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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
10
30 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las familias, es mucho más común de lo que debería, el Modelo Subestimador, el cual consiste en que hay uno de los hijos en el que se ha perdido toda credibilidad. Su progenitor lo ve como un chico débil, sin empuje ni talento; mientras la madre lo trata con lástima porque siente que es el que más la necesita. Por su parte, los hermanos se mofan con frecuencia de él, lo discriminan y lo maltratan verbal y/o físicamente. Ni aquellos, ni estos, hacen gran cosa por este hijo-hermano para sacarlo adelante… y la idea que se mantiene es la de que, “es un inútil de nacimiento del que nunca se podrá esperar absolutamente nada” … ¡y lo más triste, es que él (o ella) termina creyendo que esto es cierto, y actuará con temor e inseguridad ante cualquier tarea que emprenda, y si a su vida no llega alguien que le sirva de sólido y constante estímulo, este muchacho(a) se malogrará para siempre.

Harry Hogan, hace parte de una de estas deplorables familias, y el Modelo Subestimador se aplica en él con tal rigor que, un día, el padre decide botarlo de su casa. El chico, que ha fracasado en sus clases como estudiante de violoncelo, se va con su instrumento y con un diploma de conveniencia dado por su profesor… y vamos a ver que le depara la vida cuando, al fin, llegue ese alguien que consigue ver en él lo que nunca nadie ha visto.

Este es uno de los más bellos cortometrajes que haya podido ofrecernos la Edad de Oro de la Comedia Hollywoodense, pues, además de ser un doloroso espejo de la vida, contiene un ingenio y un encanto que resulta indescriptible. Cada plano, cada situación y cada gesto actoral, produce esa conjugación que nos dice siempre más de lo que se ve a simple vista… y uno siente que está ante la comedia de la vida con sus enormes encantos y sus particulares frustraciones.

De alguna manera podríamos decir que, en esta historia, el Fatum y don Luci, están siempre presentes como esas fuerzas invisibles que intervienen en nuestra existencia, y cada cosa que sucede, tendrá un resultado que dará cuenta de quien, entre ellos, ha intervenido en su momento. Algunos lo llaman casualidad, pero, cabría pensar que puede ser la causalidad.

Con otra de esas certeras historias escritas por el tándem, Arthur Ripley y Frank Capra –quienes ya andaban con la inspiración en pleno vuelo-, el director Harry Edwards, regresa con su eterno pupilo, Harry Langdon, y nos entrega una verdadera gema cinematográfica que nadie en el mundo debería perderse.

<<FIDDLESTICKS>>, título que podría traducirse como “Violines” o “El Violonchelista”, es un filme para llorar, para reír… y para comprender que no se debe subestimar a nadie porque ¡sorpresas nos da la vida!
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegado el año 1630, cientos de guerreros samuráis se habían venido a menos tras la llegada de la paz durante el Shogunato Tokugawa. Ya las espadas habían vuelto a sus vainas; el empleo para ellos a casi nadie interesaba; y la falta de otro oficio llevó a muchos de sus hogares a la más extrema pobreza. Esta difícil situación, forzó a algunos guerreros a buscar darle un final “digno” a sus vidas… y el método se llamaba ¡harakiri!, (grotesca costumbre de abrirse, con la espada, el vientre en cruz hasta desangrarse); y hacer esto, era todo un ritual público para dejar testigos de ese “acto de valor”.

Un adolorido samurái, Hanshiro Tsugumo, acude a la casa de Iyi, un renombrado recinto feudal regido por Saitō Kageyu, donde espera poder llevar adelante el rito del harakiri con el que quiere dar fin a su vida. Pero, con la esperanza de que desista, Kageyu decide contarle la historia del último guerrero que pasó por allí en el mismo plan… y al oír el nombre: Motome Chijiiwa, Tsugumo prestará toda su atención y, seguidamente, será él mismo quien decida contar su propia historia con el clan Geishu y la situación que devino con la paz… y ¡un estado de alerta cundirá por aquel recinto!

La novela, "Ibun rônin ki”, de Yasuhiko Takiguchi, convertida a guion por Shinobu Hashimoto, fue la base de la que se sirvió el celebrado director, Masaki Kobayashi, para contar una historia que pretende ilustrar una época felizmente terminada.

Sirviéndose de largos planos generales (que por instantes distraen el foco de atención, pues, omiten esfuerzos de edición que vemos necesarios) y unos pocos primeros planos en instantes muy precisos, Kobayashi, logra crear un clima de tensión en constante crescendo, mientras la habitual venganza que tanto animaba a los famosos guerreros parece tomar forma.

Los diálogos, bordando con eficacia las reglas de la época, nos acercan a ese mundo temible donde el honor y la muerte siempre venían ligados… y el sufrimiento humano parecía conmover a muy pocos. El drama de Tsugumo es la historia de un hombre que se dirige a la eternidad, pero, antes quiere serenar su conciencia haciendo lo que el honor le reclama que tiene que hacer.

