Si no fuera porque su credibilidad (es como decir su verosimilitud argumental) se diluye en algunas premisas fundamentales que resultan flojas, la obra podría haber resultado magnífica.

Porque es capaz de mantener la intriga, el suspense, porque implica al espectador y le invita a tomar parte, le involucra en la trama y se la hace vivir.

Y es una pena.

Se trata de una muy buena película que lo tiene “casi” todo.
Por eso sus faltas me apenan más.
Aunque muchos se las perdonen y, a pesar de todo, la consideren obra maestra.

Divertida película muda que no termina de alcanzar nota sobresaliente porque resulta excesivamente ingenua incluso para haber sido estrenada en 1923.

Pero posee un punto de valor adicional e incuestionable que convierte su visionado en imprescindible: algunas de su escenas han pasado por derecho propio a instalarse en la memoria de todos los aficionados al cine.

Y eso no se consigue fácilmente.

Película de carácter fantástico y mágico (¿cómo no, tratándose de “Las mil y una noches”?) que goza hoy como gozó en su momento (1924) del aplauso del público.

En aquel tiempo, porque el espectador era ingenuo y benevolente.

En este tiempo porque el espectador es benevolente e ingenuo.

Y nos gusta que sea así.

Los expertos dicen que se trata de una obra de culto.
Dicen que es la primera película extensa con voluntad narrativa y eso representa un hito en la historia.
Dicen que es épica, también partidista, a veces pretenciosa y en cualquier caso desmesurada.

Los expertos dicen que se trata de una obra cumbre.

Pues sólo hay una forma de saber si es cierto lo que dicen.
Verla.

Verla pero, eso sí, sólo una vez.

Quienes amamos la montaña sabemos mejor que nadie el valor que en adversas condiciones posee un pobre cordino o un mendrugo de pan. También sabemos lo superfluo que es casi todo lo que se venera en la civilización y lo angustiosa que resulta, a veces, vivir en la ciudad.

Pero no se trata de imponer a nadie un modo diferente de vida ni obligar a que cambie sus hábitos. Casi cualquier opción es valiosa en sí misma y, por eso, respetable.
Aunque no es de extrañar que haya tanta gente más perdida en la vida acomodada que Dersu en su taiga.

La película adolece de cierta lentitud en ocasiones pero el tema está tratado con innegable destreza y no poca admiración hacia modos de vida alternativos. El paisaje es precioso, la música cautivadora y los dos protagonistas principales bordan su papel.