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España España · Barccelona
Críticas de EL ALBATROS
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Críticas 223
Críticas ordenadas por utilidad
10
5 de diciembre de 2018
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese “Dulce olor del éxito” al que alude el título del film, sugiere una profunda reflexión sobre la influencia negativa del periodismo canallesco e inquisidor. El inquietante y corrosivo film de Mackendrick comienza entre luces de neón y el ajetreo nocturno de las calles de Manhattan, este infravalorado pero magistral cineasta nos presenta un relato intenso, seco y duro como un tema de “Hot Jazz”, cuyos dos protagonistas son dos seres detestables: un columnista de noticias mundanas, el cual presume de 60 millones de lectores en el país, J. J. Hunsecker (Burt Lancaster) al que su oficio de chismoso ha convertido en una persona temida en la noches de Broadway, y un amoral agente de prensa, Sidney Falco (Tony Curtis), arribista y codicioso que vive del engaño y las migajas del festín que J.J. se reserva para sí mismo. Basada en un relato de Ernest Lehman, (Con la muerte en los talones) y “pulida” por el dramaturgo Clifford Odetts, al parecer inspirada en un periodista real.

El film oscuro, sigue los pasos de estos personajes durante una noche, un día y una nueva noche en su intento de desbaratar un noviazgo, un amor noble y romántico, el de la hermana de J. J., Suzie (Susan Harrison), con un joven músico de Jazz en un “night club”, Steve Dallas (Marty Milner), para J. J. es una forma de confirmar su poder y de satisfacer el ¿amor? posesivo que siente por su hermana, mientras que para Falco es un modo de agradar al poderoso y conseguir, de paso, que sus representados figuren en “negritas” dentro de las columnas diarias que escribe, el pérfido J. J. un tipo que se jacta de quitar y poner políticos hasta zarandearlos en la picota, utilizando amenazas veladas. Gente mezquina que vive revolcándose en el fango infecto sin mostrar ningún escrúpulo por ello.

El relato no ahorra ninguna acidez para trazar un retrato de esos seres abyectos y ese ambiente corrupto del periodismo con su poder de decidir el éxito o el fracaso en el “show business” de forma caprichosa desde la arrogancia y la soberbia. Son el escaparate de una jungla humana nocturna tras el que no hay más que vacuidad, la luz del alba pone al desnudo el artificio, la apariencia de vida, basta con que dos personajes (Suzie y Steve), se rebelen para que desaparezca el bullicio y la luz, quedando las calles desiertas, una luz triste que pone al descubierto, la zafiedad del mundo de la noche donde pululan, delincuentes de pluma avezada, lacayos que expulsan veneno por la boca, policías corruptos, prostitutas que quieren regenerarse, políticos timoratos con amantes que todos conocen excepto la esposa, y propietarios de garitos nocturnos de todo pelaje.

Resulta patético asistir a, cómo execrables personajillos pierden el culo por aparecer en “negrita” en la famosa columna, “Los ojos de Broadway” de tan indecente “juntaletras”. Y cómo los parásitos disfrazados de columnistas merodean por los clubs nocturnos en busca de carnaza para su abominable quehacer cotidiano. Todos se temen, se odian, se desprecian y se necesitan para mantener la ficción en la que viven. Son una cadena de variaciones sobre la altivez y el despotismo de J. J. Hunsecker, la abyección de Falco y el podrido mundo en el que se mueven, donde la única excepción es la joven pareja de enamorados. Todo ello con la magnífica música de Jazz de Elmer Bernstein, la soberbia fotografía (por supuesto en blanco y negro) con claroscuros de fuertes contrastes, la estética heredada del cine negro, sobre todo su fuerza dramática y el sentido del espacio. Imprescindible obra maestra.
EL ALBATROS
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8
7 de julio de 2017
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desgraciadamente siempre han existido maestros de la oratoria cínica y perversa que con una gran habilidad manipulan voluntades y tergiversan conceptos, lo que hoy en día conocemos vulgarmente como “vendedores de humo”. Elmer Gantry (un portentoso Burt Lancaster) es el retrato de un caradura, de un arribista amoral sin escrúpulos, pero también la vida desgraciada de un pobre diablo arrastrado por sus pasiones irrenunciables, que sabe conmover con la palabra, un camaleón que se transforma y adapta a las circunstancias para sobrevivir. “Elmer Gantry” es un memorable film basado en la novela homónima de Sinclair Lewis que el guionista y director Richard Brooks, consiguió después de muchos años trasladar a la pantalla. La película se caracteriza por su vigoroso sentido visual, a pesar del origen literario, un profundo análisis del mundo de los telepredicadores en el país de las barras y estrellas. Una ácida mirada sobre las sectas religiosas que cuando se estreno en España nos resultaba un tanto lejano y desconcertante para nuestra sociedad rígida en el terreno de la libertad religiosa. El cineasta Brooks siempre se caracterizó por un cine donde encuadraba al ser humano bajo unas determinadas circunstancias en un entorno o época reconocible.