Tatsuya Nakadai, veterano y muy prolífico actor al que, años después, volveríamos a aplaudir en, “Kagemusha” (Akira Kurosawa, 1980), logra como, Tsugumo, un impresionante rol que ha quedado para la eterna memoria. A su lado, Rentarô Mikuni (Kageyu), Akira Ishihama (Motome); Shima Iwashita (Miho) y Tetsurô Tanba (Hikokuro), consolidan una historia que ha dejado honda huella, siendo <<HARAKIRI>>, uno de los más notables filmes de samuráis que se hayan realizado en Japón.
Luis Guillermo Cardona
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6
24 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando era un chico, apenas en la pubertad, comenzó mi afición por la balada romántica, y entre mis ídolos, tuve a Enrique Guzmán, Sandro y Raphael. Me gustaba mucho interpretar las canciones de los tres, pero, parece ser que a mis amigos les sonaba mejor cuando interpretaba a Raphael (Huapango Torero, Mi hermano, Me gusta pensar en ti, La casa vieja, la casa Nueva…), porque siempre me pedían, de él, una y otra canción… Con el tiempo, hasta comenzaron a llamarme “Raphael”, y de manera frecuente, nos agrupábamos en una acera donde, con suma satisfacción, les cantaba sus grandes éxitos. Esto me animó a adquirir cada LP suyo que salía al mercado, los cuales pagaba a crédito en cuotas semanales.

Por supuesto, cuando comenzaron a llegar las películas que, Raphael, protagonizaba, no me perdía ninguna, y siempre salía complacido porque, el haber podido verlo cantar era para mí inolvidable: Esa imponente voz, ese dominio del escenario… y esa forma única como sacaba del alma cada una de sus grandes canciones (Cuando tú no estás, Ave María, Que seas tú, Quédate con nosotros…), me erizaba la piel y me hacía vibrar el corazón… y de ñapa, algunas de las chicas que actuaban con él: Margaret B. Peters, Shirley Jones, Lesley-Anne Down… me dejaban tan enamorado como al personaje de turno.

<<SIN UN ADIÓS>>, es la tercera vez que la veo, y lo que siempre encuentro especial e inolvidable, es oír cantar al chico de Linares, esas dos obras maestras: La Balada de la Trompeta y Sin un adiós. ¡Que portento de voz!, ¡Que inmenso sentimiento! ¡Que excelentes arreglos orquestales de Waldo de los Ríos! y ¡Que enorme cantante es Raphael!

El arranque de la película me llena de optimismo: Estamos ante un ídolo de la canción, Mario (Leyva), el cual está pasando por su mejor momento, pero ya está mamado - ¡con sobrada razón! - de las fans histéricas que lo asedian sin darle respiro; y lo que tanto anhelaba, el Éxito, comienza a verlo como puro humo, o como dijera Shakespeare: “Mucho ruido y pocas nueces”. Mario, apenas cree en el amor; se siente compensado por el dinero… y a ratos quisiera volver a nacer porque, de seguro, siente que la vida con su vida sigue en deuda. ¡Ah!, y por contrato, ahora está obligado con una empresa fabricante de cigarrillos “infectos” -como él los llama- y tendrá que salir de paseo, durante tres días, con la chica que encuentre una coronita dentro de una de las cajetillas… pero, para su suerte, esta chica, Martha, es inglesa, preciosa y, además, encantadora.

Pero, desde entonces, la historia se diluye casi por completo: entra un paseo turístico con poca sustancia… un par de laaaargas coreografías de muy poco calado y canciones a puro grito… y el argumento hasta se enreda, un tanto, con el cuento de la hospitalización de la bella joven.

Vicente Escrivá, debe haber despachado este cuentecillo en cuestión de unas pocas semanas, pero, cuando en una película hay algo que nunca se olvida, siempre creo que valió la pena verla.
Luis Guillermo Cardona
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8
12 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que escuché el nombre del escritor, John Ridley, fue cuando vi la magnífica e inolvidable película, “12 Years a Slave” (Steve McQueen, 2013), en la cual fue el autor de un guion adaptado que se haría merecedor al premio Oscar, aunque, ya varias de sus novelas habían sido llevadas al cine, una de ellas dirigida por el propio escritor, con el título, “Cold Around the Heart” (1997).

Cuando todavía no había sido publicada, su primera novela, “Stray Dogs”, consiguió vendérsela al director y productor Oliver Stone, y en un certero golpe, el mismo Ridley se encargó de la adaptación cinematográfica. La historia, bien podría ser una suerte de, Post Western-Kennedy, como denominaba, Philip French, a aquellos filmes, ambientados en los años ’60, que se caracterizaban por un guion denso, ingenioso y cargado de ironía que, además, contenían imágenes muy cuidadas resaltando lo agreste del paisaje. Estos filmes, tampoco descuidaban ciertos toques de humor recreando, al tiempo, el lado más trágico de la vida.

