Encendí el reproductor de Dvd.

En el aire flotaban pequeñas partículas de polvo, que relucían al contraluz del pequeño sol que entraba por la ventana.

Los retratos de mi familia me observaban desde arriba del televisor.

Era entrañable disfrutar de ese momento en soledad, solo en casa, pero...

!Maldición! ¿Por que huele tanto a madreselva el salón?

Me levante inquietado hacia la barra de la entrada. Quizás un whisky con hielo calmaría mis ánimos.

Me senté con el vaso en la mano. Fui a encenderme un cigarro.

Cuando busque en mi ropa el mechero, en vez del pijama que llevaba puesto, me sorprendí al verme vestido de chaqueta. Pantalones por el ombligo, corbata negra, zapatos pulcros y sombrero de ala ancha.

En vez de mi zippo, solo había cerillas...

Todo ahora olía a humo, a adulterio, a asesinato, a sudor...

No había color, solo tonalidades de negro y gris. Todo era asfixiante.

Encendí la cerilla, y en entre tanta oscuridad, el cine brilló.

! Qué buena es The Wire!

Una serie ruda, dura, agria y árida. Un puñetazo al espectador medio. Sin tramas inverosímiles, con personas humanas, sin villanos, sin héroes, solo perdedores. Sin concesiones.

Una obra maestra que disecciona el capitalismo. La problemática de las drogas en los barrios marginales, la hipocresía política, la desmotivación escolar, el puto trabajo policial, el puto mundo del narcotráfico...

Una serie cuyas imágenes son tan buenas, como la selección musical que las acompaña, sin buscar la emotividad barata, todo crudo, real...

La obra maestra del la década. Injustamente oculta del gran publico. La mejor serie de la historia. Sin engaño, sin empaque hueco. Cine de fondo y forma formidable.

No. No me he equivocado de crítica.
Lost es todo lo contrario a lo dicho.
Lost es un MacDonals. The wire es el restaurante excepcional que no sale en las guías.

Humo. Cigarrillos.

Fotografía ocre. Otoño. Sombreros.

Violencia. Noche fría. Vaho.

Mujer fatal. Sexo. Whisky. Apuestas.

Perdedores. Balas.

Los Coen no reinventan nada. Todo sigue igual.

Solo que... hacía tanto tiempo que esa atmosfera no volvía a estar tan viva...

Princesas es un relato de amistad. Un relato de emociones. De soledad y desarraigo.

Desconozco por ahora el anterior cine de Aranoa, cosa que corregiré en breve, pero yo siento, padezco y me emociono con este cine, tan veraz e intimista.

Candela Peña soberbia. Contenida actuación. De esas de miradas que lo dicen todo. De autenticidad pasmosa.

Sin embargo a mi es el personaje de Zulema, interpretado por Micaela Nevárez, el que me arrebata.

Me pone, me enamora y me apasiona. Esa princesa exótica, de piel tostada, labios rojos y largo pelo negro, se apodera de la función, en cada sonrisa, en cada lagrima callada....

Clint.
Nadie escapo de ese bosque. Tú nos encerraste allí.

Quisiste que acabáramos la cinta, con el cuerpo magullado y la mente sacudida. Tragamos el vaho de las orillas del Mystic River. Allí enterramos nuestros pecados.

Elevaste la cámara, al cielo, y nos mostraste el desgarro de un padre al saber que su princesa no va a volver. Ese plano, magistral, hiela.

Y creaste una atmosfera. Le distes ritmo, músculos y vida. Pero una vida puta y gris.

Todavía no he escapado del bosque. Pero sinceramente… tampoco quiero.