Si "Alcarràs" hubiera estado firmada por, pongamos: Chloé Zhao, y versara sobre, digamos: señoras de mediana edad viviendo en caravanas y cagando en cubos, desde nuestra eterna sapiencia la habríamos puesto a parir al grito de: cinta sobrevalorada por ese público norteamericano que no tiene ni puta idea de nada. Para equilibrar la balanza lo justo sería que ahora dicho público dijese exactamente lo mismo de esta cinta con la que Carla Simón ganó el oso de oro en Berlín, al tiempo que aquí la ponemos en un pedestal y le pasamos la lengua por los pies. Yo lo siento pero la versión que vería mil veces sin cansarme de "Alcarràs" la firmó Icíar Bollaín hace seis años bajo el título de "El olivo" (2016).
Por ir a lo esencial, y no marear más de lo debido la perdiz, visto que la realizadora catalana no es una cineasta que me hable a mi. ¿Es mejor "Alcarràs" que "Verano 1993" (2017)? Sí. Aquí los personajes en general, y los críos en particular, son un 0'01% menos insoportables que en aquella. Así que sí. Ahora bien, Carla Simón repite la fórmula de su ópera prima, así que todo aquel que no entrara en aquella casi que tampoco lo hará aquí, aun siendo capaz de valorar positivamente el conjunto y sus no pocas virtudes.
¿Qué hubiera pasado con "Alcarràs" si no hubiera triunfado en el Festival de Berlín?

No dejo de darle vueltas a lo que podría haber dado de sí "El buen patrón" en manos de Álex de la Iglesia & Jorge Jorge Guerricaechevarría y no en las del sieso de Fernando León de Aranoa.
Dejada atrás esa fantasía de adolescente salido, me hacen mucha gracia aquellos que dicen que "El buen patrón" es la mayor aproximación de León de Aranoa a la sátira y a la comedia negra, o a su visión de esas dos cosas, desde "Familia" (1996). Queda patente que nunca vieron la más que recomendable "Un día perfecto" (2015), cinta que ya lucía con vigor bastante cinismo soterrado bajo un tema peliagudo.
Javier Bardem en particular, y todo el elenco de secundarios en general, son otro pilar de "El buen patrón"; esa película que recupera para la causa al ya extinto vaso de tubo. El premio interpretativo como protagonista para Bardem creo que es fijo fijísimo en la venidera temporada de premios patria. Muy por encima, creo yo, de Penélope Cruz y su desaprovechada Janis de "Madres paralelas" (Pedro Almodóvar, 2021). Por mucho que lleve por bandera una Copa Volpi veneciana.
En definitiva, muy a favor de "El buen patrón".

