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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
4
24 de noviembre de 2012
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se acaban de cumplir veinte años desde el estreno cinematográfico de la versión que, sobre el personaje de Drácula, rodó el maestro Francis Ford Coppola. Y reconozco que aquella película me sugestionó sobremanera. La perfecta combinación entre fábula, romance y terror, con los trazos de una estética atrayente y una música inolvidable, lograron que todavía hoy siga enganchado a sus diálogos: “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” decía Gary Oldman. “En la vida hay tinieblas y hay luces, y usted es una de las luces… la luz de toda luz” decía Anthony Hopkins. Y la destinataria de todas aquellas frases -una Winona Ryder, otrora en estado de gracia- se debatía entre sus amores del pasado y del presente en una lucha claramente desigual. Nunca los géneros romántico y de terror se compenetraron de una forma tan acertada como irrepetible.
Obviamente, entre la cinta de Coppola y la saga de “Crepúsculo” no cabe comparación posible en ningún sentido. Estas películas vampíricas nacidas de las novelas de la escritora Stephenie Meyer se sitúan varios peldaños por debajo de aquélla en cuanto a guion, ambientación, interpretación y emoción. Sin embargo, reconozco que yo mismo vi con agrado la primera entrega y con curiosidad la segunda. Ofrecían una visión bastante alejada del resto de largometrajes destinados por aquel entonces –hace ya cuatro años- a un público mayoritariamente juvenil y que todavía a día de hoy copan las salas de proyección. Por esa razón, me desmarqué del aluvión de críticas que la calificaban como un producto basura exclusivamente apto para adolescentes. Me parecían apreciaciones injustas que impedían valorar determinada dosis de originalidad en la propuesta e, incluso, cierta valentía en una recreación que transitaba entre la lentitud narrativa del drama y la intensidad del thriller.
Pero, paradójicamente, la rentabilidad del producto fue su peor enemigo. Tanto desde el punto de vista literario como cinematográfico, el tremendo éxito alcanzado empujó a los productores a continuar con una saga que quedó agotada con sus dos primeros títulos. El conjunto se prolongó innecesariamente y, en concreto, su cuarta parte se diseñó para estrenarse a través de dos films, siguiendo una tendencia de negocio perversa pero cada vez más habitual. Y fue con esa decisión comercial cuando el resultado final se vino abajo por resultar excesivamente falso y anodino. Su trasfondo meramente económico resulta demasiado evidente y, aunque no sea del todo criticable considerar el Séptimo Arte también como una industria, no es suficiente argumento, máxime si, además, es el único.
A pesar de ello, “Amanecer Parte II” probablemente hará las delicias de los incondicionales del serial, cuya devoción por los personajes saciará sus expectativas por completo. Es tan similar a sus antecesoras (demasiado, para mi gusto) que, por eso mismo, no defraudará a quienes vayan buscando idénticos contenidos. Bill Condon, director de la muy recomendable “Dreamgirls”, saca todo el jugo posible a esta fruta ya tan exprimida y, teniendo en cuenta las circunstancias, lo hace con corrección, obteniendo la máxima rentabilidad de la historia y de los actores.
El equipo artístico es el mismo, aunque con la notable ausencia de Anna Kendrick, una interesante actriz que, tras participar en las primeras entregas, ha podido demostrar su gran calidad en títulos como “Up in the Air” o “50/50”. Personalmente, creo que a las intérpretes femeninas de “Crepúsculo” les aguarda un mejor futuro profesional que a sus compañeros varones. En el caso concreto de Kristen Stewart, confío en que supere la presión mediática a la que se ha visto sometida en los últimos meses, ya que de sus actuaciones en “La habitación del pánico” y “Hacia rutas salvajes” se desprende que puede llegar muy lejos. Dependerá de cómo oriente su carrera a partir de ahora.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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5
6 de julio de 2018
6 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las últimas entregas de certámenes cinematográficos muchas de las féminas premiadas, además de pronunciar discursos contra la discriminación de su género, han puesto también un especial énfasis en alertar sobre los pocos papeles femeninos de peso y en la escasez de proyectos netamente de mujeres. Sin embargo, no creo que las galardonadas valorasen como solución a esos problemas la alternativa de rodar títulos ya estrenados en su momento con la única variante de cambiar el sexo de los protagonistas. Tanto la apuesta por una visión de la mujer en el cine (sea en la dirección, en la producción o en los guiones) como el reclamo de personajes interesantes, poco o nada tiene que ver con la práctica de sustituir a hombres por mujeres en otras nuevas versiones. No se trata de rodar ahora “Doce del patíbulo” con señoras. Entiendo que la reivindicación se refiere a potenciar las realidades femeninas para, posteriormente, trasladarlas a la gran pantalla, así como a dotar de verdadera enjundia a los perfiles. Ciertamente, ahora mismo existe eso, aunque se aboga por una mayor equiparación desde el punto de vista cuantitativo.
