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España España · Piedrabuena
Críticas de Kirry Burrio
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
Metrópolis
Japón2001
6,9
6.139
Animación
7
31 de octubre de 2017
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Esta obra, tremendamente preciosista y bañada en un mar de referencias hacia diversas manifestaciones culturales y artísticas -en especial, durante los primeros minutos, a la Saga de los Robots de Isaac Asimov-, parte de una historia plana en su desarrollo principal, pero poderosa en su contexto y forma gracias a, en parte, su potente animación y la manera en que conjuga su imagen y sonido. No debemos olvidar que es un remake de la Metrópolis original y si en ella se tocaba la desigualdad salarial y el nivel de vida en la clase proletaria, en esta actualización -como he mencionado antes- se plantea un debate tan interesante en la época como el auge del desarrollo industrial y el miedo o estupefacción de la sociedad ante un nuevo milenio repleto de robots e inteligencias artificiales. Es por ello que ambas Metrópolis beben de su tiempo y permiten reflejar a la sociedad del momento.

Además, la presencia de la filosofía de Alfred Nietzsche vuelve a hacerse patente mediante la teoría del superhombre -como ya sucediese de forma más exaltada en la legendaria 2001: Una odisea del espacio- y se proyecta en la figura de Tima como ser evolucionado que parte de los esfuerzos del hombre por encontrar un super-ser que lo domine hacia la conquista. Son estos detalles, estas referencias, lo que le aportan esa complejidad aparentemente invisible al filme, que en muchas ocasiones parece que muestra más que cuenta pero que, en realidad, nos está narrando sus intenciones mediante el motor y su clave: la imagen y sonido. Y es que Metrópolis es una auténtica experiencia inmersa en un aire absolutamente Cyberpunk y apoyada en una animación portentosa y de innegable despliegue artístico que nos absorbe y deja boquiabiertos de principio a fin gracias a, en gran parte, la imponente presencia de la Megalópolis cambiante con el desarrollo de los acontecimientos -pasamos de un dorado sentimiento de exaltación a una fría nieve pálida y sosegada- y una música que alcanza cotas sobresalientes con su escena apocalíptica del final y de intachable dirección artística o técnica. 

Por estos muchos detalles Metrópolis es una fantástica película y uno de los grandes hitos de la animación japonesa, pero su excesivamente tradicional desarrollo narrativo en la historia principal y, como he mencionado antes, la presencia de temas ya desarrollados en anterioridad como la disputa entre robots y humanos, le hacen perder puntos de cara al veredicto final. No obstante, su factura audiovisual hace que visionemos 109 minutos absolutamente preciosos y, por encima de todo, recomendables.

Más adelante llegarían otras cintas u obras como Sakamoto Desu Ga?, Prison School, La Tortuga Roja, Death Note o la exitosa Your Name -echa un vistazo a nuestra crítica- que probablemente sean superiores a Metrópolis. Pero sus luces de neón, su ambientación pretenciosa y sus interminables rascacielos, que terminan en la debacle del capitalismo, son imborrables de nuestra retina. "Cada época sueña a su sucesora".

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Kirry Burrio
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7
31 de octubre de 2017
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Antes de comenzar a producir El Séptimo Continente, Haneke leyó una noticia de un periódico en la que aparecía el peculiar suicidio u homicidio de una familia en su propia casa, con todas sus pertenencias destruidas por la morada. Este hecho produjo una gran reflexión en el creador, que intentó ahondar en las causas de las muertes y averiguar los motivos que habían llegado a acabar con sus vidas. De esta reflexión nació El Séptimo Continente, la ópera prima del autor y una película que contiene muchos de los elementos que han hecho grande su cine.

Tradicionalmente, la gran mayoría de directores y artistas cinematográficos se esfuerzan en mostrarnos una información completa de lo que aparece en pantalla, apoyándose en recursos narrativos y formales (movimientos de cámara, dinamismo entre planos, música extra-diegética...etc) que refuercen sus intenciones. Obviamente Haneke no podía ser así. Desde los primeros instantes del filme, observamos una alteración de las formas al realizar y percibir cine mediante la muestra de una 'pequeña' información de todo lo que contiene la escena, logrando mostrar la deshumanización de la clase burgués. ¿Cómo lo consigue? haciendo énfasis en los objetos y bienes que posee la familia y apoyándose en unos colores fríos y pálidos que transmitan la sensación de lejanía entre cada miembro. Los días pasan y la cíclica vida burgués continúa su trayecto una y otra vez, centrándose únicamente en los pequeños detalles sin importancia como el color de un cepillo de dientes dentro de una pila de vasos clonados. El diálogo escasea y son las propias acciones de los personajes y el entorno los que nos dan la información necesaria para captar las intenciones del autor.

