Me ha sido imposible no establecer una relacion entre 'The Act of Killing' y 'Los Soprano', imposible. La ausencia de valores, el gusto por lo superfluo, los aires de poder, el placer de saberse temido y respetado... y, finalmente, la empatía hacia los protagonistas. No sabes cómo, pero en algún momento te encuentras entendiendo a los personajes. Asesinos, ladrones, maltratadores, violadores, ¿cómo puede pasar? ¿Te estás convirtiendo en un ser deplorable?

'The Act of Killing' muestra que no existen demonios, no hay hombres malvados. El anciano risueño que se pone un sombrero rosa, que baila y canta sin vergüenza con una sonrisa, que habla de John Wayne como un niño pequeño, ha matado a más de 1000 personas.

El documental te deja destrozado, no por las declaraciones de las matanzas, o por la frialdad y naturalidad con la que las narran o representan las ejecuciones; te deja destrozado porque tu mente cortocircuita al presenciar cómo personas que parecen totalmente normales, con las que charlarías y tomarías algo, han masacadro a miles de personas.

Y yo, al ver esto, me pregunto qué habría hecho yo en una familia pobre y sin educación, frente a unos órganos de poder que ensalzan la matanza de otros, que pintan una atrocidad como un acto heróico, y que extienden la idea a otras personas que, como yo, no tienen nada con qué defenderse de un bombardeo que los supera, cerrando un círculo de muerte permitida. Pues habría caído. Habría matado, violado a niñas, ganado toneladas de dinero, infundido respeto, me habría hecho dueño y señor de las calles, y me habría embriagado con los vicios más llanos; no estaría haciendo nada malo, todos, menos 'los malos', alabarían lo que hago. Soy un gangster, un hombre libre, la fuerza es la determinación de un hombre con poder.

'The Act of Killing' es un testimonio tremendamente real que muestra cómo la persona en la que te conviertes, y las acciones que llevas a cabo, en determinados tiempos, lugares y situaciones, no son productos de una elección razonada; en determinados tiempos, lugares y situaciones, el ser humano no puede defenderse como persona, y va a ciegas haciendo libremente todo lo que se le impone.

Matar es fácil, legal, te vuelve rico, poderoso y respetado. ¿Acaso no es la salida más fácil?

Aunque cuando por fin uno tiene tiempo de razonar lo que es y lo que ha sido, se arrepiente, tiembla y el estómago se le revuelve, pero ¿cómo le pides a un hombre que no se convierta en un superhombre cuando el precio es tan bajo?

Te hará una serie de preguntas, hasta que no acabe, no podrás pestañear. Empieza 'The Master'.

Cuántas preguntas y las respuestas no existen. Y necesitamos respuestas, vaya que sí las necesitamos; necesitamos respuestas para todo, o de lo contrario las inventamos. Imaginamos hasta creer que la vida es algo más que nacer, vivir y morir; que todo está relacionado; en lo más profundo de nuestro ser, sabemos que hemos vivido otras vidas. Lo que vemos no puede ser todo lo que hay. La existencia es paralela, el tiempo y el espacio son imaginarios; todo se puede transformar, descomponer y desnudar hasta encontrar la verdad en su estado más puro, el único impedimento es la mente humana, nuestra maldita mente humana. Necesitamos libramos de todo lo concebido, de nuestro comportamiento instintivo, de nuestro intelecto racionalmente limitado, de las pasiones que nos gobiernan y de los miedos que nos subyugan. De hacerlo, el hombre puede alzarse en su máxima perfección y saberlo y entenderlo todo. Pero ¿podemos deshacernos de nuestra propia naturaleza? Claro que no. Todo son fantasías infundadas por el temor a no conocer la respuesta a las preguntas eternas. Entonces ¿qué sentido tiene torturarse infinitamente para construir una verdad que pueda aliviar nuestro débil carácter humano? Buscar una luz, algo que le dé el sentido que no conocemos a nuestra vida; un mecanismo absurdo en el que la búsqueda de las preguntas se convierte en el salvavidas.

