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Críticas de Vivoleyendo
Críticas 1.745
Críticas ordenadas por utilidad
10
3 de abril de 2015
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta sí es la película del año. Desde luego que para mí la historia de un actor que quiere huir de su pasado hollywoodiense (“Birdman”) no tiene parangón con este biopic de Stephen Hawking, que abarca las décadas que pasó junto a su primera esposa.
Redmayne es Hawking. Se ha mimetizado en el eminente científico de tal manera que me olvidé del actor y sólo tenía delante a aquel muchacho brillante al que un día, a los veintiún años, le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica y le vaticinaron un par de años más de vida. Por entonces ya salía con Jane Wilde y ella tomó una decisión que no cualquiera tomaría a los veinte años ante una perspectiva tan dura. Ella no tenía ninguna obligación moral para con él. Era libre de tomar otro camino. Fue puesta a prueba a una edad y en unas circunstancias en las que muchos saldrían corriendo. Es comprensible que uno no tenga el grado de madurez requerido o que el amor no sea lo bastante fuerte.
Jane demostró que poseía ambas cosas. Decidió permanecer a su lado durante el tiempo que le quedara. Lo acompañó en los pasos de su deterioro físico, en los momentos de desaliento, y le dio hijos y muchos días felices.
Stephen, como a menudo ocurre, sorprendió a la ciencia y se empeñó en vivir, superando todas las expectativas. Él es una de las mentes más preclaras del mundo, un astrofísico y divulgador que, como científico acérrimo, no cree que haya respuestas divinas y sobrenaturales, y yo estoy de acuerdo. Seguramente el caso de su tenaz supervivencia no se deba a nada divino ni sobrenatural, pero entonces, quizás como ocurre con todos esos fenómenos del universo para los que aún no poseemos respuesta, el hecho de que lleve más de cincuenta años resistiendo a una enfermedad mortal de necesidad debe de esconder algún motivo que todavía desconocemos. O, como yo sí puedo admitir, puede que la ciencia sea insuficiente. Si la voluntad de seguir aferrados con uñas y dientes a este mundo es muy fuerte, si uno cree firmemente que todavía no le ha llegado la hora, si el amor por la vida es tan inmenso que se incrusta en cada una de las enfermas células... ¿Puede ser eso un motor para sobrevivir? ¿Puede haber una respuesta no científica, no divina, no sobrenatural? ¿Tiene él una explicación para sí mismo?
Vio crecer a sus dos hijos, incluso tuvo otro más mucho después. Todos los esquemas se readaptaron. ¿Estaba la fortaleza de Jane preparada para aguantar más allá de los dos años pronosticados? Sí, lo estaba. Pero el cansancio empezó a hacerle mella. Necesitaba a alguien que los ayudara a tiempo completo y por el momento no podían permitirse una enfermera las veinticuatro horas. ¿O se trataba del callado orgullo de Stephen, al que le dolía tanto sentirse como una carga y comprobar día a día su propio declive? ¿Le aterraba dar el paso que suponía reconocer abiertamente que era un ser completamente dependiente?
La verdad es que quien está sano no puede saber cómo debe de sentirse eso. Sentirte dentro de una cárcel en tu propio cuerpo.
Por fortuna, la ELA no afecta a las funciones cognitivas, y Hawking siguió regalándonos sus teorías . Y conservó su esperanza y su tenacidad.
Jane, de una forma u otra, ha permanecido a su lado, siempre. Su amor mutuo evolucionó y, aunque se les agotara el motor que mantiene un matrimonio, la amistad perduró.
En la singularidad del espacio-tiempo... Tal vez Hawking sueña con volver atrás, antes de todo, antes de su propio tiempo, hasta aquel pub en el que la conoció y él era un chico con un cuerpo que le respondía, ya con cierta torpeza, pero era como cualquiera, con la única diferencia de un cerebro privilegiado.
Ojalá esté a tiempo de descubrir esa ecuación que explique el todo. Y si no, seguro que sonreirá con picardía pensando en el reto que ha dejado para las generaciones futuras.
Hermosa fotografía, preciosa banda sonora (cómo me gustó que incluyeran la pieza “Arrival of the birds” de The Cinematic Orchestra), un increíble Eddie Redmayne y una genial Felicity Jones para el drama romántico más bello de 2014.
