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España España · Pontevedra
Críticas de The Quiet Man
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
10
6 de octubre de 2011
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay series de televisión que nos resultan nostálgicas porque nos retrotraen a la época de su visionado, sobre todo cuando han envejecido con dignidad; y hay otras, como en este caso, que poseen la añoranza de lo irrepetible. En primer lugar, porque durante la década de los 60 la sociedad occidental había asistido a una ruptura generacional sin precedentes (música, moda, drogas, amor libre, etc.); en segundo lugar, porque la BBC, que desde su inicio se fundamentó sobre los pilares “educar, informar, entretener”, era un referente vanguardista en la creación audiovisual, con la suficiente madurez ya en 1975 como para producir, con su singular toque “british”, esta obra maestra.

El insatisfecho y desencantado Reginald Perrin encarna el cuestionamiento del individuo ante la sociedad protectora, paternalista y alienante que le toca vivir. Dado el alto grado de burocratización y deshumanización alcanzado por la administración, el Estado de bienestar se empezó a percibir, antes que como una solución a las diferencias sociales, como un constreñimiento al desarrollo natural del individuo; ¡Qué tiempos!, hoy, irónicamente, asistimos, entre impotentes y perplejos, a su despedazamiento.

Pero dejando atrás las consideraciones políticas que rodean la serie, hay que decir que esta es magnífica, con un tratamiento visual muy sugestivo. Desde los créditos iniciales (donde la desnudez y el baño purificador en el mar del protagonista ya apuntan una sensibilidad poética), queda perfectamente evidenciada la falta de alicientes vitales, la rutina laboral (empresa), la monotonía conyugal (familia), el sinsentido del consumismo y el determinismo capitalista (sociedad), que atenazan y llevan a la frustración a Reginald Perrin hasta abocarlo a un fallido suicidio; todo ello narrado en un tono lírico y con un surrealismo contenido, que transforma el componente dramático y patético del protagonista en comicidad cotidiana. Si bien el final nos puede llevar a un cierto pesimismo, ya que Reginald Perrin parece estar condenado a una cíclica y permanente decepción (ni en la riqueza, ni en la pobreza), se puede deducir perfectamente que la felicidad reside en la lucha por los objetivos, en la carrera y no en la meta.

La serie está claramente supeditada al impresionante trabajo de Leonard Rossiter (su muerte sobre un escenario con 58 años incrementa su leyenda), imposible imaginar a otro Reginald Perrin; hay que señalar que compaginó el rodaje de esta serie con la última temporada de “ESTO SE HUNDE” (RISING DAMP) donde también realiza un trabajo memorable. El recuerdo a John Barron, dando vida al autoritario jefe, CJ, es obligado.
The Quiet Man
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9
25 de septiembre de 2011
21 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra imprescindible joya británica de humor irreverente, esta de tan solo 18 episodios repartidos en tres temporadas, especialmente indicada para cuando nos damos de bruces con la realidad y nos parece que solo los opulentos triunfadores están a salvo. BLACK BOOKS acude al rescate, en las cloacas de la metrópoli, al margen de todo convencionalismo, habitan nuestros héroes (Bernard Black, un librero sociópata; Manny, su pánfilo empleado y el proyecto de alcohólica, Fran, la vecina) dándonos lecciones magistrales de transgresión nihilista. No nos hagamos muchas ilusiones, no son unos valientes rebeldes antisistema, son unos descacharrantes egoístas, osados e inconscientes, pero capaces de generar la suficiente empatía y magnetismo como para lograr que envidiemos su resistencia a esta especie de determinismo al que parecemos abocados.

La serie es extremadamente hilarante, (algunos episodios son enormes como el de las lecciones de piano o el de la tienda de libros regentada por Simon Pegg), y es que dentro de esa vieja y cochambrosa librería, en medio de todo ese ambiente cutre en el que se mueven los protagonistas, el humor funciona como nunca. La condición humana - las envidias, los anhelos, las miserias, el amor - está todavía más expuesta, apenas hace falta un poco de mala leche para que se transforme en puro esperpento, y de todos es conocida la maestría de los británicos cuando se trata de aplicar el humor absurdo a la cotidianidad.

