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Críticas ordenadas por utilidad
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7,4
1.245
8
8 de diciembre de 2008
8 de diciembre de 2008
44 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
La neblinosa e industrial comarca del Po, en el norte de Italia. Al verse abandonado por su pareja, un trabajador de una fábrica emprende, junto a su hija, un vagabundeo que le llevará a reencontrarse con una antigua novia y a tener relaciones fugaces con otras mujeres, ninguna de las cuales logrará llenar su vacío y su soledad. El desengaño amoroso y la huida como modo de dar sentido a una existencia que se ha vuelto intolerable e injusta es, pues, el tema central de esta película, aunque Antonioni lo aborda con sutileza y evitando caer en el sentimentalismo.
Los nebulosos paisajes invernales parecen reflejar la oculta desolación del errabundo protagonista, un Steve Cochran rescatado por Antonioni de sus papeles secundarios de vaquero o de gangster en el cine de Hollywood y que resulta bastante creíble en su papel de desengañado obrero italiano. Pero el destino de su personaje sería superado por la realidad algunos años después de la participación de Cochran en "El grito", cuando falleció mientras navegaba en un yate por la costa de Guatemala y sus acompañantes femeninas quedaron a la deriva durante días hasta que fueron rescatadas.
La sugestiva banda sonora con resonancias de Satie o de Chopin -más presente aquí que en otras películas de Antonioni- así como la magnífica fotografía del gran operador Gianni de Venanzo -autor de la fotografía en otras películas de Antonioni y de 8 1/2 de Fellini- ayudan en la creación de la atmósfera melancólica de una película que, sin alcanzar las cotas magistrales y la sofisticación narrativa y técnica de la “La Aventura” y las que siguieron, está llena de matices en la descripción de los diversos personajes y en las relaciones entre ellos.
Uno de los elementos estilísticos que se repite es el juego visual entre el interior de las casas y el paisaje, tal vez una metáfora de la dicotomía entre el mundo anímico de los personajes y el mundo que les rodea. Y así, aparecen a menudo puertas abiertas y ventanas a través de las cuales se vislumbra el nebuloso exterior y viceversa (característica que adquirirá en "La aventura" rasgos aun más acentuados). Los ecos del neorrealismo también planean sobre la película; tanto la descripción de la vida de la gente humilde, como la pareja formada por el protagonista y su hija, recuerdan a la inolvidable obra maestra de De Sica "Ladrón de bicicletas".
En mi opinión es una película conmovedora y profunda que vale la pena ver, y que gustará no solo a los seguidores de Antonioni (que debemos ser más bien pocos), sino a los amantes del buen cine en general.
Los nebulosos paisajes invernales parecen reflejar la oculta desolación del errabundo protagonista, un Steve Cochran rescatado por Antonioni de sus papeles secundarios de vaquero o de gangster en el cine de Hollywood y que resulta bastante creíble en su papel de desengañado obrero italiano. Pero el destino de su personaje sería superado por la realidad algunos años después de la participación de Cochran en "El grito", cuando falleció mientras navegaba en un yate por la costa de Guatemala y sus acompañantes femeninas quedaron a la deriva durante días hasta que fueron rescatadas.
La sugestiva banda sonora con resonancias de Satie o de Chopin -más presente aquí que en otras películas de Antonioni- así como la magnífica fotografía del gran operador Gianni de Venanzo -autor de la fotografía en otras películas de Antonioni y de 8 1/2 de Fellini- ayudan en la creación de la atmósfera melancólica de una película que, sin alcanzar las cotas magistrales y la sofisticación narrativa y técnica de la “La Aventura” y las que siguieron, está llena de matices en la descripción de los diversos personajes y en las relaciones entre ellos.
