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España España · teruel
Críticas de simón
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Críticas 138
Críticas ordenadas por utilidad
6
9 de agosto de 2011
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo arrastramos fantasmas a nuestras espaldas. Todos en algún momento de nuestras vidas hemos traicionado la confianza de aquél que un día depositó en nosotros sus mejores intenciones y esperanzas. Todos hemos apuñalado la espalda de ese ser querido, o de aquél que un día creímos que nos había humillado, ocultado de nubes la esperanza de un horizonte amplio. Todos, sin excepción hemos asfaltado de cadáveres las ocultas cunetas de una vía que suponíamos ancha, segura y confortable, hasta que sucedió lo que nunca creímos que sucedería, y tomamos esa decisión que nunca creímos que llegaríamos a tomar.
Y así, cada cierto tiempo, los espectros de todos esos cadáveres se nos aparecen amparados tras la nebulosa de la angustia de la soledad, haciendo retumbar esos cimientos que creíamos sólidos y que con tanto denuedo habíamos construido, a base de manipular y engañar conscientemente la realidad de nuestros actos; al fin y al cabo, echar toneladas de tierra firme sobre los surcos más profundos de nuestra existencia es un ejercicio tan sano como necesario para no hacer naufragar el barco que surca los océanos de nuestra vida.
Ayer, tras una larga noche, me hallé ante todos esos espectros que hacía tiempo habían dejado de visitarme, pudiendo conversar cara a cara con ellos. Ayer pude saludar a Clara que me regañó por haber olvidado la promesa que un día nos hicimos, y me amonestó por no haber sido más valiente; y pude encontrarme otra vez con mis padres, motejándome por no haber confiado más en ellos, y vaciar de contenido las esperanzas de una vida mejor que la de ellos. Y también conversé con José, que después de tantos años siendo tan amigos, me reprochó que un día me marchase sin despedirme, y que faltase a la promesa de ser todo aquello lo que un día le dije que intentaría llegar a ser.
Y me encontré con todos aquellos que tanto me quisieron y a los que un día decepcioné, o peor aun, traicioné a cambio de una promesa de vaga felicidad.
Y también me encontré con Claire, Andrew, Brian, John y Allison, con los héroes de mi infancia, que me confiaron cuatro o cinco certezas que debían de haber sido las guías de mi vida; reprochándome la facilidad con las que me había olvidado de ellas.
A todos ellos pedí perdón, por lo que siempre dije que haría pero nunca me atreví a hacer.
simón
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10
1 de marzo de 2008
17 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Varios años después del primer encuentro acaecido en aquellas lejanas tierras Centroeuropeas, se produce este segundo embate, protagonizado por dos personas que en un primer momento pueden aparecer diferentes, cambiados por el paso de los años, pero que en el fondo siguen siendo los mismos que lenitivamente se enamoraron en la preciosa ciudad de Praga.
Ajados, irónicos, de vuelta de todo, se presentan estos ya adultos, aunque todavía adolescentes de espíritu, enamorados, que no han vivido ni han cumplido con todas esas promesas vitales que un día tan cándidamente profesaran.
Película que, hablando sobre la expectativas no cumplidas, sobre la ruin condena de vivir, sobre la insulta cotidianidad de la existencia, no rehuye el compromiso que todo ser humano contrae para con sus semejantes.
El film comienza con estos dos personajes, magníficamente interpretados, departiendo, manteniendo las lógicas distancias, sobre acontecimientos triviales, pero no exentos de interés (así es la vida), para adentrarse con posterioridad, rotas las cadenas de la desonfianza, en la busilis de las relaciones de pareja, y en la desazón que su inexorable decrepitud generan.
Película muy recomendable, que desentraña toda la red de medios defensivos que se tejen alrededor de la certidumbre de la liviandad del ser humano, y por extensión de la vida, con unos diálogos muy inteligentes, que consiguen que el interés por el film y el destino de sus personajes se acrecenten fotograma a fotograma.
Por cierto, película que transcurriendo en tiempo real, retrata una vez más, el maravilloso decorado de la ciudad de París, lugar perfecto en el que relatar las desventuras de estas ingenuas víctimas de sus propios ideales, de estos pobres enamorados, derrotados indefectiblemente, por el abrumador paso del tiempo.
simón
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2
30 de octubre de 2009
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La publicidad se ha convertido en el instrumento principal, en la certera punta de lanza de esta sociedad de consumo desaforado, en lo que lo efímero y fugaz se premia ante actitudes más sosegadas, pausadas y mesuradas, y en la que pocos se detienen en degustar con la calma necesaria todo lo que realmente tiene de bello nuestra vida.
La publicidad nos propone un mundo ideal pero artificioso, una hermosa fachada que cubre los escombros de su interior, un barroco decorado que esconde las ruinas de unos sótanos derrumbados; manipulando una realidad que ha terminado por convertirla en un modelo a imitar por todo aquel que no quiera transformarse en un auténtico paria de la postmodernidad.
En una sociedad que a través de su potente mercadotecnia ha entronizado la cultura denominada “Light”, raramente se analiza con la profundidad necesaria los aspectos más importantes de nuestra vida, y que precisamente son aquellos que podrían acercarnos a la tan nombrada, pero pocas veces alcanzada felicidad.
En la sociedad de lo efímero, lo que ayer era considerado como un objeto imprescindible para la satifacción de unos desordenados deseos, hoy ya se considera un elemento obsoleto, fácilmente sustituible por algo nuevo y más impactante, por otro producto que logre calmar la necesidad de poseer algo que nos proporcione un mínimo de dudosa dicha. "Vive de prisa", "Vive el momento", se dice; de esta forma no es difícil caer en el consumo de drogas.
