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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 375
Críticas ordenadas por utilidad
8
22 de septiembre de 2023
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un siglo de vida, si la persona es inquieta y fructífera, da para mucho. Y tal es el caso del neoyorkino Robert M. Young, que el próximo 22 de noviembre, y ojalá que sea así, cumplirá noventa y nueve años. Como se suele decir por el sur: “Casi ná”.

Haciendo un resumen, Robert Milton Young, estudia ingeniero químico y tras servir como fotógrafo a la Armada Americana en la II Guerra Mundial, realiza una serie de documentales sobre biología en la década de los cincuenta. Vuelve a Estados Unidos para estudiar Literatura Inglesa en Harvard y ya en los sesenta trabaja para la NBC con reportajes de carácter social que fueron premiados. En cambio su documental “Cortile Cascino” que trataba sobre una familia siciliana de los bajos fondos, no fue emitido, ya que la emisora la consideró “poco conveniente”. Continuó con su prestigiosa trayectoria de documentalista, reconocida dentro y fuera de los Estados Unidos.

El éxito definitivo (en circuitos cinéfilos) lo logra en 1978 con “Alambrista!”. Gracias a una beca de la Fundación Guggenheim, puede vivir y documentarse entre mejicanos para la realización del film. Quizá sea su mejor película, del que es el fotógrafo, guionista, productor (con su hermano Irwin) y director, llevándose la Cámara de Oro en Cannes y en San Sebastián le compensan su logro con la Concha de Oro y el OCIC.

Prosigue su carrera alternando proyectos personales, documentales y encargos, como “Extremities (La humillación)”, donde logra la mejor interpretación de Farrah Fawcett, por la que fue nominada a los Globos de Oro, pero que la Academia de Hollywood, en uno de sus ejemplos de aberrante injusticia, incomprensiblemente la ignora. Poco a poco Young sigue fijando otra vez su atención en el documental y con Roemer, Todd y de nuevo su hermano Irwin, en 1993 logran ser nominados al Oscar al mejor documental por “Children of Fate: Life and Death in a Sicilian Family”.

Creo que junto a “Alambrista!”, el mayor logro de Young en el cine de “ficción” es “The Ballad of Gregorio Cortez”, aquí bautizada con el título de “Persecución en Texas”, protagonizada por su actor fetiche, el estupendo Edward James Olmos (también su estimado Ned Beatty cuenta con una breve intervención) implicado además en su banda sonora y en su producción, porque Olmos estaba convencido, y con razón, que era un proyecto vital en su carrera, como lo han sido todas sus intervenciones en los films de Young.

Solamente por esos dos films, incluso sin tener en cuenta sus numerosos documentales porque los desconocemos desgraciadamente, merecería un mayor reconocimiento como cineasta del que tiene en la actualidad.

Su cine no ha envejecido, es más, va adquiriendo mayor relevancia en estos tiempos inciertos en el que no hemos progresado en algunos aspectos que ya deberíamos haber superado.

Centrándonos en “Persecución en Texas” se trata de una película notable. Su confuso título en español puede inducir al espectador de que se trata de una de acción a lo Peckinpah o Walter Hill en la frontera mejicana. No es así. También es cierto que si hubieran traducido su título original, posiblemente a más de uno le sugeriría que podría ser una réplica o copia de “La balada de Cable Hogue”, pero hubieran estado más acertados, ya que ambas se desarrollan en un “oeste” crepuscular, donde los cambios tanto sociales como los avances técnicos van dejando atrás una época.

“Persecución en Texas” mantiene en vilo al espectador, pero se trata más de un ejemplo de cine social y de diferencias culturales, sobre los prejuicios y la intolerancia, que le podrían acercar más a John Sayles que a los otros directores mencionados, pero teniendo entidad propia y que sería conveniente que los cinéfilos le echen un vistazo.

Basada en hechos reales, cuyo punto de partida no solo es la novela, si no también su canción ”El corrido de Gregorio Cortez”, ambas de Américo Paredes, Young junto a Villaseñor, han creado un guion preciso, con personajes bien definidos y que proporcionan, sobre todo en el caso de Edward James Olmos, una labor no solamente creíble, si no que es muy a destacar.

Young cuenta también con miembros hispanos en su apartado técnico, como en la fotografía, que corre a cargo de Reynaldo Villalobos, o en la banda sonora que corre a cargo de W. Michael Lewis, junto a, como hemos dicho anteriormente, a su protagonista Edward James Olmos.

