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España España · Granada
Críticas de Yanpol64
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
9
2 de diciembre de 2013
67 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a ver El beso de la muerte y me ha parecido aún mejor que hace años. Los verdaderos clásicos incluso mejoran con el tiempo, sobre todo, naturalmente, si se ven en versión original. Los actores de reparto, como en toda obra maestra, son creíbles, veraces y convincentes. Sólo el decepcionante final -con una precipitada narración en off, que ya sobra desde el mismo comienzo de la película- estropea la que hubiera sido mi valoración máxima.

Engancha desde el principio con un inquietante suspense (¡ese maldito ascensor!) que no requiere de aspavientos ni trucos para ser intenso; e igualmente emocionan ciertos momentos melodramáticos con una elegante contención narrativa y expresiva... semejantes en eso al adusto rostro de Víctor Mature. Éste hace un papel magnífico como Nick Bianco, a pesar del sambenito de su torpe hieratismo: comunica más con los movimientos de sus pupilas que cualquier otro posible actor carismático, que hubiera estropeado la esencia del personaje.

Brian Donlevy interpreta con estilo y credibilidad a su personaje policial, al igual que Taylor Holmes a su convincente abogado mafioso. Por supuesto, Richard Widmark está genial, y casi todos aceptamos que el psicópata al que da forma – Tommy Udo- merece un puesto más elevado aún en la iconografía del cine negro. Pero lo curioso es que casi nunca se menciona apenas el estupendo papel de Coleen Gray, cuyos besos de vida –a pesar de las sombras de muerte- están cargados de ternura, de tenacidad y erotismo. Sin necesidad de subrayar sensualidades exageradas el guión deja vislumbrar la intensidad de su deseo: siempre estuvo enamorada de Bianco y los besos que él le da la ponen tan cachonda que hasta se marea. Besos de vida húmeda, a pesar de la sequedad amenazante...

El guión de Ben Hetch y Charles Lederer (los mismos de la fantástica Luna Nueva de Howard Hawks) es magnífico, pero queda algo estropeado por esa moralina ejemplarizante (sobre todo en off) forzada por la manipuladora censura de la época. La fotografía de Norbert Brodine también está en la línea del mejor cine negro. Y la verdad es que Henry Hathaway dirige todas las escenas con una fuerza contenida, un pulso, una tensión y una sobriedad... magistrales, con algunos conocidos momentos excepcionales.
Yanpol64
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8
27 de mayo de 2018
67 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me quedo bastante sorprendido al no leer ni una crítica que coincida con lo que yo he sentido claramente que nos descubre la película al final (supongo que será por prudencia y por no destripar su sentido). Y como revelar lo que para mí es evidente (desde que la vi de joven hace 30 años) supone desvelar el que me parece el auténtico significado de la película, lo hago en “spoiler” para no destripársela a los que aún no la han disfrutado.

Nikita Mikhalkov nos conduce por las sendas del recuerdo, la nostalgia y la melancolía con estupendos toques de humor. Una curiosa mezcla de bella morriña rusa y divertida ternura italiana. Una peculiar síntesis entre los cuentos del ruso Chéjov (se inspira en tres de ellos), la dirección de un realizador soviético, la producción italiana y la actuación magistral –premiada en Cannes- de Marcello Mastroianni. Y, en fin, todo el filme es un precioso flashback muy poético, romántico y tragicómico, con la delicada sensibilidad del autor ruso y las ensoñaciones de una especie de realismo mágico. Vale. Pero vayamos al spoiler y a esa verdad que se nos descubre al final y que ¡nadie cuenta por aquí!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yanpol64
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2
17 de marzo de 2014
62 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ja, ja ¡qué película más mala! No le pongo un "1" porque quiero diferenciarla un poco de algunas otras películas aún peores y porque considero que tiene algo valioso: sirve para identificar el mal gusto y la sensibilidad cinematográfica atrofiada de, por ejemplo, algunos críticos de cine profesionales que la comentan aquí mismo en la ficha de Filmaffinity.

