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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por circunstancias muy diversas, un hombre puede haber caminado a tientas durante muchos años; puede haber aceptado proposiciones que no eran lo que esperaba de la vida... y hasta puede que haya hecho cosas que no aplaude el universo ni han quedado guardadas con beneplácito en su conciencia. Esto, de seguro, dejará cicatrices en su alma difíciles de borrar… Pero, cuando ese mismo hombre comienza a comprender el sentido de la existencia y una visión generosa, tolerante y reconciliadora, empieza a abrirse paso en su conciencia, todo lo de atrás quedará bien guardado en el baúl de los recuerdos (ese que no provoca volver a abrirlo), pues ahora comprenderá que, esa, fue tan solo la escuela por la que debió trasegar, necesariamente, para poder llegar a esta nueva escala de su evolución personal.

Donde entra la luz, la oscuridad se disuelve. No la agrede, no la maltrata, ni la condena, simplemente la disuelve como lo hace el Amor, porque esto es lo único que, en el mundo, puede llamarse JUSTICIA. A cualquier otra cosa, tan solo se le puede dar el nombre de venganza.

En su vida, Clint Eastwood ha trasegado por este proceso. Habiendo nacido en tiempos de la Depresión (1930), de chico no pudo llevar un estudio aplicado porque, su padre, bombeador de gas donde le llamaran, se veía abocado a cambiar de residencia en cualquier momento, así que, el pequeño Clinton, nunca pudo tener una escuela estable. Después, para poder sobrevivir, le tocó asumir empleos de tercera categoría (cajero en una tienda, asistente en los altos hornos de una fábrica de acero y también bombeador de gas). Cumpliría luego con sus obligaciones -por fortuna, ligeras-, en el ejército… y de pronto, gracias a unas fotos que envió a los Estudios Universal, se vería asentado en Hollywood y haciendo papelitos en películas serie B de Jack Arnold, Arthur Lubin y otros. Vendrían luego nuevas experiencias, incluida la serie televisiva “Rawhide”, hasta que, un viaje a Italia, lo pone al lado de Sergio Leone, con quien hará tres spaghetti western en los que, como protagonista, representará a un mercenario que mata sin sentimiento alguno. Esto lo prepara para un personaje aún peor que, con su propia productora, financiaría… pero ya todo eso son empedrados caminos que han quedado atrás, porque, habiendo logrado realizar su sueño de ponerse tras las cámaras como director y consolidada su productora Malpaso (nombre muy acertado en principio, pero que podría ya ser llamada ¡Gran-paso!), Eastwood hace ahora prácticamente lo que quiere. Y con la plena complacencia de tener más claro como es que debe asumirse el juego de la vida, comienza a prodigarse en títulos tan relevantes como “Mystic River”, “Million dollar baby”, “Banderas de nuestros padres”, “Cartas desde Iwo Jima”… hasta este “GRAN TORINO”, donde todo lleva a presentir que su personaje, Walter Kowalski, es un reflejo de su propia vida con el que, cinematográficamente, hace un ejercicio de oportuna redención, cuando ya la edad y el entendimiento, le permiten alcanzarlo.

Thao (el camino) y Sue (el fuego), serán los jóvenes, instrumentos del universo, con los que Kowalski-Eastwood, podrá resarcirse de su grisáceo pasado. Y lo hará siguiendo el proceso de ese veterano de la guerra contra Corea que, aún siendo viejo, todavía guarda resentimiento con los “amarillos”; que se amarga por tenerlos ahora como vecinos; y que ni siquiera consiente que pisen su acera porque siente que la empañan. Pero, sabiendo la vida que, Kowalski, aún guarda un gran amor que ni siquiera a sus hijos ha podido dar, va a darle ocasión de apreciar si, su generalizado y despectivo concepto de los jóvenes, en realidad es preciso… y comenzará así, a abrirse ese camino que pronto sabremos si le permitirá alcanzar el triunfo espiritual: Ver lo que siempre ha estado ahí, pero que nunca has visto.

Salvo pequeñas objeciones (su relación con la iglesia católica y el uso de cierto lenguaje que, en algunos momentos, se torna latoso), el filme, además de divertido, resulta muy aleccionador y digno de un gran aprecio.