Así, de esta forma, nos imponen un modelo de vida, un modelo de cuerpo, un modelo de comportamiento, y, sobre todo un nuevo modelo moral y ético, en la nos obligan a comprar lo que no tenemos, consumir lo que no necesitamos y disfrutar con lo que no nos hace felices, coaccionándonos de esa forma para que compartamos sus banales ideales.
Y si de esos polvos vienen estos lodos, las relaciones entre los seres humanos se han convertido exactamente en lo mismo, en una sucesión de relaciones instantáneas y fácilmente sustituibles, relaciones fugaces y frugales, presididas por un desmedido egoísmo mutuo en la que la satisfacción propia se ha convertido en el único objetivo, y en la que la otra persona se considera un simple objeto por el cual conseguir un objetivo, o en el peor de los casos, en la que se considera la persona un simple juguete sexual con el calmar nuestras desaforadas pasiones primarias,
Y en esta loca y desenfrenada carrera nos olvidamos lo más importante: que lo que de verdad llena no se encuentra en ese falso mundo de apariencias simuladas que entre todos hemos construido y que entre todos, por fin, hemos destruido.
Por cierto, esta película no puede considerarse un retrato de una época o de una generación, ni tan siquiera puede verse como una crítica a la misma, simplemente es un producto más de todo lo que arriba aparece.
simón
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6
7 de octubre de 2009
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una magnífica conversación entre dos hermanos, uno, el protagonista del film, le dice al otro: “ No es que seamos vagos, es que no tenemos nada que hacer”.
Con esta estremecedora sentencia se resume el sentir colectivo de toda una generación, a la cual pertenezco, sin más alicientes en su vida que la del disfrute, si acaso durante un breve instante, de pomposos, artificiales y engañosos goces; pobres y sucedáneos pasatiempos con los que ocupar una vacía e insustancial existencia.
Jóvenes sobreprotegidos, carentes, por tanto, de un mínimo estímulo enriquecedor, que deambulan casi por inercia en un mundo diseñado para satisfacer sus instintos más básicos, sus necesidades más primarias.
Jóvenes sobreprotegidos, mimados por una miope sociedad incapaz de asumir sus errores y por tanto desbordada en su inútil empeño por enderezar un rumbo ya sin retorno posible.
Jóvenes conformistas, adormecidos, desprovistos de cualquier atisbo de capacidad crítica.
Jóvenes influenciables, víctimas de un sistema imbuido en una terrible espiral autodestructiva en la que constantemente se justifican los medios para alcanzar ciertos fines, incluso, muchas veces de orden menor.
Jóvenes manejables, presas fáciles a la hora de imponerles un estilo de vida auspiciado por un poder que no se preocupa por el desarrollo, la equidad, ni la justicia social.
Jóvenes autocomplacientes, empujados a sobrevivir por la inercia misma del paso de unos días ayunos de cualquier confrontación medianamente profunda.
Jóvenes superficiales, incapaces de escarbar en las profundidades de una vida que se consume sin ni siquiera comenzar a disfrutarla, obnubilados por inmensos efectos especiales, deslumbrados por apabullantes luces de neón, que en lugar de iluminar oscurecen una realidad sustituida ya por un inmenso paraíso artificial, en la que todo es lo suficientemente efímero como para que no se añore lo que realmente no se ha poseído.
Jóvenes tiranizados por un estilo de vida que impone su orden sin necesidad de justificarse.
Jóvenes con cuerpo de adulto pero con razonamientos infantiles, que ahogan su vacío nutriéndose de falsos placeres, sucedáneos en todo caso de todos esos que la vida intenta en vano proporcionarnos.
Jóvenes, considerados como tontos útiles al servicio de un sistema que no cree en ellos, empujados forzosamente a la mediocridad y condenados al más ruin de los olvidos; jóvenes que pasarán a la historia, por tanto, como parte de una generación perdida.
simón
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8
17 de julio de 2008
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún recuerdo con emoción el impresionante final de esta magnífica producción española de un no menos magnífico director y mentor de genios como es José Luís Cuerda. Ambientada en la Galicia del 36, esta adaptación de tres relatos cortos del gallego y socialista Manuel Ribas, retrata a la perfección una sociedad en pleno proceso de cambio e indefectiblemente abocada a la fagotización.
Película que trata con acreditada solvencia el ocaso de una época, de una generación, de una sociedad... en definitiva de una forma de entender la vida, articulando para ello un mensaje aleccionador, pero muy al contrario de lo que suele acontecer, inmensamente positivo.
Película que, abordando la etapa prebélica de una contienda cruel y tremendamente injusta, consigue enriquecer su propuesta con la trama que supone el aprendizaje y posterior evolución de un personaje como el de Manuel Lozano, toda un metáfora de lo acontecerá en los años postreros al de la época en la que se ambienta.
Película que acierta en su retrato de una sociedad como la gallega: anquilosada en cuanto a formas y fondo se refiere, avasallada por la eterna figura del cacique, constreñida por la bien engrasada maquinaria católica y abocada al más ruin de los atrasos culturales, económicos, políticos y sociales.
De igual forma acierta en la descripción, un poco estereotipada eso sí, de ciertos personajes típicos de esa etapa; con sus bondades y debilidades, con sus hechuras y sus miserias, pero sobre todo atina con precisión en el retrato de sus manifestaciones más espontáneas y por tanto más humanas, fruto de la desorientación inherente a los periodos de contienda.
Película en suma, que departe sobre la vida, sobre el aprendizaje, sobre las ilusiones no cumplidas, sobre la realidad de la crueldad humana, sobre sus debilidades y sobre todo sobre la evolución de unas personas con poco que decir pero mucho por contar.
simón
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