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Críticas de Anibal Ricci
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Críticas 354
Críticas ordenadas por utilidad
9
27 de marzo de 2017
36 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Somos lo que creemos que somos», dice Bestia, la creación de otras veintitrés personalidades que conviven al interior de Kevin Wendell Crumb, un ser con segundo nombre al igual que los grandes asesinos estadounidenses. Ese diálogo frente al espejo es respondido por Hedwig (personalidad de un niño de nueve años): «Ahora sí creerán que existimos», es la estrategia que escoge el director de origen indio para hacer visible el mundo de la locura a una sociedad que tiende a esconder a sus locos. No es de extrañar que el director sea depositario del conflicto entre el pensamiento oriental y occidental para sorprendernos con su tesis extravagante: «los quebrados» producto del dolor representan a los puros, los únicos que tienen valor por sí mismos debido a que han sido anteriormente destrozados. En este universo ideado por Shyamalan «los quebrados» serían los seres evolucionados. Son puros (de sangre purificada), seres mágicos (Harry Potter) que mediante su pensamiento pueden despertar el gen dormido y aprovechar todo el potencial del ser humano. Por eso la existencia de la doctora Fletcher es tan importante, ella personifica al mundo científico que observa las paradojas del trastorno de personalidad disociativo, una mirada comprensiva ante la enfermedad que intuye algunos alcances, pero que en ningún caso está abierta a lo sobrenatural: un ente terrorífico de fuerza descomunal trepando por las paredes. Interesante y reflexivo planteamiento de Shyamalan que entiende que detrás de la tesis aparente, reflejada en un espejo, se esconde su antítesis: los seres quebrados (aquellos que sufren trastornos mentales) no representan a ningún movimiento, tan sólo son el fruto del dolor incubado a través de los años. Hábilmente el director introduce otra arista: en este universo «los quebrados» pertenecerían a una especie de religión que a través del dolor (no de la culpa) purificarían la sangre del hombre. Tan descabellado es este último argumento, que nos hace entender que la antítesis de este universo es el enfoque buscado por el director. Es un juego magistral de espejos que requiere el cien por ciento de las dotes actorales de James McAvoy, con el objeto de ver reflejados en su rostro las múltiples caras que componen a esta Bestia, multiplicidad de mundos internos que se contraponen a aquellos externos: la sociedad representada a través de un noticiario de televisión, las calles vacías y nocturnas. Casey Cooke (el otro personaje con apellido) constituye la otra cara de la moneda, la víctima que no ha enfrentado sus miedos, aquella que no ha dejado salir a su bestia y que espera al interior del auto (antes cárcel y ahora protección).

El juego entre luces y sombras es perfecto, pero deliberadamente confuso en su significación. La oscuridad está presente en los túneles, en los cuartos aislados tras los cerrojos, que simbolizan materialmente los diferentes recovecos de la mente de Kevin. Los cuartos subterráneos están definitivamente bajo el alero de la oscuridad, en gran parte de la película son el campo visual, en tanto el fuera de campo sería la luz, el mundo exterior, aquél donde se emplaza el zoológico humano, un lugar que tampoco es seguro.

Ese mundo oculto es el lugar donde descubrimos el conflicto profundo, el quiebre de este personaje fragmentado: el maltrato físico y psicológico de una persona en formación, peor si esa violencia proviene desde el interior de la familia y aún peor si se trata de abuso sexual. En la mente de Kevin no existe una familia funcional, sus múltiples personalidades son espejos rotos. Esperen de esos fragmentos un ser atormentado que quizás se refugie en el arte para catalizar el sufrimiento, o un ser perturbado que deba ser recluido en un hospital psiquiátrico, o bien esperen a la Bestia que canalizará su dolor en furia descontrolada, ya no sólo contra la familia sino contra la sociedad, un ser capaz de generar esa estremecedora imagen de James McAvoy doblando los barrotes con un rictus endemoniado.

M. Night Shyamalan utiliza el recurso del fuera de campo de una manera perturbadora. El espectador no estará a salvo en la luz ni en la oscuridad, tampoco encerrado en una habitación, en definitiva, los recuerdos implacables harán que cualquier lugar sea inconfortable. El «espacio exterior» no será lo visible a través del tragaluz de «Room» (2015), cinta de Lenny Abrahamson donde un niño secuestrado percibía el mundo externo como algo esperanzador. Ese punto de vista inocente de un niño que recibía todo el amor de su madre hacía del cautiverio un asunto secundario, en cambio, Shyamalan propone una dispersión del punto de vista en múltiples personalidades creadas para hacer frente al sufrimiento.

