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España España · Barcelona
Críticas de Willis
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Críticas 31
Críticas ordenadas por utilidad
8
21 de septiembre de 2018
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que gusto de película.

El primer placer es el de ver una obra bien hecha: una buena historia, con actores muy buenos, bien contada, bien fotografiada, bien de ritmo, de musica, de localizaciones, de vestuario... Nada falla. Todo está impecable. No hay un segundo de aburrimiento. Hasta el título es perfecto.

El segundo placer es ver a Penelope Cruz y a Javier Bardem bordando sus papeles. Tardé muchos años en que me gustara Javier Bardem como actor, nunca entendi su enorme éxito en el cine y con las mujeres. Siempre me pareció zafio, grosero, primitivo, un hombre que sudaba esperma y que debía oler a ajo reconcentrado, además de un actor al que no se le entiende cuando habla ( lo peor que le puede pasar a un actor, a mi parecer ). Muy al principio, Penelope tampoco me gustaba, pero ahí Almodovar me sacó inmediatamente de mi error cuando la convirtió justamente en una diva ( Volver). Bueno, mis prejuicios con ella desparecieron totalmente pero persisten con él. Debe ser celos y rabia masculina. Aunque no tengo más remedio que reconocer que en esta película estan perfectos los dos.

El tercer placer es ver como avanza la película de la comedia de costumbres al trhiller, como van apareciendo los secretos de la familia, como poco a poco te vas enterando del pasado de los personajes principales y empiezas a entender los motivos por los que estalla el drama inesperado. Aquí voy a poner un pero, y es que nada se nos dice de los motivos de los malvados. En cualquier otra película quizás esto no tenga ninguna importancia, pero me parece que aquí si debiera haberse dicho algo sobre este aspecto.

El cuarto placer es que la película genera debate moral, o sea que a la salida puedes continuar hablando de ella. Por que los personajes actúan como actúan ? ¿Hubieras hecho tu lo mismo en el caso de ser Bardem ? ¿ Y en el caso de ser P. Cruz ? ¿ Hacen lo correcto ? ¿ Que pasará después ? ¿ Que pasará con la hermana mayor y su hija ?
Yo de ustedes no me la perdería.
Willis
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10
5 de noviembre de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si me preguntan ¿Cuál es tu película preferida? Debo responder Doctor Zhivago. Sé que es imposible contestar por razones que no sean sentimentales. Hay cientos de películas excelentes. La crítica elabora listas constantemente: las 10 mejores, las 100 mejores, 300 films que debes ver antes de morir... Todas tienen solo un sentido informativo, pues la número 300 podría ser la 1 y la 1 la 300.

Doctor Zhivago me abrió un mundo nuevo, me enseñó que el cine es un espectáculo completo y maravilloso, que sirve para entretener y emocionar, pero también para aprender y reflexionar, y que todo esto se puede hacer de la forma más bella que imaginarse pueda. Un espectáculo que lo puede dar todo a la vez: poesía, música, épica, drama, tragedia, comedia, la Historia y la historia, placer estético, conocimiento, profundidad, reflexión, belleza y verdad. Otras artes pueden darte lo mismo, de acuerdo, pero ninguna te lo puede dar con la fuerza, la brillantez y la majestuosidad del cine. Por si fuera poco, es baratísimo: compras el DVD de Doctor Zhivago y lo ves una vez al año, alternando la posición de rodillas y la de firmes, para rendir cumplido homenaje y no extenuarte, y te sale a unos ridículos céntimos de euro cada hora de placer.

Zhivago me llegó en la hora justa, claramente identificable. Invierno de 1972, diez años de edad, apenas virgen en las salas. Habría visto hasta entonces, Disney, Tarzan, y alguna que otra, pocas, por TV. El mundo de 1972 era muy diferente, la TV hacía poco que había llegado a las casas, y menos aún a la mía, mi padre era reacio (y como él otros muchos). Un niño de 10 años ha visto hoy cientos de películas, sobre todo ha visto muchas luces y mucho estruendo, y ya nada le sorprende. Yo era casi virgen audio visualmente hablando.