La película cuenta con el clima adecuado, adecuándose a lo que se requiere, desde el ambiente rural familiar a lo agreste de su entorno, sin recreaciones espectaculares, con tintes más bien testimoniales. Su presupuesto reducido no se nota y su ambientación es más que correcta.

En definitiva, Young lleva con profesionalidad en todo momento lo que cuenta, que en otras manos no hubiera sido tan infalible, porque sabe de lo que habla y además le interesa. Y eso es lo que falta en muchos casos, dentro y fuera de nuestro país, gente que no solamente se documente, que no todos lo hacen, si no que además tenga el talento suficiente para que acapare nuestra atención.

Y casualidades de la vida... Por voluntad de la exhibición en España “Persecución en Texas”, que se estrena con tres años de retraso, coincide en cartelera pocos días con “El zorro gris”, que también nos llegó tarde, a finales de octubre de 1985. Ambos peliculones resultaron ser un fracaso en taquilla, engrosando la lista de fiascos de “westerns”, que se iba convirtiendo en un género “envenenado” hasta que “Bailando con lobos” lo resurge, ya ven... Sobre todo con el agravante de que “Persecución en Texas” se estrena doblada. Fallo brutal. Una película cuyo detonante dramático es “una mala traducción” entre el inglés y el español no se tendría que haber doblado, perdiendo el sentido con el que fue rodada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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4
14 de agosto de 2023
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da pena no coincidir con el comentario de esteve, que es el motivo por el que vi “La diputada”. Me hizo gracia, aunque creo que pecó de benevolencia.

Muchas veces pienso que puedo descubrir alguna “perla” perdida, incomprendida o menospreciada, pero desafortunadamente no es el caso presente.

Javier Aguirre es uno de los directores más desconcertantes del cine español, quizás por esa razón me interesa.
De gusto vanguardista y gran entendido en cine experimental, ha hecho de todo. Eso implica desde películas aberrantes, como las protagonizadas por el grupo musical Parchís, a películas comerciales que garantizaban ingresos personales para subsistir, como “Soltera y madre en la vida” con Lina Morgan, “Soltero y padre en la vida” con José Sacristán o “El astronauta” con Tony Leblanc. También fiascos comerciales como la desagradable “Rocky Carambola” con Torrebruno, el cine del destape de clasificación “S” como “El consenso” o comedias que a más de uno podrían dejar boquiabierto como “En busca del huevo perdido” con las Hermanas Hurtado, de gran éxito en locales de periferia y cines de verano. Reconozco que a mí me supuso un gran impacto emocional y sobre todo recuerdo a todo el público tronchándose mientras aplaudía.

Su faceta más independiente ha generado desde “Vida perra”, un monólogo a cámara dedicado y protagonizado por su mujer, Esperanza Roy, una de las actrices nacionales más grandes, versátiles y desaprovechadas por la que merecía haber ganado el premio a mejor actriz ese año que la película fue a Venecia, o “Medea 2”, una rareza que cuenta con un gran reparto que cobró lo mínimo para que pudiera rodarse, que es de los experimentos menos conocidos de nuestro cine y a mí, dicho sea de paso, me encantaría poder ver algún día. Sirva de súplica esta mención.

El caso es que “La diputada” es un drama fallido, que parece haberse rodado a la ligera, previsible en todo momento y cuyo interés no funciona. Su reparto se limita a lo que deben hacer, pero sin garra en ningún momento, con unos personajes planos y, a veces, hasta aburridos. Clama al cielo lo desaprovechada que está Paca Gabaldón con un papel olvidable.

Desde sus feísimos títulos de crédito a su fría fotografía, todo lo que envuelve a “La diputada” es un aire anacrónico que parece haberse rodado casi una década antes de lo que fue realmente.

Ya, con más delito, son los estilismos, especialmente los de Victoria Vera. Influye la época que se rodó, bastante “choni”, con pelos fritos y cardados nauseabundos, pero es que además se recurren a modelos pretenciosos, más que de firma parecen de “boutique” de cuarta, como los que salen al principio en los desfiles de moda en Barcelona o Sevilla, que son para morir del disgusto. Viéndola ahora, ya sé de dónde se inspiró la “pseudo- cantante” María del Mar Cuena Seisdedos, la que fuera Tamara, que luego fue Ámbar y posteriormente Yurena, la del “No cambié” o “A por ti”, vamos. Hay planos en que Vera parece ella. Tan solo al final, se opta, a saber quién fue quien se le ocurrió, que Vera llevara un moño y pelo con fijador, como aparece en la cartelera, un poco a lo Betty Missiego salvando las distancias, para su monólogo final, quizás lo mejor del film, y la única oportunidad real de lucimiento actoral de la actriz, pero que llega tarde, la película ya se ha ido al traste y es irrecuperable.