No cabe duda de que el film comete ciertos excesos, algo enfática y un tanto cargada de retórica. Pero también goza de muchas virtudes, denuncia el cinismo y la hipocresía de una sociedad retrógrada y provinciana, ignorante y violenta. La manipulación de las gentes sencillas y los intereses de las clases altas para obtener un beneficio político y social. De charlatanes que les transmiten al pueblo lo que quieren escuchar, recetas sencillas y simplistas sobre el poder de la fe, con recetas demagógicas que suelen germinar cuando impera el desamparo, la miseria y la desesperación de un pueblo ignorante. Tales soflamas sirven para la religión igual que para la política, totalmente extrapolable al populismo que sufrimos actualmente, suele crecer en tiempos de crisis y desconcierto con soluciones radicales, excluyentes, utópicas y contraproducentes. Como buen drama no falta el odio por despecho, la venganza y el arrepentimiento redentor.

Tampoco falta en el film la historia de amor como motor de su trama, que protagonizan Elmer y la hermana Sharon (excelente Jean Simmons), llena de ambigüedades sobre las verdaderas creencias morales, de la realidad de las apariencias. Del amor pasional y carnal del primero al amor cristiano y espiritual de la segunda. Mención especial merece el periodista que sigue al circo ambulante en el que se convierte esta caravana de la iglesia evangelizadora, encarnado por un estupendo Arthur Kennedy, que recrea el anverso y la lucidez para desenmascarar tanto despropósito. Es como un notario que nos va desvelando las incongruencias y las imposturas de unos personajes mezquinos pero en el fondo humanos y vulnerables. Y en definitiva, el fuego como símbolo maléfico del infierno, pero también como catarsis liberador del fanatismo y la intolerancia, se trata de un film que no te deja indiferente, que te plantea dudas razonables y reflexiones morales y sociales sobre este tipo de fenómenos cada cierto tiempo.
Agradecido anticipadamente si alguien tiene la amabilidad de leer esta humilde opinión.
EL ALBATROS
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8
26 de julio de 2021
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay libros que te cuentan la Historia, cuadros que la ilustran o recrean, pero hay películas que te invitan a revivirla empatizando con ella, y eso es lo que me produce esta excelente película basada en hechos reales, recreada y ambientada fielmente. Narrada con brío y determinación en sus diatribas sobre la corrupción en instituciones como la justicia, el ejército y la política gubernamental en la Francia expansionista de finales del siglo XIX. Porque es evidente, como buena obra de arte clásico, que lo que plantea sigue siendo actual, la corrupción institucional en las esferas del poder forma parte indisoluble de la condición humana, siempre susceptible de caer en la tentación de lo inconfesable en una alta sociedad hipócrita, reaccionaria y hedonista. El “Caso Dreyfus” es una de las páginas más negras de la Historia de Francia. ¡Qué fácil es arruinar la dignidad y el honor de un hombre! Pero cuanto hay que luchar para restaurar el respeto mancillado.

El horrible título español para este film, puede conducirnos a error. “J´Accuse” (Yo acuso) es el famoso artículo de denuncia contra un clamoroso atropello que sirvió de espoleta al escándalo racista de una República cuyos lemas son: La libertad, la igualdad y la fraternidad. El antisemitismo es un tumor maligno e incurable que ha corroído a sociedades y sistemas políticos de todo tipo. Ya lo anunciaba Shakespeare con su célebre obra “El mercader de Venecia”. La persecución hebrea se ha mantenido a lo largo de los siglos, no lo inventaron los nazis. Como otras expresiones del racismo, ha sido un factor de aglutinación, en las sociedades desgarradas por la luchas políticas y sociales, el odio al judío ha unificado a todos sus miembros. A falta de amor, bueno es el odio al chivo expiatorio que era el judío. La historia del pueblo hebreo ha llevado el estigma maldito que le ha perseguido sin descanso a través de generaciones con "gloriosas" cruzadas.

Notable producción, excelente casting, cuidados diálogos y puesta en escena para un París de fotografía pálida, con cielos cubiertos (resulta paradójico que el sol no brilla en la ciudad de la Luz, buena ironía), clima de nubes espesas y frío invernal, que nos convoca a vislumbrar una huella oscura que conmocionó a la sociedad de la Tercera República Francesa. El buen cine no sólo entretiene o emociona, también crea opinión y despierta conciencias. Otra gran película del maestro Roman Polanski al que su origen judío, también le ha perseguido con la desgracia y que no pierde la ocasión en reivindicarse en cuanto puede.

Más reflexiones que completan mi opinión, en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
EL ALBATROS
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8
7 de agosto de 2018
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de aventuras siempre presumió de un gran efecto vitalista, alegre y osado. Siempre enalteció historias humanas, sencillas y apasionadas. “El prisionero de Zenda” es una de las cumbres de este tipo de cine, un film compacto, atractivo y bien filmado por el infravalorado cineasta Richard Thorpe, un artesano de Hollywood que nada tiene que envidiar a tanto autor presuntuoso que desprecia el cine popular. No olvidemos que las historias populares contribuyeron a crear películas míticas, precisamente por sus humildes aspiraciones artísticas. Su trama se inscribe plenamente en el género de aventuras novelescas, tan grandiosa como “Scaramouche” o “El capitán Blood”.

