta muy previsible, se encamina al duelo entre las dos bandas.

Tengo la sensación de que Samuel cree estar haciendo algo muy grande, y por ello cierto aire de solemnidad, cuando si se hubiera atenido a hacer un puro entretenimiento habría estado seguramente mejor, habiendo recortado minutaje que solo son michelines que nada aportan. Los pocos elementos de humor parecen forzados... (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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6
4 de agosto de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
202/14(19/07/23) Este es uno de esos films que hubiera sido mejor no haber revisionado, y es que forma parte de mi nostálgica e idealizada adolescencia cuando lo vi en cinta betamax y me quede salivando ante su historia directa al mentón, con un héroe semi-dios omnipotente, tenía músculos sobre los músculos, tipo de pocas palabras, pero cuando lo hacía sentenciaba, máquina de matar malos, sin dudas morales, ejército de una persona que defendía a los débiles frente al villano comunista, una mole que detestaba la burocracia y las nuevas tecnologías, hierático, un Icono del Séptimo Arte apecho descubierto, con melena y cinta roja en su cabeza, con boca torcida, siempre triste, parece llevar sobre sí cual Jesucristo el peso de los pecados de la nación USA, esto lo embestía para mí el John Rambo al que da vida Sylvester Stallone. Un mártir que intenta salvar vidas de compatriotas mientras tiene que lidiar con el hediondo politiqueo.

Desgraciadamente verla casi 40 años después de su estreno me ha supuesto una decepción épica, las costuras que no veía mi mente juvenil son ahora tsunami, el paso de las décadas la ha arrugado hasta convertirla en una parodia de sí misma en muchos aspectos, lo que antes me eran secuencias espectaculares de acción, hoy me son algunas risibles, encima su trama está sacada del film del año anterior “Desaparecido en combate” (1984) con el Tótem Chuck Norris, me ha sido una experiencia frustrante, ha sido como sentarme frente al yo de hace 38 años mientras ve esta peli y sentirme avergonzado de que le apasionara tantísimo.

Es una película de acción dirigida por el desconocido George P. Cosmatos (volvería a trabajar con Stallone un año después en “Cobra”) y protagonizada por el mencionado Sylvester Stallone, también repite su papel como el veterano de la guerra de Vietnam John Rambo, siendo una secuela de “First Blood” (1982), segunda entrega de la franquicia Rambo, coprotagonizada por Richard Crenna, repite su papel como el coronel Sam Trautman, junto con Charles Napier, Julia Nickson y Steven Berkoff. La historia es de Kevin Jarre (“Tiempos de Gloria”), con guion nada menos que de James Cameron (entre medias de escribir “Terminator” y Aliens, el regreso”, libretos que él mismo dirigiría y que le elevaron al Olimpo de Hollywood), y añadiendo los toques políticos fue la reescritura de Sylvester Stallone, en una trama inspirada en el problema POW/MIA («prisionero de guerra» POW o «desaparecido en combate» MIA) de la Guerra de Vietnam.

Fue un tremendo éxito de taquilla mundial, con un estimado de $ 150 millones recaudados en USA, siendo la segunda película más taquillera en la taquilla nacional y la tercera película más taquillera en todo el mundo en 1985. La película ganó solo $ 73,000 menos que el otro éxito de taquilla de Stallone de 1985, Rocky IV. Derivando en una franquicia que casi 40 años después de su estreno continua (“Rambo V” en 2019). Se ha convertido en la entrega más reconocida de la saga, habiendo inspirado innumerables plagios, parodias, videojuegos e imitaciones. En esta entrega es acción pura, saltos de avión terroríficos en paracaídas, rescates, traiciones, torturas, huida (precedido de su amenaza a su traidor de turno Murdock, mientras coge fuerte el micro), una tensa escena de tiroteo, machete, y explosión en un barquito de rio, un romance exprés, venganza sanguinaria, guerra de guerrilla del monocomando, con ataques camuflado (la de Rambo oculto tras el barro es un icono), con todo tipo de armas, arco con putas explosivas, con su mítico machete, con armas de repetición militares a tropel (no se tanto como para saber los nombres, llámense metralletas), planes ‘extrordinarios’ de despiste (el de la gallina es digno de Napoleón), el popular contraataque con helicóptero, y el clímax de David contra Goliat en forma de helicópteros, resuelto de una forma que visto hoy día es entre ridícula y risible (siendo benévolo), para llegar al chistoso epílogo (siempre con el filtro del tiempo). Acción violenta, salvaje, incluso hiperrealista, un festín de muertos a doquier (59 he leído que hay), falto de imaginación visual; todo ello sumado con un poquito de crítica low cost contra los tejemanejes politiqueos que se olvidan de lo esencial (al menos eso entiendo quiere exponer el film), como que los políticos americanos deseaban quitarse de encima las críticas por no traer de vuelta a los supuestos presos de guerra en Vietnam, y para ello montan un teatrillo para sacar fotos de un campamento de prisioneros en la jungla en la que no debe haber americanos, pero oh, Sorpresa!

