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España España · PONTEVEDRA
Críticas de Skorpio
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Críticas 157
Críticas ordenadas por utilidad
Historia de un grupo de rock
Concierto
España2008
6,8
64
Documental
7
10 de noviembre de 2009
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia de un grupo de rock es la primera propuesta documental del cineasta vasco Juanma Bajo Ulloa (director de la mítica Airbag o más recientemente Frágil). Todo empezó cuando éste recibió el encargo por parte de Mariano Casanova, cantante y alma del grupo de rock zaragozano Distrito 14, de grabar su último concierto, con el que ponían punto y final a 26 años de carrera. Una carrera con altibajos, de proyección internacional (vemos sus grabaciones y conciertos en EE.UU. o Cuba), nacida dentro del boom de los '80, pero que nunca llegó a tener ese explosión definitiva a la fama, que sí han tenido otras formaciones a las que, musicalmente, no les tiene nada que envidiar.

Muy pronto, Bajo Ulloa se dio cuenta de que ese concierto, inicialmente previsto para lanzar en DVD junto al último disco, se iba a convertir en una película. La verdad es que alterna diferentes tipos de material a lo largo del metraje, desde el concierto, las entrevistas íntimas y personales, e interesantes imágenes de archivo. El planteamiento adoptado por el cineasta es diametralmente opuesto al del fenómeno Spinal Tap y a todo lo que aquel supuso. La principal premisa del documental es la contraposición del concepto de éxito como realización personal, como el haber hecho lo que uno quería, con respecto a la idea de éxito más extendida en el imaginario occidental, sobre todo en cuanto a la música: superventas, discos de platino o conciertos multitudinarios en todo el mundo, aparte ya de los rancios tópicos del sexo salvaje y promiscuo, las drogas como fuente de energía y el vivir peligrosamente porque sí.

Las características audiovisuales más destacadas son una realización muy particular, presente sobre todo en las entrevistas, donde 'descompone' a los entrevistados, a las personas, en pequeños y numerosos planos detalle, como buceando en sus interiores, y de esta manera los testimonios y las anécdotas que éstos cuentan resultan más profundos, cálidos y cercanos. Por otra parte, un hábil montaje, con la base del propio concierto alternado con las entrevistas y con el material de archivo, que va logrando una emoción progresiva, llegando a un clímax, el final del concierto, equiparable al que se produce al ver al “olimpo” de los músicos en el número final de El último vals, de Martin Scorsese.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Skorpio
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8
9 de mayo de 2009
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que veo a Abu Raed con su 'gorra de la suerte', me es imposible no acordarme del viejo Emil Jannings en El Último de Murnau, si bien sus evoluciones son prácticamente del todo inversas: es precisamente su prenda fetiche, equivalente al uniforme del recepcionista cuyas vivencias inauguraron el movimiento de cámara, lo que lo lleva a crecer interiormente, aunque ello no acompañe ningún tipo de escalada en la muy veces injusta pirámide laboral.

Abu Raed se encontraba en el último escalafón, ese al que el inolvidable portero de hotel de lujo es degradado. Sin embargo, tal situación no lleva a nuestro entrañable operario de limpieza del aeropuerto a perder su idealismo ante la vida y la esperanza de mejorar el mundo, aunque sólo lo pueda hacer localmente.

Es precisamente esa gorra lo que funciona como catalizador, lo que hace despertar dentro de su ser esa reconocible figura de viejo lobo, voz de la sabiduría, que entretiene a los niños de su humilde barrio con realtos sobre mundos que tantas veces ha imaginado pero nunca pudo conocer.

Poco a poco, su personaje va evolucionando del amable contacuentos de barrio a salvador de la infancia que lo circunda, ayudando en silencio y sin hacer ruído a los niños crecidos entre la amenaza de la guerra, la modestia económica y la violencia doméstica. Nos recuerda a personajes habituales en Louis Malle o Robert Bresson, o incluso de Los Olvidados de Buñuel, héroes anónimos que no han nacido en un escenario lo suficientemente apropiado como para que sus buenas y desinteresadas acciones llenen portadas de prensa nacional o rompan récords de audiencia televisiva.