Fui al cine con mis amigos de entonces, de 10 a 12 años, quedábamos como si fuéramos ya mayores. Eso era perfectamente normal en una pequeña capital de provincias. Una época que defino como la época pre mujeres. Niños mayores, responsables, a los que todavía no nos perturbaba el sexo. Recuerdo la puntualidad escrupulosa de las citas. Si quedábamos un domingo a las 4 de la tarde, cinco minutos antes ya estábamos todos con total naturalidad. Nunca más he disfrutado de una puntualidad como esa, una costumbre que daba confianza y seguridad. Disfrutábamos como locos, sin saberlo claro, de aquellas primeras salidas sin los padres. Comprábamos un paquete de tabaco en una máquina de la calle (no sé cuándo desaparecieron pero esas máquinas fueron reales), nos fumábamos un par de pitillos cada uno, no queríamos caer en el vicio, y tirábamos el resto. Solo el día de salida semanal. Y lo cumplíamos sin esfuerzo, con el temple y la seriedad de los niños mayores. Toda aquella paz saltó por los aires al poco tiempo con la llegada de la primera chica. Por suerte aún no había llegado ninguna cuando entramos a ver Doctor Zhivago. No es misoginia. Cada cosa a su tiempo.

Así fue, sin tener la menor idea de lo que íbamos a ver, con la madurez cogida por los pelos, limpios de prejuicios. Solo la información que daba a unos ignorantes el cartel original. Quedé clavado en la silla, cosido y pegado, boquiabierto, admirado, no perdí detalle en las tres horas largas de un día que nunca olvidaré. Era una sala antigua, enorme, de pantalla gigante, con platea y primer piso. El primer piso era más barato, así que ahí estábamos, repantigados, convencidos de nuestra acertada elección. Ver Doctor Zhivago por primera vez, ahí es nada, creo que aún no me he recuperado de la emoción:

El mundo adulto, por fin, sin secretos y en toda su complejidad. El orgullo de darte cuenta que ya entiendes lo suficiente para seguir la película y comprender lo que te están contando, pero que aún no lo entiendes todo. Eso se llama fascinación, diría. La belleza de Julie Christie, la belleza de las mujeres en general, que desde ese día ya nunca estarán tan hermosas como en el cine. La belleza de los paisajes, la nieve, los trenes cruzando las estepas, los bosques... Estaba ahí dentro, en los mismos e inmensos paisajes. La música que se te queda grabada. La Historia de Rusia, terrible, que aprendes sin ir a clase. Y todo lo que digo a continuación, que sin duda pertenece a otros visionados, pero que estaba ahí en el primero: Zhivago tan bueno, tan puro, sufriendo tanto. Lara tan buena, tan pura, sufriendo todavía más. Zhivago casándose con su hermana de adopción porque cree que la ama, igual que lo cree ella. Como salta todo por los aires cuando llega el amor de verdad, la pasión que la película defiende. La imposibilidad del amor. Lo endiabladamente complicado que es todo, aun dando lo mejor de ti. La Historia que te sobrepasa. No sigo, cientos de razones sobre las que muchos han escrito, mejor y con más conocimiento.

Al salir había que irse pitando. No hubo tiempo de comentarios ni de fumarse el cigarro habitual. Si nos lo fumábamos nos olerían el aliento, ya llegábamos muy tarde y la inspección sería severa. La vida volvió con su habitual monotonía. Recuerdo mi deseo de comentar la película con mis compañeros. Un deseo vago, pues todavía no sabía muy bien cómo se hacían esas cosas. Me dirigí al mayor del grupo, el líder tranquilo que iba a cumplir 13 años. Un chico noble, robusto, con una fuerza física tremenda, podía tumbarme de un sopapo sin pestañear pero siempre me trató con amabilidad, y eso que yo era un tocacojones de primera. Recurrí a él en busca de la autoridad que otorgan la edad y el liderazgo indiscutido. “Què et va semblar la peli?” Me miró de arriba abajo perdonándome la vida, "acollonant", contestó con aplomo, enfática y lentamente, con una voz segura, de fardona superioridad, una voz que confirmaba que él había entendido cosas que a mí, bisoño, se me escapaban. Me quedé aguardando que continuara. Inútil espera. Acojonante, sin duda, y no hacía falta decir nada más.
Willis
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9
30 de septiembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estos chicos eran realmente maravillosos: Jóvenes, guapos, buenos, excelentes camaradas, inteligentes, bromistas, divertidos, desenfadados, limpios, sin sombra de afectación, auténticos, puros, con convicciones éticas acertadas y sorprendentes para la época y por su juventud. Absolutamente encantadores y perfectos.

Encima de este material humano de primera calidad, va y resulta que eran unos genios de la música popular, con un talento enorme para componer canciones inmortales, John y Paul, talento al que se suma un poco más tarde pero indiscutiblemente, George. Genios que encima son unos currantes incansables, y logran, en pocos años, un oficio y una presencia escénica impecables.

