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Críticas de antonalva
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Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
8
13 de septiembre de 2014
126 de 165 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta cinta ofrece un mosaico torrencial de la cotidianeidad más vulgar y anodina pero con una fuerza y destreza que arrollan por su inapelable veracidad y convicción. Es un vademécum del devenir intrascendente de unos personajes banales y ordinarios – que sin embargo construye un retablo de una fuerza telúrica apasionante. El conjunto es más que la suma de las partes y lo intrascendente del relato nos propone un espejo nada virtuoso en el que vernos reflejados en su nada halagüeña perseverancia de las noches y los días llenos de sinsabores, ilusiones, congojas, fantasmas, deseos, subterfugios y huidas. Entrar en esta propuesta es salir al descansillo de nuestra casa y encontrarnos con nuestro propio rostro y las transformaciones y recodos irrenunciables de la vida.

No hay nada especial en esta cinta, sin embargo todo el engranaje es perfecto y funciona sin fisuras ni redundancias, sin desfallecimiento. El metraje vuela ante nuestros ojos y las casi tres horas pasan en un suspiro – como la vida misma – y el ayer es hoy y el mañana nos dejará aún más envejecidos e inasibles, como la misma naturaleza que encarnamos. La modestia y humildad de la propuesta es su máxima virtud. Nada especial, nada vertiginoso, nada atroz ni desasosegante, nada retorcido ni vanguardista, nada que destaque por encima de lo demás y, sin embargo, asistimos al acaecer sutil y variopinto de la vida en su caleidoscópica pluralidad.

La propuesta es arriesgada porque renuncia a la retórica, a los subrayados, al énfasis o el sermoneo. Las elipsis narrativas configuran su eje fundamental – como en cada una de nuestras vidas, donde no siempre somos protagonistas o centro de todos los acontecimientos que sin embargo nos impregnan para siempre. Esta sabiduría narrativa, esta mirada comprensiva y humanista nos ofrece uno de los relatos mejor trabados, que no por estar abierto deja de llegar al puerto que se ha fijado: abrirnos a la vida es abrirnos al abismo de lo desconocido y aciago, presagio de lo que vendrá, testigo de lo que fue y no volverá. Extravío común de los derroteros inciertos que traza cada corazón.

Es una película contemplativa, delicada, esmerada, exquisita y llena de serenidad. No gustará a los sedientos de acción, ni a los obcecados con sorpresas narrativas o impactos visuales, ni a los impacientes o los ansiosos. Pero ofrece un mundo tan reconocible como irrefutable. Tan fiel como verídico. Inolvidable.
antonalva
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6
12 de octubre de 2013
111 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena que una trama, a priori, tan interesante, se quede en una obrilla corta de vuelo y anémica de desarrollo. Tras ver el tráiler que parece prometer una película diferente, turbia, fascinante, inquietante y muy prometedora fui a ver el largometraje y me encontré con que el tráiler estaba mucho mejor que el largo, ya que en él había concisión y dirección, algo que se echa en falta al ver las casi dos horas de desarrollo de la cinta. No sólo es que queden demasiados cabos sueltos (que por muy buena fe que se ponga, no se consiguen rellenar ni con la mejor de las voluntades), sino que en ningún momento despega lo que necesitaría de un chute de adrenalina y pasión.

La dirección es sobria y hace un acertado uso de la elipsis visual, acrecentando el horror implícito y el desasosiego explícito de la trama, pero asistimos inquietados a la inexistente irrupción del volcán o de la rabia o de la pasión o del desenfreno que a la postre no llega nunca – y si bien tanta contención está buscada y es consciente, malogra un planteamiento que se queda en agua de borrajas tal y como se nos ofrece. Para tan poco viaje no hacían falta tan funestos presagios ni tan lúgubres designios, hay una desproporción entre lo que se hace esperar al espectador y lo que finalmente se ofrece, que acaba frustrando y distanciando del resultado final.

Ni siquiera un actor tan excelente y versátil como Antonio de la Torre consigue transmitir nada del pasado del personaje, ni de la carga de su historia, ni de la fatalidad de su sino, ni del desgarro de su devenir. Se queda como perplejo y asustado, casi como trasunto del incauto espectador, que asiste atónito a un sinnúmero de atrocidades pero sin sacarle partido ni llevar ni llegar a ninguna parte. Sólo el subtítulo de la película (una historia de amor) aporta la dosis de profundidad y desolación de la que carece la cinta, que se queda en buenos propósitos, excelente fotografía y cuidada dirección, pero que no traspasa el umbral de lo correcto ni cala en los abismos que promete.