La película logró desatar el conflicto a escasos cinco minutos del inicio. Tuvo un desarrollo psicológico de gran espesor, el terror se fue colando desde lo claustrofóbico hacia lo sobrenatural. El origen de la violencia proviene del ser humano y una vez activada esa bomba de tiempo, el director nos sumergirá en aguas profundas para hacer aflorar emociones genuinas. «Somos gloriosos… ya no tendremos miedo», anuncia Bestia hablando en plural. «Sólo a través del dolor… podrás alcanzar tu grandeza».
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Anibal Ricci
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7
4 de junio de 2016
40 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida, pero de soluciones fáciles. Hay varias vertientes narrativas: televisión basura y su componente ético; el poder de las redes sociales; dinero y su correspondencia real; y globalidad del mundo digital y velocidad de sus transacciones. Ninguna de esas hebras es abordada en profundidad. La película busca ser reveladora para alertarnos de los peligros de esta era digital, pero sólo nos brinda una primera derivada de los problemas, al contrario de muchas cintas que abordan el descarnado mundo financiero de manera acuciosa. Las dos primeras vertientes son abordadas desde un humor inteligente (crueldad de los inversores y la sorpresiva entrevista a la novia del protagonista), pero desaparecen rápidamente del foco de atención. La directora quizás comete el error de incluir actores muy conocidos (George Clooney y Julia Roberts) al mando del programa televisivo (intertextualidad fallida) en desmedro de un trabajador ignorante que pierde toda su herencia al seguir los consejos del programa “Money Monster” (título original de la cinta). Se enfoca en los derroteros de los amigos (animador y productora) y no se interesa por la solución de los conflictos del joven trabajador que recurre a la violencia para hacerse escuchar. Foster esboza una alerta sobre dónde está el dinero real (ese que tenía su respaldo en oro) o, dicho de otro modo, de si el dinero que se transa es real o ficticio, pero tampoco ahonda demasiado en el tema. Se detiene un poco más en la globalidad del mundo financiero y de las comunicaciones, pero ahí surgen hackers sacados del sombrero y búsquedas demasiado exitosas de un buscador de Internet, lo que resta credibilidad a la supuesta arista periodística de esta película que, pese a sus falencias, tiene buen ritmo y es bastante entretenida.
Anibal Ricci
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8
22 de mayo de 2013
36 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director tiene muy clara la película y planificó cada una de las nítidas escenas, acertando en los planos durante todo el metraje, un tremendo mérito, y rematando con un final que sorprende por su honestidad, renunciando siempre al sentimentalismo y sometiendo a Paulina García a un trabajo conmovedor que desborda la pantalla durante exquisitos 110 minutos. Los encuadres son notables, sobre todo en las escenas sociales, manejando con fluidez la complicidad entre los personajes secundarios, donde casi ninguno tiene nombre, porque Gloria es artífice principal de su vida, que bordea los 60 años, y Lelio se enfoca cien por ciento en el punto de vista de su personaje, lo trata con cariño, con una humanidad que permite el lucimiento de la actriz.

Hay un espesor narrativo interesante en el guión, que podría pasar desapercibido durante el tiempo indefinido en que transcurren los eventos en la vida de Gloria luego de conocer a Rodolfo Fernández, un hombre de su misma edad, en una picada bailable para adultos. Hay un doble discurso, un tanto maniqueísta, que corre paralelo entre las peripecias de Gloria. Por un lado, ella percibe la realidad como si fuera una adolescente, acaso la primera vez que la besaran y la primera vez que le leen un poema (horrible), encontrando fantástico todo lo que provenga de su nueva pareja. Es notable la lírica de las canciones elegidas por el director para interpretar lo que siente Gloria por dentro. Cada vez que se sube al auto, cree ser “…libre, libre…” como Paloma San Basilio, la cantante. Sin embargo, Lelio escoge una canción de Massiel, otra cantante, cuyo título “Eres” nos da cuenta de la otra faceta que encarna Gloria, una mujer adulta, madura, que no renuncia a su rol de madre, pero que a su vez se permite disfrutar de la vida luego de haber criado a sus hijos. Esta dicotomía es súper interesante, estamos en presencia de una niña-mujer que se siente sola y busca compañía en los lugares menos adecuados para encontrar cariño: la picada cumbianchera, el casino de Viña, y una discoteca con música alienante. Recurre a la marihuana para no escuchar los ruidos del vecino ni a sí misma. De alguna manera no quiere madurar, y se nos muestra como un ser vacío que debe recurrir a la parafernalia juvenil para sentirse viva.