La grandeza de la obra reside en un maravilloso y acertado casting, que supera claramente la versión anterior, ya que hablamos de un “remake” absolutamente superior, en mi opinión. Todos los personajes están perfectos en su cometido dentro de esta estupenda adaptación de la novela de Anthony Hope. Su reconocible argumento goza de una sugestiva e ingeniosa mezcolanza de cine romántico, construcción novelesca y un ligero tratamiento de comedia, dentro de un cierto contexto histórico cercano al Imperio Austro-Húngaro. La imaginativa y excelente puesta en escena, cargada de situaciones atrevidas y miradas cómplices que transmiten lo contrario de lo que aparentan, la ironía, la perfidia y la elegante y refinada maldad, otorgan a la trama una endiablada atracción que te mantiene enganchado a la historia todo el tiempo. Asistimos a la impostura, la traición y el interés por lo mundano contra la lealtad, la ética y el irreprochable valor para defender la causa justa.

Pero su atrevimiento va más allá, es cierto que está copiada de la anterior en muchos planos, porque el cineasta como profesional del medio, entendió que no era posible mejorarlo, por lo tanto, si no puedes mejorarlo, no lo estropees y déjalo así. Por otro lado el uso del color, favorece y enriquece su aspecto estético en una historia romántica de altruismo, de peligrosas conjuras con sus pomposas fiestas y sus ceremonias reales, de coreografías en duelo a sables, ambición, celos y odio, es destacable la tenacidad y arrebato de ese duelo antológico de los dos protagonistas que representan conceptos morales antagónicos, que exponen las miserias y virtudes del ser humano. Cuanto mejor son definidos los personajes, más redonda y atractiva es la película. Continúa en spoiler…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
EL ALBATROS
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6
30 de septiembre de 2017
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Junto a “El corazón del bosque” y “Camada negra” emitidas anteriormente en este programa de la 2 sobre el cine español, “Sonámbulos” cierra un tríptico por parte del cineasta cántabro, de análisis histórico y sociopolítico sobre la herencia franquista que llega a la España de la Transición. El film sitúa la trama ocho años atrás, durante el famoso proceso de Burgos en el que unos cuantos etarras son condenados a muerte. Es un film poliédrico y ambiguo, un film difícil de abordar para un espectador poco atento, que puede aburrir por su estilo encriptado y lleno de metáforas dentro de su complejidad abstracta. Gutiérrez Aragón director muy influenciado por la literatura y el teatro articula una extraña fábula política sobre la liberación personal de una ideología, cercana a sus propias experiencias, de la traición y el heroísmo, sobre la resaca de 40 años de dictadura. Donde se amalgaman el exorcismo personal de la militancia al partido comunista hasta las dudas entre la necesidad del conocimiento racional y los impulsos emocionales.

Una soterrada interpretación de la película que equivale a la carta de dimisión como militante que el propio cineasta dirigió al Partido Comunista de España tras la legalización del mismo en Abril de 1977, motivada por su opinión acerca del papel que ha de desempeñar el intelectual en democracia, muy distinto del marco de la lucha clandestina. Ana (una bella y misteriosa Ana Belén) una princesa de cuento con doble personalidad, es una empleada de la Biblioteca Nacional acusada de la falta de un libro de cuentos, que participa en un comité comunista movilizado a propósito del proceso de Burgos, tras sufrir un desmayo en una carga policial, es atendida por su tío Norman (Norman Brisky), un médico que tiene prohibido ejercer por un pasado oscuro. El siniestro doctor le ofrece un tratamiento que le sitúa en una desinhibición por encima del bien y mal, mientras el propio Norman trabaja de traductor en la obra de August Strindberg “La sonata de los espectros”, que trata de mentiras e hipocresía de los espectros interiores.

Una película onírica y con grandes elipsis que no se presta a una interpretación lógica y racional, hay en ella imágenes icónicas y simbólicas por las que se recuerda esta película como es la irrupción de la policía armada en el centro literario, más conocida por “Los grises” (aquello sí que era una policía represora), a caballo cargando con total violencia contra los manifestantes. Otra situación muy jocosa es cuando algunos de los perseguidos por la policía se escudan tras un pretendido cuadro de Goya para no ser golpeados. La ausencia del padre de Ana y su mal recuerdo como quien le obligaba a comer lentejas que no le gustaban, puede verse como metáfora de las generaciones crecidas en la orfandad intelectual, política y cultural, muy reconocible con la que se puede identificar el espectador. Estas son algunas de las ideas que me ha sugerido esta película algo surrealista pero interesante para entender el pasado político de la Transición española.
EL ALBATROS
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