Todos, todos nosotros, todos y cada uno de nosotros necesitamos un guía porque somos frágiles, débiles, temerosos y nos vemos impotentes y perdidos ante la inmensidad de un todo al que solo podemos darle nombre, puesto que hablar más allá de él sería precipitarse en un agujero de gusano donde la mente humana sufre, se retuerce y se colapsa hasta explotar por la primera vía de escape que encuentra. Los vicios, las drogas, el sexo, el calor de la confianza, la aceptación, la seguridad en el amor... En nuestro mundo de humanos, nos escondemos de lo insondable intentando olvidar las eternas preguntas para encontrar remansos de paz donde el intelecto deje de formular las putas preguntas.

Somos impulsivos, quebradizos, descontrolados e inconscientes, cuanto antes lo asumamos, mejor.

A Freddie le sobrepasó la guerra y encuentra refugio en los brazos de Dodd el orador; Dodd busca su rumbo en una férrea creencia impostada, y se apoya en Freddie para auto convencerse y, a la vez, dejarse llevar hacia los vicios olvidando su propio engaño; y Peggy, en cambio, necesita creer en La Causa y mantener a Dodd dentro de ella para sentirse segura. Freddie tiene a Dodd como maestro, Dodd tiene a Peggy como maestra y Peggy se guía por el concepto abstracto de La Causa.

Y es curioso ver cómo el que parecía más perdido, es el único que encuentra la paz y la felicidad liberado de un mandato. Tras haber sufrido todo el bombardeo, primero físico y después cerebral, sigue siendo un hombre, tan solo un hombre y nada más, que se deja llevar por sus emociones sin interesarle qué hay más allá, y ríe mientras hace el amor, y se tumba calmado sobre la arena y cierra los ojos. Consciente de su propia inconsciencia.

A 'The Master' no se le debe pedir que sea una lección sobre la cienciología, o que tenga un desarrollo narrativo que cumpla con los cánones que nos apetecen; nada habría sido más horroroso que despreciar esta brillante gema para quedarnos con una pieza bien ejecutada, y seguramente muy disfrutable, pero que lejos quedase del nivel de exploración de la original, que es donde reside su profundo valor artístico. Ignorar todo esto y emitir un juicio en base al aburrimiento, que por falta de comprensión, ha generado es, a mi juicio, una falta de respeto y aprecio hacia las mentes creativas que intentan renovar y llevar a nuevos horizontes el cine.

'The Master' es una explosión de humanidad, un cúmulo de pensamientos revueltos culebreando y siseando; incisiva, oscura, venenosa, hipnótica, que te atrapa el pecho y no te suelta; de una belleza inexplicable. Es la médula de la especie humana liberada en escenas, espejos vivos que reflejan al ser humano por completo.

'The Master' es cine glorioso. Para mí, 'The Master' es una obra maestra.

Sentía cierto interés por ver 'Lost in Translation' generado por los contradictorios ánimos con los que me encontraba a la hora de leer las críticas: ¿obra maestra, sobrevalorada, soporífera...? Qué manía con etiquetar, ¿verdad? Es el típico análisis fácil, simplón y superficial, y más de obras como estas, que lejos están de la historia convencional y deben disfrutarse como un momento, como un hálido de vida, siendo comprensivo, sabiendo ver más allá, mostrándose sensible y humano.

A lo que no le voy a dedicar muchas palabras: La mano de Sofia Coppola la noto notable, pero nada destacable. La dirección es fluida durante la mayoría de la vivencia, sin embargo a veces noto tirones en la narración. El guion tiene momentos más brillantes, aunque quizás ese elogio debería reservarlo para los dos protagonistas. Lo más seguro es que sea fruto de una labor conjunta; si el guion los invita, ellos corresponden con unos personajes preciosos. Hablan y cuentan sin mover los labios, y qué ejercicio tan maravilloso de respirar historias. Ese es, para mí, el mayor logro de 'Lost in Translation', por el que debe ser enteramente respetada y valorada.