¡Clint Eastwood es, ahora, un gran tipo!
Luis Guillermo Cardona
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7
14 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si nos atenemos al concepto del escritor y político francés, Régis Messac, cuya tesis para su doctorado en Letras fue precisamente sobre la literatura policíaca: “La novela policial –y por ende el cine de este género- es un relato centrado principalmente, en el esclarecimiento metódico y gradual, con recursos racionales y exactas demostraciones, de un hecho misterioso”. Siendo así las cosas, entonces “LA NOVIA SECRETA” es un filme policíaco, porque se trata en principio de develar si la muerte de un empleado público –a quien el actual gobernador, Walter H. Vincent, había indultado de un cargo por malversación de fondos-, obedeció, como se ha afirmado, a un suicidio… o si pudo haber sido un asesinato con connotaciones políticas.

En este nuevo cauce de los hechos, estamos también ante un filme que, de manera crítica y escueta, recrea la suerte de juego sucio que suele ser bastante común en los sectores políticos donde, en aras del poder, “debe hacerse lo que sea necesario”. Y para fortuna del director William Dieterle, su película estuvo a tiempo justo de sobrepasar la rígida censura que estaba a punto de tener su pretencioso asiento en la industria hollywoodense. Sin embargo, esto puede ser lo que explique su escasa difusión y que apenas ahora salga de nuevo a la luz, en unas condiciones culturales que llevarán a que, de seguro, interese a muy poca gente. Porque casi todo el mundo se siente atraído por lo actual, pero muy pocos comprenden que la historia del arte ha preservado - para el disfrute de las nuevas generaciones- los más grandes, calificados y aleccionadores tesoros que se han realizado a lo largo de los siglos.

“LA NOVIA SECRETA”, no tiene la suerte de caber precisamente en este último concepto, pero es un filme que refleja bien una situación social palpable, y que además resulta de suficiente interés y de valioso significado, porque sirve para corroborar que, la clase política, sigue siendo la misma porquería en estos últimos veintiún siglos.

Con razón, alguien que fuera mi jefe, le decía cierto día a un empleado de la oficina: “Mi estimado, Carlos Mario, tú te duermes en las asambleas, llegas tarde a todos los compromisos, estás siempre dispuesto a venderte al mejor postor y es muy poco lo que te interesa la realidad de esta empresa. Así que voy a despedirte para ser justo contigo: ¡tú mereces estar en el Congreso de la república!”

Warren William es, en “LA NOVIA SECRETA”, el fiscal general que encabezará la investigación por la muerte de John F. Holdstock, pero está en aprietos por estar recientemente casado (y en secreto) con Ruth Vincent -la hija del principal sospechoso- a quien representa, muy gratamente, la siempre encantadora Barbara Stanwyck. Y el director Dieterle, nos asegura, como es frecuente en su extensa filmografía, una factura bastante satisfactoria.
Luis Guillermo Cardona
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8
5 de noviembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Caroline Frost es una chica encantadora, alegre, pícara, confiada… y con una voz de alondra que pareciera emanada del cielo. Hija de un quisquilloso senador que –con razón- no quiere ver a su linda hija casada con cualquier pelafustán, Caroline se siente muy atraída por el teniente Robert Latham, el cual no gusta a su padre por razones que éste resume refiriéndose a él como “un sinvergüenza inútil”… pero que quizás se avengan con su profesión en la que, celos y encierro, son “regalo” común para esta suerte de esposas. Y para Martin Frost, su hija es una promisoria soprano con un futuro en los escenarios que nadie debe parar.

El condescendiente fatum entrará entonces en escena, y tras proponerse Caroline escapar de su padre para seguir a Latham quien, con su ejército, ha partido hacia el fuerte Bridger, en su camino se tropezará con un especial y “non sancto” jugador llamado Johnny, y con él algunas cosas van a cambiar… y un montón de regocijantes aventuras vamos a presenciar cuando se sumen a aquella caravana que viaja esperanzada tras el oro de California.

