En esta su opera prima ya se muestran bastantes detalles de lo que va a conformar la filmografía de Garci: el ritmo pausado, diálogos trabajados, su gusto porque la música tenga un papel principal en la historia y ese halo romántico y melancólico que tiñe invariablemente la mayoría de sus películas. En este caso, además, debutó queriendo resarcirse de una época en la que creció sin poder gustar de las libertades que ansiaba, y que pudo compensar con todo eso que menciona en la emotiva dedicatoria final, un detalle verdaderamente sensible.

Me pasa una cosa con las películas de infieles y es que tienen que estar muy bien hechas para que me lleguen y en este caso no lo consiguió. No le resto mérito a encuadrarla precisamente en los días en que España se abría hacia un nuevo destino, pero es precisamente el romance el que me falla. Ni el personaje masculino ni el femenino me sedujeron lo más mínimo, llevándose la palma el de José Sacristán, graciosillo cargante. Si bien alguna escena es un poco más atractiva, diría que el reencuentro sentimental y el encuentro sexual en general me parecieron fríos y deslabazados. Y con estas hechuras, ya poco podía esperar, sobre todo cuando el final es el de rigor, da igual que estemos en la transición o con más de 30 años de monarquía parlamentaria. En fin, revestir de política un calentón aplazado me parece el summum.

Buena película, muy ilustrativa del fenómeno "smartphone" que ha idiotizado a buena parte de la sociedad. Resulta tristemente paradójico que en un tiempo en que hay tanto abanderado de las libertades, millones de personas vivan literalmente esclavizadas por un móvil. El aparato ya es la prolongación de muchos, su alter-ego y hasta su caja de Pandora particular, fuente muchas veces de rupturas, malentendidos y disgustos varios.

Entrando de lleno en la cinta en sí, está muy lograda la naturalidad de las interpretaciones: podría ser una reunión cualquiera de amigos que todos hayamos tenido, las mismas expresiones, los mismos temas y hasta los mismos roles. Los siete actores están casi siempre en escena, como si fuera una obra teatral, y congenian perfectamente (quizá algo afectada Belén Rueda). La trama traslada muy bien esa hipocresía que impregna los vínculos de toda índole, esa sensación de que no se conoce verdaderamente a quienes te rodean, que la superficialidad preside todo tipo de relaciones, que a nadie le importa verdaderamente nadie más que sí mismo. Sí creo que en los últimos veinte minutos alguna situación es bastante forzada, pero el enfoque que se le da al final me pareció atractivo, aunque la moraleja me repele.

Cualquier película protagonizada por cualquiera de los dos merece la pena, tanto más si están ambos y el marco es nada menos que un espléndido piso, con Nueva York de fondo. La química es total, la relación que se nos muestra es maravillosa y también son divertidas las situaciones que se plantean con la venta. Una propuesta agradable que se ve sola.

Viendo esta película se me vinieron a la mente aquellos casos en que preguntados los vecinos de un asesino suelen decir lo de siempre: era una persona muy educada, muy formal, jamás lo habría pensado. Y es que lo que más me aterra de estos acontecimientos es la sensación de normalidad con la que los protagonistas desarrollan su vida. Y así sucede y se nos narra la rutina familiar de este macabro clan con la misma cotidianeidad con la que a la vez se desarrollan los terrores que les están sirviendo para enriquecerse. Hay hasta un cierto costumbrismo en la manera de contarnos esos dos planos paralelos por los que transitan.

Los dos personajes principales, el patriarca y su hijo mayor, están muy bien construidos. La falta absoluta de empatía del primero, un psicópata en toda regla, cuyo sólo tono de voz ya da escalofríos; y los matices del segundo, que se debate entre el egoísmo propio y algún arranque de moralidad que pondrá en jaque toda la "estructura".

En el debe, me parecieron innecesarios dos o tres saltos en el tiempo, que encontré más un recurso efectista que otra cosa, y eché en falta una mirada más profunda a alguno de los personajes femeninos de la familia.

Por lo demás, me parece una buena película, de la que lo mejor que se puede decir es que aunque no te importe un pimiento conocer esta terrible historia sucedida en Argentina, te enganchará y conmocionará.

Le habría puesto un 7 de no ser porque el último tercio se hace un pelín pesada, y creo que abusa de alguna situación desagradable para volver a excitar al espectador. En cualquier caso me parece una más que recomendable película, una especie de locura colectiva muy originalmente narrada, histriónica a veces, que mezcla los oscuros secretos de todos los huéspedes. Así, se va desgranando, despacito y por su orden, el acontecer de cada personaje, hilando unas historias con otras de manera más que notable.

Me gustaron mucho especialmente dos cosas: las interpretaciones de Bridges que hacía tiempo que no le veía, y Cynthia Erivo, un gran descubrimiento; y la banda sonora, perfectamente traída a cuento en cada escena.

Se mezclan comicidad, tragedia y suspense en una fórmula bastante ingeniosa que espero que el director repita.