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España España · Madrid
Críticas de MaxPower
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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
3
24 de febrero de 2012
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien en 'Ghost Rider' se explica cómo el motorista acrobático Johnny Blaze vende su alma al diablo y se enfrenta a este, la secuela retoma esos orígenes y sitúa un nuevo "maldito" en escena. Se trata de Danny, un niño conectado a Johnny por la maldición del demonio y condenado a ser su siguiente reencarnación. El protagonista será el único capaz de detener al malvado Lucifer y sus secuaces, para lo que no faltarán escenas de acción envueltas en fuego, cadenas, mucha mala leche y logrados efectos especiales. Pero en eso se queda. Mucha acción y efectos brutales para una historia tontuna y un Nicolas Cage que repite papel de hombre con resaca.

Una vez más volvemos a ver a peluCage pasado de tuerca, pero hay que reconocer que no hace mal su papel de persona apartada del mundo, del tipo duro cansado de llevar encima unos poderes que más bien son una maldición. La cinta también recupera a Christopher Lambert, relegado a un papel más que secundario, y apuesta por Violante Plácido, una actriz italiana que hace de madre de Danny.

Con todo, a veces viene bien un poco de cine palomitero para disfrutar de la pantalla. Y es que 'Ghost Rider: Espíritu de venganza', lejos de un argumento pasable es entretenida desde el minuto 1 hasta el final. La banda sonora es un placer para el oído más rockero, reproducida por guitarras eléctricas que suben la adrenalina en las escenas más trepidantes. Insuficiente quizás para perdonar a los movimientos de cámara, dignos del Parkinson más tembloroso, y a una historia que se queda lejos de las mejores tramas de superhéroes.
MaxPower
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7
9 de diciembre de 2011
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante largometraje de Eisenstein sobre una revuelta obrera en la Rusia post-Lenin. La película (primera de su filmografía) precedió a ‘El acorazado Potemkin’, cuna del cine ruso y sin duda una de las más importantes de su época y de la historia del cine.

Destacan los primeros planos a los obreros, a sus caras de indignación, a sus expresiones de impaciencia hacia una clase dominante enferma de abuso de poder. De hecho, se perfilan a los de arriba como unos seres gordos y despreocupados ante las demandas de su plantilla, fumando, bebiendo y regocijándose en su despacho: “¡Qué insolencia! En la fábrica no se hace política”. Mientras ellos ríen y se preparan cócteles (llegando a limpiar el suelo con la hoja de las reivindicaciones) en la calle la policía reprime a los insurgentes, a modo de planos intercalados que meten de lleno al espectador en el drama obrero.

La película no solo se centra en la insurrección, sino que también narra la situación de pobreza que padece la población rusa. Dramas familiares, discusiones, niños que pasan hambre... todo ello en un contexto de necesidad y falta de recursos que agitan la inevitable revuelta.

Por otro lado, en el filme se aprecia el nulo individualismo que Eisenstein otorga a la narrativa de sus películas, siempre a favor de la masa o el pueblo. El cineasta huye de centrarse en uno o unos pocos personajes para dirigirse a cuestiones más amplias de la sociedad, en este caso un conflicto de clases cuya intensidad va aumentando hasta unos salvajes minutos finales.

Sin olvidar el curioso montaje, un gran impacto visual de pequeñas acciones en paralelo que se fusionan entre sí para dar mayor ritmo a la acción. La música trepidante, un ritmo acelerado, o la sensación de fiereza que transmiten los obreros, definen a ‘La Huelga’ como un buen agitado drama social. Llama la atención que, si hoy en día parece evidente exigir derechos como una jornada laboral de 8 horas, en su época debió levantar revuelo ante un continente que parecía estar despertando de la trágica I Guerra Mundial.

Muy recomendable para todo aquel interesado por la Revolución rusa o por la historia de Europa en general.
MaxPower
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7
30 de abril de 2012
18 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante el valiente relato de un pulso generacional narrado entre el presente y el pasado, que enfrenta lo viejo con lo nuevo, la vida que se va contra la que llega, y todo con el Madrid de los 80 actúando de presente. David Trueba ha dejado en un segundo plano la fotografía, la música e incluso la iluminación, para ponernos delante del espejo a dos voces en penumbras, marcadas por épocas diferentes y ahogadas en sus propios mares de sabiduría, curiosidad y deseo. Un deseo plasmado en María Valverde, una actriz que aunque parecía encasillada en la moto de un cachitas demuestra que también vale para el cine más independiente y comprometido. Sus anhelos por aprender contrastan con los sabios discursos de José Sacristán en un constante diálogo que fortalece la historia.