Y sí, ésta es la película del año.
Vivoleyendo
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6
17 de mayo de 2011
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya me hago cargo de que tiene más de cuarenta tacos, pero vaya si se le notan. Una lástima. Porque al acabarla la impresión que queda es la de haber visto un refrito de los típicos tópicos y clásicos del cine de terror con kilos de polvo encima. Y para remate, con salsa de tomate, y toma pareado. O me equivoco o lo que utilizaron para recrear la sangre era una lata de marca Tomator o similar que existiera en los sesenta. La sangre de verdad es más oscura, o eso he observado alguna que otra vez. Por lo menos podían haberse molestado en conseguir la tonalidad apropiada añadiendo un colorante inocuo o algo así, y en hacer que el potingue fuese menos espeso. Que seguro que aprovecharon lo que sobró para preparar un estofado en salsa, o poco les faltó.
En cuanto a lo de original… Pues no es un calificativo que yo le atribuiría. Deja un saborcillo a resobado, a que antes que ella se habían empleado fórmulas que son casi calcadas aquí. Homenaje o no de Chicho a los evidentes clásicos a los que alude, a estas alturas su clima de terror se ha quedado acartonado.
Aunque, siendo justos, virtudes las tiene y nada despreciables. El clima está muy conseguido y mantiene la atención del espectador. Chicho era muy bueno sugiriendo, eso es verdad. No tan bueno mostrando, o no lo fue en esta película, en la que lo explícito (que no abunda, por fortuna, porque los efectos especiales son cutrecillos) arruina no poco el efecto tan hábilmente conseguido en ese ambiente crispado y tenso de un represivo internado de muchachas en la flor de la edad.
Lilli Palmer realizó un excelente rol, bien caracterizado en esa directora que podría ser una viuda negra en el centro de su tela de araña, controlando férreamente sus dominios. “La letra con sangre entra” era la máxima en la educación institucionalizada, y era frecuente emplear métodos severos y punitivos para hacer entrar en vereda a las alumnas. Las circunstancias escogidas para el escenario de la película son muy convenientes, pues las internas del tétrico colegio que nos ocupa proceden de familias desestructuradas y de dudosos orígenes. Ello se traduce en que sus parientes se desentienden en gran medida de ellas enviándolas a una escuela con reputación de dureza. La vara y los castigos se prodigan y ellos lo saben. Tal vez creyendo que por el hecho de quitárselas de encima ellas van a dejar de existir, o que es mejor pasarle el mochuelo de la educación a una directora estricta, se convencen de que la solución es tratar de olvidarlas y de paso quedar bien ante las amistades con el cuento de que sus niñas se están enderezando en un colegio decente, sin verles el pelo en meses y meses.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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5
12 de marzo de 2011
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Continuación de la triste historia del monarca de la Restauración, que perdió a su gran amor, María de las Mercedes, sin haber disfrutado apenas de ella. La joven reina cerró los ojos a los dieciocho años, dejando viudo a un rey destrozado y sin descendientes al trono. Obligado por la etiqueta de la corte, tuvo que casarse en segundas nupcias con María Cristina de Habsburgo, pero él ya era un fantasma consumido por la pena y las ganas de olvidar.
Sigue el olor del alcanfor en esta almidonada conclusión de las desdichas de un Alfonso XII quintaesencia de los sueños románticos de las abuelas.
Vivoleyendo
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5
10 de abril de 2010
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo negativo de estas comedias estadounidenses ochenteras de institutos es que, si no se vieron en su momento, ahora pasan sin pena ni gloria. Su ideario y planteamiento, aunque no sea desacertado en cuanto al irónico análisis de la facilidad con la que se puede influir en las masas, es, más que simplón (hay comedias simplonas que me hacen pasarlo en grande), machacado e insulso. Ese estilo tontorrón me era llamativo en la época en la que estaba de moda y si me pillaba en años tiernos, pero una vez deteriorado por la erosión que se ceba en cierto tipo de cine, y vaya si se ceba, no me aporta casi nada. Si ni siquiera me divierte. Hay otras comedias de los ochenta con las que me sigo partiendo la caja. Si éste hubiera sido el caso, o que por lo menos le hubiese detectado chispilla, no habría tenido inconveniente en ser más generosa en mi puntuación.
