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Críticas de Pedro_Moraelche
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Críticas 18
Críticas ordenadas por utilidad
2
11 de agosto de 2019
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"Crudo" es una película francesa con muchas pretensiones y aire independiente, ese tipo de cine con el que desfogar el hartazgo del cine comercial, estereotipado y juguetero estadounidense, razón por la cual encanta a los críticos agradecidos por ver algo que no sea muy mainstream. Vamos a impactar al público, con mucha sangre (absténganse hematófobos); con mucho gore (bueno, unos cuantos mordiscos entre psicópatas y vampíricos); con mucho viaje iniciático para conocerse, enloquecer y devorarse; con mucha sororidad (caray con las hermanitas, que están para comérselas); con mucha crítica a la sociedad cruel que deshumaniza (en este caso, a través de novatadas); con buena música para añadirle un toque sentimental, y con un guion (chapucero según unos, creativo según otros) que lo manda todo a una galería de arte minimalista, donde lo que hay no es que sea bueno o es que sea malo, es que no es.

La película está deshilachada, desorientada, con situaciones gratuitas no explicadas y escenas morbosillas que sacan del sopor de tanto en tanto. La inverosimilitud psicológica reduce al absurdo cualquier situación. La comentada escena final que pretendidamente explica toda la obsesión vegetariana de la familia, como una forma de superar la obsesión opuesta, casi hasta da risa de lo exagerado del maquillaje y la mala interpretación del padre. Están todos para que los encierren, y no se sabe muy bien si todo el despropósito hay que tomárselo en serio o no. Julia Ducournau va a tener que trabajar mucho la dirección de actores después de su opera prima.

Niña rica, pijina y melindres y perdida cual adolescente ingresa en la facultad de Veterinaria, donde los veteranos someten a los novatos y los obligan a todo tipo de canalladas en broma si no quieren ser unos marginados y perderse las fiestas de sexo, drogas y rock'n roll. Podría ser un tema si no llega a a ser porque a media película se olvidan de él. La enigmática escena de apertura (alguien que parece provocar un accidente mortal de automóvil) encuentra su explicación en mitad de la película, si no llega a ser porque es tan absolutamente forzada que bueno, no se la cree nadie (el capítulo del CSI duraría cinco minutos) pero al menos es original y puede dar mucha grima a ciertos espectadores. De repente, la cándida niña vegetariana, cuya hermana es ya una veterana borde, se descubre a sí misma y se aficiona a la carne cruda, viva o muerta, sin hacerse demasiadas preguntas, que para qué vamos a complicar lo sencillo. A su hermana también le va esa marcha, e incluso se convierte en su víctima tras intentar hacerle las ingles brasileñas con cera pegajosa, bragas puestas y perro lamedor, por lo que del lógico respingo el dedo se va a hacer gárgaras, pero tampoco es para tanto: unas lágrimas y al día siguiente como amigas. Y como espectador de la espiral de carpaccio a lo bestia, está el compañero gay de habitación, que un día odia a la hermana mayor, otro juega con ella y al tercero desvirga desaforadamente a la hermana menor para reivindicar al día siguiente que es gay, por lo de la superación del patrón heteronormativo. Luego están los profesores, ajenos a todo y haciendo alguno lo que le da la gana con las notas, en lo que supone, al fin, un atisbo de realismo.

Si se van buscando nuevas sensaciones, rarezas para evadirse de lo común y hay gusto de ver la dentera del personal mientras se comenta el argumento, la película gustará, sin duda. Si se va buscando terror, se encontrará más bien asquito. Y si se busca una historia sobre los depravados instintos humanos, pues se echará sin duda de menos aquella delicatesen del doctor Hannibal Lecter.
Pedro_Moraelche
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Mazinger Z Infinity
Japón2017
5,4
1.880
Animación
6
2 de agosto de 2019
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“Mazinger Z Infinity” es una puesta al día de la mítica serie que en 1978 deslumbró a los niños y escandalizó a los moralistas hasta el punto de cargarse su emisión. Muchos sólo tendrán el recuerdo de aquellos pocos capítulos, pero la serie original tenía 92 (emitidos en los años 90 por Telecinco), además de la serie de Gran Mazinger (casi desconocida en España) y los episodios alternativos que en España se estrenaron fugazmente bajo el título “Súper Mazinger Z”. No es la primera animación moderna que se hace con Mazinger: ya vimos la reinvención argumental que supuso “Mazinkaiser” y esa discutible deconstrucción que fue la Edición Impacto. Esta película homenaje vino para continuar la vieja historia, y lo consigue a medias. Ni es tan fenomenal ni tan mala como dicen. Para gustos, los diseños de los mechas.