Eso sí, y con gran diferencia, lo peor es la música. Me niego a llamar banda sonora lo que ha hecho Antón Larrauri, y lo siento, porque es un músico venerado. Es de las peores músicas que he visto jamás en ninguna película: un sintetizador constante que provoca mareo, que carece de intenciones dramáticas de cualquier tipo y hasta provoca angustia.

“La diputada” como fallida y anodina que es, pasó sin pena ni gloria en taquilla, no me extraña, ni tampoco destacó entre la crítica ni supuso nada a ninguno de los que integraban el equipo. Una pena, porque podía haber dado más de sí. Quizás por eso engrosa la triste lista de que, la mayoría de los títulos nacionales que tocan el mundo de la política en España, no han sido relevantes en ningún sentido, con lo que tenemos aquí...
Maggie Smee
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7
20 de julio de 2023
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trayectoria de “Chicas de club” es absolutamente atípica. Es de esos casos olvidados que merecerían un estudio. Tal y como nos muestran al principio del film, fue declarada película de relevantes méritos artísticos por el jurado especial nombrado por el consejo superior de cinematografía, recibió el premio del sindicato nacional del espectáculo, fue seleccionada por Henry Langlois para la mostra de la Cinématèque française en el Metropolitan Museum de Nueva York y fue muy bien acogida por la prensa internacional cuando fue presentada en el festival de Karlovy Vary en 1970. Todo un récord.

El problema al parecer surgió al ser exhibida en la semana de cine en color en Barcelona, y no porque incluyera secuencias en blanco y negro. Las razones, bastante oscuras, nada tuvieron que ver con la calidad del film. El caso es que tarda dos años en estrenarse, se le abrevian escenas y se le corta por completo una. Para mayor remate la distribuidora decide cambiar su título, que hasta aparece en créditos como “Cántico” y se le coloca “Chicas de club”, más confuso y como reclamo comercial, por lo que la película que pudo tener mucha resonancia se convierte en un fracaso.

A pesar de que su director, Jorge Grau, contaba con cierto prestigio con películas como “Noche de verano”, “Acteón” o “Historia de una chica sola”, no consigue la repercusión y el reconocimiento que poco más tarde lograría con “Ceremonia sangrienta” y sobre todo en 1974 con “No profanar el sueño de los muertos”, aunque en 1976 recibe un revés con las peores críticas de su carrera con “La trastienda”, cuyo mayor reclamo para la época era que incluía el primer desnudo frontal femenino del cine español con la Cantudo y película con la que desafortunadamente inicia su declive.

“Chicas de club” (chicas que “trabajaban” en lo que se conocía como clubes americanos) no está enfocada en su sentido escabroso, ya que se trata de cine de autor, pero abre las puertas al olfato de Iquino para su inmediato éxito, tocando tema “fuerte” en la última época de la censura franquista con “Chicas de alquiler”, protagonizada por Nadiuska, y que ya había hecho taquilla con “la escandalosa” “Aborto criminal”.

“Chicas de club” (“Cántico”) es más un cine testimonial, no tan comercial como se pudiera creer con el “nuevo título” impuesto, que alterna entrevistas en blanco y negro, con la ficción dramática, ya en color y que pretende ser realista, aunque tenga originales toques barrocos y surrealistas. Incluso hay secuencias que parecen algo improvisadas, pero no por “cutres”, si no por lograr tener frescura, cierta gracia.

Se intenta suavizar lo más duro que pudieran tener las historias, aunque no se evita su dramatismo, intentando indagar incluso en el pasado de uno de sus personajes, como es el caso de Elisa, la verdadera protagonista, para conocer los motivos a los que se ha visto avocada y sus obstáculos para llegar a tener una relación “normal”.

Las actuaciones de todos son muy correctas, aunque, quizás por motivos de los cortes sufridos, algunos queden desaprovechados, como Fernando Rey o el cameo de Teresa Gimpera. Llama la atención el “jaleo” que se arman en los créditos con la actriz Kiti Mánver, que era su debut y estaba a punto de cumplir la mayoría de edad, apareciendo al principio como Kity Manver y en los finales como Kitty Manver.

La música de Antonio Pérez Olea y The Gass, en una línea “pop rock” alternativa, característica de la época, me parece arriesgada y perfectamente ensamblada con lo que la película exigía, sea en sus escenas “de baile” o en las escenas surrealistas, de decorados minimalistas, que cuentan con un buen maquillaje y un buen uso del color. Indudablemente es, en esas escenas, donde se vislumbra la capacidad de Grau para el género más siniestro o de terror con el que posteriormente triunfaría.