Lo que pasa es que una está ya hasta los mismos de esos pedorros institutos donde todo el mundo está cortado por el mismo patrón, y dividido en categorías. En la cima, los líderes de la popularidad: la buenorra jefa de las animadoras por un lado (cómo he odiado siempre esa institución sagrada de las animadoras, como si eso fuera lo máximo a lo que una fémina púber estadounidense podía aspirar y soñar, y si una era gorda y fea o sencillamente desarrollaba alergia hacia ese tipo de ocupación, ya podía ir pensando en cortarse las venas.) Por otro lado, el jefe del equipo de fútbol americano de la escuela, tan machote con su casco, sus hombreras, los pantalones ceñidos , el masculino efluvio de los entrenamientos y de los partidos, y la testosterona segregada al situarse en la cumbre de la jerarquía del mundillo estudiantil. Una división entre chicos y chicas marcadamente sexista y basada en que para ser alguien la materia gris es lo de menos. Es más, si se te ocurre tener cerebro y demostrar que lo tienes, serás del club de los cutres, te tirarán al saco de los anormales marginados. Para estar arriba tienes que tener mucho músculo y nada de coco si eres un tío, estar muy buena y no tener nada de coco si eres una tía, y santas pascuas. O fingir que no eres inteligente. Total, en este planeta los que ganan más pasta son los deportistas de élite y las tías con palmito que explotan su imagen. ¿Para qué preocuparse de otra cosa? ¿Qué necesidad hay de estrenar las neuronas, si es que se tienen?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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7
5 de septiembre de 2009
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ojalá fuese cierto. Que la inocencia fuese suficiente garantía para ahorrarte sufrimientos y quedar salpicado por sospechas, acusaciones e ignominia.
Pero la inocencia no es un cartel luminoso que destella como los de los taxis.
Muchos inocentes han pagado por delitos que no han cometido.
La frase del policía y que da título a mi crítica, en una de esas extrañas asociaciones de ideas, me recuerda a esas historias sobre las mujeres que eran acusadas de adulterio ante los sagrados tribunales religiosos. Recuerdo que leí que a las acusadas las obligaban a beber las "aguas amargas", un potingue mortal de necesidad. Antes de la ejecución de la atroz condena, les recitaban a las infelices reas un rollo con el que supongo que las malsanas inclinaciones morbosas de los jueces se deleitarían bastante. El rollo consistía en que, si bebían las aguas y sobrevivían, eso significaba que eran inocentes. Pero si morían, era obvio que habían sido culpables.
Por supuesto, ahí no se salvaría ni el tato. Como era de prever, la mayoría estiraría la pata a los pocos segundos de ingerir el brebaje, sobre todo si le añadían cal viva. Y, por lógica divina, todas las que estiraban la pata eran culpables.
Pues más o menos eso es lo que me sugiere el que los supuestos miembros representantes de la ley y la justicia te digan que "si eres inocente no tienes nada que temer." Sea como sea, te van a hacer pasar el mal trago.
Porque, en realidad, ¿qué le importa a nadie de esa gente el que seas culpable o no? Ellos te juzgarán, pero la mayoría no se preocupará en serio de si realmente cometiste el delito. La mayoría no tendrá mucho en cuenta si está enviando a presidio (o a la muerte) a alguien que podría no haber hecho nada malo. Sí, puede que alguno tenga auténticos escrúpulos de conciencia. Pero da miedo pensar en lo rápido que se vuelven todos los dedos a apuntarte directamente al corazón cuando alguien grita: "¡Culpable!", y te hacen tragar las aguas amargas diciéndote que si eres inmaculado, saldrás ileso y resurgirás como el Ave Fénix.
La justicia puede equivocarse, cierto e inevitable. La justicia puede ser negligente. Y no es infalible. Pero, cada vez que la justicia se equivoca, es negligente o es falible, hay personas que pagan.
Podría tocarte a ti. O a mí.
¿Quién nos indemniza por nuestra inocencia robada y manchada?
El genial Henry Fonda da empaque a un thriller que el propio director anuncia al principio con su pomposidad habitual, pero que después resulta no ser para un redoble de campanas. Cierta tensión, de acuerdo, pero que se estropea con un desenlace que yo percibo fallido.
Intriga con poca chispa y sin mucha trascendencia.
Vivoleyendo
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