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Estados Unidos Estados Unidos · Over the rainbow, Kansas
Críticas de Wild In Love
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Críticas 150
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de abril de 2009
62 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frente al comatoso cine de terror que se fabrica en USA desde hace ya demasiados años se agradecen estas incursiones en el género que nos vienen desde otros puntos geográficos, películas donde se vuelve al terror como al ente angustioso, opresivo y provocador que este debe ser, alejado de las producciones en serie que son incapaces de causar sensaciones en el espectador más allá del hastío y el aburrimiento.

Martyrs tiene como primera baza ir directa a tu cuello. No hay preliminares, no hay in crescendo, la adrenalina va a empezar y su juego es intentar atraparte hasta los créditos finales. Habrá quien no lo acepte y habrá también quien opte por abandonar a mitad de viaje pero las cartas están ahí y por eso la película dentro de su dureza es valiente y honesta. No se produce además en Martyrs una innovación, pero si una ruptura. Muchos esquemas que venían siendo repetidos una y otra vez en el cine de terror se desquebrajan y aunque como iremos descubriendo la historia es bastante simple termina funcionando bien en su conjunto.

Hay sin embargo una sensación de haber querido abarcar demasiado. La primera parte es magnífica, inquietante, con unos mecanismos de suspense, ritmo y alucinación que consiguen causar verdadero desasosiego y desconcierto en el espectador, entonces se produce un giro que da comienzo a la parte final siendo este último tramo el más fallido por apuntar a pretensiones que parecía que la película en un principio no tenía. Aún así se hace una aproximación al mundo de las sectas que también tiene interés aunque no sea el objeto de la que se refleja en Martyrs en absoluto creíble, resultando tal vez demasiado forzado.

Recomendable especialmente para fans del cine de terror que ya hace mucho tiempo que se cansaron de las películas que inundan año tras año nuestras carteleras.

https://corazonesenelprecipicio.blogspot.com
Wild In Love
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10
22 de marzo de 2008
85 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Billy Wilder y I.A.L Diamond se sentaban en una mesa con un par de tazas de café y dejaban fluir sus privilegiadas mentes en busca de la comedia perfecta el resultado era lo buscado y lo conseguido por ambos.

Cuando vemos una de las muchas comedias que nos llegan prefabricadas en serie por el Hollywood actual nuestros labios no producen movimiento alguno aún a sabiendas de que alguien ha hecho esa película para que nos riamos.

Cuando alguien sin presupuesto pero con muchas ideas rueda una película como brain dead no solo nos arranca la carcajada sino que apreciamos su modestia, su falta de pretensiones y su talento.

Cuando alguien como Ed Wood pretende hacer cine pero en vez de ello le sale un despropósito que nos hace rodar por el suelo de risa simplemente nos quitamos el sombrero.

Pero la verdadera pirueta cómica, la comedia high-class solo está al alcance de algo muchísimo más difícil. Pongamos millones de dólares sobre la mesa, pretendamos hacer una película seria, con todo tipo de pretensiones absurdas, con reparto de campanillas, guionistas de renombre, duración desproporcionada, deseos de perdurar como gran obra de referencia no solo de entretenimiento sino con ramificaciones filosóficas y humanitarias. Tiremos la casa por la ventana y mostrémosle al mundo que somos los más listos, los más guapos, los más buenos y los más patrióticos, la humildad se la regalamos a cualquier cineasta fracasado underground preferiblemente europeo. Cuando todo esto está en la mente de todos los que participan en la película desde el maquillador hasta la mula que interpreta a Shakespeare y les sale damas y caballeros semejante churro de proporciones atómicas donde todo es de una estupidez alucinógena, cuando desde la primera escena tienes deseos de pellizcarte para comprobar si esto está sucediendo, cuando todos los diálogos provocan la carcajada, cuando nada tiene sentido salvo que decidas reírte de principio a fin. Cuando esto sucede se ha producido el milagro.