Uno de los elementos estilísticos que se repite es el juego visual entre el interior de las casas y el paisaje, tal vez una metáfora de la dicotomía entre el mundo anímico de los personajes y el mundo que les rodea. Y así, aparecen a menudo puertas abiertas y ventanas a través de las cuales se vislumbra el nebuloso exterior y viceversa (característica que adquirirá en "La aventura" rasgos aun más acentuados). Los ecos del neorrealismo también planean sobre la película; tanto la descripción de la vida de la gente humilde, como la pareja formada por el protagonista y su hija, recuerdan a la inolvidable obra maestra de De Sica "Ladrón de bicicletas".
En mi opinión es una película conmovedora y profunda que vale la pena ver, y que gustará no solo a los seguidores de Antonioni (que debemos ser más bien pocos), sino a los amantes del buen cine en general.

8,1
19.165
8
2 de enero de 2007
2 de enero de 2007
48 de 59 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por debajo de su apariencia de cine negro Laura es, básicamente, una historia de amor. Un amor celoso, obsesivo, que acaba (o más bien empieza) desembocando en un crimen. En este sentido “Laura” tiene algunos puntos en común con Vertigo, de Hitchcock: en los dos casos encontramos el mismo elemento de obsesión amorosa, la misma fascinación por una persona a la que se cree fatalmente desaparecida; y en ambos casos, también, la supuestamente fallecida vuelve a aparecer de súbito entre los vivos, dándole un nuevo giro al argumento.
Laura podría ser considerado, también, como un magnifico ejemplo del cine con el que nos obsequiaba Hollywood en su época dorada. Con todas sus virtudes, pero también con sus defectos. Entre las primeras se encuentra, a mi juicio, la fascinación y el glamour que desprende su protagonista, una Gene Tierney en la cumbre de su belleza (y que triste y trágica fue su vida, tal como se cuenta en el documental incluido en los extras del DVD). También habría que señalar elementos tales como la sobresaliente dirección artística, la espléndida fotografía, la mítica y evocadora banda sonora, etc.
Y llegados a este punto, me pregunto si una película como Laura tiene algún defecto que se pueda destacar. Pero antes de responder a esta cuestión habría que precisar que esos defectos -si es que los tiene- tendríamos que atribuirlos mayormente a ciertas características y hábitos a los cuales era proclive la industria de Hollywood en aquella época, más que a la película en sí considerada como obra individual. Entre ellos podríamos hacer mención, quizá, a un cierto estatismo producido por el peso excesivo de los diálogos en detrimento de la parte visual y de la acción. Con todo, esta preponderancia de los diálogos podría ser considerada, también, como totalmente natural si nos atenemos al origen teatral del argumento en el que está basado el guión. Otro factor que a mi juicio también sería mejorable tiene que ver con cierta sutil artificiosidad que planea sobre toda la película, atribuible básicamente a que –como la mayoría de las películas que se hacían en Hollywood por esa época- fue rodada íntegramente (incluso los exteriores) en decorados de estudio.
A pesar de estas leves objeciones, hay que reconocer que nos encontramos ante de una magnifica, además de mítica película. Una película cuyo elemento central es la irresistible fascinación suscitada por una mujer de misterioso encanto y belleza. Una criatura que conseguirá hechizar no solo a los personajes masculinos de la película, sino también al público de sucesivas generaciones.
Laura podría ser considerado, también, como un magnifico ejemplo del cine con el que nos obsequiaba Hollywood en su época dorada. Con todas sus virtudes, pero también con sus defectos. Entre las primeras se encuentra, a mi juicio, la fascinación y el glamour que desprende su protagonista, una Gene Tierney en la cumbre de su belleza (y que triste y trágica fue su vida, tal como se cuenta en el documental incluido en los extras del DVD). También habría que señalar elementos tales como la sobresaliente dirección artística, la espléndida fotografía, la mítica y evocadora banda sonora, etc.