Recrea un pedazito de vida, un encuentro entre dos personas que, siendo conscientes del mundo, se encuentran perdidas al ser empujadas a través de los años por la fuerza de la humanidad imparable, que nunca sabrá bien lo que hace y que arrastra a todos, inluso a aquellos que no están seguros de ser ese su rumbo, esos mismos que acabarán preguntándose: ¿Qué hago yo aquí? Y mirarán a su alrededor y no verán salida, porque nunca la habrá. No se sienten parte de todo lo que tienen, el todo se convierte en la nada; pero ¿qué hacer cuando no sabes qué hacer? Para aliviar ese estado de nostalgia, de vacío, de perdición irrevocable todos deberíamos tener la respuesta, pues de nada serviría la fuerza de una persona que comprende el mundo, entiende a las personas y sabe cómo vivir, frente a una estampida humana más preocupada por seguir el ritmo vital creado, que concienzuda por entender en su totalidad el valor de todo; una fuerza que barrerá todas las intenciones, las ideas, los sueños, las formas de ver, vivir, sentir y relacionarse con el mundo de una forma más natural, simple, pura y sincera.

Charlotte, aunque todavía intenta entender (y querer) el mundo donde está obligada a morir, ya empieza a sentir un sentimiento de desplazamiento; ese no es su sitio, no se reconoce en el comportamiento generalizado de la sociedad. Por eso vive, entre un desorden de ideas, pensamientos y ropa, amarrada a un pequeño amor que, cuando no es llevado lejos por la plaga social, la reconforta, la alivia y la hace sentir ella misma. En cambio, Bob es la mirada gastada de alguien que ya ha pasado por esa situación, y que incluso ha sido abatido por otras posteriores: el verdadero enamoramiento, el dulce amor, el calor de la familia, la pasión por el trabajo, el éxtasis de la fama y, al final, todo se trunca vacío. "¿Tras tantos años de vida, qué es lo que tengo ahora ? Nada." se diría Bob.

Y ambos se encuentran perdidos, el uno al otro y así mismos, y se pierden juntos en un encuentro donde puedan hacerse compañia; en un mundo en el que se sentían eternamente solos, por fin han encontrado un cómplice. Sin necesidad de conversaciones que hagan evolucionar la relación, ambos se comprenden, se aman desde lo profundo y se aceptan. Apenas hablan, porque no lo necesitan, quizás, de hacerlo, su encuentro también se marchitaría, pero ni siquiera lo advierten, pues nunca pasaría; se han ido haciendo personas que no necesitan de los recursos y herramientas convencionales para desarrollar una verdadera relación. Se miran, se acarician, se cantan, a veces se hablan, pero sobre todo se ven el uno en el otro, y se encuentran por fin; ya no están solos, han encontrado a una persona que es todo en lo que creen. Y al estar juntos, sin necesidad de nada más, son plenamente felices.

Pero al final todos somos arrastrados porque tenemos miedo para acabar con todo, al fin y al cabo solo somos personas que no saben muy bien dónde están. Y lo único que nos queda es abrazarnos, besarnos, llorar, susurrar una despedida y, por último, sonreir mientras volvemos a ser arrastrados por la corriente.

'Cenicienta' de Kenneth Branagh moderniza el clásico respetando la historia original, pero tomándose licencias a la hora de crear un nuevo relato con un tratamiendo diferente del argumento que tiene sus pros y sus contras.

De la factura técnica nada se puede decir, es irreprochable: una ambientación sorprendente, bellísima y tremendamente cuidada. La fotografía luce unos colores sobrenaturales que realzan esas formas de cuento, dejando encuadres que llenan el ojo. El vestuario juega un papel bastante importante, y cumple a las mil maravillas. Los efectos especiales brillan, sin abusar, dejando escenas memorables. Los actores están cómodos en sus papeles, Lily James preciosa como Cenicienta, Richard Madden cumple como príncipe de sonrisa reluciente, y mención especial para Cate Blanchett, guapísima y a la vez más fría que el acero. Además, tanto la dirección como el guion manejan bien una historia que podría haber pecado de dulzona, pero que camina a buen ritmo sin llegar a meter la pata (aunque creo que acaba extendiéndose un poco).