Se trataba de contentar a esos carrozas nostálgicos que hasta conservan el álbum de cromos, a esos millennials que demandan seriedad y madurez en las historias de superhéroes infantiles, a esos chavales que esperan acción digital, supersónica y coleguita para todo y, por supuesto, de contentar al creador y productor, Go Nagai, que hace lo que le viene en gana en su peculiar estilo de combinar la emoción con la cursilería y la épica con la payasada, que para eso es el jefe de todo esto.

Ardua tarea la de conciliar expectativas tan diversas. ¿Por dónde empezar? Pues por el final y el principio a la vez. La historia arranca diez años después de la gran guerra robótica que mantuvieron Mazinger Z y Afrodita/Diana A contra el Doctor Infierno, y continuaron Gran Mazinger y Venus A contra el imperio de Mikene. Sin embargo, los villanos que hacen caja y muestran carisma son los de la primera parte, por lo que desaparecen el Duque Gorgon, el General Negro, el Emperador de las Tinieblas y todas las huestes de robots parlantes de Mikene, que sólo se nombra como origen de la tecnología que crea androides con superpoderes y emociones humanas. Había que resucitar a los legendarios Doctor Infierno, Conde Brocken y Barón Ashura (Ashler en el viejo doblaje de TVE). Para ello, se echa mano de una complicada teoría cuántica llamada la Dimensión Colindante, paralela a la nuestra y donde se albergan universos posibles. Debido a una acumulación de energía fotónica (fotoatómica en el doblaje de TVE), los límites entre esa dimensión y la nuestra se desequilibran y se hace material el universo posible de los villanos y todas sus bestias mécanicas, que intentan provocar un cataclismo cósmico llamado el Goragón, a través de un Mazinger gigantesco, un “dios demoníaco” de poder ilimitado que encuentran enterrado en el monte Fuji, por lo que hay que salvar al mundo una vez más. ¿Original, no? Por lo menos, más que el trillado recurso de volver atrás en el tiempo para deshacer lo que se ha hecho (sí, sí, el recurso de esa maravilla de la taquilla que ya conoce).

El protagonista es Mazinger, ya desde los créditos, donde se nos flashea un resumen de imágenes de la serie. Al Gran Mazinger se le deja la magnífica secuencia de inicio en la que lucha contra todos los robots del Doctor Infierno. Ahí los nostálgicos pueden jugar a identificarlos y a recordar su nombre. Se les da más papel a los brutos más entrañables, como los primeros (Garada K7 y Doublas M2), el arlequinesco Genocider F9 o el arrollador Dam-Dam L2.

Los villanos aparecen realmente bien, cada uno con su robot, en su estilo y acompañados por soldados de las Máscaras y la Cruz de Hierro. El doctor Infierno resulta especialmente sibilino y evolucionado en sus motivaciones respecto a la serie original. Entre los buenos, el tiempo ha pasado según: Jun está embarazada de Tetsuya, Shiro ya es un joven guerrero, Koji es un brillante científico con el mismo pelo y sin arrugarse, Sayaka es ahora directora del nuevo laboratorio de energía fotónica (aunque el antiguo será decisivo) y su padre, el doctor Yumi, echa canas y se convierte en un irreconocible primer ministro japonés. Intervienen, con el mismo aspecto, los doctores Sewashi y Nosori, junto con Boss, Nuke, Mucha y hasta Misato, que tiene un papel prescindible pero simpático. Eso sí, los personajes están mucho más trabajados que en la serie original: son más adultos y humanos.

Y para errores, puños fuera. La película tiene salidas estúpidas como las ridículas Chicas Mazinger, que aparecen además en lugar de los robots femeninos originales (Diana A y Venus A). Las parodias de Boss y su robot hojalatero ya las veníamos sufriendo desde la serie original, así que son lentejas. Las secuencias de batalla son espectaculares pero demasiado rápidas y mareantes. El final de la batalla es algo forzado, de ritmo narrativo inverosímil y demasiado sobrenatural. El diseño en placas de los robots es discutible, pero la animación en general es de calidad y el momento cumbre de la salida de Mazinger de la piscina, el planeador abajo y el Jet Scrander devuelve a más de uno a la infancia con una reprimida lágrima, después de creer unos minutos antes que el Infinity había destruido al robot, que eso sí, queda al final muy maltrecho, pero ya se sabe cómo trabaja el chapista de Mazinger en dejarlo a punto para la bonita escena final, de concentrada nostalgia.