Y llegados a este punto, me pregunto si una película como Laura tiene algún defecto que se pueda destacar. Pero antes de responder a esta cuestión habría que precisar que esos defectos -si es que los tiene- tendríamos que atribuirlos mayormente a ciertas características y hábitos a los cuales era proclive la industria de Hollywood en aquella época, más que a la película en sí considerada como obra individual. Entre ellos podríamos hacer mención, quizá, a un cierto estatismo producido por el peso excesivo de los diálogos en detrimento de la parte visual y de la acción. Con todo, esta preponderancia de los diálogos podría ser considerada, también, como totalmente natural si nos atenemos al origen teatral del argumento en el que está basado el guión. Otro factor que a mi juicio también sería mejorable tiene que ver con cierta sutil artificiosidad que planea sobre toda la película, atribuible básicamente a que –como la mayoría de las películas que se hacían en Hollywood por esa época- fue rodada íntegramente (incluso los exteriores) en decorados de estudio.
A pesar de estas leves objeciones, hay que reconocer que nos encontramos ante de una magnifica, además de mítica película. Una película cuyo elemento central es la irresistible fascinación suscitada por una mujer de misterioso encanto y belleza. Una criatura que conseguirá hechizar no solo a los personajes masculinos de la película, sino también al público de sucesivas generaciones.

8,2
11.418
10
4 de diciembre de 2007
4 de diciembre de 2007
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama en la más alta acepción del término sobre la tormentosa relación entre dos hermanos con el trasfondo de la emigración rural de los años cincuenta y sesenta a las grandes ciudades. Una película emotiva, desgarradora, y a la vez un magnífico documento sobre una época.
La dirección de Visconti es magistral; la fotografía en blanco y negro de Giusepe Rotunno (más tarde colaborador de Fellini), majestuosa; y el guión –firmado por un montón de guionistas- tiene múltiples recovecos y matices, aunque tal vez acabe resultando demasiado largo. En cuanto a lo actores, todos ellos rayan a gran altura, en especial el trío protagonista.
Mientras que el personaje interpretado por una conmovedora Anne Giradot se debate –muy humanamente- entre la virtud y la abyección, entre el amor y un desencantado cinismo, los dos hermanos que llevan el peso de la historia se erigirán progresivamente en sendas polaridades del bien y del mal. Hasta el punto que el personaje de Rocco, interpretado por un bello e idealizado Delon, acaba resultando algo inverosímil (e irritante añadiría) en su bondad angelical. Lo cierto es que su carácter virtuoso con ribetes de mártir roza, por no decir que entra de lleno, en una suerte de estupidez, como se encargan de advertir –aunque por otros motivos- sus compañeras de trabajo en la lavandería. Pues aparte de su bondad excepcional, tal vez solo cierta falta de luces pueda explicar el empeño de Rocco en seguir apoyando y perdonando hasta el final a su egoísta hermano, como si este fuera un ángel caído y una victima de su falta de inteligencia y debilidad de carácter, en vez de un malvado.
En cualquier caso, esta telaraña de pasiones contradictorias y ciegas acabarán desbocándose finalmente como un tren sin frenos, en una suerte de inevitabilidad del destino que nos remite a la tragedia griega. A este respecto convendría recordar que “El destino está en el carácter” y también la plegaria del sabio: “Dame fuerzas para cambiar lo que está en mi mano, humildad para aceptar lo que no puedo cambiar, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro”.
La dirección de Visconti es magistral; la fotografía en blanco y negro de Giusepe Rotunno (más tarde colaborador de Fellini), majestuosa; y el guión –firmado por un montón de guionistas- tiene múltiples recovecos y matices, aunque tal vez acabe resultando demasiado largo. En cuanto a lo actores, todos ellos rayan a gran altura, en especial el trío protagonista.
Mientras que el personaje interpretado por una conmovedora Anne Giradot se debate –muy humanamente- entre la virtud y la abyección, entre el amor y un desencantado cinismo, los dos hermanos que llevan el peso de la historia se erigirán progresivamente en sendas polaridades del bien y del mal. Hasta el punto que el personaje de Rocco, interpretado por un bello e idealizado Delon, acaba resultando algo inverosímil (e irritante añadiría) en su bondad angelical. Lo cierto es que su carácter virtuoso con ribetes de mártir roza, por no decir que entra de lleno, en una suerte de estupidez, como se encargan de advertir –aunque por otros motivos- sus compañeras de trabajo en la lavandería. Pues aparte de su bondad excepcional, tal vez solo cierta falta de luces pueda explicar el empeño de Rocco en seguir apoyando y perdonando hasta el final a su egoísta hermano, como si este fuera un ángel caído y una victima de su falta de inteligencia y debilidad de carácter, en vez de un malvado.