Rodolfo Fernández es un pelotudo redomado. Cualquier hombre que se precie de tal ha hecho sufrir a su mujer mucho más que este sujeto, no dando explicaciones tan pelotudas a cada uno de sus actos, brindándole a la pareja momentos más memorables y siempre compartiendo una sonrisa, y jamás sintiendo esa culpa que le impide siquiera perdonarse a sí mismo.

En suma, Gloria busca en lugares equivocados, y encuentra a los hombres equivocados, una y otra vez, sin embargo, su actitud ante la vida, aunque vacía, posee un piloto automático que la hace despertarse en la playa luego de una tremenda borrachera, y volver al hotel a intentar recomponer el curso para nada normal de los acontecimientos.

La lúcida escena de la peluquería rearma su temple, al punto de articular una venganza contra Rodolfo que la termina haciendo reír de buena gana, debido a que Gloria le gusta disfrutar de la vida a su manera, disfuncional, que la transporta casi sin darse cuenta a una fiesta de matrimonio, bailando sola, porque es mejor estar sola que mal acompañada.

Gloria es una mujer valiente que se siente y seguirá cada vez más sola con esa filosofía de vida: “…la verdad y la mentira se llaman Gloriaaa…”

La película está cruzada de un patetismo delicioso que no se cómo se encarga de dar alguna esperanza al espectador.

Frase para el bronce: “Las redes sociales (Facebook, Twitter) son como una revolución más espiritual” (reí de veras).
Anibal Ricci
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8
5 de junio de 2015
32 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas". No es gratuito este epígrafe proveniente del Génesis, sino uno necesario, y quizás aviso de que la película será de un tinte oscuro. La imagen es a propósito brumosa y crepuscular, de poca nitidez, resaltando la pobreza y fealdad del pueblo de La Boca. El contrapunto es la impecable simbología de lo filmado durante las cenas en penumbra y los primeros planos al rostro y pies de Sandokan. La historia es potente y encierra una irónica, pero sepulcral visión de algunos sacerdotes de la Iglesia Católica; es hiperrealista en su puesta en escena aunque esconde un soterrado humor negro en medio de cánticos religiosos. De alguna forma nos insinúa las atrocidades que cometería la Iglesia para esconder a sus ángeles caídos. Las personalidades de los sacerdotes recluidos en la casa de acogida se confunden en un cinismo demencial proveniente de verdaderos delincuentes que son incapaces de reconocerse como tales. Estos viles seres no tienen redención (prácticamente no existe una sola gota de bondad en el filme) y la verdad, no se requiere de un guión demasiado elaborado para acontecimientos narrados linealmente y que se disponen a la manera de una crónica maniqueísta de claroscuros, con diálogos que pueden resultar procaces a un nivel casi escatológico y muy poco espiritual, aunque hay que reconocer que el final es tan sorprendente como poco probable de que ocurra en la realidad. Es una película mucho más cruda que "El Bosque de Karadima", debido a que da cuenta de los sacerdotes del Chile real y no solo de uno de la elite. El guión de esta última debe alinear no solo más personajes, sino complejidades de dulce y agraz de los protagonistas. "El Club" sostiene actuaciones memorables, pero menos complejas que la de Karadima y de su pupilo Thomas Leyton; lo anterior debido a que la retorcida historia es la verdadera protagonista de este Club.
Anibal Ricci
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9
6 de febrero de 2017
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Creo que hice una única cosa en mi vida… escapar de Salas... mis personajes nunca pudieron salir y yo nunca pude volver», dice Daniel Mantovani, antes de volver a su pueblo natal (Salas) después de cuarenta años y luego de salir otra vez del mismo, ante la concurrencia que asiste al lanzamiento de su nueva novela, que se divide en cinco capítulos al igual que esta película. Las palabras de este argentino recientemente galardonado con el Nobel de literatura encierran una profunda contradicción: se ha convertido en el protagonista de su novela (en un acto de extremo egocentrismo) y justamente (como escritor y personaje) a duras penas ha logrado escapar con vida de su pueblo y definitivamente nunca más podrá volver.

Lo anterior evidencia un perfecto guion circular, al que se agregarán buenas actuaciones donde cada personaje se incorpora hábilmente a la trama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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