La brutal locura en la que se convierte esta primera cinta de Yann Samuell, genera amor y odio a lo largo de su metraje debido a sus irregularidades y excesos.

Lo que parte como una convencional historia de amor entre dos niños rebeldes, se convierte en una original entrega de desenfreno y emociones desatadas sin mucha prolijidad, que a ratos encantan y divierten de buena forma.

Con una propuesta visual llena de colores que le da un toque de cuento infantil, que le viene bien a los extraños personajes, a quienes te tomas enserio hasta que te das cuenta de que aquello no vale la pena.

Hay escenas para el recuerdo, incluyendo el extravagante final, que termina de convencerte de que "Jeux d'enfant" es una película para tomarla con ligereza, para disfrutar de sus arranques de locura, su buen ritmo, y de su agridulce y agresivo romance.

Las expectativas que tenía al enfrentarme a esta cinta eran bastante altas y me he visto algo decepcionado.

La verdad es que en los casi ochenta minutos que dura "Bienvenidos a Belleville", nos entrega momentos de verdadera magia y otros en los que la historia se diluye y se hace irrelevante, sosteniéndose solo en la originalidad y la belleza de su animación. Los personajes no llegan a producir empatía o cercanía, exceptuando tal vez al joven ciclista Champion, lo que hace que por instantes nos desliguemos de lo que ocurre en la pantalla. Aun así el final es sobrecogedor.

Habiendo visto anteriormente "El ilusionista", del mismo director, me parece que aquella obra se encuentra un peldaño mas arriba que esta. En ella con una fórmula similar de diálogos casi inexistentes y una cuidada animación, se logra cautivar y conmover con facilidad.

Este primer largometraje de Chomet es, a pesar de todo, un film recomendable para todo amante del cine animado o para quien sea que busque originalidad, belleza, y algunos buenos momentos de hilaridad y emotividad.

Dos hermanos ven sus vidas remecerse ante la llegada de su padre luego de años de ausencia. Este se presenta como un ser distante, severo y misterioso, provocando el acercamiento de uno de sus hijos y el rechazo del otro.
Ambos se verán inmersos en la incómoda situación de relacionarse con este hombre al que apenas recuerdan, quien al llevarlos de paseo en automóvil por unos días, generará una atmósfera de tensión y perturbadores momentos en los que la autoritaria personalidad del padre desatará diversas reacciones en sus hijos.

El director logra transmitir una serie de sensaciones propias de este peculiar encuentro familiar, logra que nos veamos sumergidos en este viaje de descubrimiento personal y de superación ante los miedos más profundos. Crea la expectación constante ante lo que pueda ocurrir con el oscuro personaje del padre del que no sabemos prácticamente nada.

La fotografía en tonos turquesas acompaña perfectamente el andar de los tres personajes por paisajes invernales y desolados, llenos de una fría y misteriosa belleza.

Es inevitable que luego de los créditos finales, esta película se quede rondando por varias horas, por varios días, que madure poco a poco en tus pensamientos. Los sentimientos transmitidos durante su metraje son lo suficientemente contundentes y sutiles como para no dejarte fácilmente y hacer que el visionado de El Regreso se transforme en una experiencia que se queda grabada en un rincón de tu mente.

No sabía que esperar de esta película y me ha dejado una impresión grata, pero algo decepcionante.
Y es que la historia sobre la que se desarrolla Good bye, Lenin! es cautivante desde el comienzo, con una Alemania en una etapa de bruscos cambios, en la que Alex lucha por la vida de su madre intentando aparentar que mientras ella estuvo en coma las cosas se han mantenido tal como ella las dejó y que el país que ella recuerda aún existe fuera de su habitación.

Podemos ver la agitada vida que desde ese entonces comienza este joven entre los cuidados de su madre y su trabajo, la relación con su novia y su hermana, todo esto enmarcado en el revuelo provocado por la unificación de su país y la llegada de golpe del capitalismo. Los acontecimientos ocurren de forma fluida y con gracia, los toques de humor funcionan bien, sin arrancar carcajadas, pero sí constantes sonrisas, y la banda sonora de Yann Tiersen sin ser brillante ni tan protagónica como lo pudo haber sido en Amélie, acompaña muy bien el relato y crea grandes momentos dentro de la película. De este modo el director lleva a cabo un film liviano, fácil de ver, que muestra a ratos con mucha lucidez los conflictos personales y el impacto de los cambios acontecidos en la época en la que se desarrolla la trama, sin abanderarse por uno u otro sector político.

Por otro lado, es probable que le falte contundencia en algunos momentos y la película se haga finalmente intrascendente. Da la sensación de que se termina haciendo demasiado ligera y esa falta de peso en el guión y en la dirección hacen que una buena historia termine siendo una divertida propuesta llena de buenas intenciones, pero olvidable luego de su visionado.

Bergman en su última película nos entrega la continuación de una historia filmada por el mismo hace décadas, con los mismos actores protagónicos que en aquella ocasión. Esto provoca que desde que comienza Saraband, se provoque una conexión inmediata entre el espectador que vio Secretos de un Matrimonio, su predecesora, y el nuevo relato en el que vemos como han sido tocados por el paso de los años y por la vida Marianne y Johann, quienes separados hace años, se reencuentran dando paso a una serie de conversaciones en las que participan además Henrik, el hijo de Johann, y Karin, hija de Henrik.
Todos ellos se verán enfrentados a duros recuerdos del pasado y a la repercusión de estos en el presente.
Los hechos se desarrollan de forma sobria, el director dispone a los personajes siempre de dos en dos en varios segmentos que fluctúan en intensidad y dramatismo, pero mantienen el interés a lo largo del film sin tener que requerir mas que a la capacidad interpretativa de sus actores y a los diálogos a ratos desgarradores, que poco a poco revelan los detalles de los dramas personales que afectan a estos personajes, a estos seres llenos de pena, rencor, arrepentimiento, indecisión y soledad.
Todo va acompañado con piezas de música clásica muy a tono con la cinta.

Es así como Bergman nos entrega una película delicada, simple y sincera, disfrutable pero definitivamente inferior a la primera parte de la historia, una película a la que le falta intensidad y que termina siendo demasiado pequeña, una película en la que el reputado director sueco se despide distante del nivel que ha mostrado en otras de sus obras de mas renombre.