Diablos, que intente cualquier director hoy día con los medios de los que dispuso Murnau conseguir los efectos psicológicos que se pueden desprender de Nosferatu.

Los que vayan buscando una película de vampiros clásica se sentirán defraudados. Nosferatu, la clásica, es una versión bastante fiel al libro de Bram Stoker, eliminando toda la paja que, en mi opinión, el libro posee. El director alemán consigue recoger la esencia pura del misterio, del terror, de lo insólito de un personaje que, pongámonos en el momento en que se rodó, no era nada famoso. La fantástica interpretación de Max Schreck te tiene sobrecogido durante todo el metraje, esperando a su fantasmagórica aparición.

En fin, el juego de luces, el color de las imágenes y la expresividad que todos los actores demuestran desde el comienzo de la película hacen de la misma una obra maestra, algo que yo, personalmente, no esperaba encontrar. Algo totalmente distinto a lo que comúnmente estamos acostumbrados.

Como ya se ha dicho por aquí, tres cintas con, supuestamente, Nueva York de fondo y con poca ciudad en realidad. Tres genios del séptimo arte ligados a la mágica ciudad estadounidense desde jóvenes, homenajean con sus obras a la ciudad que tanto les ha dado.

En principio, la idea parece sensata, pero la forma de llevarla a la práctica es un poco chapucera. Coordinar a tres hombres para un objetivo determinado no debe ser tarea fácil, pero de ahí a que se apelotonen tres historias sin un hilo o argumento similar dista mucho. Máxime cuando las tres historias son tan diferentes entre sí que podríamos preguntarnos si se trata de la misma idea.

Scorsese sobresale, haciendo un buen mediometraje, quizás el más compacto, sólido y emotivo de los tres.

Coppola bochornoso, aburrido, infantil y absurdo. La manía de incluir a su hija en todos los lugares donde él participe le lleva a crear este bodrio de historia sin gracia alguna.

Allen, en su estilo, cómico, sarcástico, irónico y muy sutil. En definitiva, muy entretenido.

La música envuelve un drama que comienza fuerte y termina estallando. Asesinato, amor, intriga, corrupción política. Pero todo esto no es lo mejor, es la sensibilidad especial con que los actores, en especial el siempre genial Ricardo Darín y Soledad Villamil, lograr entretejer una difícil trama con un naturalismo en la actuación que hacía años, y resalto lo de años, que no lograba ver en el cine.

El guión, las frases, los gestos, las palabras en su justo momento, la tragedia y la comedia se juntan, el culmen del drama humano de toda una vida, una historia que pudo ser y no pudo, pero que el capricho tiempo demuestra en ocasiones ser complaciente con quienes lo merecen. Quien busca, persigue, logra retener, recuperar. Sencilla, trágica y exultante, de lo mejor de los últimos años.

De todas las películas que he visto sobre la resistencia y los partisanos durante la II Guerra Mundial, es quizás de las mejores y más completas. Del mismo modo, tampoco tengo muy claro que se la pueda considerar una película, ya que sus casi tres horas de duración la convierten en un documental, ayudado por un estilo descriptivo e histórico aderezado con toques narrativos de los más entretenidos.

A pesar de que no lo mencionan deliberadamente en los títulos de crédito, Rebelión en Polonia, coge (o copia) bastante de su relato de las memorias de Adam Czerniakow, interpretado por Donald Sutherland, así como de referencias, anécdotas, datos, frases y experiencias que Claude Lanzmann recoge en su monumental obra de nueve horas 'Shoah'.

Es por ello un relato verídico, que no escatima en detalles, minucioso, realista, que no busca la lágrima fácil y muestra la realidad de la resistencia polaca tal cual fue.

No tiene grandilocuencias, a las que Coppola en ocasiones nos tiene acostumbrados. Es la única explicación que le puedo dar a que esta película sea tan poco conocida y valorada dentro de la filmografía del gran director. Y realmente no lo entiendo.

Es sencilla, pero logra hacer lo que el cine se propuso desde sus orígenes, contar una historia con todos sus problemas, y hacerla creíble. Puede que en general la hayan alargado demasiado y hasta el exceso, pero lo cómico y a la vez traumático de una historia de vencedores y perdedores hace que pasemos momentos entretenidos.

Lo mejor de todo, y cuando me entero al final, es que es una historia real. Me quedé roto.