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España España · Salamanca
Críticas de La Maga
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Críticas 190
Críticas ordenadas por utilidad
9
28 de diciembre de 2006
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la última década, Jim Jarmusch realizó Dead Man y Ghost Dog. Además, aportó su colaboración al bosquejo y entramado colectivo de Coffee and Cigarettes. Tres trabajos de uno de los creadores de la horrible etiqueta indie, tres trabajos que nos avisaban de lo que iba a llegar: su primera obra maestra.

Premio del Jurado en el pasado Festival de Cannes, Flores rotas es de nuevo una disección implacable de la sociedad USA, y para variar, de nuevo una revisión del mito donjuanesco, pero sobre todo, y vayamos a lo importante, es un viaje sentimental, de maduración, lleno de encanto y dispuesto en forma de road-movie (un género que ya deberíamos convertir en clásico, pues encierra sus orígenes en el mismísimo western), en el que un ser humano reflexiona sobre sí mismo para así conferirle un sentido a su vida, una vida por la que muchos, ya lo creo que sí, darían un brazo, y por otra parte, pelean por conseguir durante toda su existencia.

Bill Murray se erige en el guía perfecto de esta odisea a través del tiempo y el espacio. A pesar del peligro de aparecer por momentos lost in translation, los gags detectivescos de su vecino Winston le instan a visitar las flores rotas de su pasado: Laura, la eterna e insaciable adolescente; Dora, una jipi convertida en mujer a la carta, con una vida de diseño y una mentira por fachada; Carmen, de devoradora de hombres a comunicadora de animales; y Penny, la vengadora Penny, perdida en la compañía rebelde de una banda de moteros. Un perfecto mcguffin (¿quién es la madre del hijo de Don?) es el motor que alimenta esta búsqueda de sobres rosas y máquinas de escribir, nihilismo, compromisos e inmadurez.

Sin nostalgia, sin piedad, mostrando el enorme ridículo que puede suponer un ejercicio de realización personal, Jarmusch dosifica los planos a través de gestos y movimientos leves, un elenco de actrices portentosas, y un protagonista absoluto: derrotista, aficionado al chándal, patético, solitario y maestro Zen. Mimbres sencillos y complejos se dan la mano, la aridez propia de sus películas desaparece, y esta vez no es un joven el que trata de buscarse a sí mismo no se sabe dónde, sino de alguien que sabe lo que busca, aunque lo haga sin ganas, porque ya se perdió a sí mismo por el camino. Flores rotas es un tapiz de delicadas y profundas emociones en el que se entra de lleno desde el principio, o no se entra, pues lo que muestra es una concatenación de casas y visitas que os sorprenderá por su alto conocimiento del ser humano. Triste y melancólica, el optimismo se conjuga con la ironía, la amargura con el cinismo, dando como resultado un deleite continuo de extraña belleza. Sin faltarle un humor de altos sabores, surgido de la banalidad, acompañado por una excepcional banda sonora (atención a la combinación de Marvin Gaye y una botella de Moit-Chandon), y coronado por un final antológico.
La Maga
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5
28 de diciembre de 2006
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adaptación de El perfume, best-seller internacional escrito por Patrick Süskind en 1985, nos retrotrae a finales de los años 50. El sistema conocido como Smell-O-Vision, Aromarama u Odorama llega a nuestras pantallas con la película Scent of Mistery, de Jack Cardiff. Los espectadores siguen la pista del asesino por su olor, pero son tantos los aromas entremezclados que al final nadie consigue detectar al asesino, y los mareos se convierten en una constante. El fracaso fue tan rotundo, que el arrojo de especias desde el palco a la platea, y los cajetines situados bajo las butacas de cada sala, desaparecieron al unísono.

El director alemán Tom Tykwer, bien arropado en la producción por su compatriota Bernd Eichinger (El nombre de la rosa, El hundimiento…), vuelve a centrarse en un personaje complejo enfrentado de manera drástica a un mundo exterior que no comprende. Y lo hace a través de una dirección academicista, demasiado fiel al original, con un metraje desproporcionado dado su desigual ritmo. El creador de esa joyita narrativa llamada Corre, Lola, corre (1999) recoge la esencia seductora y sensorial de la prosa de Süskind, pero no consigue retenerla salvo en las ocasiones en que decide transgredir los códigos inherentes a una superproducción: el nacimiento del inadaptado social, su primera víctima, la huida de su elixir perfecto…

