Es cine sello Sheridan, contenida, buenas actuaciones, diálogos solventes y estallidos de violencia a cuentagotas. Una película de factura clásica que defrauda aunque entretiene a ratos. Su ritmo encorsetado es un factor claramente perjudicial para el film, ya que esperas que su climax arrase, sin embargo se queda en una historia sin brillo. De las más flojas de Sheridan.

El comienzo de la película es un excelso ejercicio de tiranía para el espectador. Te deja helado la sangre fría con la que se expresa en tan poco tiempo. Pasados los primeros veinte minutos, todo se vuelve dubitativo y convencional.
Una historia violenta del pasado es un fiel reflejo de la tensión creada por los errores que cometemos pero queda relegada a los monólogos del sombrío Mandrake.
Contundente al principio, aunque se resquebraja en su falta de evolución.

Jugando con varios géneros y dejando claro que hay un lobo porque lo dejan bastante claro. Su puesta en escena es realista, llegando a no encajar ciertos momentos que no tienen explicación ni lógica alguna. Jim Cummings hace de su personaje un tipo desquiciado con estrés, donde una serie de asesinatos lo condenan a la frustración. Su tipo de humor no encaja en según que situaciones, aún habiendo sacado alguna carcajada tibia. La ironía que transmite el film, nada tiene que ver con su planteamiento y desenlace.

Un notable rompecabezas entre juegos de seducción, engaños y una infinita tristeza. Las cinco historias están sutilmente entrelazadas donde la madurez, adolescencia, todo se mezcla,al igual que la ambición de una sola persona, llegando a provocar un caos, al igual que el aleteo de una mariposa. El interés no decae, tiene la suficiente inteligencia para mantener al espectador rodeado de incógnitas proporcionando al film una fuerza devastadora.

Soporífero ejercicio cargado de pretensión, destinado a fanáticos imberbes de 'Stranger Things' en una desdibujada historia sin brillo y con una falta de equilibrio natural que se queda anclada en malas decisiones.
Una propuesta voluntariosa que adolece de ser un digno pasatiempo para engendrar una experiencia agotadora que produce más bostezos voluntarios que interés.
Su oscuridad muestra una arrogancia que en ningún momento parece soltar, creando una única fortaleza en el CGI del dragón parlante.