La serie te introduce con habilidad en las tortuosas vidas de algunos de sus protagonistas. Con dosis desiguales de información y desinformación. Te crees que puedes pensar e intentar deducir cosas. Pero no. En la recta final empiezas a pensar que quizá están jugando contigo. Y cuando te descuides, un precipitado final te mostrará una historia aún más retorcida e inconexa que te aleja de lo sensato y plausible y deja un montón de lagunas de vacío. Tanto tiempo para mostrar una cosas irrelevantes y tan poco para otras. Al final te sientes bastante timado. Aunque el envoltorio es sugerente.

Para quienes disfrutamos de las irreverentes producciones jocosas de las animaciones para adultos, esta película es demasiado larga y simplona. Gritan más. Dicen más tacos. Son más soeces y descarados. Pero la chispa es floja. Padre de familia, South Park, y otras muchas consiguen con menos minutos más diversión.

Desde luego hay que ser bombero y estar un poco como una cabra y tener un genio dentro para embarcarte en un espectáculo tan delirante y complejo manteniendo siempre el ritmo y la diversión. Una película de un montaje excelente que saca la risa de casi todo tipo de espectador. Y el número del bombero es la bomba.

Cine europeo lleno de interés. Las premisas fantásticas que plantea pueden parecer apenas perfiladas, pero no hace falta más realismo, porque al poco los personajes se van desplegando y te crece la curiosidad. Buen ritmo y estupendos actores para un guión con momentos bien divertidos y mucha ... humanidad.

Como un Kitano moderno, Tetsuya Nakashima crea un thriller sin profundidades pero repleto de imágenes violentas, estimulantes y de japoneses flacos y huesudos. Un mundo de ficción y tramposo donde la maldad campa a sus anchas. Drogas, pederastia, escolares en uniforme, policias y profesionales corruptos y jóvenes yakuza torturándose en medio de una historia sin mucho filo. ¿Hacía falta?