De modo que, cuando supe que se iba a rodar una visión de la saga Ocean (“Ocean's Eleven: Hagan juego” de 2001, “Ocean's Twelve” de 2004 y “Ocean's Thirteen” de 2007, por no remontarnos al título encabezado por Frank Sinatra de 1960) cambiando el elenco por estrellas del sexo opuesto como muestra de que algo estaba cambiando en Hollywood, pensé que no se había entendido el mensaje. O puede que sea yo el que no lo captara en su justa medida pero, sinceramente, sustituir a George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon, Andy García, Don Cheadle o Bernie Mac por Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Helena Bonham Carter, Rihanna o Dakota Fanning para continuar con la franquicia no parece la mejor vía para cambiar las cosas.
No niego que el largometraje posea cierto gancho, resulte a ratos entretenido y se vea con facilidad. Sin embargo, no puede ocultar su condición de producto prefabricado y, lo que es peor, completamente exprimido. “Ocean's Thirteen” ya dejaba en evidencia el agotamiento de la trama. Por lo tanto, “Ocean's 8” no puede variar el diagnóstico. Es cierto que Gary Ross es un director con recursos (“Pleasantville”, “Seabiscuit, más allá de la leyenda”). Logra revitalizar en parte la propuesta y, además, el renombre de las intérpretes le da un empujón adicional, pero se insiste en repetir la fórmula y reiterar lo ya filmado. Una práctica, por desgracia, demasiado habitual en la industria americana del Séptimo Arte.
Debbie Ocean, hermana de Danny, acaba de salir de la cárcel y junto a su mano derecha, Lou, tienen la intención de ejecutar un gran robo en la ciudad de Nueva York. Su objetivo será hacerse con un valioso collar durante la celebración de un importante evento benéfico. Para llevar a cabo su plan y asegurarse el éxito final, reclutarán a un grupo de compañeras.
Dentro de este particular reparto sobresalen especialmente Cate Blanchett (“Carol”, “Blue Jasmine”, “El aviador”, “Babel”) y Anne Hathaway (“Los Miserables”, “El caballero oscuro: La leyenda renace”, “La boda de Rachel”). Les sigue a cierta distancia Sandra Bullock (“Un sueño posible”, “Gravity”, “Speed”) y, en un segundo plano, Helena Bonham Carter (“El club de la lucha”, “Big Fish”, “Las alas de la paloma”) y la casi olvidada Dakota Fanning (“La guerra de los mundos”, “Yo soy Sam”). En el apartado masculino encontramos a Griffin Dunne (“Jo, qué noche”, “Un hombre lobo americano en Londres”) y Elliot Gould (“M.A.S.H.”, “Contagio”). Se mire hacia donde se mire, existe un universo de estrellas tratando de deslumbrar.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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2
28 de junio de 2013
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué le ha pasado a M. Night Shyamalan? Es todo un misterio. Su trayectoria cinematográfica parece la perfecta descripción de una debacle. Saltó a la fama de modo espectacular en 1999 tras dirigir la inquietante “El sexto sentido”, cinta que le proporcionó dos nominaciones a los Oscar en las categorías de mejor guion y mejor dirección y con la que alcanzó un éxito internacional sin precedentes. Un año después, repitió con el actor Bruce Willis en “El protegido”, otro sensacional largometraje que, como su predecesor, alcanzaba un elevado nivel de tensión y un considerable grado de intensidad gracias a un estilo dramático y pausado que rozaba la lentitud narrativa y que, en consecuencia, se alejaba por completo de los thrillers convencionales sometidos a grandes dosis de acción desenfrenada.
Sin embargo, tras esos prometedores inicios, comenzó una etapa de declive creativo en la que sus proyectos perdieron la calidad de antaño. Pese a conservar algunas de sus señas de identidad en “Señales”, “El bosque”, “La joven del agua” o “El incidente”, los resultados eran claramente inferiores a los de los films protagonizados por Willis. Los guiones acusaban falta de originalidad y los finales carecían de aquel factor sorpresa que servía para que la historia encajase y, al mismo tiempo, asombrase al espectador. Pero, sobre todo, aquella narración pausada que potenciaba la intriga comenzó a potenciar el tedio.