Al final: un agridulce sabor de lo que pudo ser y no es, la promesa de una frustración cotidiana que ni convence, ni apena, ni conmueve. Una total indiferencia. Una pena.
antonalva
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8
4 de enero de 2015
98 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas personas más interesantes, relevantes e injustamente desconocidas que el británico Alan Turing (1912-1954), matemático de inusitado talento, visionario de la inteligencia artificial y padre putativo de los modernos ordenadores que pueblan nuestra cotidianeidad. Héroe silenciado y oculto de la II Guerra Mundial, villano según la legislación británica del momento que lo sometió a una aberrante castración química, desfigurándole por completo y haciéndole físicamente imposible cualquier trabajo intelectual por la inyección de estrógenos que arruinaron su brillante mente y le incapacitaron para la vida. Una añeja leyenda urbana no verificada – pero verosímil – es que el famoso logo de Apple de Steve Jobs es un sutil y discreto tributo a Alan Turing, quien se suicidó tomando unos bocados de una manzana impregnada de cianuro… ¿Y cuál fue su supuesta abominación? Ser homosexual.

A veces la timidez enfermiza y la torpeza para relacionarse socialmente suele tomarse como orgullo, arrogancia, vanidad o altanería, cuando en verdad se trata de una viscosa, compacta y compleja capa de protección que personas demasiado vulnerables y sensibles se construyen, muy a su pesar, para protegerse de las brusquedades, zafiedades y atropellos de sus (supuestos) semejantes. Poner distancia en el trato para sentirse seguro en su mundo de delicados matices y diferencias que los demás no saben, no quieren o no pueden apreciar, ni valorar, ni entender. Poner distancia entre uno mismo y los demás para no quemarse y para no sucumbir al doloroso calvario de creerse diferente y socialmente inadecuado, para no tener que dar datos personales (proporcionar información es dar potenciales armas letales al enemigo) que exhiban su vulnerabilidad y expongan su extremada fragilidad.

Esta es una muy honesta y primorosa película sobre la tortura de saberse diferente (y señalado por el dedo acusador) por los motivos equivocados y sobre la imposibilidad de salvarse buscando en la inteligencia y altanería intelectual la tabla salvífica que nos redima de nuestros pecados, que nos limpie o exonere de nuestra mancha original, como si tuviéramos que purgar o expiar una profunda culpa que permanece acechante como una espada de Damocles sobre nuestras atribuladas cabezas heridas. Y nunca hay suficiente esfuerzo ni sacrificio que nos permita alcanzar la meta anhelada: la paz interior, la tranquilidad, la reconciliación con la sociedad, la relajación emocional. Por ello el interminable juego lacerante del disimulo, de la mentira, de la ocultación.

Brillante, sorprendente y reconfortante película británica, dirigida por un noruego talentoso que acierta en el tono, en la recreación de un momento histórico y en el reflejo de un sufrimiento íntimo y que sabe dotar de luminosa claridad expositiva la contribución indeleble de Alan Turing a la historia contemporánea. Muy necesaria y recomendable.
antonalva
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7
9 de mayo de 2015
90 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
Infancia o adolescencia. Igual dolor si crees que tus padres no te quieren o sólo te quieren para manipularte, para que les des la razón, para que les sirvas de coartada, para usarte como prueba en un juicio donde demostrar que el otro está equivocado y es un pésimo progenitor. Cara y cruz. Y en el colegio no hay nada que rescatar porque el eslabón más débil se ha roto y no hay forma de recomponerlo sin ayuda, sin dedicación, sin paciencia y sosiego. Cuando todo parece perdido sólo nos queda la compañía de algunos seres desinteresados que nos apoyan con sólo estar ahí, dirigirnos la palabra, hacernos caso, estarnos agradecidos por escucharles, acompañarles o verles. El casi inasible consuelo de los extraños.