Creo que estoy en ese inevitable punto de la vida en el que determinados géneros cinematográficos son incapaces de llenarme, fase por la que imagino atraviesa todo cinéfilo que se precie. En los últimos tiempos me sucedía con el bélico, y tras ver “El rey proscrito” he descubierto que la épica medieval puede unirse también a dicha lista, al menos en su vertiente histórica ya que la rama fantástica si que me pasa sin excesivos problemas.
“El rey proscrito” me ha recordado, con punzante horror, a esa épica histórica inane que, por desgracia, viene practicando el Ridley Scott más reciente. David Mackenzie nos mete de cabeza en un esquemático tour por los lugares comunes de este género, poblado todo ello con personajes de trazo grueso incapaces de despeinarte lo más mínimo. Los buenos son muy buenos, los malos son muy malos e incluso idiotas, la lluvia aparece cuando tiene que aparecer, y los planos aéreos de paisajes con los protagonistas en pequeñito al fondo son preciosos. Vamos, todo en su sitio cual cliché.
La historia narrada en “El rey proscrito” no es, ni excesivamente novedosa ni especialmente evocadora, una nueva revisión al clásico mito de David contra Goliat que hemos visto ya mil veces. El guion tampoco ayuda, plano como el solo; parece mentira que hayan sido necesarias hasta cinco manos para llevarlo a cabo. En fin, si William Wallace levantará la cabeza y viera este desaguisado…
Cuenta la leyenda que el primer montaje de “El rey proscrito” estaba más cerca de las dos horas y media que de los ciento veinte minutos que dura el corte final, pero tras el paso del film por el festival de Toronto algunos críticos protestaron de la lentitud del film, y el bueno de David Mackenzie decidió bajarse los pantalones y pegarle tijeretazo a su película. ¿Se imaginan a Tarantino haciéndolo?… Al final tanta tijera se termina notando, hay algunas transiciones entre escena y escena que entran duras, y muchos momentos se notan apresurados.
Otra cosa que no ayuda a “El rey proscrito” es el fantasma de “Juego de tronos” sobrevolando toda la cinta cada vez que aparecen en escena rostros de dicha serie tales como los de Stephen Dillane o Clive Russell. Es para echarse a llorar de pura morriña.
Ojalá toda la película hubiera sido como sus portentosos primeros diez minutos, un alarde de dirección dominado por un intenso y épico plano secuencia que transmite más y mejor que los ciento diez restantes. “El rey proscrito” es cruda y sucia, lo que a la postre se termina convirtiendo en pobre virtud.
En resumidas cuentas, tras su paso por Toronto y visto el éxito de Mackenzie con su anterior film, se nos vendió “El rey proscrito” como la segunda venida de Cristo, pero por desgracia al final no ha llegado ni a primera venida del limpiacristales de mi barrio. Decepción gorda.

Lo que más me fastidia de "13 exorcismos" es que los gallegos nos hayan robado a los castellanoleoneses. O que los castellanoleoneses nos hayamos dejado robar de los gallegos. Porque sí. Lo que inspira esta película pasó en Burgos. Pero claro, la apropiación cultural mola que te cagas.
Aparcando eso, "13 exorcismos" me ha gustado bastante. Esta ópera prima de Jacobo Martínez, sacada adelante bajo el paraguas de 'los productores de "Malasaña 32" (Albert Pintó, 2020)', juega las mismas bazas que aquella, solo que elevando un poquillo la apuesta. Y la jugada vuelve a salir bien. Buena parte de elevar el listón consiste en tener un reparto magnífico y un diseño de personajes más cuidado. Dos elementos que benefician al conjunto. Es quizás el personaje de la psicóloga escolar el que peor tratado está. El lugar común por donde más agua bendita se le escapa a esta pila bautismal.
En si lo que más me duele, tanto de "13 exorcismos" como de la ya citada "Malasaña 32", es que sigue brillando más la coletilla 'de los productores de…' que una que pudiera rezar 'del director de…'. No veo ni en Albert Pintó ni en Jacobo Martínez espíritu de futuro cineasta de género con alma. Realizadores competentes les des lo que les des, sí. Pero piezas estimulantes para mi amado cine de género, no.

Lo único que me ha molestado de "Todo a la vez en todas partes", uno de los juguetitos cinéfilos y cinéfagos del 2022, es esa necesidad de sus directores porque el tercer acto dure una hora y porque tenga la solemnidad de una película de Christopher Nolan. Aunque igual no es ese el vocablo correcto. Seguramente no estemos hablando de molestar en el sentido estricto de la palabra, pero aun así lo usaré. Por culpa de lo anterior hay como media película que se sitúa tan arriba y durante tanto tiempo, que acabas literalmente extenuado. Con una banda sonora además que no da un segundo de tregua. Qué sé yo, igual al final molestar sí que es la palabra correcta.
Por lo demás "Todo a la vez en todas partes" es un segundo largometraje en el que Daniel Kwan & Daniel Scheinert siguen trazando esa particular línea que ya comenzaran con "Swiss army man" (2016). Aunque aquí logrando un producto final notablemente más redondo, terceros actos aparte. Temas universales de fondo, existencialistas por lo general, recubiertos de capas y más capas de locura no apta para mentes demasiado racionales. Y no me voy a alargar más. A buen entendedor pocas palabras bastan.