“FELIZ Y ENAMORADA” fue el primero y único technicolor que consiguió hacer la estupenda actriz y cantante Deanna Durbin, quien se apunta aquí otro de esos gratos filmes que consiguió darnos a lo largo de su carrera. Es éste un western semi-musical con canciones de Jerome Kern e E. Y. Harburg, que además de estar magníficamente ambientado, consigue unos toques de comedia bastante entretenidos, sobre todo cuando entran en escena dos truhanes que juegan a ser nobles rusos, empeñados ahora en hacerse con el prometedor baúl de la señorita, y cuando aparece el viejo estafador a quien la vida sonríe en cada timo que emprende.

Esta es la suerte de filme que veíamos en aquellas tardes de domingo de nuestra adolescencia y de los cuales salíamos encantados porque sentíamos haber estado en otro mundo colmado de luz, color y gratas aventuras, lo que resultaba un verdadero solaz para nuestra cotidianidad en la que, las carencias económicas y un cierto aire de rutina, eran bastante comunes.

Frank Ryan, quien ya había dirigido a Deanna Durbin en “Hers to hold” (1943), vuelve a contar con ella en un filme que supera notablemente al anterior y donde la actriz luce esplendorosa en una suerte de aventura que debió repetirse en otras tantas ocasiones. Y un estupendo reparto, con figuras como Robert Paige, Akim Tamiroff, Ray Collins y Leonid Kinskey, entre otros, consigue colmar de simpatía un festivo western-musical que nos asegura un rato bastante divertido.

¡Bienvenidos a la caravana!
Luis Guillermo Cardona
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6
24 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No consigo impedir que, en mis labios, se dibuje un rictus de sonrisa amarga cuando escucho hablar a los gobernantes de sus llamados, “planes de justicia” (léase castigos), pues, siempre habrá “justicia” para el pobre y el humilde, pero, para ellos y los de su clase, solo habrá escamoteo e impunidad… dentro de lo terrenal, aclaro.

Cada vez que recuerdo que, al humilde Jean Valjean, le tocó padecer una condena de 19 años de cárcel, muchos de ellos en trabajos forzados, ¡por haber robado un pan!, veo lo poquísimo que ha cambiado la humanidad en todos estos siglos y cuanto empeora la “justicia” con el pasar del tiempo. Las cárceles están hacinadas de gente que lleva allí años y su delito fue sustraer alguna prenda de una tienda donde, cada día, les roban a los empleados el derecho a un salario justo… o por saquear la caja de un mercado de donde extrajeron unos pocos billetes, pero, el “honrado” propietario, ha puesto la denuncia por cinco o diez veces lo que realmente había… o por arrebatar un dispositivo a quienes se la pasan ostentando en las calles plagadas de miseria… o por protestar reclamando a gritos desesperados que se le haga justicia a un pueblo que ya no aguanta más…

Pero, cada día, de las arcas del Estado (de numerosos países) desaparecen cantidades enormes de dinero, ¿y estarán en las cárceles siquiera el 10% de los políticos que merecerían estarlo?... Un hombre está purgando, ahora mismo, 30 años de cárcel por un asesinato que cometió en una borrachera o en un arrebato de ira, ¿pero cuántos están purgando aquellos que, abusando de su poder y con pleno discernimiento, han ordenado matar o han asesinado, a decenas, cientos y hasta miles de personas?

Todo esto, me lo trae a colación la inmortal obra de Victor Hugo, “Los Miserables”, en la que se cuenta una de las historias más profundas y significativas que nos haya dado la literatura universal. Infortunadamente, películas como ésta del francés, Jean-Paul Le Chanois, tan sólo consiguen ser bien intencionadas, pero, no logran -por la gran extensión de la obra- captar el clima ni las emociones que, con su sangre y su alma, emanó del pulso del escritor francés.

A, Le Chanois, se le abona el haber pretendido acercarse lo más fielmente a la novela, razón por la cual la realizó en dos partes; se le reconoce que nos haya permitido conocer más ampliamente al particular y exasperante personaje de Thenardier, al que Bourvil pone muy en alto; se le agradece el poder recordar detalles de la historia del padre de Marius; y sobre todo, saber quién fue realmente Éponine y ver esa confrontación entre su vida y la de Cosette, donde se nos muestra lo implacable que suele ser la vida cuando llega el momento de dar vuelta a la rueda.