Un producto onanista para el lucimiento exclusivo del anabolizado Stallone, falto de expresividad (ganó un Razzie por su actuación, de los cuatro del film, aunque en algunas ocasiones estos anti-premios me han resultado una falta de respeto), lo suple con mucho amor propio, de su esculpida musculatura, de sus bíceps, de su cincelado torso, la cámara se desvive por mostrar su sudoroso y cuadrificada figura, Sylvester tiene la autoestima por encima del avión del que se tira. Incluso el preso que rescata primero iba a tener algunos diálogos, pero el protagonista no quería sombra alguna y lo recortó. Para más inri, el que en la primera parte tuvo gran peso, como es Richard Crenna pasa aquí a ser un personaje residual, solo aparece en escasas ocasiones y sin peso emocional su presencia cuasi-testimonial, la trama habría sido la misma sin él, y eso que es un gran actor.

El inicio de la saga se basaba en una novela de David Morrell y que dirigió Ted Kotchef. Esta secuela fue posible a que alteraron el final del libro en que Rambo no sobrevivía. En esta continuación pervierte el mensaje de la original y pasa al ataque y se convierte en adalid reaccionario, y donde en la primigenia mataba a un solo hombre y casi por accidente defendiéndose, aquí es Rambo es un arma andante de destrucción masiva matando a diestro y siniestro.
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TOM REGAN
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6
28 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
205/17(23/07/23) Entrañable film de ciencia ficción serie b, con dosis de terror psicológico, hijo de su tiempo (tiene 70 desde su estreno), en plena Guerra Fría, donde nació el sub género fantástico que era alegoría del Terror Rojo, el miedo a lo desconocido que se instauró en Occidente, y con más paranoia en USA. Ópera prima en la dirección de Jack Arnold, el que se especiaría en el género de ciencia ficción con títulos clásicos como “La mujer y el monstruo” (1954), “La venganza del hombre monstruo” (1955), “Tarántula” (1955) o “El increíble hombre menguante” (1957), aquí el guion es de Harry Essex (“La Mujer y el Monstruo”), basándose en la idea original de "El meteorito" de Ray Bradbury. En su momento tuvo el aliciente para el espectador coetáneo de que fue la primera en el proceso 3D de Universal-International (por eso escenas como el desplome de rocas, o la llegada del ‘meteorito’ se filmaron para impactar al espectador del cine. El sistema en concreto, denominado «3D Anaglífico», no tardó en quedarse obsoleto en favor de otras más sofisticadas y sólo se volvió a utilizar en otra película más: The Mask en 1961). Arnold tiene éxito, a pesar del bajo presupuesto, edificando una atmósfera opresiva en crescendo paranoico, mandando diáfanamente, eso sí, sin sutilidad, sobre como no toleramos lo desconocido y ante la duda disparamos y luego (si acaso) preguntamos. Crea este clima turbador en medio del desierto, dónde hay una pequeña población dónde cundirá la inquietud y el temor a lo desconocido, propio esto de la era del MacCarthismo, dónde la sospecha a los ‘antiamericanos’ se convirtió en una caza de brujas. Y es que aquí son los humanos los que termina siendo la amenaza, son los violentos, los ‘malos’. Siendo este uno de los pocos films de esta época donde los ‘visitantes’ extraterrestres no venían con aviesas intenciones, de hecho, creo que solo tiene esta vertiente humanista esta cinta y “Ultimátum a la Tierra” (1951).