Muchos dirán que es la enésima instancia del viejo sabio, la versión entrada en años de personajes solidarios y entrañables, que el imaginario occidental identifica enseguida con soñadoras ninfas parisinas o corredores de larga distancia que descansan en la parada del autobús. Abu Raed no será ni de lejos tan recordado, pero sin duda se adentra mucho más que aquellos en la sempiterna pero inevitable lucha entre el bien y el mal. El hombre al que una simple gorra de capitán convierte en icono local, ofrece una versión mucho más realista y terrenal de este arquetipo, inagurado hace muchos años, en tono tragicómico, por un vagabundo granujilla que con su hábil torpeza rescataba del abismo a las almas perdidas que lo rodeaban.

Amin Matalqa nos ha enseñado con esta película, seleccionada por Jordania para la pasada edición de los Oscar, que en el mundo árabe no todo son conflictos bélicos, terrorismo o integrismo religioso, sino que también existen pequeñas historias, locales, anónimas y mucho más comunes, que para sí ya quisieran tantas sociedades occidentales. Y lo ha hecho escogiendo el tono adecuado, que no peca ni de ingenuo ni de lastimoso.
Skorpio
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7
24 de julio de 2020
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las series están teniendo un protagonismo reforzado, mayor de lo habitual, durante este año tan atípico a nivel planetario (por causas que no hace falta explicar). Pero entre trending topic y trending topic, televisivamente hablando, una ficción irlandesa asomó la cabeza sin hacer mucho ruido y no es poco probable que acabe figurando en numerosas listas de lo mejor del año. Gente normal, una historia normal, mil veces contada… pero de una manera que la hace única.

Doce episodios de no más de 35 minutos bastan a la serie de Sally Rooney (que adapta su propia novela homónima) y Alice Birch para construir el drama romántico más intenso y a la vez más sincero que la "pequeña pantalla" ha parido en mucho tiempo. No me limitaría a definirla como la gran historia de amor millennial (generación a la que pertenecen sus creadoras, de hecho), pues su relato tiene carácter universal y transciende su contexto temporal, generacional, geográfico y sociológico. Es la fuerza del primer amor, que siempre vuelve, que nunca se va del todo porque nunca habrá otro como él.

Marianne y Connell, Connell y Marianne. La estudiosa solitaria y el chico popular, deportista. Desde el instituto hasta los estudios de posgrado, en la antesala de enfrentarse a un mercado laboral más incierto que nunca. No, no es otra estúpida película adolescente de Hollywood. Es la carretera comarcal con curvas que es la vida, en un tramo donde las decisiones no siempre son las más sabias. Y sí, hay mucho rencor, mucha toxicidad, autodestrucción, mucho dolor… ¿y acaso todo eso no lo hay en la vida misma?

Esta historia es el resultado de una voz auténtica y que sale de dentro, no desde una observación externa y sesgada. Por eso consigue escapar de los peores vicios del melodrama y la lágrima fácil y provocarnos un impacto emocional auténtico. El factor humano siempre se acaba imponiendo como factor de vínculo y fidelización en la buena ficción seriada y por eso es más probable identificarse de una manera más estrecha que conflictos (reales) de gente corriente que nos pueden ocurrir en cualquier momento a cualquiera de nosotros que con historias extraordinarias y rocambolescas, pero carentes de alma.
Skorpio
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7
18 de agosto de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es muy habitual que un cineasta estrene una película por año, por mucho que Woody Allen rompa cada otoño (este año, ya en verano) esa tendencia. Pero mucho menos habitual, es que un director presente dos películas diferentes un mismo año, si bien muchas veces el estreno comercial de alguna de ellas, al menos en España, se posponga al año siguiente. En esos casos, las dos películas suelen guardar entre sí más diferencias que similitudes, como le ocurrió recientemente a Clint Eastwood con El intercambio y Gran Torino, o a Spielberg con Minority Report y Atrápame si puedes en 2002.