Curiosamente, y contra todo pronóstico, siempre se puede ir a peor, como quedó demostrado en “Airbender”, con la que se alejó definitivamente de su particular estilo para adentrarse en un camino de aventuras infantiles que, por lo que parece, parece seguir transitando en idéntico sentido descendente. Porque “After Earth” es una película infantil con ínfulas de trascendencia que termina provocando vergüenza ajena. En ella es imposible reconocer al realizador de “El sexto sentido” y de “El protegido”. No queda nada del cineasta brillante, del guionista original, del narrador audaz. Aquí presenta una variante de videojuego para niños que es incapaz de convertir en cine. No recuerdo haber visto a Will Smith llevando a cabo una interpretación tan mala. Y conste que no es por su culpa, porque alguien capaz de recrear tan magistralmente al boxeador Muhammad Ali a las órdenes de Michael Mann es, sin ninguna duda, un buen actor. En cuanto a su hijo Jaden, demostró, tanto en “En busca de la felicidad” como en la última y limitada versión de “Karate Kid”, cierto desparpajo y capacidad profesional. Sin embargo, en esta ocasión, su interpretación es un horror.
Ambos protagonistas exhiben el mismo “rictus” (no se me ocurre otra expresión más acertada) en sus rostros: el de una seriedad extrema que, supuestamente, debe transmitir la tensión de la situación y el severo carácter de los personajes. Pero el guion resulta tan pobre que se queda en eso, en una mueca inexpresiva que lastra sus trabajos. M. Night Shyamalan fracasa en todos sus intentos. Trata de crear un clima de sensibilidad con los “flashbacks” de la niñez del joven y las secuencias de su padre herido: fracasa. Pretende alcanzar cierta dosis de acción a través de peleas con monstruos: fracasa. Aspira a dotar de dramatismo la trama a base de exceso de sobriedad interpretativa: fracasa. Quiere rodar una aventura: fracasa. Y, lógicamente, la taquilla se ha contagiado de ese fracaso. La inversión de ciento treinta millones de dólares de la productora no se ha recuperado. En Estados Unidos, con su carrera comercial finalizada, apenas ha recaudado sesenta.
En cuanto a mí, confieso con tristeza que ya he borrado de mi lista de cineastas a tener en cuenta a M. Night Shyamalan, mientras me sigo preguntando qué le habrá pasado.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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2
25 de junio de 2016
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador Alex Proyas, nacido en Egipto aunque de padres griegos, ha desarrollado su trayectoria cinematográfica en los Estados Unidos. En los años noventa y principios del siglo XXI pareció incluso construirse en torno a él una fiel y devota congregación de seguidores incondicionales. En 1994 estrenó “El cuervo”, un largometraje que arrastra cierta aureola de misticismo y con el que consiguió entusiasmar a numerosos espectadores. Su conexión con una gran parte de la joven generación de aquella época y la trágica muerte durante el rodaje de su protagonista Brandon Lee -hijo del mítico Bruce Lee-, la convirtió para algunos en una cinta de culto, en una obra envolvente, en una desasosegante fábula gótica. Proyas insistió en transitar por el mismo camino con títulos como “Dark City”, “Yo, Robot” y “Señales del futuro”, acreditando ciertos méritos para ser considerado un cineasta, cuando menos, interesante.
Sin embargo, su último trabajo es un manifiesto despropósito en el que en ningún momento se vislumbra la mano de su autor. Uno se pregunta qué le ha podido suceder para rodar un film tan desacertado. En él ha perdido su intensidad, su imaginación y su habilidad narrativa. Todo en el proyecto (concebido claramente como una megaproducción destinada a asaltar las taquillas) huele a falso y a prefabricado, a espectáculo hueco y a historia vacía. Se trata de una muestra de despilfarro de ciento cuarenta millones de dólares, derrochados en la plasmación de una estética nada convincente y en la elaboración de una trama excesiva, recargada y soberbia. Y, para colmo de males, ese sueño se ha transformado en pesadilla ya que, a cuatro meses vista, apenas ha recaudado treinta millones en el mercado norteamericano.
Durante la ceremonia de proclamación del rey Horus, y tras haber matado a su padre Osiris, Set se apodera del trono de Egipto mediante un sorpresivo golpe de Estado en el que ataca a su sobrino y legítimo heredero, condenándole al exilio. El antaño pacífico y próspero reino de Egipto se hunde así en el caos y el conflicto, convirtiéndose sus súbditos en esclavos devotos. Con la ayuda del héroe mortal Bek (influenciado por su amor hacia la esclava Zaya), el poderoso Horus intentará frustrar los planes de su malvado tío Set a cambio de devolverle a aquel su amada.