Y encima de todo lo anterior, resulta ser la primera vez que en la historia de la música pasa algo semejante. Basta verlos andar a los cuatro, casi corriendo, ágiles, felices, asombrados, casi saltando, saludando sonrientes; verlos andar así justo en los momentos antes de subirse a un escenario, esos grandes estadios que muestra el documental, para comprender que aquello era como Colon y sus marinos, como Magallanes y Elcano, Amudsen y Peary, Armstrong y Aldrin… Pero con público enloquecido y jaleando. Estos cuatro chicos asombrosos y atónitos, protagonistas absolutos y aclamados de algo único, irrepetible, eufórico,mágico.

Todo esto nos enseña este documental que recomiendo vivamente. Pura emoción y alegre música inmortal. Millones de gracias. Incluso nos muestra como los héroes no soportan serlo por mucho tiempo. Cuando al final los vemos tocando encima del tejado de un bloque de pisos, ahí ya son personas normales. Seguramente mejores músicos que nunca, pero hombres al fin y al cabo, aliviados y exhaustos de la pesadísima carga de ser Dioses.
Willis
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8
14 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puntos Fuertes:
- Llegar en buen momento, por las ganas que teníamos de ver un musical clásico después de tantos años de ausencia. Ahí la película no decepciona, nos llena de gozo íntimo y colma el síndrome de abstinencia. Atento, busco las referencias: por aquí un poco de “Un americano en Paris”, por ahí “Singing in the rain”… y más allá “Grease”… Ja! Ja! Que gozada! Sin duda la oportunidad es un don.
- La pareja protagonista. Espléndidos los dos. Ella tan dulce y vulnerable, en apariencia, él tan clarividente y seguro de sí mismo, en apariencia también. No son grandes bailarines, ni grandes cantantes, pero si son grandes actores. La falta de excelencia en bailar o cantar no le resta fuerza a un musical, como ya ha quedado acreditado en otras películas. Basta con la soltura, la elegancia, y todo se vuelve más tierno y verosímil. Fred Astaire, Ginger Rogers, Cyd Charisse y Gene Kelly son extraordinarios e irrepetibles, nadie puede bailar como ellos, pero su sublime perfección tira también un poco para atrás. Emma Stone y Ryan Gosling son un gran acierto, y eso que los estuve observando como si fuera el mismo director de casting.
- Una historia convincente con un buen guion. Alguien dirá que ya se ha contado mil veces, es verdad, pero esto no importa nada (historias solo hay dos, según una brillante exageración de J. L. Borges), lo que importa es la forma y los detalles, y ahí no encontré ningún desliz, y eso que estuve atento, atento.
- La emoción. Tan absorto y concentrado estaba con el film que no me di cuenta que la señora que tenía al lado lloraba a lágrima tendida. Fue cuando la pareja protagonista, después de la eclosión del romance, tiene su primera discusión seria. Ahí estaba yo concentrado en los argumentos, como intentando mediar en una posible solución, pero mi vecina, muy acertadamente, percibió el drama inevitable en su conjunto, es decir, percibió la tragedia de la imposibilidad del amor (porque si el mal es ineludible el drama se convierte en tragedia). Mi vecina, y otros muchos espectadores, se dieron cuenta al instante y lloraron. Yo percibí otra cosa: que al igual que los protagonistas no lo pueden tener todo, y han de escoger entre la realización personal y el amor, un simple espectador también tiene que escoger como ve una película, y en mi caso el rigor estricto me había llevado a perder la emoción que la sala sentía. Así somos, tremendamente limitados, tenemos que escoger constantemente (la mayoría de las veces ni siquiera sabemos que estamos escogiendo), y con cada elección ahuyentamos las otras, cientos de posibilidades y puntos de vista que desaparecen sin más.

Puntos débiles.
Solo señalaré uno y aun con reparos: La falta, a mi parecer, de como mínimo una canción inolvidable. Un buen musical, creo, necesita por lo menos una canción que al salir del cine, y probablemente ya el resto de la vida, la cantes, la canturrees, la silbes o la destroces, pero que quede impertinentemente gozosa en la memoria musical. Cantando bajo la lluvia o Un americano en Paris, mis musicales favoritos, tienen cada uno 4 o más canciones maravillosas con las que puedo dar la tabarra en cualquier momento. Puede que pida un imposible, puede que Gershwin, Porter, Berlin…. sean irrepetibles. Puede incluso que haya realmente una canción memorable, o varias, en este musical, pero que yo sea ya incapaz de recordarlas, ni siquiera en una leve aproximación, debido a mi cerebro saturado. El tiempo lo dirá.

