Otro tema es ya el final. Muchos acusan a todas las películas de sacrificar el final del libro, un final tan soberbio como sombrío, sustituyéndolo por el “happy end” de rigor, con historia de amor inventada incluida. Pretendo absolver aquí a Clair y a todos los directores que siguieron sus pasos, y es que fue Agatha Christie, en persona, quien cambió el desenlace de su propia historia cuando ésta fue llevada al teatro en 1943, y es esta versión, la teatral, la que fue adaptada al cine. De este modo, ¿qué culpa tiene Hollywood de modificar aquello que no fue respetado ni por su propia creadora?

Vale, no hay ningún monstruo. Era la farmacéutica, vestida con capa, capucha y una garra falsa con una púa de veneno de acción rápida y sin huella. ¿Cómo es que le ha dado por hacer esas cosas? Tres tíos del pueblo la violaron, luego la obligaron a abortar y se quedó infértil. Y le ha dado por vengarse matando a los hijos de aquellos que la perjudicaron.

Bueno, como justificación vale, pero ya podrían haber dado más pistas. La referencia a “los pecados de los padres” se realiza (y de pasada) en una conversación entre los tres violadores cuando falta una media hora para el final. Y la confesión del doctor de que practicó un aborto a una chica a la que habían llevado forzada a su clínica se produce 5 minutos antes de que la culpable se descubra. Y esas son las únicas pistas.

Y lo de los engaños es ya la palma de oro. Vale que muchas de las muertes hallan podido ser hechas tanto por un monstruo absorbedor de almas como por una loca disfrazada y con una jeringa, pero se nota que hay momentos en donde se han dejado la lógica en casa para dar más miedo y hacernos creer que los tiros de la historia iban hacia lo sobrenatural. Ejemplo: el bicho, dice la leyenda, sólo puede ser visto por niños y hay un momento en que, tras el ataque al hijo pequeño del comisario, el profesor le pregunta al niño de la protagonista que dónde está el monstruo y el niño señala a un punto donde, según los ojos del profesor, no hay nada, pero el niño dice que está allí corriendo hacia la salida.

Vale, ¿la farmacéutica se empapó tanto, tanto de la leyenda que se hizo también invisible a los ojos de los adultos? Venga va.

En cuanto a lo de los traumas de la protagonista, ¿por qué tiene pesadillas con el monstruo, si al final resulta que no existe? ¿Y a santo de qué sigue con las pesadillas una vez ya se ha descubierto el tinglado de la asesina? Sin explicación.

Veamos. La esposa loca quiere divorciarse de su marido, para no tener que darle la mitad del dinero que va a obtener con la venta de su empresa. Como es lógico, el marido, que no tiene fortuna propia, dice que no consentirá en divorciarse sin haber vendido la fábrica y cobrado lo que le toca (como tontos). Si la loca quiere divorciarse antes de vender, tendrá que presentar ella la demanda y hacerlo con un motivo justificado que acelere el proceso. Por ejemplo, la infidelidad. Pero la buena señora descubre horrorizada que su esposo, pese a llevar un año sin hacer el amor con ella, no le ha puesto la cornamenta.

En vista de que no tiene cuernos, decide inventárselos y contrata a la agencia de Jack para que le envíen al marido un “cebo” que le incrimine. Envían primero a Denise, quien pese a hacer uso de sus mejores encantos, no logra que el marido diga algo que haga pensar que tenga tendencias adúlteras. Pero la esposa loca se empecina y paga más dinero para que envíen otro cebo: a Erin, la protagonista.

La esposa loca consigue su objetivo, pues su pobre marido se enamora de Erin y le pide salir, incriminándose como un adúltero que en realidad no es. Teniendo en su poder la grabación del encuentro, la esposa loca presenta la demanda para divorciarse. Pero sus planes no tardan en truncarse. El marido reacciona rápido y le roba la cinta, además de iniciar un romance con Erin, a la que ama, pese a la jugarreta que ella, cumpliendo eso sí con su trabajo, le ha gastado (eso chirría, la perdona demasiado rápido, pero bueno).

En vista de que ya no tiene ni cinta comprometedora ni tampoco el testimonio de quien la grabó (pues es lógico que Erin no testifique contra su nuevo novio), la esposa decide que si no puede quitarse de encima al marido por infiel lo hará por asesino. Su primer paso es cargarse a Denise. Después, denuncia a su esposo por unos inexistentes malos tratos y amenazas de muerte. Seguidamente, va a la agencia de Jack y contrata a uno de sus detectives para que la proteja, detective al que asesina esa misma noche, fingiendo luego que ambos han sido atacados por un hombre encapuchado. El siguiente paso es asesinar a Erin, pero la esposa se confunde y hiere a su compañera de piso. Cuando vuelve a intentar matarla otra vez, el marido se lo impide y la mata en defensa propia.

Desde luego, el plan de la loca no es para nada descabellado. Tal y como todos lo verían, un marido violento se había cargado a las dos detectives que trataron de demostrar su adúltero comportamiento, mientras amenazaba a su pobre esposa y luego trataba de asesinarla, llevándose por delante la vida de otro detective de la misma agencia. El marido lo hubiera tenido muy crudo.

Entre los mayores atentados contra la lógica se encuentran, en primer lugar, los hermanos Espí y los hermanos Novoa. ¿Si Irene y Paula son clones de la difunta Eva Wulf, cómo puede ser que sean hermanas biológicas de Héctor y Marcos?
En segundo lugar, los nazis. Las responsabilidades que ostentaban antes de huir de Alemania no concuerdan con la edad que por lógica tendrían que tener en los años 40’ para poder seguir ahora vivos. Además, un dato curioso, un actor, cuyo personaje en 1945 era un niño, tiene la misma edad que otro cuyo personaje era un hombre hecho y derecho en esa época. El caso más flagrante es el del coronel Araujo, el alias de Karl Fleischer.
• Nos dicen que era Jefe de la Gestapo en Francia. De entrada, ese cargo no existía. Francia tenía su propia rama de la Gestapo, la Carlingue, dirigida e integrada por franceses colaboracionistas. Por ende, ni el cargo existía, ni ningún alemán estaba en condición de dirigir lo que más se le parecía.
• Es completamente imposible que un chaval de 20 años pudiera tener una responsabilidad tan grande como para mandar a la muerte a varios miles de personas. De hecho, los máximos dirigentes de la Carlingue tenían sus edades comprendidas entre los 30 y los 50.
• Teniendo en cuenta que, en 1945, Karl Fleischer debía tener entre 20 y 25 años, en el año 2008 tendría que ser casi un nonagenario. Y el actor Joan Massotkleiner tiene sólo 55 añitos (y además, los aparenta). Es decir, que tenemos a un actor de menos de 60 interpretando a un personaje de más de 80. No pega ni a tiros.
• Aunque nos creyésemos a duras penas que Fleischer es un anciano de 85 años muy, pero que muy bien conservado, resulta imposible que siga en activo (todos los militares de general para abajo, se jubilan a los 60).