El metraje demasiado largo, los objetivos tan pretenciosos y la ausencia de un buen hacer artístico se alían para conformar un indigesto batiburrillo que enreda a la cinta en su propia sinopsis. Su aspiración de entretener choca frontalmente con la carencia de una mínima lógica narrativa y de una coherencia en la plasmación de imágenes. Alcanzada la mitad de la proyección y conscientes ya del disparate visual y de los insoportables aires de grandeza, el tostón queda garantizado. En definitiva, una de las peores películas que he visto en mi vida (y he visto muchas películas malas).
Encabeza el reparto el actor Gerard Butler, empeñado una y otra vez en involucrarse en fracasos de este tipo. Lejos quedan sus contados aciertos (caso de “RocknRolla”). Le acompañan algunos intérpretes menos conocidos, como Brenton Thwaites (“Maléfica”), Courtney Eaton (“Mad Max: Furia en la carretera”), Nikolaj Coster-Waldau (“Oblivion”, la televisiva “Juego de tronos”) o Elodie Yung (“Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”). Es evidente que estos “Dioses de Egipto” no les servirán a ninguno de ellos para cimentar sus respectivas carreras profesionales.
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@gerardo_perez_
gerardops
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2
2 de octubre de 2015
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo benévolos, podríamos concluir que “Hitman: Agente 47” es una mala película. Sin embargo, siendo más estrictos, podríamos afirmar que nos coloca ante la negación del cine como arte y frente a un mero cúmulo de trucos manidos, gastados, rancios y, a estas alturas, muy amortizados en el género de acción. Lo más triste es sospechar cómo ha llegado este film a nuestras pantallas, a buen seguro en virtud de algún acuerdo entre la distribuidora y los exhibidores que incluye la adquisición de un conjunto de títulos. Para que se proyecten los largometrajes más esperados por el público, es preciso adquirir otros productos de inferior nivel que, de otro modo, nunca hallarían hueco en una sala de proyección. De modo que, para que la cinta que nos ocupa llegue hasta nosotros, otras muchas han tenido que quedar relegadas por los distribuidores, aunque atesoren numerosos méritos artísticos o notable ingenio cinematográfico. Se trata del lado oscuro del negocio del entretenimiento, la que se encuentra lejos de los focos y de la genialidad, del arte con mayúsculas.
“Hitman: Agente 47” constituye el enésimo intento, confío que frustrado, de iniciar una saga. Ya en 2007 se estrenó “Hitman”, con Timothy Olyphant y una incipiente Olga Kurylenko. Dirigida por el francés Xavier Gens y producida por el musculoso actor Vin Diesel, no pasó de ser un trabajo torpe que pretendía entretener a los aficionados a ese cine entendido como sucesivas inyecciones de adrenalina a través de las escenas. Su modesto resultado en taquilla, unido al transcurso del tiempo, hacían presagiar un olvido seguro, si bien se llegó a comercializar un videojuego alrededor del personaje protagonista. Sin embargo ahora, con el debutante Aleksander Bach detrás de la cámara, se retoma idéntico modelo sin nada nuevo que aportar, puesto que ya lo había ofrecido todo hace ocho años.
Cuenta la historia de un asesino de élite, creado mediante una complicada ingeniería genética, cuyo objetivo consiste en ser una máquina de matar perfecta. Conocido por el número 47 que luce en su nuca, posee un grado de fuerza, velocidad, resistencia e inteligencia superior al resto. Su misión se centra en aniquilar a una corporación que planea diseñar otro ejército de asesinos cuyos poderes le superen incluso a él.
Carente por completo de originalidad y de creatividad artística, la película se ciñe a una sucesión de secuencias supuestamente electrizantes y vertiginosas en las que fracasa sin paliativos. La ausencia de unos protagonistas interesantes (no digamos ya creíbles), de un guión mínimamente elaborado (no ya riguroso) y de una narración eficaz (no ya audaz), la sitúa al mismo nivel de cualquier telefilm casposo de madrugada en una cadena local.
La mínima calidad técnica que se le presupone a cualquier título con semejante presupuesto sí está garantizada en este caso, lo que llevará a algunos a considerar exagerada mi comparación anterior. Pero hablo de lo que tristemente se logra sólo con dinero, al margen de la imaginación y de las cualidades artísticas.
El apartado interpretativo corre a cargo de Rupert Friend -a quien hemos visto en las cintas de época “Orgullo y prejuicio” y “La reina Victoria”, así como en la exitosa serie televisiva “Homeland”-, Zachary Quinto -que ha participado en las últimas entregas de “Star Trek” de J.J. Abrams- y Hannah Ware -con una pequeña intervención en la interesante cinta “Shame”-.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
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