Cambiar el punto de vista.
Por suerte mi vecina llorosa me sacó de la silla del crítico y me llevo a la butaca del espectador. Así pude profundizar en la hermosa y clásica pareja que forman Gosling y Stone. Clásica, porque él es fuerte, sabe, decide y controla, y ella duda, pregunta y busca su amparo. Como Bogart y Bergman en Casablanca.
Gosling es Bogart porqué sabe siempre lo que quiere y sabe lo que hay que hacer en cada momento. Un verdadero héroe, aunque sea dulce y a veces dude un poco. Él es “suaviter in modo fortiter in re“ el paradigma de la excelencia. Bogart era “fortiter fortiter”, pero fortiter de una manera singular, irónica y ácida, para ocultar que era en realidad suaviter.
Stone es Bergman porqué queda claro que es mucho más fuerte y decidida de lo que aparenta, pese a su dulzura, sus dudas y sus impresionantes ojos desamparados, sabemos que tiene sueños profundos y una determinación férrea para llevarlos a cabo. Sabemos que subirá al coche cuando él la va a buscar a su pueblo. Ella y él se identifican en la convicción con la que luchan por sus sueños. Stone, como Bergman en Casablanca, deja que él decida por los dos. En opinión más personal y yendo más lejos, me parece que ambas mujeres saben que ellos son unos heroes, por eso los aman, y por tanto saben que van a decidir perfectamente y conforme a sus femeninos intereses, así que su supuesto desamparo y candor no son más que armas de mujer para salirse con la suya, sin asumir la responsabilidad, y de paso desquiciarlos a ellos de amor por completo y para siempre. Ja,ja,ja. Esta es mi visión de hombre, solo aspirante infundado a héroe de medio pelo. Atacadme mujeres, demostradme que estoy equivocado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Willis
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8
20 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un rancho en el far west es para muchos, entre los que me encuentro, la representación del paraíso en la tierra: la vida al aire libre, el esplendor de la naturaleza, la casa de madera cerca del río cristalino, criar vacas, o mejor aún caballos, el sabor y color de las cosas auténticas… Así que fantaseamos y soñamos con nuestro rancho, antes de dormirnos y una vez dormidos, a causa del western como género bucólico-pastoril.

Pero aquí ha venido el Sr. Tommy Lee Jones, en una notable película, a demostrarnos lo equivocados que estamos.

En el film la naturaleza es inclemente, feroz, no hay un puñetero árbol, ni comida, ni agua. Hace un frío despiadado en mayo, después de un invierno inacabable que no queremos ni recordar. Hay, eso sí, gran variedad de enfermedades mortales que se llevan a tus hijos sin que te dé tiempo a pestañear y que vuelven literalmente locas de dolor a las madres. Hay muertes sin asomo de sentido, hombres sin alma, brutalidad, miseria, aspereza, suciedad y polvo en todos lados. Hay soledad, crueldad y sufrimiento infinito. El infierno. No podíamos haber escogido peor nuestra fantasía.

Una mujer sola, solterona, cuida de su rancho. Nos sobrecoge por su entereza y bondad. Una flor encima de una montaña de estiércol. Pero la vida es tan cruel para ella que, estando llena de virtudes, no encuentra un gramo de amor, precisamente porque ni uno solo de sus vecinos le llega a la suela de los zapatos, ni siquiera son capaces de reconocer la belleza y la verdad donde la hay y la humillan con su zafiedad.
Nuestra heroína, gran interpretación de Hilary Swank, emprende un viaje virtuoso, superior a las fuerzas de cualquiera. Para ello se hace con la ayuda obligada y mercenaria de un pícaro redomado (Tommy Lee Jones), Ahí tenemos una nueva variante de la pareja Quijote – Sancho, con un Quijote mujer que no esta loco/a (¿o si?) y un pícaro que aunque la admira es ya absolutamente irrecuperable. Aventuras en el camino de una pareja dispar.

Lo más notable del film es la dureza y la desesperanza. Todo sale mal porque el mundo es de una injusticia y una crueldad tan grande que acaba con el mejor de nosotros. Tal parece que solo se pueda sobrevivir en él al modo del pícaro, trampeando cada lance a nuestro provecho y salvación, sacando de no se sabe donde una alegría mezquina que ayude a tirar para adelante.

Ya no soñaré más con la casa en la pradera. O lo haré de un modo diferente. Ahora sé que puede ser la peor de las pesadillas, pero le doy las gracias al Sr. Lee Jones porque siempre he preferido saber toda la verdad.
Willis
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