Película diferente para su momento y que hoy día no sé si encontraría demasiados seguidores, tanto por su tratamiento como por ser, sin duda, un cine de autor que hoy día “chocaría” con lo que es un cine abiertamente comercial.

Una pena que “Cántico” (para concluir prefiero usar su título verdadero) no le diera pie a Grau a convertirse en un director de culto, distintivo que pudo llegar a disfrutar Saura, por ejemplo, y que quizás hubiera ayudado a que su carrera hubiera podido dar más producciones interesantes.

Sería de justicia llegar a conocer su versión íntegra tal y como se concibió. Si hubiera sido una película más “famosa” ya se hubiera recuperado. Así que a esperar que alguien de renombre la reivindique.
Maggie Smee
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3
27 de mayo de 2023
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que un comentario creo que es una señal de advertencia para todos los que quieran ver “Los secretos de la Cosa Nostra”, porque tras comprobar que no hay ni un comentario negativo y los que hay, van desde la recomendación a la complacencia, (y que por eso piqué), aunque no puedo estar más en desacuerdo. Y no porque sea yo muy exigente, porque el punto “friki” lo tengo muy desarrollado, pero los quiero y no puedo de serie B siempre me han parecido patéticos, sobre todo cuando los detalles no se cuidan y por ello el producto se convierte casi en un engendro.

Hay que tener en cuenta que el productor es Dino De Laurentiis, que durante casi cuatro décadas estuvo casado con la gran Silvana Mangano, fue capaz de producir notables películas como también de cargarse proyectos que pudieron ser interesantes, producir títulos que injustamente para muchos pasaron desapercibidos como también de crear subproductos. Hizo de todo. Y “Los secretos de la Cosa Nostra”, realizada aprovechando el éxito de “El padrino” pero que se encuentra a años luz del film de Coppola, es de las más olvidables dentro del género de “gángsters” y de las más flojas que produjo.

Está dirigida por Terence Young, responsable de algunos films de James Bond como por ejemplo la que abrió la saga, “Agente 007 contra Dr. No”. Director con clase, ya que le enseñó a Connery, para su personaje de Bond, cómo andar con distinción, clases de dicción o cómo comportarse en restaurantes de lujo. También en su haber tiene de todo, incluso el haber sido galardonado con el Razzie al peor director por “Inchon”, película que me encantaría ver pero debe estar escondida bajo tierra al ser la triunfadora de los “Razzies” en 1981, por encima de las desagradables “Sí, Giorgio” o “Rocky III”.

El reparto no está aprovechado en absoluto. La película se beneficia de la profesionalidad de ellos, sobre todo del estupendo Lino Ventura, pero sus personajes son de cartón piedra.

La banda sonora, el vestuario y su fotografía cumplen, sin más. En cuanto a la dirección artística y selección de escenarios contrastan brutalmente: bien se desarrollan a veces en bonitos salones, rechinan con las escenas de cárcel que dan el cante que son vulgares decorados de estudio.

El guion, como sus diálogos, va a trompicones, saltos continuos hacia delante y detrás sin mucho sentido, ya que podían podían haber hecho una narración continuada. Y Young en la dirección se dedica a filmar sin alma, casi sin interés, si exceptuamos las escenas de tiros, que algunas están metidas casi con calzador como requería el género, pero carecen del nervio requerido.

Entre lo peor: el maquillaje, que resuelven las canas y las arrugas con polvos de talco, de lo más vulgar. También la escena de la ducha inicial en la cárcel en la que se ve que Bronson lleva un bañador amarillo, pero no de tela de lycra, parece estar tejido de lana, ¡como de ganchillo o croché! Qué antigüedad. Si era para que no se vieran sus vergüenzas que le hubieran tomado desde otros ángulos o se hubiera plantado un bañador color carne, pero no amarillo. También se cuelan escenas donde van en coche, en los años treinta, pero se ve que circulan modelos de coches de los años sesenta y setenta. Por ejemplo, cuando arrojan un coche al río Hudson con las Torres Gemelas al fondo, anocheciendo, para que se note que es Nueva York... pero vamos a ver, ¿no se desarrolla en los años treinta? ¿Para qué aparecen las Torres Gemelas, que fueron inauguradas cuando se estrenó esta película? Que las Torres Gemelas son de los años setenta... En fin, una ambientación patética que arruina el posible aire de serie B con el podía haber contado y haberla hecho más amena.
Maggie Smee
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7
23 de abril de 2022
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de la década de los años sesenta del siglo XX, Claude Lelouch, consigue un enorme éxito internacional con “Un hombre y una mujer”. Ganó la Palma de oro en Cannes, el “Oscar” como película de habla no inglesa, fue nominado como director y ganó el “Oscar” como mejor guion original, aunque no fuera en inglés, hazaña que no se volvería a repetir hasta que Almodóvar lo ganara con “Hable con ella” más de tres décadas después. Sus actores fueron lanzados al estrellato y su músico, Francis Lai, se convirtió en un compositor famoso. De hecho su trillada y multiversionada “Love Story” le proporcionó poco después el “Oscar”, aunque luego fuera ignorado en muchas ocasiones, como por ejemplo por “Bilitis”, de la que se vendieron millones de copias en el mundo.