Film que juega con algo que posteriormente se ha usado bastante en el género, como es la suplantación de personalidades, los doppelgängers alienígenas, algo muy de moda entonces eran los posibles quintacolumnistas comunistas espías para los soviéticos, americanos que trabajaban para el enemigo y que se confundían con los demás, temor nada infundado, cuando sin ir más lejos fueron estos los que pasaron a los soviéticos la fórmula de la Bomba Atómica. Tema este de los doppelgängers luego manejado en “La invasión de los ladrones de cuerpos” (1956) o en “La Cosa” (1982), no puede haber mayor desconfianza que no saber si alguien con un cuerpo y voz conocido puede no ser quien crees, solo que estas mencionadas era porque los aliens eran malos.

Trama: Una pareja acaba de ir a vivir a una casita en medio del desierto de Arizona, cerca del pueblo de Sand Rock. Una él que es astrónomo (que casualidad!!) aficionado, John Putnam (Richard Carlson), y su prometida Ellen Fields (Barbara Rush) miran las estrellas en el desierto cuando un gran objeto de fuego se estrella contra la Tierra. En el lugar del accidente, descubre una nave espacial alienígena redonda, observa por la puerta a un ser amorfo con un ojo (ello acompañado por el leit-motive del theremín), justo antes de que quede completamente enterrada por un deslizamiento de tierra. Cuando le dice al sheriff local (Russell Johnson) y al editor del periódico lo que vio, lo tachan de chiflado. En poco tiempo, comienzan a suceder cosas extrañas y la incredulidad se vuelve hostil.

La tensión dramática se fundamente en que no se sabe que hacen allí los aliens, porque suplantan personalidades, porque sustraen material, porque no dan la cara, son hostiles o pacíficos, estas cuestiones son las que hacen mantener el interés. Abogando por la vertiente buenista del entendimiento, de lugar a acuerdos, de entender el comportamiento de lo que desconoces, esto muy discutible y complejo, daría para un amplio debate.

Posee una primera parte en la que cae en el tópico del tipo que ha visto algo importante y nadie lo cree, lo toman por loco, algo muy manido, pero que al menos no estiran demasiado. Exponiendo a los extraterrestres como seres fríos y calculadores, asépticos en su proceder, en clara alegoría de los comunistas. Llegando en su desarrollo a como un humano debe de hacer de árbitro entre las ansias de linchamiento (los humanos termina en eso, en una turba violenta) de su raza y los aliens, y con ello dando esperanza a la raza humana de que aun ahí personas reflexivas y no impulsivas. Todo en un crescendo de tensión que deriva en un rush final bien llevado.

Tiene su fallos, empezando por su simplicidad de propuesta, algunas lagunas narrativas (*spoiler). Los personajes son clichés con patas, carecen de fondo alguno, con actuaciones ramplonas. Con situaciones ridículas, como ver al doppelgänger de Ellen por el desierto en vestido vaporoso negro de noche, cuando ella fue raptada con otro atuendo, visualmente turbador, pero es un parche; Otra de las debilidades es mostrar los extraterrestres, queda muy bien que fuera durante gran parte del film en subjetivó (perspectiva alienígena se representa a través de un plato lleno de aceite colocado directamente sobre la cámara), acompañado por el soniquete estimulante del theremín, es mucho peor es fotograma que se crea en la mente dele espectador que lo explícito y más si es lo que terminamos viendo. Y es que al mostrar esa cosa deforme te llevas un chasco, no puedes creer que físicamente esos seres puedan haber creado la tecnología requerida para lo que hacen, grotescos, que no terroríficos, por esto queda extraño que la gente grite al verlos… (sigo en spoiler)
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TOM REGAN
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6
26 de julio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
207/19(25/07/23) Irregular comedia hecha a mayor gloria del talento humorístico de Steve Martin y la de la femme fatale Katheleen Turner, por entonces una sex symbol fulgente. Steve Martin se erigió en exitoso comediante en el cine por los films The Jerk (1981) y Dead Men Don't Wear Plaid (1982), ambos dirigidos por el veterano ya entonces comediante (actor, director, guionista) Carl Reiner, que había formado dueto para las gracietas con Mel Brooks, de ahí el humor que sobresale aquí tan similar al estilo Brooks de su film “El jovencito Frankenstein”, aunque sin llegar al disparate bizarro de cintas como “Sillas de montar calientes” o “La loca historia del mundo”. Aquí Martin y Reiner formaron equipo por tercera y última vez, los dos guionizando junto a George Gipe (“Cliente muerto no paga”), para ese estilo Brooks de parodiar a tropel la cultura popular, siendo epítome films famosos, en este caso el epicentro s el sub género de terror de Mad Doctors, o sea Científicos Locos que juegan a ser dioses, aderezado con dosis de sátiras de films como la hitchcockiana “Rebeca”, también de un clásico serie b como “El cerebro de Donovan” (1953). Una comedia con ribetes de humor absurdo, hablándonos en el fondo de algo tan profundo como es el amor puro, el amor platónico a una mente, donde el físico no solo no es importante, si no que en este caso no existe, muchas veces buscamos en la superficie la beldad, cuando lo que debería importar es el interior, en realidad algo tan manido en la historia del cine y la literatura que esta es una más, aunque su desarrollo resulta por momentos incisivo, en este sentido podría decirse que es una especie de borrador del mucho mejor film “Her” (2013).