En una escena de La Flor De Mi Secreto, Marisa Paredes tiene problemas para quitarse su botín. Almodóvar ha declarado en muchas ocasiones que con esas imágenes quería expresar la soledad de Amanda Gris, en lo que para él era un momento de gran tristeza e intimismo. Sin embargo en los cines los espectadores durante la lucha entre la musa y su bota se partían de risa. Almodóvar suele citar este hecho como uno de los más curiosos que le han pasado en su carrera. Sin duda sí que es curioso y muy difícil de lograr y esto es lo que han conseguido los responsables de The Postman durante 3 horas ¡¡¡¡.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wild In Love
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8
24 de junio de 2009
51 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jane fonda navega por cada fotograma como un poema vital y libertario, con su belleza de luna recién estrenada, sembrando a su paso simpatía, locura, erotismo, optimismo y juventud. Sí, seguramente ya era así antes de conocer las delicias de la luna de miel, pero seis días sin salir de una cama le han descubierto un nuevo universo de fantasía y seducción multiplicando todas sus virtudes. En el otro lado tenemos a un abogado principiante de forzada sonrisa y traje gris que ama a su mujer pero que no sabe divertirse y ante semejante contraste los problemas empezarán en cuanto él regrese al apartamento alquilado en el que comienzan su vida en común.

Así se abre descalzos por el parque, una divertidísima comedia romántica mucho más real de lo que a primera vista pudiera parecer. ¿Cuántas parejas se rompen cada día tras pasar por un trance parecido? ¿Cuántas se reconcilian? ¿Cuántas intentan nivelarse con éxito? ¿Cuántas fracasan en el intento?

En la pareja cuando solo hay una cama, todo está donde tiene que estar, esa cama puede durar una hora, una semana o un tiempo indeterminado y debes estar atento a los elementos externos que se irán poco a poco metiendo en ella. El paraíso es cosa de dos y nada más.

Curiosamente en mis relaciones sentimentales yo he sido siempre como Jane Fonda, mi nula querencia por las responsabilidades de todo tipo, bolsillo quebrado, epicureismo de saldo y nihilismo poético sostenían a las mujeres que he amado en un tambaleante carpe diem espejismo de una cuerda floja de la que siempre se terminaban bajando para cambiarme por algo más seguro. Me manejo bien en el paraíso pero soy un desastre para controlar los elementos externos.

Pero hubo una vez en la que sí apareció una Jane Fonda. Y éramos exactamente iguales. Nos hemos pasado desde entonces media vida caminando descalzos por el parque sin haber salido nunca del paraíso. Sin embargo de un tiempo a esta parte cuando abrimos las ventanas cientos de intrusos quieren destruirnos. Y tal vez ya no somos tan jóvenes, ni tan alocados. Y hemos sentido el miedo porque Jane Fonda y Robert Redford como polos opuestos que son pueden nivelarse. A nosotros, como dos gotas de agua que han permanecido siempre fusionadas tal vez sólo nos quede desaparecer.

Cuando eso suceda estaremos desnudos. Y sin zapatos.

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Wild In Love
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10
17 de junio de 2009
48 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía una abuela cuya única obsesión era la comida. Era una anciana cándida, regordeta y bajita con una cara arrugada de ángel escondida bajo unas gruesas gafas de concha, Parecía por su aspecto haberse escapado de un cuento y acompañada de su voz baja, consejo sabio, templanza noble y alma sosegada siempre la recuerdo entre fogones. Se pasaba todo el día en la cocina preparando platos de aldea para sus hijos y nueras y especialmente para el pelotón de nietos desbocados entre los que me encontraba. Nunca he comido tan bien como en casa de mi abuela, en sus recetas aparte de la sencillez se palpaba el cariño y algún que otro misterio más que por aquel entonces no acertaba a descifrar.

Pero cuando fui creciendo mi abuelo me habló del hambre. El hambre de la posguerra que asoló su casa situada en un pueblo minúsculo alejado de la mano de dios. Decía mi abuelo que no hay ninguna sensación peor que sentir el hambre y que mi abuela solamente quería que nunca pasáramos por ello. Por eso mi abuela hacía sus propias asociaciones al respecto, siempre que yo llegaba un nuevo verano a su casa, lo primero que miraba era mi barriga y me regañaba en el caso de haber adelgazado, halagándome en cambio mientras se le subía el colorete de alegría si intuía que algo, aunque fuera poco, había engordado.