Apoyado en una aparente simpleza de las formas de narrar, Haneke realiza exactamente lo mismo en cuanto a su forma de rodar. Los planos fijos y esporádicos travellings de cámara resultan suficientes para mostrar la realidad que nos presenta ante nuestros ojos, junto con la ausencia de música extra-diegética en favor a un refuerzo de la diegética. Como se ha mencionado antes, el temor ante resultar aburrido e irritante es nulo, por lo que el autor no duda en utilizar la inacción para llevar el ritmo de la trama. Además, ya aparecen dos recursos que tendrán gran presencia durante su cine: cortes a negro de unos segundos durante el metraje y tomas que duran más de lo que deberían durar. ¿El motivo? puede tener diferentes interpretaciones, pero considero que es una mezcla entre provocar malestar en el espectador y generar una tensión y misterio necesarios para el correcto avance de los acontecimientos.

Unos acontecimientos que, por cierto, se verán acompañados de tímidas escenas de una playa onírica (El Séptimo Continente) que se intercalará entre las secuencias del filme. Y es que este lugar representa lo intangible y espiritual, mostrándose tan diferente a la acomodada vida burguesa en la que los personajes se dan cuenta que están muertos. ¿De qué sirve limpiar el parachoques de mi automóvil si lo de dentro no funciona? ¿De qué sirve dedicar una vida al empleo y la posesión de muebles? por ahí deribarán los derroteros del filme, que se dirigirá a una conclusión final bastante rompedora y, sobre todo, perturbadora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kirry Burrio
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5
31 de octubre de 2017
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De la mano de Papá Ridley Scott como productor y retoño Luke Scott como director nos encontramos con Morgan, un thriller con aires futuristas y aspecto independiente que supone una muestra más del poder y no querer que tanto abunda en el Hollywood de hoy en día.

Bajo esta premisa, Luke Scott nos adentra con una apertura inicial rodada en contrapicado que supone toda una declaración de intenciones. Los minutos iniciales, de mera contextualización y, todo ha de decirse, con algún que otro plano cenital elegante, nos presentan a la seria y estirada protagonista Lee (Kate Mara), el conjunto de carnaza que compondrá el reparto y la a priori interesante Morgan, que será el plato estrella -dado su misticismo inicial- durante prácticamente todo el transcurso de la cinta. Esta peculiar puesta en escena destacará por su atropello y muestra de economía narrativa ahorrativa, dejando a medio camino algunas cuestiones que requerían algún minuto más de profundización y detenimiento.

Dentro del espectáculo palomitero -de tempo dinámico- que se nos presenta, la película consigue despertar nuestro interés y el querer conocer más a fondo a la peculiar antagonista en ciernes que, eso sí, recordará tanto por ubicación, estética y tratamiento del personaje a la conseguida Alicia Vikander en la notable Ex-Machina, de la que beberá en gran parte esta Morgan -además de otros títulos conocidos como Alien, el Octavo Pasajero e incluso Frankenstein-. El problema viene de, una vez más, lo tradicional de su desarrollo y, todo sea dicho, su apuesta por un enfoque orientado a la acción y olvidando algunas cuestiones realmente interesantes -como unos motivos más elaborado de ese cambio experimentado por Morgan- que habrían construido un guion más elaborado y rico en matices -además de enfocado a la Ciencia Ficción-. Y es que una vez que se destapa el meollo del asunto, la cinta se transforma en el mismo relato que hemos visionado tantas veces y tan pocas nos ha dejado con un buen sabor de boca.

En cuanto a los personajes, Morgan cuenta con una actuación de Kate Mara correcta y sin grandes alardes, interpretando a la típica agente dura de roer y reparte mamporros; y una interpretación de la excelente Anya Taylor-Joy en La Bruja más rica en matices y de mayor expresividad. Por otra parte, duele ver como un elenco formado por actores de la talla de Toby Jones, Paul Giamatti y Jennifer Jason Leigh es tan sumamente desaprovechado e incluso malogrado con situaciones absolutamente cliché.

Porque Morgan es básicamente eso. Clichés, clichés y clichés basados en un desarrollo de los acontecimientos centrado en la propia acción y no en la psicología de los personajes -siendo este uno de los grandes errores de los guiones comerciales de hoy en día-. Además, el giro argumental del final se intuye desde prácticamente el comienzo de la cinta, por lo que tampoco choca con esa narrativa convencional.

Respecto a otros apartados, sorprende ver a un artista de la talla de Max Richter -La Llegada, The Leftovers- tras la música. Si bien no hay ningún tema que destaque, no pierde el hilo en ningún momento, por lo que su trabajo es correcto. En referente a fotografía, Mark Patten realiza un buen trabajo mostrando esos tonos verdosos y ligeramente grisáceos que tan bien le sientan al contexto de la acción.

Una película olvidable, de usar y tirar, que no pretende innovar en nada ni buscar una reflexión al espectador. Los primeros minutos vaticinaban algo mejor, pero su enfoque hacia tierras comerciales le hacen perder puntos por doquier. Una pena. 

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Kirry Burrio
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