Tal vez en un futuro, iSmell, la denominada "Tecnología aromática digital" creada por DigiScents, nos haga volver a soñar con la posibilidad de incorporar un nuevo sentido a la magia del cine. Mientras tanto, conformémonos con el enigma de aquella magdalena de Marcel Proust que despertaba recuerdos de infancia en En busca del tiempo perdido, o con la capacidad del ser humano para reconocer y recordar aproximadamente unos diez mil olores distintos.
La Maga
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7
24 de enero de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, Ridley, a ver, por dónde empiezo. Te ha salido un trabajito bien resultón, hay que reconocértelo, le has dado a The Martian un empaque adecuado, nadie podría objetar nada en cuanto a lo visual, la producción es impecable, pero no espero menos de ti, un hombre ya canoso curtido en mil batallas. Te agradezco la labor instructiva y pedagógica de la que haces gala, acercar la ciencia (botánica, telecomunicaciones, astronomía, geografía marciana…) al común de los mortales y no morir en el intento hoy en día tiene su mérito. Además, eres listo, la elección de Matt Damon te viene como anillo al dedo (otra cosa es Jessica Chastain, desaprovechada), pues representa ese modelo de hombre con el que toda familia de clase media estadounidense puede sentirse identificado, es marca Damon vamos, un tour de force consigo mismo arropado por la marca NASA, la multinacional de las multinacionales, y todo queda en casa. Incluso te atreves a hacerle un guiño a vuestros competidores los chinos en esta nueva y recuperada carrera espacial, sustituyendo a los otrora competidores rusos.
En definitiva, has conformado un producto de puro entretenimiento, que se ve de un tirón, te mantiene intrigado, que no es poco, una nueva aventura en la exploración espacial.
¡Pero!
Los que te conocemos y sabemos de lo que eres capaz, o al menos eras (Blade Runner, Alien) esperábamos ese algo más que te volviera a alzar al reino de los elegidos, capaz de llevar la ciencia-ficción a ese punto en que la obra se convierte en imperecedera. Sin embargo, de nuevo fracasas en el intento y acabas pareciéndote más a un émulo de Ron Howard, en el peor sentido, pues no consigues trascender más allá de los límites científicos y comerciales. Dónde queda la mística, señor Scott, dónde queda esa mítica que debería acompañar al más Crusoe de los Robinsones, a la mayor de las exploraciones. La soledad de ese hombre que sabe que va a morir no nos llega, no oímos sus gritos de desesperación, tan solo asistimos a su comedia, a su capacidad a la hora de reírse de sí mismo. Pero me falta algo más, necesito que una aventura de tal calibre me transporte más allá, me interrogue, me transfigure, me conmueva, y eso, sintiéndolo mucho, no lo has logrado desde tu segunda (Alien, 1979) y tu tercera películas (Blade Runner, 1982), y ese, para tu desgracia y la nuestra, es el sino de tu carrera, y de este marciano. Toda una lástima, otro intento fallido.
La Maga
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7
8 de marzo de 2007
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las reuniones de viejos amigos pueden acabar en una sarta de reproches. Precisamente por eso, el director catalán se inspira en Reencuentro (1983) y Las invasiones bárbaras (2003) para evitar todos los tópicos. Y lo hace con las mismas herramientas de su exitoso debut: contar peripecias con un fuerte sabor a vivencia, y hacerlo sin que parezca una batallita; personajes (personas) que sudan humanidad por todos sus poros, sin una pizca de heroísmo, con pequeños, y en ocasiones, grandes defectos; una planificación descuidada y nerviosa, cámara en mano, primeros planos, fotografía hiperrealista, ausencia de banda sonora (sólo ruido ambiente y silencios); y unas interpretaciones y unos diálogos impecables por su escalofriante sinceridad. En su contra: fundidos a negro que no vienen a cuento y finales impostados que revelan dudas y dificultades cuando menos se esperan, necesitan y desean.
Remake es una historia ajena que sentimos como propia, un espacio intermedio entre dos épocas y un ajuste de cuentas generacional. Los padres se han desencantado y aburguesado, están desgarrados; los hijos les achacan su inmadurez a los treinta años. De los principios autoritarios y los valores morales tradicionales se pasó a una educación libertaria. El modelo sigue siendo el mismo, la imposición de normas. Las consecuencias y tópicos sociológicos a la vista: jóvenes que sueñan con patatas y alienígenas, desmemoriados, ingenuos e insolidarios, jóvenes que necesitan contar un rollo que a nadie les interesa y que son incapaces de pensar con independencia, sin repetir los titulares de los periódicos. Toda generación cuestiona a la anterior, siempre hay motivos para la revolución, el problema es que fracasan.
Remake no deja títere con cabeza, no complace a nadie, es amarga, escéptica y pesimista. Sus batallas verbales están cargadas de desorientación existencial, de frustraciones, desengaños, renuncias y rencores. Gual sólo encuentra esperanza en la reconciliación padre-hijo, ¡pero vaya reconciliación!: el triunfo del individualismo, que cada uno vaya por su lado para enderezar su vida. Antes, los lazos familiares eran salvadores, purificadores, ahora, pueden resultar veneno. Peor el remedio que la enfermedad. Saboreen y disfruten primero, razonarán después. Para mí (el resto de opiniones son igualmente válidas), Max es el espejo que mejor refleja lo que ocurre en Remake, su chivo expiatorio, pero también, la suciedad en la que encuentro la única esperanza, o por lo menos, la nostalgia de una esperanza que no viví y ya ha muerto.
La Maga
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7
10 de junio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la espera todavía de la gran película sobre la CRISIS ECONÓMICA (documentales ya hemos tenido unos cuantos, y brillantes), el director que realizó aquella obra maestra llamada L.A.Confidential, allá por 1997, se pasa a la televisión para aportarnos algo más a la consabida escabechina que azotó los cimientos de todo un sistema. Esta vez, los términos de finanzas, fusiones, bancarrotas y agentes se siguen sucediendo a la misma velocidad que el valor de las acciones se va por el retrete, de ahí que la tensión dramática esté asegurada. Pero lo que de verdad diferencia a esta cinta de las anteriores es que toda la historia adopta el punto de vista de Henry Paulson, Secretario del Tesoro, y ese matiz demiúrgico es lo que aporta un distintivo esencial a Too big to fail. Viendo a William Hurt, las convulsiones que sacuden a su rostro a cada nuevo paso hacia el apocalipsis, uno se da cuenta de la locura psicótica en que el sistema capitalista se convirtió desde Reagan y Thatcher. Pero no se asusten, eso no es lo peor, lo peor es la cara que se te queda y el estado terminal en que tu cuerpo se halla cuando te das cuenta de que, debido a las "soluciones", solo es cuestión de tiempo que volvamos a pasar por lo mismo, solo que la próxima vez seguramente ya no habrá solución posible y no viviremos para contarlo, pues... será Too big to save!
La Maga
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