Como en otras ocasiones, me ha sorprendido Oti Rodríguez Marchante del ABC (¡Ja, ja, a este despistado ilustrado le gustan todas!). Tampoco le pongo un "1" porque me ha divertido bastante con una de sus más patéticas características: estaba viéndola con mis niños, y cuando parecía que había terminado -y que me libraba de ella- con su clímax musical y melodramático... pues no, continuaba la muy puñetera ¡y así... hasta cinco veces, ja, ja... de modo que nos partíamos de risa esperando asombrados un nuevo final tras otro!... ¡Y seguía, y llegaba otro "final", sí, y cada nuevo final tan ñoño, cursi y edulcorado como el anterior! Qué risa...

Es un pastiche de lugares comunes, incluidas esas magias chorras típicas de aborígenes (magias cuyo poder queda demostrado en como les ha lucido el pelo a estos pueblos desgraciados ante el empuje caníbal del imperialismo occidental). Innecesario seguir. Todo un monumento a lo grande (¡qué medios, que paisajes, que encuadres!) a la impostura más ridícula, sí, a ese tipo de impostura que sólo pueden disfrutar niños inocentes, adolescentes limitaditos, o miembros destacados del Despistadismo Ilustrado...
Yanpol64
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Cosmos (Serie de TV)
SerieDocumental
Estados Unidos1980
8,8
13.368
Documental, Intervenciones de: Carl Sagan
10
16 de diciembre de 2015
61 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cosmos de Carl Sagan fue y es la mejor obra de divulgación científica de toda la Historia. No trata solamente de Astronomía o Astrofísica, de Historia o Biología, de Paleontología, Darwinismo, Filosofía, Psicología, Ética, Ecología, Política… sino que en esencia es un relato atractivo y emocionado sobre el desarrollo del mayor y más elevado logro de la espiritualidad humana: EL PENSAMIENTO RACIONAL Y CIENTÍFICO, el que nos ha permitido desvelar misterios del microcosmos y del macrocosmos, atisbar la verdadera naturaleza de la evolución del Universo y de la Vida, así como la propia belleza y coherencia de la Ciencia como único conocimiento expansivo, ilimitado, esperanzador y realmente universal de la humanidad…

Ciertamente Carl Sagan defendía en Cosmos, con valentía y pasión -desde unos Estados Unidos tan dominados por el integrismo religioso y la corrección política devota- la validez infinitamente superior del pensamiento racional, científico, materialista, evolucionista… nacido en las antiguas poleis griegas de la Antigüedad; sí, defendía ilusionado esa acertada comprensión de la Naturaleza que, con mucha dificultad, volvió a arraigar durante nuestros últimos cuatro siglos, los de las Edades Moderna (destacando a los “héroes” del siglo XVII) y Contemporánea… esa acertada y emocionante comprensión del Universo y del Hombre que ha conseguido arrinconar -entre las personas mínimamente ilustradas- al pensamiento irracional, mítico, primario, sumiso, iletrado, ingenuo y falso del oscurantismo religioso, del dogmatismo clerical, de las espiritualidades de mercadillo y de las magias (astrológicas, ufológicas, espiritistas, milagreras…) de difusión mayoritaria.

Tanto para los adolescentes moderadamente lúcidos que ya nos habíamos desprendido de las supersticiones (bíblicas, magufas o pseudocientíficas), como para los jóvenes que a pesar de su inquieta inteligencia aún no habían encontrado las claves para hacerlo, Cosmos fue -desde principios de los años ochenta- esa obra reveladora con la que reforzar nuestra comprensión de la grandeza del método científico, el placer electrizante de la exploración y el descubrimiento, la belleza sobrecogedora y terrible del Universo, el enorme valor de la conciencia humana fruto de la evolución natural, la espiritualidad panteísta -y contradictoriamente “atea”- basada en una profunda conexión cósmica, la imposibilidad de los dualismos sobrenaturales y creacionistas… así como fue esa obra reveladora de la otra cara siniestra de la cultura humana: el penoso historial de la reacción oscurantista, por parte de los dogmáticos fundamentalistas a lo largo de los siglos, con su fanática demolición y su acoso permanente al librepensamiento racional…