Muchas óperas primas suelen ser autobiográficas o tocar muy de cerca la fibra vital de su creador. Y ésta no es una excepción. Bienvenida sea. Sobre todo es de justicia señalar que todos los variopintos personajes que pueblan su metraje están retratados con cariño, con respeto, con humanidad, con amor y mimo hasta el más mínimo detalle. Todos ellos respiran verdad, realidad, complejidad y sabor a vida. Y el espectador se ve inmerso en unas anécdotas quizás excesivas, quizás tremendas o apabullantes, pero que resultan siempre fidedignas y honestas, nunca forzadas o exageradas. A veces la vida no es como quisiéramos que fuera sino como nos ha tocado vivirla – o malvivirla. No queda otra que apechugar y seguir adelante.

De entre toda la galería de memorables comparsas que pueblan esta cinta, quizás se deba destacar a uno por encima de todos. Una anciana chamarilera que acoge y recoge al dolorido adolescente atribulado cuando parece que nada tiene sentido y su vida está abocada al abismo. Principio y fin se dan la mano, se acompañan, se consuelan, se reconocen y se respetan. No es casualidad que este entrañable personaje esté interpretado por la propia abuela del creador de la historia. Hay tanto amor en su mirada que nos conmueve a cada paso, con cada silencio, con cada gesto. Es como un homenaje a la estirpe de la que venimos, una forma de rendirle pleitesía y señalar su agradecimiento.

Estamos ante una película realizada con las entrañas, hecha con jirones de corazón abierto en canal, donde la emoción se escapa a raudales, donde palpita la vida a cada paso, abriéndose camino pese a todo. Agradecerle a Daniel Guzmán que haya perseverado y nos haya ofrecido semejante prodigio de humanidad y gozo: cine de la turbación, canto de la empatía.
antonalva
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7
26 de septiembre de 2018
88 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
El inagotable – aunque a ratos se nos antoje extenuado o repetitivo – filón de la II Guerra Mundial nos depara, de vez en cuando, alguna sorpresa perturbadora como la presente obra teutona… Pareciera que ya todo está explorado, inventariado y dicho, pero siempre nos queda el estupor fortuito de encontrar un enfoque novedoso e inquietante que nos permite bucear en los recovecos más oscuros y lacerantes del alma, así como en la locura individual y colectiva que favoreció aquella contagiosa masacre de los fundamentos básicos de la convivencia, de la educación, de la cultura y de la bondad humanas. Todos podemos llegar a perder la cordura, pero el contexto bélico y las circunstancias brutales favorecen la explosión de bellaquerías y vilezas que se nos presenta aquí con destreza y amargura.

Los últimos días o semanas de la contienda debieron de ser un carrusel infame de disparates o un aquelarre abyecto de matanzas que a buen seguro favorecieron los ajustes de cuenta, las revanchas y los linchamientos más atroces entre los aterrorizados alemanes que estaban perdiendo una guerra truculenta y sin piedad que habían iniciado con altivez bajo el patrocinio de un canalla carismático, inculto, rencoroso y vengativo como lo fue el infausto necio de Adolf Hitler. Cuando la vida pierde todo su valor, cuando se rompen los diques de la sensatez y la justicia, cuando la única posesión que nos queda es nuestra propia vida y nuestra palabra, nos refugiamos en la impostura y tratamos de obtener un beneficio, aunque sea fugaz y sin futuro. Nos volvemos en la peor versión de nosotros mismos – tal y como habíamos sido testigos que triunfaban antaño los jefes supremos de nuestros abortados designios.

Quizás sea cierto que se basa en hechos reales, aunque en todo momento uno tiene la necesidad de creer que está asistiendo a una ficción desenfrenada, casi inverosímil de puro extrema, porque se nos antoja inconcebible que todo eso pudiera haber pasado en realidad, aunque fuera en un momento en que todos habían entrado en una atroz psicosis colectiva del terror al tener que enfrentarse a la inminente y total derrota final. Pero que sea cierto lo que vemos – o que la anécdota que da pie a la trama se base en una peripecia verídica – no cambia en nada la apreciación sobre lo que estamos viendo: el repugnante y sanguinario contagio de la demencia cuando se ha perdido cualquier contacto con nuestra compasión y sensibilidad.

Las imágenes mudas sobre las que se proyectan los títulos de crédito de cierre pueden parecernos una excentricidad o un sinsentido, pero nos muestran que aquello puede repetirse ahora y que conviene estar alerta para impedir que de nuevo se instale entre nosotros la barbarie.
antonalva
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