Pero, hasta ahí llegan los aciertos de <<LOS MISERABLES>>. Jean Gabin y Bernard Blier -quienes cargan sobre sus hombros con los personajes de mayor relieve en la novela- no logran impactarnos como lo esperábamos, y la historia se prende y se apaga al sacar a Valjean de contexto para dar paso a una lucha revolucionaria que, el director, recrea con escasos resultados. Nadie espera que se recree toda la novela, tan solo se requiere ser fiel a su ideal de redención, pero no se puede prescindir de que la historia tenga alma, porque, es en esto que radica la gran fuerza espiritual de Victor Hugo.
Luis Guillermo Cardona
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4
26 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque se ha dicho que también tomó algunas ideas de otros cuentos de, Henry James (Los amigos de los amigos y La bestia en la jungla), <<LA HABITACIÓN VERDE>> es, esencialmente, una adaptación de, “El altar de los muertos”, un magnífico cuento que, James, escribiera en 1895, y en tal sentido, le hubiera venido mejor el título del escritor que el que se le ocurrió al director, François Truffaut, puesto que, es aquel un espacio escénico -ocurrencia suya- que desaparece muy pronto de la historia.

El guión, escrito por Truffaut, en compañía de Jean Gruault, con algunas variaciones, sigue no obstante y muy de cerca, la base argumental mantenida por el escritor estadounidense; y la historia del inglés, George Stransom (aquí convertido en el francés, Julian Davenne), estrechamente relacionado con La dama de luto, sin nombre personal -lo que podría contener latente un sensible significado, pero llamada en el filme, Cecilia Mandel, dándole así un carácter concreto-, está contada siguiendo buena parte de los diálogos del autor.

Entre ellos, ese altar a los que ya no están -erigido con la venia incluso de los obispos-, pues, para Stransom, la religión de los muertos es la suya propia… se erige como una complacencia con lo que los viejos parientes y amigos consiguen ser ahora, mucho mejor que lo que fueron en sus relaciones en vida.

James, profundiza mucho en este sentir extraño y obsesivo de su personaje, el cual fluye como un escape, y al mismo tiempo, como un represado deseo de tener aquel control que nunca se tuvo, pero, Truffaut -mucho más físico en su exposición de los hechos por decisión personal o acaso por falta de presupuesto que le permitiera acudir a los efectos especiales y visuales que, evidente y poderosamente, reclama la historia- deja de lado todo ésto, y el resultado es un filme que no consigue calar en la magnífica dimensionalidad que, con gran eficacia, describe el genial, Henry James.

El director francés, no atina ni un ápice en la escenografía, que no describe, pero sí sugiere las acciones que se desarrollan en, “El altar de los muertos”; y ni siquiera la iluminación o la fotografía de Almendros, consiguen dar cuenta de ese ambiente europeo que a, James, complacía enormemente, incluso tanto o más que su misma gente. A todo nivel, el filme luce escaso, renuente y superficial… y quizás, el momento más simpático -hecho para reservada complacencia de los más avezados-, es aquel en el que vemos los retratos de los “muertos” que ama Davenne... que no son otra cosa que los personajes que marcaron la vida del mismísimo, Truffaut: Su colega y amigo, el director Jean Cocteau; su íntimo amigo, el actor Oskar Werner, con quien se peleó dura y definitivamente durante el rodaje de su segunda película juntos, “Farenheit 451”; el escritor irlandés, Oscar Wilde; el compositor de la música del filme que nos ocupa, Maurice Jaubert… y hasta esa rememoración: “Éste es americano; le gustaba tanto Europa que acabó adoptando la nacionalidad inglesa (…) A través de él aprendí la importancia del respeto a los muertos”, que alude a... bueno, ya ustedes saben (o sabrán) a quien se refiere.

Nos toca quedar a la espera de una merecida adaptación de este magnífico cuento, el cual también enaltece el legado de ese gran escritor que fuera, Henry James.

Título para Latinoamérica: <<EL CUARTO VERDE>>
Luis Guillermo Cardona
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