Godard vuelve a demostrar por qué es uno de los más grandes cineastas que ha salido del viejo continente. Pocos cineastas pueden presumir de tener entre sus obras películas de la talla de la que nos ocupa, un asombroso mosaico repleto de ambigüedades, surrealismo y magia cinematográfica. El filme desprende un aroma a clásico moderno por los cuatro costados y, personalmente, creo que no tiene nada que envidiar a su obra magna: "Al final de la escapada".

La verdad es que los calificativos positivos se antojan insuficientes al atribuírselos a un cineasta de la categoría de Godard. Creo que es innegable su prodigiosa capacidad para asombrar y dejar con la boca abierta a cualquiera que se aproxime a su cine, ya se trate de un mero espectador casual o de un empedernido y enfermizo cinéfago. Este hombre está más allá del bien y del mal, posee una percepción tan personal y suigéneris de la narrativa cinematográfica, y del séptimo arte en particular, que sería vano explayarse ensalzando sus múltiples e innumerables virtudes. Todo lo que aquí pueda decir son tan solo desvaríos de un simple espectador fascinado por la mano del genio francés.

La historia de la película se centra en el plan de dos amigos para robar una importante suma de dinero de la casa de unos acaudalados en la Francia de los años '60. Para lograr llevar a buen término su propósito se ganarán la confianza de la ingenua y bella sobrina de los dueños (era la sobrina, ¿no?).

Y esta es la historia, ni más ni menos. Tan aparentemente simple como asombrosamente llena de matices. El desarrollo de los personajes es tan particular como sublime. Las interpretaciones del terceto protagonista (Anna Karina -la inolvidable Odile-, Claude Brasseur y Sami Frey) desbordan naturalidad. La preciosista banda sonora funciona como un complemento perfecto de los desvaríos y múltiples sinsentidos que pueblan el filme y lo elevan a cotas difícil de alcanzar. Porque es de recibo señalar que los diálogos aparentemente banales colman el metraje, y las situaciones extravagantes se van sucediendo de manera continuada, escena a escena, fotograma a fotograma.

El primer pensamiento que se me pasó por la cabeza cuando terminé de ver "A Quemarropa" fue: ¿Dónde demonios ha estado metida esta película durante tanto tiempo? ¿Qué ha sucedido para que no la haya visto hasta ahora? Y es que ésta es una de esas pequeñas joyas que logran dejar huella en el espectador.

Basado en la novela "The Hunter", de Donald Westlake, el filme es el segundo largometraje dirigido por John Boorman tras "Catch Us If You Can", y sin lugar a dudas, la película que inició la que iba a ser una carrera de lo más interesante.

Hacía tiempo que conocía esta película. En varios sitios había leído que estaba etiquetada como cine negro algo que, la verdad, me chirriaba un poco, pues como bien es sabido el cine negro como tal finaliza en 1958 con la magistral "Sed de Mal" de Orson Welles. Sin embargo, iluso de mí, he de reconocer que después de verla sí que son fácilmente reconocibles algunas características del cine negro, obviamente trasformadas levemente para adaptarlas a su tiempo. Ahí tenemos a una femme fatale, un personaje claramente atormentado que ha sido traicionado por sus amigos, personajes oscuros y sombríos...

Pero vayamos de una vez al grano que hay mucho que comentar.

Lo de los japoneses a la hora de la destrucción no tiene nombre. Escribo esta crítica con los ecos de destrucción y muerte aún resonando nítidamente en mi cabeza. Creo que no me alejo demasiado de la realidad cuando digo que esta obra es uno de los mayores compendios de destrucción masiva que ha dado el anime japonés. Es sencillamente delirante, desproporcionado... Fascinante.

El argumento bebe de muchas y diversas fuentes, pero si tenemos que señalar un referente por encima del resto, ese no es otro que la obra maestra del género: "Akira", del maestro Otomo. Las similitudes y los paralelismos son más que evidentes: personas (y niños para más inri) con grandes poderes mentales, experimentos secretos del gobierno, armas de destrucción masiva encubiertas, incluso la escena del portaviones es a grandes rasgos un calco del inolvidable tomo 5 de "Akira"...

La historia no me atrevo a comentarla porque es bastante confusa y delirante. Digamos que una chica con extraños poderes mentales engendra un demoníaco ser (el Genocyber) que se aparece básicamente para luchar contra el mal, generando de esa manera aún más mal y muerte.

Pese a todo, "Genocyber" posee elementos propios que lo diferencias del resto de propuestas similares. El más destacado sin duda es el altísimo (o mejor habría que hacer uso de términos como "inconmensurable" o "ilimitado" para acercarse más a la realidad) nivel de explicitud de la violencia. En serio, he visto cantidad de películas, cómics y mangas cuyo único objetivo era mostrar destrucciones masivas y muerte, pero lo de esta pequeña OVA es verdaderamente de traca. Cada una de las muertes de personas del filme (y creedme cuando os digo que hay infinitud de ellas) es desagradable y desproporcionada hasta decir basta, lo cual llegados a un determinado punto de saturación llega a ser hasta divertido.