Así que cuando vengan mal dadas, acudamos a estos alter egos (imprescindible la copa de vino en la mano, como diría Fran) y que les den a los triunfadores, es preferible perder el tiempo con el buenazo de Manny a que nos dé lecciones de éxito cualquier especulador, y ya expuestos a la humillación que lo haga el irredento Bernard Black, y no el primer mandamás que nos salga al paso.
The Quiet Man
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9
16 de diciembre de 2011
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene aroma Dickensiano en sus primeros compases esta película. La sensación apenas dura un instante, hasta que nos vemos sorprendidos por la aparición de un espíritu arrollador y ya, como envueltos por una ola marina, nos dejamos llevar sin resistencia. Lo inimaginable se torna posible con la sola existencia del Capitán Gregg. La música, la fotografía, la belleza de Gene Tierney, todo se vuelve ingrávido, como ocurre cuando el mar cubre las rocas… o como ocurre en los sueños. A esas alturas ya sólo deseamos que la rotunda presencia de Daniel Gregg y sus cautivadoras palabras se prolonguen en la pantalla, que su ausencia no nos devuelva a esa película de aroma Dickensiano que empezamos a ver.

Realidad y sueño, vida y muerte, materialidad e inmaterialidad, amante y amada, todo unido sin tocarse, sin rozarse, en esta nostálgica historia de amor. La atracción de lo opuesto traspasa tiempo y dimensión. La seducción de la palabra no tiene barreras. La muerte como recompensa, el amor como aliento. Sin amor, la existencia de Lucy se consume en un suspiro, su tiempo se le quedó en el sueño. En pantalla apenas un par secuencias, el tiempo de tomarse un vaso de leche… ni eso.

¡Ay, Lucía! Despierta ya de esa vida. La eternidad te espera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Quiet Man
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9
10 de noviembre de 2011
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
A principios de los años 70 en la pequeña pantalla británica se amontonaba el humor: el surrealismo de los Monty Python con Flying Circus, el sexista y rancio show de Benny Hill, la ingenua y exitosa “Un hombre en casa”; cómo ejemplos más destacados. De la misma época, y más desconocida, es la corrosiva serie "Esto se hunde" (Rising Damp), que hacía gala de un humor negro y una estética sucia y sórdida.

Al frente del reparto estaba el gran Leonard Rossiter, con un trabajo formidable dando vida a Rigsby, un casero mezquino, roñoso y profundamente desagradable. La serie exorcizaba los demonios de la sociedad inglesa de la época, poniendo en solfa el racismo, el patriotismo, la homofobia, la represión sexual, a través de las exageradas opiniones ultraconservadoras de Rigsby, y con las situaciones disparatadas a las que sometía a sus inquilinos.

Quizás un poco brusca en sus tiempos, la serie sigue manteniéndose actualizada, su humor provocativo funciona y no ha pasado de moda. Desgraciadamente hay estereotipos que aún no se han superado del todo, a pesar de los 40 años transcurridos desde su estreno. De todos modos cualquier excusa es válida para disfrutar de Leonard Rossiter, que simultanearía la última temporada de esta serie con el rodaje de la obra maestra “Caída y auge de Reginald Perrin”.
The Quiet Man
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9
1 de junio de 2012
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soslayando las lógicas prevenciones y prejuicios que puede plantear el abordar una producción norteamericana que trate sobre adolescentes en su típico instituto americano, “Freaks and Geeks” es una de esas series en las que no hay fácil explicación a su desconocimiento por parte del gran público, o algo todavía peor, a su prematura desaparición.

Varios factores contribuyen a encumbrar la serie: una galería de personajes que destilan humanidad y que rápidamente se nos hacen cercanos, gracias al excelente trabajo de los actores y a un casting perfecto; unos diálogos excepcionales, muy cuidados, quizás el punto más fuerte de la serie; el realismo de las situaciones en las que se huye de tramas artificiosas y se apuesta por la proximidad de las vivencias comunes; el predominio de los jóvenes sobre los adultos, reflejado en el papel más secundario de los padres y profesores; la despreocupación por el tratamiento moralizante en las actitudes de los personajes principales, que son tratadas con sinceridad y naturalidad. Todos ellos son elementos que aportan autenticidad y hacen que la identificación funcione como el nexo de unión entre la serie y los espectadores.

Ambientada en el inicio de la década de los 80, hay la suficiente distancia temporal en la serie como para que la nostalgia sea un aliciente más, junto con la privilegiada banda sonora, llena de grandes temas de rock y principal motivo del encarecimiento de cada episodio. Producida por Judd Apatow, uno de los actuales referentes de la comedia al otro lado del Atlántico, el tono divertido se sostiene durante los 18 capítulos que dura la serie, aunque el drama tenga sus puntuales apariciones, dando el contraste necesario para apuntalar la credibilidad. Y algo novedoso –y toda una sorpresa- tratándose de una serie “Made in USA”: un cierto aire de desmitificación del éxito como meta en la vida, la prevalencia de las inclinaciones personales sobre el triunfo social, la construcción de la identidad por encima de las presiones externas, algo que el carismático personaje de Lindsay logra encarnar a la perfección.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Quiet Man
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