Ello primando por supuesto el humor, aunque desequilibrado, con muchos michelines a liposuccionar en modo de tropel de gags poco ingeniosos, sobre todo con el filtro de haber pasado 40 años desde su estreno. Mezcla diferentes tipos de ,modos para hacernos reír, desde el tontuna de jugar con los nombres, como es el caso del protagonista, llamado Hfuhruhurr (también se buscan risas con el nombre Dr. Necessiter), supongo para hacer gracietas sobre los apellidos centroeuropeos, este running-gag se extiende demasiado de modo cansino, juega con el slapstick, el humor sexual (esa chupada de dedo, ese sombrero con singular perchero, esa lengua de perfil sobre una radiografía,…), el absurdo (la esposa muerta dando señales, el jefe del prota con los dedos pegados en la barbilla, esas paredes y puertas cartón piedra en el hogar del Dr. Necessiter; esos labios que ponen el prota en el tarro del cerebro; o uno de los más ingeniosos cuando un policía austriaco habla con el Doctor y vemos subtítulos, y como el médico habla inglés comenta a su compañero que como él también habla ese idioma puede quitar los subtítulos [seguramente Mike Meyers se inspiró en este gag para otro similar más alargado en una de su partes de la trilogía Austin Powers), el humor negro (haciendo coñas con accidentes de tráfico, intentos de suicidio [ingenioso el gag del Doctor mojándose las palmas de las manos para que sirvan como ventosa en la pared] o asesinatos), chanzas de índole cultura pop (como es la aparición del afamado presentador en USA [aquí desconocido] Merv Griffin), el de situación (poco gracioso el del ascensor que se para a medias del piso; el de la prueba de alcoholemia; o el de la ‘cita’ en el hotel de la pin-up meretriz con voz de pito Randy Brooks), todo un reguero de gags desiguales, pero con algunos que te sacan algo más que una mueca de sonrisa.

El Dr. Hfuhruhurr (Steve Martin) es un pedante neurocirujano (muy divertida la entrevista donde se nota ‘humilde’ el doctor), desarrolla técnicas innovadoras en sus operaciones. Pero todo comienza a complicársele cuando se enamora perdidamente de una bellísima mujer, Dolores (Kathleen Turner) que sólo quiere “exprimir” económicamente a sus maridos. Las alternativas se enredan aún peor en el momento en que el médico se enamora de un cerebro de mujer (voz no acreditada de Sissy Spacek) que yace en etapa de experimentación en el laboratorio de un colega suyo, el vienés Dr. Necessiter (David Warner).

Entre los secundarios destaca para mal el desaprovechamiento del gran David Warner para un rol con potencial que queda desdibujado y sin casi peso alguno. Incluso el que hace de su criado, al que da vida Paul Benedict, tiene más enjundia, con esa pose flemática ante el comportamiento disfuncional del Dr. Hfuhruhurr; Como curiosidad aparece en un rol pequeño James Cromwell, en uno de sus primeros papeles en cine. Luego será uno de los grandes secundarios que hacen brillar cualquier producción sea de cine o tv, apareciendo en films como Babe (1995), LA Confidential (1997), The Green Mile (1999), The Queen (2006), o The Artist (2011). También en series como Angels in America (2003), Six Feet Under (2003-2005), American Horror Story: Asylum (2012-2013), Boardwalk Empire (2012-2013), The Young Pope (2016), Succesión (2018–2023) o Contraparte (2018–2019). Ganó el premio Primetime Emmy como Mejor Actor de Reparto en una Serie Limitada o Película por su papel en American Horror Story: Asylum (2012).

La cinta desemboca en un final poco satisfactorio, harto mejorable, pero sin ser hiriente, aunque si es profético (spoiler).
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TOM REGAN
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