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Santo Tomé y Príncipe Santo Tomé y Príncipe · São Tomé
Críticas de Alexei
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
7
5 de agosto de 2007
24 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace algún tiempo estuve ojeando una entrevista que le hicieron a Jonathan Rosenbaum –prestigioso crítico de cine que escribe para el Chicago Reader– en Buenos Aires. En ella le preguntaban por sus films favoritos. Nombró M; y los tres últimos de Dreyer, entre otros.
Por eso esta noche me he postrado de nuevo ante la pantalla para desentrañar qué magnificas proezas me desvelaría esta vez el cine.
Primera película que veo de Carl Theodor Dreyer, Vredens Dag (precioso título, tanto por su significado como por su sonoridad) no me ha impactado en el grado que me imaginaba. Empieza de una forma impresionante, eso sí, con esa música y ese poema apocalípticos y hermosos.
Todos los actores me han parecido magníficos, destacando las soberbias actuaciones de Anna Svierkier (Marte Herlofs), Lisbeth Movin (Anne) y Thorkild Roose (Absalon).
Iluminación conseguida, creando un bello contraste entre el blanco y el negro a través del vestuario (vestidos negros), los escenarios (paredes oscuras) y los primeros planos (caras blancas de luz).
Puesta en escena austera, sin recovecos; con una cámara parsimoniosa pero firme, aunque no muy a destacar.
Lo que sí es digno de mención en Dies Irae es la creación del ambiente: oscuro, pesimista, denso y angustiante en sus primeros cuarenta minutos; y ligeramente irregular en los restantes, destacando el crescendo de la historia de la bella Anne y su “conversión”.
El tiempo le ha hecho un flaco favor. Hay obras imperecederas, como Touch of Evil o Los Siete Samuráis, que vistas hoy día siguen dejando la misma huella; pero esta sin duda no lo es. Le faltan las imágenes poderosas, potentes como balas, de Kurosawa o de Welles, o de Bergman, ya que estamos.
En su época me hubiera sobrecogido y emocionado mucho más, estoy seguro; por ahora iré a buscar esas imágenes perdidas a Ordet y a Gertrud.
P.D.: Precioso idioma el danés.
Alexei
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7
8 de febrero de 2007
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, ya que me he hecho con el Pack de tres películas de Béla Tarr de la Filmotecafnac, voy a comentar también esta cinta.
A mí por lo general no me suelen gustar los documentales; hay algunos, como Fahrenheit 9/11 de Michael Moore, que me han encantado, pese a lo manipulador de su envoltorio. Esta película se enmarca dentro del género semidocumental; cuenta con un guión, con una historia, con unos actores, etc... y bueno, me ha gustado; podría no haber pasado de algo interesante, o podría haberle puesto un ocho. Pero me decidí por algo intermedio.
Realizada cuando el autor contaba tan sólo 22 años (uno más que yo, y yo aún no he hecho nada que merezca la pena), se trata de un film hiperrealista que cuenta, sobre todo, con una calidad interpretativa inmensa. La película recuerda mucho al cine de Cassavetes, más que nada a Shadows; hablando de estética (cámara al hombro, riguroso blanco y negro, abundancia de primeros planos...), pues en contenido no tiene nada que ver.