Podemos decir que la serie posee tres historias bien diferenciadas y cuyo nexo de unión es el Genocyber. La primera es la más redonda bajo mi punto de vista (abarca el episodio primero). Posee una historia auto conclusiva y mantiene el tipo bastante bien, sin desbarrar en demasía.

John Boorman lo ha vuelto a hacer. Después de dejar boquiabierto a más de uno con "A quemarropa", el bueno de Boorman nos ofrece tan solo un año después otro pequeño clásico. "Infierno en el Pacífico" narra el encuentro entre dos combatientes en una isla desierta: un americano y un japonés. El problema es que en ese momento sus países se encuentran inmersos en plena Segunda Guerra Mundial y, obviamente, el odio que se tienen el uno al otro no conoce límites. Sin embargo, conscientes de su situación, y pese a no comprender ninguno de los dos el idioma del otro, entre ambos comenzará a crearse una especie de vínculo cooperativo que dejará sus grandes diferencias al margen, al menos por el momento.

Excelente guión de Alexander Jacobs y Eric Bercovici (basado en una historia de Reuben Bercovitch, quien también ejerce como productor) que toma la incomunicación como leit motiv de la historia. El hecho de que cada uno de los implicados hable en su idioma, y que no entienda absolutamente nada de lo que dice el otro dota a la película de un realismo y una coherencia apabullantes. Todavía me estoy preguntando cómo tuvieron los responsables las narices de llevar a la pantalla algo así, teniendo en cuenta lo arriesgado que era. Conscientes de esa dificultad, no dudaron en hacerse con los servicios de dos grandes actores como Lee Marvin y Toshiro Mufune, extraordinarios a lo largo de todo el metraje.

Así pues, tenemos una película en la que sólo salen dos actores y en la que cada uno de ellos habla en su idioma (sin subtítulos, por supuesto). Hay que tenerlos bien puestos y, lo que es más difícil, lograr con estos elementos una obra maestra intemporal.

Obra capital de la cinematografía española, no tanto por su más que cuestionable calidad sino por el hecho de ser la primera película sonora española.

Antes de nada me gustaría dar unas pequeñas pinceladas sobre el autor de la obra: Francisco Elías. Fue todo un trotamundos. Comenzó trabajando en la Gaumont francesa encargado de la traducción de los intertítulos para las películas mudas. Con la experiencia acumulada en el campo, emigra a EEUU y funda allí una compañía especializada en la creación de títulos para el mercado hispanohablante. Allí conoce nada menos que a David W. Griffith, con quien llega a colaborar en un par de obras ("Las dos tormentas" y "Las dos huérfanas"). Cada vez más interesado por el cine, regresa a Europa donde viaja durante un tiempo de un lugar a otro hasta establecerse por fin en España.

Es en esta época cuando dirigirá "El misterio de la Puerta del Sol" utilizando el sistema sonoro de Lee de Forest, el Phonofilm. La película se estrenó en Burgos en el año 1930, en pésimas condiciones por cierto, debido básicamente a que el cine no estaba acondicionado de manera satisfactoria al sistema sonoro de Lee de Forest. La proyección resultó un rotundo fracaso (a lo que hay que añadir que la crítica de la época la masacró sin piedad), hecho que propició que su carrera comercial se truncara de manera irreversible e impidió que la película pudiera ser exhibida en Madrid o en Barcelona. El filme estuvo desaparecido hasta 1995, año en que se localizó una copia en posesión de la hija del propio autor.

Pasando ya a la película en sí, hay que decir en primer lugar que no es sonora al cien por cien, sino sólo parcialmente. Así, existe una combinación de pasajes sonoros y otros mudos, con intertítulos. El humor es de lo más absurdo e irreverente, y se trata sin duda de la mayor virtud del filme. Se nos cuenta la historia de dos "perturbados del cine" que van al cásting de un célebre director americano y son rechazados por no ser famosos. Para darse a conocer deciden simular la muerte de uno de ellos en manos del otro. Pero todo comienza a complicarse y termina yéndoseles de las manos...

A nivel técnico el filme no consigue encandilarnos en ningún momento. Esa parcialidad en cuanto al sonido resulta bastante molesta e incómoda. Además, las partes sonoras muchas veces están incluidas para mostrar las virtudes del cine sonoro, pero sin aportar nada al desarrollo de la trama. Hecho que se pone de manifiesto con la presencia de determinados números musicales, que llegan a hacerse bastante pesados no sólo por su duración, sino porque nada aportan al devenir de la trama.

Obra no demasiado redonda que pese a tener ciertas gracias basadas en su absurdo y pintoresco humor, no habría tenido calado alguno de no ser por el tema sonoro. En cualquier caso puede resultar de cierto interés para los cinéfilos completistas y, por qué no, para los que quieran ver la Puerta del Sol en los años '30. Para el resto: elegid mejor otra película.