¿Por qué llamarlo fantasma, cuando puede caminar, golpear, comer, masturbarse como uno más de nosotros? ¿Es tan sorprendente que apenas tenga sombra, y que su voz nunca despierte?

Las manos reparan en silencio los pecados ajenos. Los labios sonríen ante la ignorancia más despótica. El cuerpo se queja mientras aprende sus propios límites.

No hay nada extraordinario en vivir sin equipaje; lo que arrastramos a cuestas es, la mayoría de las veces, tan solo un lastre. Deshacernos de aquellos símbolos que nos tatúan el alma con marcas indelebles y dejar, en su lugar, huellas invisibles que solo puedan rastrear quienes tengan ojos con calma.

En este lenguaje de niños no hacen falta grandes palabras. Sólo la necesidad imperdonable de compartir, y de comunicarse.

¿Qué hace un hombre con un azadón en alto, las ropas llenas de tierra, la frente sudada y los dientes apretados? Una de dos: o bien va a matar a alguien, o está sembrando algo.

Aunque, bien pensado, acaso sólo esté posando para una fotografía.

Oldboy es eso: un ejercicio de perspectiva, desde un ángulo, desde otro, desde el centro, desde todos. La venganza es sólo la lente. Y es espectador, el fotógrafo.

Completando la filmografía de este director, acabo de ver esta, su ópera prima. Desde luego se aprecian ya sus rasgos de estilo y de composición que posteriormente refinará y expandirá en posteriores obras (estructura episódica y creada sobre paralelos, tema de la incomunicación en la pareja y la imposibilidad del amor, cinematografía sobria, seca, de planos fijos, mucha conversación y poca acción), pero en este caso la película me ha resultado pesada, algo obtusa a veces, incluso aburrida, cuando el resto de sus obras siempre me han resultado muy interesantes.

¡Qué experiencia ver una película como esta! Lírica a la par que mundana, fragmentaria a la vez que lineal, abstracta a la vez que realista. Si tuviera que destacar algo, sería desde luego la fotografía, excepcional, al igual que el montaje, muy adelantado a su tiempo. Mientras la veía, no podía dejar de pensar en Wong Kar Wai, quizá porque encuentro en él elementos formales muy similares, salvando algunas distancias. Y atención a la escena del enorme retrato en la pared, con la mujer del paraguas delante, ¡Almodóvar debió de haber visto esta película antes de rodar Todo sobre mi madre!

Quizá un poco descompensada entre el contenido y la forma, con un guión interesante pero emborronado por un montaje que lo convierte en críptico y oscuro, más que sugerente y ambiguo como podría haber sido, pero tampoco es un problema mayor, ya que los puntos fuertes de la película no residen precisamente allí si no en su descaro formal, en su comnposición de planos e imágenes, en la increíble frescura de las interpretaciones no profesionales, en su dosis de irreverencia. Por todo ello, es una película muy recomendable que se une a un grupito selecto de obras japonesas similares de los 60 y 70, tales como Funeral Parade of Roses u otras de Nagisa Oshima.