¿Qué es Contrabandistas de Macao? Pues cuando empieces a verla te sonará toda la historia a Gilda (1946), pero no es Rita Hayworth, es Joanne Dru, y aunque no baile ni cante, a Tony Curtis eso parece importarle poco porque como mujer fatal está igual de atrayente. Tony Curtis fue uno de los principales galanes de Hollywood, y ser galán no es ser finolis, es ser también un tipo duro y ha cumplido sin pegas, por su bien.

Aquí también el protagonista encuentra un aliado en la sala de fiestas y aparecen extraños contactos entre los clientes porque Macao tiene un tráfico ilegal con los EEUU y de ahí viene el título. La trama se urde con más complicaciones pero sobre ella está el anhelo de la pareja de triunfar, de escapar de la mala vida como intenta todo bicho viviente.

Lyle Bettger es muy buen malo, malo en el sentido de mala persona, porque es educado y tiene cultura y no nos hace recordar a George MacCready, aunque al hombre de la cicatriz se le daba muy bien ser malo, pero hay muy buenos malos por las pantallas que hacen la vida variada y entretenida. Y Rudolph Maté no parece tener problemas para sacar adelante este proyecto de intriga en Macao, entre el exotismo de un lugar tan escondido en el mundo.

Una serie desenfadada de aventuras acerca de una pareja de mercenarios protagonizada por Rod Taylor y Dennis Cole. En España pasó prácticamente desapercibida.

Se situaba en la época de principios de siglo, del cambio del Far West a cuando empezaban a aparecer los pozos de petróleo y los automóviles. Por su temática, podría decirse que era una especie de continuación en el tiempo de la serie de Jim West. Hank Bracket y Johnny Rach, son dos aventureros que actúan como agentes del gobierno americano; el primero es el clásico duro, serio y analista de las misiones; y el segundo, el joven y valiente socio, y como corresponde, seductor inevitable de la guapa de turno.

Dennis Cole no terminó destacando más que como artista invitado en varias series americanas.

Rod Taylor fue un actor que siempre dio lo máximo en sus trabajos.

El caso Nina B tiene una presentación a golpe del mapa político de la Alemania dividida de la postguerra, para situarnos en el contexto. Es una de las películas de la última etapa de Robert Siodmak realizada en Francia y cuenta con todo el expresionismo que le caracterizó a la hora de hacer cine negro, del que fue uno de los mayores exponentes.

En este caso es un drama con tintes empresariales que cuenta con un poso de lo más siniestro, se trata de personajes de oscuros pasados criminales, nazis que han logrado infiltrarse en la nueva sociedad alemana como ciudadanos respetables. La película, y más Siodmak, no permite disculparles de su pasado, dibujándolos de insistentes en sus confabulaciones, de insensibles personas, y es más, que parece que tienen familia con la única intención de disfrazar más todavía su apariencia de dignos empresarios. Este es el poso más logrado de la película, y llama la atención, algo que es cierto como hoy día sabemos, cómo esta gente aún seguía en sus trece que más allá de subsistir inadvertidamente, todavía querían seguir imponiéndose sobre los demás a base de astucia y métodos criminales, ya fuera en los negocios como en cualquier otro campo en el que hubieran tenido que establecerse.

Siodmak echa mano de esa mujer, Nina B, antigua prisionera de los nazis, para exponer el resentimiento agudo como algo que queda intrínseco e inherente en aquel que padeció los indescriptibles abusos de los campos de concentración.

Los puntos fuertes del expresionismo están latentes en la determinación de los personajes, en sus actos, y se muestra por ejemplo en las miradas, en los gestos y sobre todo, en los ojos enfocados y clavados en la imagen (recurso en La escalera de caracol, 1945), como en esos inmensos ojos de Nina pegados al espejo retrovisor. Un drama, por tanto, en una sociedad irreconciliable. A detallar la corta aparición de José Luis de Vilallonga en el papel de amante como el que repitió en Breakfast at Tiffany's, de la misma fecha.

Es difícil hacer una valoración de una película que brilla por una dirección magistral, a mi parecer, y por unas actuaciones que nos hacen creer en este robo al tren y todo lo que va a suceder, cuando si hacemos un breve examen mental, juicioso e imparcial, podemos llegar a la conclusión que lo aquí acaecido es harto... frustrante. No quisiera tampoco pecar de incrédulo ni ser riguroso, pero es la típica película que la salva lo bien hecha que está.

Son planos continuos de los ladrones en los camiones, fijos, el del volante solo o acompañado por otro, o dos más, los vas viendo y sus presencias son ajenas a la cámara de la forma más convincente. La fotografía es excepcional. Las actuaciones son soberbias, te hace contemplarlos con intriga, los ves pendientes de la carretera, de la radio, de si viene la policía o si hay un control más adelante, aunque están a un palmo de la cámara, mientras tú esperas si saldrán adelante o no, como sucede cuando no haces otra cosa que verlos ante ti, que de alguna manera estás siendo cómplice de sus actos.

Y en el fondo ya deseas que se vayan con las 9 toneladas de oro que han robado, por eso, porque los has acompañado en todo el trayecto y te han hecho trabajar. En ese aspecto, la película está conseguida.

Un golpe al Banco de lo más limpio. Podíamos decir que algunas situaciones son algo ingenuas, pero también es verdad que a veces nos la cuelan y no nos damos cuenta, por muy listos que seamos. El Sr Donovan (Barry Sullivan) no es el tío más despierto del orbe, pero tiene una mujer que confía en él plenamente y eso cuenta. Su jefe también, pero el agente de seguros, el duro Charles McGraw, es un auténtico perro.

La película es una muy buena muestra de cómo repercute en nuestras vidas ser víctima de un robo importante, no drásticamente pero sí muy significativa, luego podrían aumentar o disminuir las consecuencias, según las circunstancias y la persona. Un emocionante relato sobre la desconfianza y las sospechas en el alma de las personas y sus reacciones.