Hay que decir que estamos ante un documento voraz distanciado completamente de sus últimas propuestas [véase La condena (1.988), Sátántangó (1.994) y Armonías de Werckmeister (2.000)], basadas en un cine contemplativo y provocador como ninguno. A quienes esta vertiente suya les repela, aquí podrán encontrar algo más cercano a sus gustos, presumo yo. Nada de lentitud, nada de preámbulos, va directa al grano, a la tragedia. Una película amarga que critica ferozmente al sistema comunista de la Hungría de la época, a la infernal burocracia desalmada; y nos narra cómo el amor queda completamente destruido a causa de la miseria; cómo el entorno familiar y la convivencia con éste provocan un desgaste y una hostilidad despiadada. Dura, potente, cargada de tirria, opresiva... en fin, un debút como director bastante bueno y que ya quisieran otros.
Alexei
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7
8 de agosto de 2007
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se le ha parado de comparar con Taxi Driver, incluso en la carátula del DVD lo pone como campaña de marketing: "el relevo de Taxi Driver". Cosa que me fastidia sobremanera dado que no tienen nada que ver ambas películas. De hecho, en la crítica de la película del Cinemanía recuerdo una frase del redactor que decía algo así como: "si el director ha visto Taxi Driver tiene mucha cara". Ahora, después de ver la película, aclaro: en lo único que Días de Santiago tiene relación con Taxi Driver es en que ambos protagonistas eran ex combatientes. Ya está, en lo único.
Pero bueno, Santiago de Chile es una ciudad que siempre he querido conocer (y mira que he estado cerca), y la idea de un frenético Taxi Driver en dicha capital me pareció bastante atractiva. Me compré el DVD y luego comprobé que Santiago era el personaje principal, y la ciudad en que se desarrollaba la historia, Lima.
Aún así me acerqué a la cinta con entusiasmo.
Como drama social (género muy manido en las cinematografías sudamericanas, por algo será) aporta bien poco, pero como ejercicio de estilo es sugerente y destila "originalidad", aunándose a la estética post moderna muy en boga hoy en día; esto es: con cambios constantes y anárquicos del color al blanco y negro, uso de una imagen granulada o quemada (a lo wKw), montaje desestructurado, etc...
Aunque lo interesante en este film es el personaje de Santiago. Santiago está confuso, como todos. Es un joven chapado a la antigua, que no acepta los valores y la moral que reinan en la ciudad contemporánea. Todo para él es decadente, grotesco, difícil. No quiere que las personas que le rodean le defrauden y destrocen sus ideas preconcebidas sobre cómo debe ser cada cosa, y para ello usa la violencia. Es un intolerante al fin y al cabo.
Es un personaje de lo más interesante, hecho de pocas luces y muchas sombras.
No sabe lo que quiere, anda de un lado para otro de la vida, siempre con furia, no dejando hacer pie al espectador en cuanto a lo que siente.
Los monólogos "runruneantes" (en voz en off) son bastante buenos e imprimen toda la tensión dramática que la cinta necesita.
"Uno tiene que ayudar, siempre tiene que ayudar", dice Santiago, pero sin embargo le pega a la mujer. Es extraño.
A la vez todo esto no es más que la crónica de la guerra o del ejército, describiéndonos a un personaje que ha sido moldeado así por ambos ministerios del horror.
En fin, se hubiera apreciado un poco de más concisión a la hora de narrar sus desventuras amorosas (a tres bandas) que acaban quedando un poco en el aire.
Pero por lo demás, una buena película con un final bastante intenso y, sobretodo, unos seis euros bien invertidos y un muy buen debut que deja patente que Josué Méndez es un director al que aún le quedan cosas por decir.
Alexei
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6
21 de noviembre de 2006
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ten Minutes Older: The Trumpet (Diez Minutos Más Viejo: La Trompeta):