Como novedad, el mundo de Mazinger se ha globalizado y los diversos países participan, positiva o negativamente, en los acontecimientos, aunque el mensaje es que sólo la unidad de toda la Humanidad, simbolizada en el aporte final de energía fotónica a Mazinger, puede vencer al mal. Majete el detalle de incluir, junto con las consabidas torres de Eiffel y Pisa, la Sagrada Familia de Barcelona como referente mundial. La gran coprotagonista es la llave de control del gigantesco Infinity, una poderosa cyborg mikenense llamada Lisa, que se convertirá en parte de la vida que Koji Kabuto vislumbra a través de la Dimensión Colindante, además de Sayaka, claro, porque Koji y Sayaka, al final… ¡Mazinger, sí!
Pedro_Moraelche
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7
23 de junio de 2019
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La inmortal creación de Miguel de Cervantes, que trasciende incluso al desconocimiento que tiene del texto la mayoría de los mortales, ha conocido varias adaptaciones cinematográficas tanto españolas como extranjeras, cada una con sus virtudes y defectos. Esta versión para televisión, dirigida por Peter Yates, fue la primera de este siglo XXI, y nos presentó una visión bastante fantasiosa y superficial del personaje, típica de Hollywood, que chirriará a los puristas por varios motivos: recorta y mezcla sin ton ni son episodios de la primera y segunda parte de la novela, da cuerpo y palabra a Aldonza Lorenzo en la discutible y hermosa figura de Vanessa Williams (mejor de Dulcinea que de Aldonza), se ambienta en el siglo XIX, pone el lugar de La Mancha del que no quiso acordarse Cervantes a los pies de la Alhambra granadina y simplifica el carácter de todo personaje que toca. Sin embargo, es una película que sale muy airosa de este combate singular con tan magnífica pero enjundiosa novela, y el motivo es que logra llegar al corazón y a la fantasía de todos los que alguna vez se han sentido quijotescamente dominados por su propia fantasía hasta el extremo de querer vivir en ella. Precisamente por ello es una película muy indicada para los niños y jóvenes, siempre temerosos de aburrirse con un mundo literario ajeno por completo a ellos.

La película aporta, pese a sus defectos, unas imágenes irremediablemente simpáticas. Comienza con un niño, ese niño que se convertirá en Alonso Quijano (o Quijada, como lo nombran aquí), jugando a ser caballero que batalla contra los malos y lucha por la justicia. Los títulos de crédito nos sumergen en esas páginas llenas de fantasía, viajes y grandes aventuras que acabaran por enloquecerlo en un pueblo vulgar, rutinario y de amigos y parientes demasiado cuerdos. La gran partitura de Richard Hartley consigue dar ese toque de ilusión sentimental que busca conectar con la propia fantasía del espectador. El hidalgo que hace siglos leía el Amadís de Gaula hoy sería un incondicional (y quizá "cosplayer") de las épicas caballerías de Tolkien, no se perdería un capítulo de Juego de Tronos y recordaría con nostalgia sus tebeos del Capitán Trueno o el Corsario de Hierro. John Lithgow compone un don Quijote alocado, noble, leal, que busca huir de la insoportable rutina de su pueblo, y Bob Hoskins es el Sancho Panza más entrañable que ha pasado por la pantalla, siempre esperando el gobierno de una ínsula que, cuando llega, no es más que una farsa. Cuando, después de las bromas crueles de los duques, Don Quijote y Sancho se reencuentran, este le acaba confesando que tal vez es porque no puede vivir sin él. Y es cierto, estos dos amigos de ilusiones, porrazos, desventuras y fracaso final logran hacerse con nuestra simpatía además del consabido reconocimiento literario.

En conclusión, la película es un resumen algo caótico de lo más conocido de la novela, y gracias a los efectos especiales, su originalidad, lo que la distingue de las otras versiones, es que muestra no la realidad de Sancho (y de todo el mundo) sino la de don Quijote, lo que él realmente ve: allí están los gigantes de largos brazos, y Frestón, y el yelmo de Mambrino, y la cueva de Montesinos, y Clavileño, y la sin par Dulcinea. Gracias a ello, el espectador puede compartir con el personaje su locura, una locura ingenua, difícil y maravillosa, que sobrevive a toda muerte: la imaginación.
Pedro_Moraelche
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