No sé si alguna de las críticas anteriores lo reseña, pero esta película es un cruce de George R. R. Martin con Pajares y Esteso. Y no estoy siendo irónico o despectivo: funciona. El director de fotografía se merece no ya un Goya, sino un Óscar. Ese Carabanchel de mis amores. Maribel Verdú con Javivi. Salones de boda. Javivi con Maribel Verdú. Las pasarelas sobre la M-40. El Lego del paisaje neoyorquino, digo carabancheliano. Peter Strauss como José Mota. Esa banda sonora de Wagner (por la peli de 2001) y Oldfield. Esos ochenta. Ese agente inmobiliario. Ese dedo de José Mota.
Para mí la película funciona, y a varios niveles. Como historia patria. Como crónica madrileña y carabancheliana. Como historia personal. La ira de de la Torre. La frustración de Verdú. Lo fantástico y lo cotidiano. Las porras (desayuno madrileño) y las corbatas improvisadas con cordones de cortina.
Hasta al último cuñado le conmoverá esta película. Cómo no ser mejor con la parienta después de ver este final, digno de un Abracadabra.

Espagueti western que en lugar de México tiene lugar en un imaginario sertao brasileño. Diálogos pretenciosos de "revolucionarios", "milenaristas", cínicos "gobernadores", y explotadores extranjeros. Cangaceiros tan caricaturizados que son más indios que bandoleros mexicanos. Montaje chapucero, seguramente por falta de metraje... No llega a clase B, y roza la Z. Curiosa por los sombreritos. Completamente olvidable.