Carl Sagan nos mostraba emocionado que somos pequeñas partes conscientes del Universo, sí, diminutas y fugaces criaturas surgidas en la eterna evolución cósmica (formadas a partir de los átomos y moléculas creados en los pavorosos hornos nucleares de las estrellas y dispersados por las galaxias en inconcebibles cataclismos estelares), fugaces criaturas con la apasionante virtud de ser ínfimas porciones conscientes de un Cosmos ilimitado e increado, a través de cuya curiosidad el Universo comenzaba a hacerse preguntas sobre Sí Mismo…

Y evidentemente estas revelaciones tenían una dimensión profundamente “mística”, “espiritual”, “trascendente”, “religiosa”, “panteísta”… y al mismo tiempo “atea”, aunque Carl Sagan no llegara a explicitarlo con claridad ni se preocupara de imprimir en su obra divulgativa un tono de mayor rigor filosófico y teológico (como si no hubiera comprendido del todo que él mismo era decididamente “espinozista”): pero si como él afirmaba el Cosmos es la única totalidad increada y eterna que siempre había existido, que existe y que existirá; si era imposible el dualismo Creador/Creación y el “juego de dados” sobrenaturalista de una divinidad providente; si el Cosmos en perpetua evolución era el único creador de todo lo existente y de su propia conciencia (nosotros); entonces el Cosmos era el “Dios” de Spinoza (Dios es la Naturaleza), ese “Dios” que afirmaba con rotundidad lógica y geométrica la imposibilidad de la arbitrariedad sobrenatural y de cualquiera de los dioses de las religiones.

Y sin que yo pretenda menoscabar la valía y excelencia del pensamiento de Carl Sagan ni de Cosmos (como libro o como serie de televisión) unos pequeños puntos débiles de su filosofía fueron, por un lado, que no comprendiera del todo que los enemigos históricos de la Ciencia no eran los “místicos”, sino los dogmáticos; o, por otro, el hecho de que él mismo se declarara prudentemente “agnóstico” (esa tipología de “ateísmo acicalado” o de "ateísmo vergonzante") cuando él sabía perfectamente que en su filosofía no cabía ni una pizca de duda agnóstica, ya que dudar de la existencia de “Dios” (el Cosmos) sería tanto como dudar de la propia existencia de "TODO LO QUE ES TODO LO QUE FUE O LO QUE SERÁ ALGUNA VEZ" . El propio Sagan era un profeta panteísta, un ateo místico, un filósofo monista... que buscaba emocionado (y así lo mostraba su sonrisa extática viajando por el espacio y el tiempo) la conexión cósmica con el único “Dios” verdadero...
Yanpol64
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10
11 de mayo de 2012
63 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
Completamente merecidos los 4 oscar para las 10 nominaciones de Sin perdón: mejores película, director, actor de reparto (para Gene Hackman) y montaje (para Joel Cox). Y aunque sin oscar, el guión de David Webb Peoples consigue generar inquietud en cualquiera. Contra todo maniqueísmo nos hace palpar la violencia y la maldad desde diversos ángulos contradictorios y complementarios: ridiculiza la mitología del Far West y al mismo tiempo la reviste de irónica grandeza; entristece y divierte a la vez con la naturaleza prosaica de una realidad tantas veces mezquina; indaga en la banalidad del mal, oscilando entre la burla frívola y el respetuoso temor hacia el sufrimiento y la muerte; y nos plantea sin pretensiones ni moralinas diversos dilemas éticos que nos alcanzan por la elegancia de su autenticidad. Un western magistral para cerrar -en la cumbre- la historia de ese magnífico género de la cinematografía del siglo XX.
Yanpol64
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