En cualquier caso, esta telaraña de pasiones contradictorias y ciegas acabarán desbocándose finalmente como un tren sin frenos, en una suerte de inevitabilidad del destino que nos remite a la tragedia griega. A este respecto convendría recordar que “El destino está en el carácter” y también la plegaria del sabio: “Dame fuerzas para cambiar lo que está en mi mano, humildad para aceptar lo que no puedo cambiar, y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro”.

6,8
5.097
9
30 de julio de 2007
30 de julio de 2007
38 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película misteriosa y poética que escarba en viejos arquetipos que duermen en el inconsciente colectivo. Me refiero al rapto de Perséfone, doncella de la primavera, a manos de Plutón, el dios de los infiernos que habita en las profundidades tectónicas de la tierra. Parafraseando al mito, las bellas doncellas reminiscentes de Boticelli desaparecen sin dejar rastro, diríase que devoradas por la boca geológica que se manifiesta en ese furúnculo extraño sobre la corteza terrestre, esa inquietante formación rocosa llamada Hanging Rock.
Pero “Picnic en Hanging Rock” es también la historia de una búsqueda, así como el relato de las profundas secuelas que esa desaparición dejará en compañeros, testigos, y maestros.
A nivel formal, la realización es impecable (como siempre en Weir), y la calidad de la fotografía excepcional. También la música tiene un papel destacadísimo, con esa conmovedora melodía de flauta o el uso pionero de sintetizadores (más tarde empleados por Weir, con mucha fortuna, en películas como “Único testigo”).
Pero en nuestro recuerdo quedará, sobre todo, esa bellísima adolescente interpretada por Anne Lambert, de algún modo presintiendo ya la fugacidad de su belleza y de su vida, sacrificada -con su consentimiento, en cierto modo- en el oscuro altar de la naturaleza más terrible.
Pero “Picnic en Hanging Rock” es también la historia de una búsqueda, así como el relato de las profundas secuelas que esa desaparición dejará en compañeros, testigos, y maestros.
A nivel formal, la realización es impecable (como siempre en Weir), y la calidad de la fotografía excepcional. También la música tiene un papel destacadísimo, con esa conmovedora melodía de flauta o el uso pionero de sintetizadores (más tarde empleados por Weir, con mucha fortuna, en películas como “Único testigo”).
Pero en nuestro recuerdo quedará, sobre todo, esa bellísima adolescente interpretada por Anne Lambert, de algún modo presintiendo ya la fugacidad de su belleza y de su vida, sacrificada -con su consentimiento, en cierto modo- en el oscuro altar de la naturaleza más terrible.

6,6
2.115
6
27 de diciembre de 2008
27 de diciembre de 2008
33 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque soy un admirador de Antonioni, confieso que a pesar de que "Zabriskie point" tiene cosas interesantes y que atestiguan ciertos aspectos de la época convulsa en que fue hecha, me ha gustado bastante poco (en eso estoy de acuerdo con la tibia acogida que tuvo en su momento la película).
De estética arquetípicamente californiana, y haciendo uso de algunos de los artificios empleados por los directores que querían ser "modernos" a finales de los sesenta y principios de los setenta, es decir, trufada de planos tomados con teleobjetivo (en plan "Dos hombres y un destino" o las de Robert Altman), no faltan en ella escenas a cámara lenta, ni otras en las que se abunda en cierta explicitez sexual. Y al igual que en otras películas Antonioni, encontramos también aquí un carácter alegórico subyacente, aunque en este caso mucho más explicito y sobredimensionado, que nos remite a la alienación y a la opresión del individuo en una sociedad vacía y consumista, cuya única esperanza de redención se encuentra, tal vez, en el espíritu idealista e incontaminado de la juventud.