Este es el caso de François Ozon y la película que nos ocupa, estrenada en 2010 pero que empezó su andadura en el circuito de festivales el año anterior, alzándose con el Premio Especial del Jurado en Donosti. Se trata de un título rotundamente diferente al otro que el cineasta francés estrenó en 2009, Ricky, una comedia fantástica que no dejó a nadie indiferente: pequeña joya para algunos, disparate sin gracia para otros.

Mi refugio, en cambio, nos trae un relato intimista, casi bucólico, sobre la redención, las segundas oportunidades y el “retiro espiritual”, aunque de una manera nada relamida ni rancia. El minimalismo, el “menos es más”, es el principio regulador de esta película de personajes heridos, o simplemente, perdidos, desorientados. No es necesaria una introducción previa con la dialéctica inversa, la del exceso y el falso hedonismo, la que ha llevado a los personajes a esa situación, a necesitar ese cambio: aparece perfectamente resumida, englobada, con todos los matices que hacen falta, en esa chocante primera secuencia, a partir de la cual el film inicia un trayecto decidamente unidireccional.

(continúa)
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Skorpio
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Capitalismo: Una historia de amor
Documental
Estados Unidos2009
6,8
6.636
Documental, Intervenciones de: Michael Moore
7
17 de noviembre de 2009
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vale, que si manipulador, que si sensacionalista,... pero Michael Moore lo que ha hecho es darles de su propia medicina, ha cazado al cazador. Utiliza esa cultura tan yanqui del espectáculo y la grandilocuencia precisamente para desmontar otra farsa mucho más infame: el engaño que, desde que los medios y la propaganda existen, nos llevan sometiendo los amos del sistema, haciéndonos creer que el sistema económico imperante en EE.UU. y, por extensión, en el mundo occidental, es el único ideal, el único que funciona, y que nunca va a fallar. Y como esta crisis que nos aguza hoy en día nos es más que un plan maestro de los tiburones de Wall Street para dar el último golpe a un sistema que se les va de las manos.

El cineasta ataca al capitalismo desde la base, remontándose a los fundadores de la patria americana, los ideales de libertad en que se basaron, y cómo todo se fue tergiversando, la libertad como derecho se fue deformando hacia el liberalismo económico más zafio y destructivo. Llega a apelar al tan amado espíritu de F.D. Roosevelt, con su discurso de esperanza, igualdad y oportunidades que clamó en sus últimos días... pero que todavía hoy no se ha hecho realidad.

Pone el punto de inflexión en la era Reagan, que pasó de poner cara a las grandes compañías en los '50 a ser su marioneta en la Casa Blanca en los '80, avatar de un no-intervencionismo absoluto, necesario en cuanto las economías europeas y japonesa se recuperaron definitivamente de la heridas de la guerra y a EE.UU. se le agotó el pastel del monopolio global.

Puede que nos parezca cínico por parte de Moore criticar a un sistema del que él mismo, de algún modo, se ha beneficiado. Pero nos lleva de nuevo a su Flint natal, una pequeña ciudad de Michigan que vivía de la planta de la General Motors, en la que trabajó el propio padre del cineasta, y que con su cierre se convirtió en poco más que un pueblo fantasma. Su empatía con el problema es entonces comprensible. De esta manera, se puede entender este documental casi como una secuela de Roger y yo después de dos décadas.

Por otra parte, nos ofrece momentos de una comicidad brutal, que llenan la sala de cine de risas e incluso aplausos momentáneos: desde el Jesucristo-capitalista hasta los clamores del gobernador Chuache contra el socialismo.

Algo que llama asimismo la atención son esos momentos que concede a la religión católica, a través de sus pastores, de criticar duramente el sistema. De primeras, el espectador puede sentirse extrañado, o incluso defraudado. Pero leyendo entre líneas, se advierte una cierta línea de antisemitismo muy latente y sutil, que de ser explícita hubiese llevado definitivamente al cineasta directo a la tumba.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Skorpio
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