Lo que nos cuentan, Ridley y Stone -al parecer ligeramente inspirados en un hecho real-, en este filme ambientado en Arizona (tierra de frecuente presencia en el cine Western), es la historia de Bobby Cooper (¿les recuerda algo este nombre y apellido?), un hombre que, queriendo pagar una deuda a la mafia -que recién le ha amputado dos dedos-, por una mala decisión, en un cruce de caminos elige el menos afortunado… y termina entrando en un pueblo llamado, Superior, donde se va a encontrar con un pequeño infierno que, por algunas situaciones, ya veremos que se parece bastante al grueso de los Estados Unidos de Norteamérica.

Lo primero, es que casi todo el mundo se mueve en función del dinero y cualquier forma le sirve con tal de conseguirlo… o conservarlo. En el poco tiempo que allí padece el infortunado Cooper, por el pueblo veremos: asaltantes de tiendas; señoras dispuestas a matar para salvaguardar su producido en el día; mecánicos que se las ingenian para sobrecargar el costo de su trabajo; chicas dispuestas a venderse por una recompensa… y hasta maridos (y esposas) decididos a matar a su pareja por un maldito puñado de dólares. En segundo lugar, sentimos una fuerte desazón al ver cómo el desarrollo económico de las grandes potencias no alienta en nada la sana convivencia y al contrario, el hombre parece degradarse más y más, por el hecho de vivir en función del materialismo.

En su última labor (la #11), al lado del director Oliver Stone, el cinematografista Robert Richardson, nos regala una creativa fotografía, y con los editores, Stone, se encarga de que abunde una serie de close-ups, insertos simbólicos… y una serie de cortes que producen la más efectiva sensación de pesadilla.

Muy buenas interpretaciones de, Sean Penn, Nick Nolte, Jennifer López, Joaquin Phoenix… y en especial de, Billy Bob Thornton, inolvidable en su rol de Darrell, el mecánico.

Título para Latinoamérica: <<CAMINO SIN RETORNO>>
Luis Guillermo Cardona
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8
5 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diez días después de que concluyera la II Guerra Mundial, tras el rendimiento de Alemania el 8 de mayo de 1945, Joseph Damiani, su hermano Paolo y dos cómplices más -todos ellos con un negro historial fascista-, haciéndose pasar por oficiales de policía, secuestraron al comerciante, Haïm Cohen, lo robaron, lo mataron luego y arrojaron su cuerpo al río Sena. Algunos días después, la misma banda de falsos oficiales, secuestró a los hermanos, Jules y Roger Peugeot, los hicieron víctimas de chantaje, y luego de asesinarlos, los enterraron en un bosque en las afueras de Versalles. En junio de ese mismo año, los hermanos Damiani y otro de sus cómplices fueron detenidos por la policía francesa… y el cuarto de ellos, Jacques Ménassole, temiendo ser puesto en chirona, se suicidó arrojándose al tren en la estación de Rue Montmartre. El hermano de, Joseph, moriría luego en un tiroteo entre matones tras haberse fugado de la cárcel, y él y su otro cómplice sobreviviente, Georges Acad, fueron condenados por el triple crimen y confinados en La Santé Prison. (1) Acompañados de la buena suerte escaparon de la guillotina y fueron condenados a cadena perpetua… pero, el afortunado Damiani, quien había fallado un intento de fuga, en 1947, con sus compañeros de celda, fue liberado en el año 1956, “por buen comportamiento”, y su primera tarea fue llevar a los editores un libro que había escrito en prisión con el título, “Le Trou” (El Agujero, 1957), el cual firmó con el nombre, José Giovanni.

La novela fue muy bien recibida, y no tardó en atraer el interés del director, Jacques Becker, quien, junto al propio Giovanni y con la colaboración de Jean Aurel, se encargó de la adaptación, y el resultado fue un rotundo éxito tras ser nominada la película a la Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Como protagonista (alter-ego de Giovanni), Becker elegiría a Roland Barbat, un exconvicto que, en parte, se recrearía a sí mismo, pero que sería acreditado como, Jean Keraudy, siendo su rol el del excelente cerrajero, Roland Darban, quien se convierte en líder de la planeada fuga por su recursividad y su espíritu táctico.

Los demás actores, Philippe Leroy (Manu), Marc Michel (Claude Gaspard), Michel Constantin (Geo) y Raymond Meunier (“Monseñor” Vossellin), resultan bastante efectivos con su grata camaradería… y de no ser porque faltó mayor rigor en la edición y la prisión es mostrada como si fuese un magnífico reformatorio, con un director sin tacha y con unos guardianes ejemplares, complacientes, ¡y tolerantes!, creo que estaríamos ante una magnífica película carcelaria.

Lamentable que, el director Jacques Becker, falleciese días después de completado el rodaje… y no hubiese podido disfrutar la notable acogida que tuvo la que, para muchos, es su mejor película.

(1) Apartes del comentario de Franck Lhomeau en la revista Temps Noir 16-09-2013, citado por el historiador Jean-Claude Vimont.

Título para Latinoamérica: << A UN PASO DE LA LIBERTAD >> / EL BOQUETE
Luis Guillermo Cardona
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