La ilusión y la inocencia representada en Ángela (Valverde) se funde con el cansancio, la ironía y la experiencia de Miguel (Sacristán), un afamado periodista oxidado por el whiskey y los cigarrillos que han acompañado a sus artículos durante el largo franquismo y la transición. Veterano como el papel que interpreta, el articulista representa una forma de vivir haciendo un periodismo que hoy ya no existe, aquel de incansable lectura, lápiz y libreta. Aunque su vieja máquina de escribir ya no teclea al dictado de un caudillo, las canas y la rutina le han convertido en un viejo erudito al que ya le pesan los años.

Bien por admiración u oportunismo, la joven Ángela acude a él en busca de los consejos que no recibe en la facultad, ingenua a la vez que intrigada por las verdaderas intenciones de su maestro. Pronto la desnudez de sus palabras cubre sus cuerpos y les encierra entre cuatro mugrientas paredes, despojándolos de la artificialidad del mundo exterior, al que solo se pueden asomar desde una pequeña ventana.

Ambas almas se cruzan y pelean entre sí, a modo de un combate sin vencedor ni vencido en el que solo importa la metáfora del mensaje, la lección que se esconde tras la retahíla hipnótica del bohemio escritor, que tanto desea a las carnes de su compañera de encierro como poseer su misma ilusión por la vida.

Palabras que bailan en torno al amor, la política, el sexo, la literatura, mezcladas con un brillante ejercicio de cámara a puerta cerrada, de planos íntimos y minimalistas que recorren cada rincón de tan pequeño escenario. Una puerta que tal vez represente esa brecha entre un pasado oscuro al que el presente no termina de perdonar, esas ganas de vivir y de romper la barreras que nos enfrentan y limitan a diario, sin importar la edad, la época o el lugar.
MaxPower
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4
7 de febrero de 2012
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar del fuerte disparo inicial, 'Miss Bala' pierde potencia y no logra acertar en la diana. Cuenta la agónica historia de una joven mexicana tentada por el lujo y la fama, envuelta en un círculo de mafia y corrupción del que intenta salir mientras contempla cómo el mundo que conocía se desmorona.

La idea de observar el narcotráfico mexicano desde los ojos de una chica inocente ha sido sin duda la mayor apuesta de Gerardo Naranjo. Pero, si bien es un buen intento de denunciar la realidad de una nación vulnerable e indefensa ante el crimen, la historia no conmueve ni parece creíble en ningún momento. Un fallo quizás debido a unos personajes regularmente construidos y a una trama mal llevada que no busca exponer fielmente el contexto social del país, centrándose en rellenar con paja las monótonas escenas.

En cambio sí que muestra con frialdad la situación de la mujer en México, en este caso representada por una joven obligada a obedecer y a delinquir. Engañada y manipulada, Laura se convertirá en cabeza de turco tanto de la delincuencia como de los medios, condenada a ser un simple peón más de un ajedrez movido por la droga y los fajos de billetes. Aunque la protagonista revela algún atisbo de valentía, el espectador se hará eco de su sobreactuación y hasta de su inexplicable comportamiento en varias escenas. Algo que no solo hay que achacar a la actriz sino también a un guion que se queda por el camino.
MaxPower
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3
30 de agosto de 2012
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia dibuja otro perfil más de tantos que se han hecho y se harán del enigmático presidente que abolió la esclavitud y que tuvo que lidiar con una guerra entre hermanos: los unionistas del norte y los confederados del sur. Este cuento no hace más que coger con pinzas la vida del presidente y mezclarla con colmillos, mucha sangre y barata palabrería.

Ver quién ha puesto los dólares para rodar esta cinta duele más que el visionado. Ni más ni menos que Tim Burton. Una comedia de terror de su característico cine hubiera mantenido a flote el asunto. Pero la intención de ubicarla en el terror a secas hace que la película resulte una inversión de relleno hasta para la habitual cartelera de agosto.

Al cinéfilo que se atreva con ella le recomendaría que se olvide de darle sentido e intente disfrutar de los logrados efectos especiales, de la estética vampírica diecinuevesca y de la escena del tren.

Por último, es una pena ver los papeles que le están tocando a Mary Elizabeth Winstead. Si bien su actuación como mujer de Lincoln es meritoria, no es más que otro de sus roles pocomordedores que poco a poco construyen su filmografía.
MaxPower
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