Buena película, de mucha luz y agradable amplitud natural.

El protagonista, el profesor David Lurie, es un tipo tranquilo: le gusta la vida cómoda, la cultura de élite, la música, el sexo con mujer, etc. Esto último, le complica la vida al tener relaciones sexuales con una alumna, bastante crecidita, o sea mayor de edad, y esto que en el Occidente contemporáneo parece que sea el pecado o delito más terrible y condenable que un hombre pueda cometer, le obligará a huir de Ciudad del Cabo y refugiarse en un paraje del campo con su solitaria hija que se dedica a cultivar flores y a criar perros.

A partir de ahí, el profesor Lurie va a pasar de supuesto seductor a víctima indirecta de jóvenes negros desquiciados sexualmente.

Todo el argumento está regado de iluminación solar espléndida, lo cual hace ganar la historia en atractivo y encanto.

Es una película que se sigue con interés, sin duda resulta notable y merece la pena contemplarse.

Bonita y entrañable película acerca de la Gracia de Dios, un concepto poco tratado hoy en día desde que se fue sacando de la escuela por los poderes públicos, al menos en España, la asignatura de la religión. De ahí que ahora, cuando muchos jóvenes ven una película como ésta, les parece ñoña, inaguantable y la califican de la peor manera, quizás porque están muy acostumbrados a andar a altas horas de la noche dando voces por la calle, meándo en plena calle y durmiendo de día a las horas que desde que el mundo ha sido mundo siempre se con esas edades se ha estado trabajando: así pues, no es de extrañar que les resulte repelente una película de índole religioso, que trata sobre el perdón y la gracia.

El actor Michael Joiner hace de policía amargado por la muerte de un hijo suyo que a pesar de los muchos años pasados no ha podido superar ni perdonar. De pronto le asignan en el patrullaje de la ciudad a un compañero policía que es un sargento negro y en su tiempo libre pastor de una iglesia evangélica. Van a saltar chispas, pero Dios se vale de chispas así para introducirse a través de su gracia divina.

Una película ejemplar, de buenos ejemplos, familiar, educativa y religiosa. ¿Se puede pedir más? Desde luego, pero es obvio que películas con estas características le revuelven a algunos todo el veneno que guardan en su interior.

Lo mejor de esta película de Lubitsch, sólo buena y no extraordinaria, son el acierto de la pareja protagonista: Don Ameche y Gene Tierney. Ambos hacen un duo encantador, que no sólo convencen en su mutuo enamoramiento sino que además logran enamorarnos a nosotros los espectadores, ya de la Tierra ya del Más Allá.

Una película que se hace larga y pesada, pero que merece verse por la sintonía y la belleza que logran ofrecer como pareja los citados intérpretes.

Don Ameche era elegante y siempre con una postura erguida-derecha IMPRESIONANTE, como pocos actores. Las transformaciones que van viéndose en su personaje están tan bien caracterizadas que resultan referencia magistral para todos los transformadores del futuro, máxime sabiendo que esta película se hizo a principios de los años cuarenta. En cuanto a Gene Tierney tenía una figura fina, elegante, delicada, de auténtica belleza y esteticismo, pero además ese continente físico maravilloso conllevaba un contenido o talento interpretativo de una calidad sobresaliente. Por lo tanto, verlos a los dos juntos y en un guión fílmico que los presenta como personas que se encuentran para enamorarse de un flechazo y así continuar a lo largo de sus vidas, es como comerse una tarrina de la mejor mermelada sin artificios y acompañándola de galletitas saladas más un vaso de leche de oveja suelta por el campo.

Este filme, al igual que "Casablanca", no es excelente, quizás simplemente bueno. Pero lo que lo hace notable e incluso sobresaliente es la filmación del desarrollo amoroso que se inicia y empieza a desarrollarse entre un hombre y una mujer mucho más joven que él, en este caso de Bogart y Lauren Bacall, y en el caso de "Casablanca", de Bogart e Ingrid Bergman.

El trasfondo histórico y geográfico en esta ocasión es poco asimilable y aún menos provocador de sintonía o complacencia para el espectador; pero lo dicho, simplemente la historia de miradas, portes, insinuaciones, actos de "pelar la pava" (mutuo cortejo amoroso) y por supuesto los besos en la boca, son suficiente para hacer de ésta una película inolvidable y con muchísimos admiradores.

Cuenta la historia de un capitán de pequeño yate de pesca, que en la isla francesa de Martinica, durante la II G.M., encontrará a una joven recién llegada, quien lo enamorará y por quien él tomará partido político con objeto de salvarla o alejarla de la peligrosa situación que surge.

Notable película del género bélico (II Guerra Mundial, desembarco de la infatería de marina estadounidense en una isla del pacífico ocupada por japoneses con el objeto de apropiarse del lugar).

Desde el principio de la acción, vemos escenas muy crudas, violentas y horrorosas de lo que hacen las balas, los obuses, las bombas, etc., en los cuerpos de los combatientes. De hecho, el desembarco en la playa de la isla parece que sirve de referencia al desembarco que rodará años después S. Spilberg en su filme "En busca del soldado Ryan", pues bastante de las escenas que éste filma en cuanto a lo horrorosa y llamativas de las mismas, se parecen mucho a las que rodó Cornel Wilde en la película que nos ocupa.

Sin duda es una buena, una notable película bélica, original como pocas, pues describe a los soldados ya americanos ya japoneses como seres humanos con vidas comunes, de forma que nos parecen humanos, con sus debilidades, sus pasados, sus pasiones y sus circunstancias.

Es una película valiosa por la forma tan humana, sociológica y psicológica que nos presenta a los combatientes de uno y otro bando. Digna de verse, de estudiarse y de reflexionarse.