El primer misterio de aquella comida tan deliciosa era el misterio del hambre.

Aparte de las enseñanzas de mis abuelos sobre el hambre, no conozco nada mejor que Placido para acercarse un poco más a este asunto. En Placido se palpa el hambre y más aún se hace un estudio sobre el mismo dividiéndolo entre los que siempre han comido bien, los que sólo han comido a medias y los que nunca han comido. Los ricos, que pertenecen al primer grupo desprecian la comida porque siempre la han tenido delante. Sus preocupaciones son de otra índole: la notoriedad, el prestigio social, la fama..., en el segundo grupo tenemos a personajes de lo más dispares que vagan por la película con la única preocupación de saber si van a comer al día siguiente. En el tercer grupo están los pobres que curiosamente como nunca han tenido nada se conforman con cualquier cosa. La diferencia está en que dependiendo de que los personajes de Placido hayan pasado más o menos hambre aumenta o disminuye su dignidad. Los de arriba, prepotentes, avariciosos a ratos mezquinos carecen de ella, mientras que en la escala intermedia a camino entre la picaresca, la impotencia y la bondad, aunque a veces se dude, lo último que se pretende es dejar de ser digno. Los pobres finalmente son siempre dignos de la cabeza a los pies en cualquier tipo de situaciones.

El segundo misterio de la cocina de mi abuela es que era digna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Wild In Love
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10
24 de octubre de 2008
48 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para los que crecimos amando las películas de Tim Burton el estreno de Big Fish se presentaba ante nuestros corazones con una inusual temeridad. La desilusión de aquella enorme decepción que resultó ser su desafortunada y olvidable aventura en territorio simiesco aún latía, y muchos acudimos al cine sin la certeza de que pudiera volver a emocionarnos. Pero ver Big Fish, el día de su estreno, con la persona amada a mi lado fue, al menos para mi, algo simplemente maravilloso.

Burton, creador de cuentos tan inolvidables como Eduardo Manostijeras o de criaturas tan bellas como Jack Skellington, tal vez sabedor de su traspiés, quiso regalarnos un enorme lienzo de pequeños cuentos, que se unían y entrelazaban en el propio cuento que puede ser cada una de nuestras vidas, todo dependiendo de nosotros mismos, de nuestra manera de ver y recordar y sobre todo de nuestra elección a la hora de presentarnos ante los demás.

En Big Fish hay mucho de esos momentos que todos hemos tenido cuando nos sentamos a contar una historia ante un ser querido o ante alguien a quien deseamos amar. Edward Bloom, claro que sí, he sido yo mismo, ante una chica, jugando con mi propia memoria, estirando un recuerdo hacia la magia y la belleza, sólo por conseguir su sonrisa, su cariño, o su beso, y también lo he sido en una noche cualquiera en una mesa rodeada de amigos recordando cualquier tontería que el tiempo ha convertido por distorsión en hazaña.

Además de ello, Big Fish, trasciende a los sucesos que pueden considerarse normales y lógicos y se adentra de lleno en territorios inagotables de imaginación y fantasía. Todo es espléndido y Burton mima y acaricia un excelente guión que no podía haber acabado en mejores manos. Hay pedazos soberbios (la bruja que lee tu muerte en su ojo, el pueblo de Spectro, el circo...) y decenas de pequeñas historias dentro de ellos, como un juego encantado de muñecas rusas que se encadenan entre si para explotar en un final emocionante hasta la lágrima.

Con Big Fish asistíamos además al acercamiento de Burton hacia lo luminoso, un terreno que se intuía desde los inicios de su cine pero que parecía resistirse a salir al exterior. En ese sentido es una película experimental y arriesgada donde se rompen algunos esquemas Burtonianos influenciado probablemente por su paternidad como parece quedar patente en el tan breve como innecesario epílogo, tal vez aquel inolvidable alter ego llamado Vincent halla por fin descubierto que en el lado de la luz también hay mucha poesía, tan mágica y necesaria como la que encierra El Cuervo de Edgar Allan Poe.


P.D.- Esta crítica está dedicada a Neathara, cuyos ojos a veces no son iguales a los míos, lo que no quiere decir que los suyos no sean seguramente mucho más bellos.

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Wild In Love
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