Y digo que se ha modernizado porque lo que más destaca es la quema de los antiguos personajes, simples maniquíes que actuaban siguiendo los rasgos más marcados de personajes de cuento (muy bueno, muy malo), para sustituirlos por personas de carne y hueso coherentes a su naturaleza.

Podemos ver el crecimiento de Ella, cómo su felicidad se marchita y cómo se convierte en una chica llena de dolor que trabaja mecánicamente por rutina, pero que todavía conserva un pequeño brillo de esperanza. Su némesis, la malvada madastra, ya no acaricia altiva a Lucifer desde su sillón; aunque conserva esa risa grave y oscura, aquí no es cruel ni siniestra. Es una frágil y asustada mujer que se ha ido endureciendo a base de desencantos, volviéndose egoísta, y que ya solo encuentra placer en lo banal aun a riesgo de pisar a cualquiera. La Hada Madrina aparece tremendamente modernizada en sus formas; pierde toda su candidez y dulzura de señora mayor bondadosa para dejar paso a Helena Boham Carter haciendo de ella misma. Y en el príncipe se encuentra el ajuste más grueso. Donde antes era un mimo asexuado con horchata en las venas que apenas era punto de unión con el final, ahora encontramos a un joven valiente, sensato y enamorado hasta las trancas que aparece muchísimo más en pantalla, ganándose sus partes narrativas y colocándose como uno de los personajes principales.

Resumiendo: los personajes son los engranajes de la película, han ganado fuerza y realismo a base de más metraje para su desarrollo y de un guion que cuida bien las líneas que lanza, pero esto ha ido, a mi juicio, en detrimento de los elementos de cuento. Las pocas canciones son solo un guiño, Gus Gus y sus amigos, antes inolvidables, ahora son un simple adorno y ni tan siquiera hablan, y el pobre perrito Bruno directamente ha sido eliminado.

Todo ello hace de esta nueva 'Cenicienta' una buena película, bonita a la vista, creíble en su universo, con grandes escenas puntuales y que en ocasiones llega a conmover en los momentos dramáticos. Pero ¿por qué, para mí, 'Cenicienta' no ha dado el Do de pecho? Porque su nuevo planteamiento más apto, al parecer, a nuestros tiempos, la ha vuelto un romance adolescente con tintes mágicos que no deja de recordame a títulos no muy bien valorados. Me habría gustado que esta nueva visión más modernizada la hubieran sabido conjugar mejor con esa parte "de cuento" que echo de menos para saber que 'Cenicienta' es algo diferente a un romance al uso.

Han tenido valor, desprende bondad, pero se han quedado cortos con la magia.

Un inicio encantador, un encuentro muy dulce, una desaparición desgarradora, un desenlace subyugante y un final tranquilamente explosivo. Eso es 'Dog Food'.

Que ya medio-se lea el final, no le resta que el camino no sea verdaderamente atrapante y disfrutable, y 'Dog Food' es un gran ejemplo. Cuando te encariñas tanto en tan poco (gran inicio), es dificil no preocuparte por los personajes. Me importa Cory Michael que desprende, además de un gran amor por su perro, una naturalidad increible, y también empatizo con la de los ojos preciosos, Amanda Seyfreid, que, con una interpretación no más pequeña, encandila con dulzura y sentimientos encontrados.

¿Quien es el malo y quién es el bueno? Solo somos humanos.

Todo fluye en su dosis adecuada a buen ritmo; son 18 minutos que se pasan volando.

Para mí, todo está bien en 'Dog Food', mención especial para ambos actores protagonistas, y no me olvido del perrito (<3), que me han cautivado con su increible realismo, frescura y profundidad.