Comprendo que para un tipo tan vanguardista y con raíces en el cine documental como Antonioni resultara difícil sustraerse a ciertas modas estéticas y al clima contracultural que imbuía a la juventud, no solo estadounidense, de la época. Pero me pregunto si hacían falta nada menos que cuatro guionistas para idear un argumento tan simple, deslavazado, e infantilmente panfletario. Menos mal que Antonioni supo reencontrar sus raíces estilísticas y temáticas en algunas de las –escasas- películas que hizo posteriormente, de las cuales la magnífica "El reportero", rodada casi toda ella, por cierto, en España, sería un buen ejemplo.
Como me suele suceder últimamente, me ha resultado más interesante la verdadera historia de algunos de los que participaron en esta película y cuya vida posterior resultó ser una suerte de continuación del personaje que les había sido asignado en la ficción. Y así, al termino del rodaje, los jóvenes protagonistas, enamorados también en la vida real, se fueron a vivir a una comuna liderada por un autoritario gurú con ínfulas de músico (inquietante paralelismo con el tristemente celebre Charles Manson), y tras haber asaltado un banco junto a otros miembros de su secta, Mark Frechette (el joven protagonista) acabó muriendo, aplastado por una barra de culturismo, en una cárcel de Massachusetts en 1975. En cuanto a Daria Halprin, podeis ver su foto actual en Internet; después de un corto matrimonio con el actor Dennis Hopper (también él bastante contracultural: protagonizó "Easy Ryder"), acabó convirtiéndose en una psicóloga especializada en terapias creativas.
De estética arquetípicamente californiana, y haciendo uso de algunos de los artificios empleados por los directores que querían ser "modernos" a finales de los sesenta y principios de los setenta, es decir, trufada de planos tomados con teleobjetivo (en plan "Dos hombres y un destino" o las de Robert Altman), no faltan en ella escenas a cámara lenta, ni otras en las que se abunda en cierta explicitez sexual. Y al igual que en otras películas Antonioni, encontramos también aquí un carácter alegórico subyacente, aunque en este caso mucho más explicito y sobredimensionado, que nos remite a la alienación y a la opresión del individuo en una sociedad vacía y consumista, cuya única esperanza de redención se encuentra, tal vez, en el espíritu idealista e incontaminado de la juventud.
Comprendo que para un tipo tan vanguardista y con raíces en el cine documental como Antonioni resultara difícil sustraerse a ciertas modas estéticas y al clima contracultural que imbuía a la juventud, no solo estadounidense, de la época. Pero me pregunto si hacían falta nada menos que cuatro guionistas para idear un argumento tan simple, deslavazado, e infantilmente panfletario. Menos mal que Antonioni supo reencontrar sus raíces estilísticas y temáticas en algunas de las –escasas- películas que hizo posteriormente, de las cuales la magnífica "El reportero", rodada casi toda ella, por cierto, en España, sería un buen ejemplo.
Como me suele suceder últimamente, me ha resultado más interesante la verdadera historia de algunos de los que participaron en esta película y cuya vida posterior resultó ser una suerte de continuación del personaje que les había sido asignado en la ficción. Y así, al termino del rodaje, los jóvenes protagonistas, enamorados también en la vida real, se fueron a vivir a una comuna liderada por un autoritario gurú con ínfulas de músico (inquietante paralelismo con el tristemente celebre Charles Manson), y tras haber asaltado un banco junto a otros miembros de su secta, Mark Frechette (el joven protagonista) acabó muriendo, aplastado por una barra de culturismo, en una cárcel de Massachusetts en 1975. En cuanto a Daria Halprin, podeis ver su foto actual en Internet; después de un corto matrimonio con el actor Dennis Hopper (también él bastante contracultural: protagonizó "Easy Ryder"), acabó convirtiéndose en una psicóloga especializada en terapias creativas.
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