Desde entonces Lelouch no ha conocido un “boom” semejante, aunque ha tenido películas que le han ido bien, reconocidas por el público y la crítica, como “Los unos y los otros”, otras que no le han funcionado mucho, como la primera secuela de su bombazo “Un hombre y una mujer: 20 años después” y otras que no nos han llegado, como su ambiciosa “La belle histoire” con un gran reparto y con una duración de tres horas y media. Tras estrenar hace poco en Francia su película número cincuenta, “L´amour c´est mieux que la vie”, que tampoco sabemos si nos llegará, Lelouch sigue siendo para muchos, fuera de su país, como por ejemplo en España, un director casi desconocido a pesar de su fructífera carrera.

En 1977 logra rodar “Otro hombre, otra mujer” (su título correcto sería “Otro hombre, otra oportunidad”) y la estrena entre nosotros al año siguiente con poca promoción. Su productora, la potente United Artists, comienza a recortarla y ofrecer diferentes metrajes de la misma. No es de extrañar que con esas maniobras no terminara de funcionar, y de hecho no aprendieron. Siguieron cometiendo crímenes con otros films, que con el paso del tiempo, se han ido recuperando de semejantes masacres. El remate definitivo fue que tres años después produjeran “La puerta del cielo”, una obra maestra también mutilada, y que les condujo a la bancarrota absoluta.

Curioso es que exista poca información sobre esta película, en la que diferentes portales se han limitado a copiar un resumen de su argumento, plagado de “spoilers” que no aporta nada en absoluto y no se le hace justicia ya que parece que no reviste ningún interés.

Francis Lai en su banda sonora se aleja de lo que sería una partitura típica de un “western” ya que realmente “Otro hombre, otra mujer” no es una película abiertamente del oeste americano, de hecho, antes de desarrollar su trama en Arizona, la acción arranca en París, en la Francia napoleónica, lo cual la hace más peculiar, mezclando constantemente en su versión original el inglés, algo de francés y muy poco de español.

Raro sería encontrar una buena copia que muestre sus colores correctos y una buena definición, ya que posee una gran fotografía del gran Stanley Cortez (entre otros trabajos suyos está “El cuarto mandamiento” o “La noche del cazador”) junto a Jacques Lefrançois, colaborador de Lelouch.

Su reparto es estupendo: desde los correctos actores de reparto, como Jennifer Warren, Francis Huster, Susan Tyrrell o Richard Farnsworth, indispensable en cualquier “western” y que aquí es el conductor de la diligencia. Por supuesto el peso lo llevan sus protagonistas: un muy entonado James Caan, con el que volvería a trabajar cuatro años después en "Los unos y los otros" y que está bastante bien, junto a una sensible, atractiva y siempre estupenda Geneviève Bujold.
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Su guion, según la duración de la película, puede tener más baches o menos, si se trata de alguna versión que ronde las dos horas y cuarto. Cuanto más larga mejor explicado queda todo. La dirección de Lelouch no deja lugar a dudas que se trata de un director eficaz y con las ideas claras.

“Otro hombre, otra mujer” es un film que emana melancolía. Su acción no crispa, no se trataba de que lo fuera, y su romanticismo es pausado, creíble, con secuencias muy bonitas, anticipándose a Malick sin su preciosismo perfecto: el alternar el frío y el barro, con el calor y el polvo del viejo oeste, con tomas donde vemos el polvo de fondo y que dan verismo, librándolo de ser “western” impostado.

Es un buen film, sobre todo para los que busquen una historia que se cuenta sin prisas (y sin pausa), fuera de todos los parámetros previsibles. Y ahora pasamos brevemente al "spoiler".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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