Me suelen gustar las películas compuestas por episodios donde un director diferente dirige cada uno de ellos; véase Eros, por ejemplo, y donde todos ellos giran en torno a una idea central. Como en el caso de Eros, que era el erotismo, en éste es el tiempo.

Dogs Have No Hell (Los Perros No Tienen Infierno), Aki Kaurismäki: Es el corto que más me gustó, tanto por su ritmo, como por su historia. Transmite celeridad, inmediatez, inminencia; en fin, bastante bueno.
P.D.: El surf finlandés no está mal...

Lifeline (Línea De Vida), Víctor Erice: Ritmo pausado, transmitiendo elegantemente la agonía de la muerte. Buena fotografía, cadencia interesante y sutil, buenas imágenes. Buen corto, a secas.

Int. Trailer Night (Interior. Trailer. Noche), Jim Jarmusch: Con lo que me gustan a mí Jarmusch y Chloë Sevigny, sólo lograron arrancarme bostezos durante los diez minutos que dura el corto en este ridículo ejercicio de pedantería.

Ten Thousand Years Older (Diez mil Años Más Viejos), Werner Herzog: El dato que nos cuenta no deja de ser interesante, pero diez minutos no son suficientes para hacer algo más digno de tal suceso.

Twelve Miles To Trona (Veinte Millas Para Trona), Wim Wenders: Uno de los pocos cortos, junto con el de Aki, que me gustaron. Por la historia, por la música. Me gustó bastante.

We Wuz Robbed (Fuimos Robados en algún dialecto afroamericano), Spike Lee: Obvio y horroroso panfleto muy poco cinematográfico que no viene al caso.

100 Flowers Hidden Deep (100 Flores Ocultadas Profundamente), Chen Kaige: Me dejó absolutamente frío.
Alexei
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8
14 de agosto de 2008
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza el gran día, último día sábado 10 de noviembre de 2007, día que justifica todo el festival, incluso.

A las 12 del mediodía me dirijo hacia el Casino de la Exposición, donde tiene lugar la rueda de prensa de Béla Tarr. Tonto de mí, llego tarde por primera vez a una cita imprescindible del festival.
Entro en la sala, pasados unos diez minutos desde el comienzo, y ahí está, sentado al lado de Manuel Grosso, Tarr, en carne y hueso, exactamente igual a como lo he visto en fotos: chaqueta negra de cuero y gafas de sol redondas.
Siempre corta e insatisfactoria, por supuesto, la rueda de prensa acaba y yo me quedo con que “A Londoni Férfi” ha sido para Béla Tarr la película más difícil de llevar a cabo, una producción que se extendió durante más de dos años, lastrada por una larga pausa debido al suicidio, en febrero de 2005, del productor francés Humbert Balsan, a quien está dedicada la película.

A las 16:00 puedo ver “El Jardín de la Fantasía”.
Después “Alondras en el Alambre” a las 18:00.

21:00.
Empieza.

El tiempo queda suspendido.

Contemplamos la cabina de guardagujas ferroviario donde deambula Maloin, protagonista de esta historia.
La cámara sube, se mueve, baja, entra por sitios imposibles… comienza una pausada sinfonía de movimientos que componen un único plano y a la vez una única escena.
“Los primeros 20 minutos de «El Hombre de Londres» es lo mejor que se ha filmado en Europa este año”, había dicho Grosso. Y no le falta razón.

Cuando me enteré de que el último film de Béla Tarr estaba basado en “L’Homme de Londres”, novela del escritor belga Georges Simenon, me compré el libro y me lo leí. Sin ser una obra maestra, sin ser siquiera un gran libro, está escrito con un lenguaje claro y sencillo, con una trama interesante pero que tampoco da lugar a una excesiva intriga o a una excesiva tensión, donde lo único a destacar es el final, en el que el escepticismo y el cinismo de Maloin lo coronan como padre de Meursault; y es que, escrito nueve años antes, el final del libro bien pudo ser un perfecto incentivo para que Camus creara al famoso extranjero.
El libro se presenta también, al parecer, como un punto de inflexión en la obra de Simenon, punto en el que dejó de escribir “noveluchas policíacas y populares” y se pasó a cosechar una reputación de “escritor serio y trascendental”, habiendo firmado un contrato con la prestigiosa editorial francesa Gallimard.
En cualquier caso, la historia le sirve de pretexto al director para regresar a ese cine negro minimalista que ya explorara en “Kárhozat”, del año 88.

En esta producción el cuarteto mágico se quiebra con la salida del iluminador Gábor Medvigy y la entrada del nuevo Fred Kelemen, alemán de madre húngara, del cuál no tenía referencia alguna; pero insiste en la dirección con Tarr, en el guión con Tarr y el escritor László Krasznahorkai, y en la música con Mihály Vig.
(Sigue en spoiler por falta de espacio).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alexei
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