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Estados Unidos Estados Unidos · Chicago
Críticas de Donald Rumsfeld
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Críticas 80
Críticas ordenadas por utilidad
8
8 de julio de 2020
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Lutero hizo su enmienda al catolicismo, lo que creó, entre otras cosas, es una paradoja metafísica situada en el mismo núcleo de la reforma: si Dios era omnisciente, razonó, su conocimiento también lo es y, por lo tanto, ha de conocer nuestros destinos, pues estos ya han debido ser trazados en su mente hasta el más pequeño detalle. El problema es que según esa doctrina los sujetos tan solo son meros efectos en la inextricable cadena de acontecimientos que Dios había configurado, nuestra salvación o condena habría sido decidida por él mucho antes de nuestro nacimiento, y la libertad no sería más que una ficción erguida sobre nuestro ignorancia y conocimiento parcial. Así, nadie puede hacer nada que escape al diseño divino, que lo altere de algún modo, pues el libre albedrío queda de facto suprimido; y todo el universo, toda injusticia, desigualdad o malevolencia, implícitamente justificada.

Lutero no hizo más que crear un programa espiritual a la medida del pensamiento mecanicista que ya se abría paso en otros saberes; contra ella, contra esa visión absurdamente lógica que culmina en la Ilustración y los panfletos de Hegel (por supuesto, toda esta línea de no-pensamiento que inauguró la Reforma aún sigue vigente, solo que travestida: materialismo, monismo, nacionalismo…), acabaron revelándose los románticos. Los verdaderos Románticos. Especialmente Schopenhauer; parte de cuya filosofía es parafraseada en clave pop por Dark: serie que reviste de un ropaje narrativo el quid de la disputa (predestinación vs libre albedrío) mediante la escenificación y contraposición de ambas doctrinas filosóficas.

Joyce apuntó que de entre todas los sucedáneos del cristianismo el único coherente es el catolicismo, pues si nosotros no éramos más que piedras que caen ajenas a las fuerzas que las gobiernan, nuestras creencias ni siquiera podían considerarse genuinamente nuestras, y mucho menos la responsabilidad de nuestros actos. Schopenhauer, más sutil, admitió que podía ser cierto que los humanos tuvieran un mecanismo básico, al cual llamó voluntad de vida, que condiciona todo su ser y mediante el cual son empujados a desear. En la medida en que deseamos, afirmaba, somos esclavos de nuestra voluntad, la cual esencialmente tan sólo pretende satisfacer su deseo, esencialmente: reproducirse-permanecer, sumiendo a los sujetos en una insatisfacción constante debido a la propia tensión que el mismo genera (obsérvese el parecido con lo que más tarde diría Freud; obsérvese que lo que en Dark multiplica el dolor es precisamente la incapacidad de renunciar al deseo… a un deseo muy concreto…). Sin embargo, Schopenhauer atisbó un resquicio de libertad, pues si el deseo era lo que encadenaba, “bastaba” con deshacerse de él para neutralizar la insatisfacción. Schopenhauer, como Kant, tan sólo contemplaba la libertad como una consecuencia imprevista de la renuncia y el sacrificio. Lo que condiciona, lo que anula la libertad, afirmó, es seguir ciegamente ese deseo, que es para todos igual; solo es posible esquivar esa “ley natural” en la medida en que el deseo se hace consciente y podemos manipularlo. Para Schopenhauer, por lo tanto, solo somos individuales en la medida en que podemos renunciar a los dictados de la voluntad y sublimar el deseo: su superhombre es el santo y el artista. Y por cierto que toda esta otra línea de pensamiento no solo es totalmente católico-cristiana (Schopenhauer fue un ferviente lector tanto de la Upanishad como de Calderón), sino que también es la base de todo equilibrio y libertad social, pues como bien sabían los propios ilustrados, la libertad de uno acaba allí donde empieza la de los demás.

Toda la serie consiste en una exposición pormenorizada, insistente y reiterativa de la futilidad del deseo y el sinsentido de la predestinación. Se repite, porque el deseo siempre es el mismo; y se estrella una y otra vez contra el suelo, porque si todo está escrito no podía ser de otra manera. El problema, evidentemente, no viene de ahora, viene de mucho más atrás, quizá desde el principio; en cualquier caso, siempre ha sido el mismo. Así, lo que en apariencia es un mensaje antinuclear, en realidad es un ataque de rebeldía contra la doctrina de la predestinación y el materialismo. Para decirlo claramente: hubiera dado igual que en vez de una central nuclear hubiera sido una solar o una factoría de Volskwagen (evidentemente, queda más potente, más ciencia ficción, la opción nuclear), lo importante son los secretos que se ocultan o han quedado enterrados por el camino en aras de ir satisfaciendo el deseo. Y la propia nuclear tan solo es una metáfora de la sociedad que la crea: aparentemente limpia, segura e inocente, aparentemente honesta, augurio de riqueza ilimitada, promesa de energía barata, situada en medio de la naturaleza casi como de una continuidad de la misma se tratara. Así se vendió entonces.
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Donald Rumsfeld
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Can't Get You Out of My Head (Miniserie de TV)
MiniserieDocumental
Reino Unido2021
7,8
151
Documental, Voz: Adam Curtis
8
10 de abril de 2021
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El documental se articula en torno a las “biografías políticas” de apenas media docena de personajes de países que en apariencia atravesaban diferentes circunstancias. Observa que pese a esas diferencias los actos de estos individuos, reacciones a la implantación de determinadas políticas, acabaron sirviendo de catalizador de la de globalización (tecnológica) que ellos mismos pretendían combatir. Finalmente, analiza las causas de tan fatídicos giros, concluyendo que, con independencia de las heterogéneas circunstancias de las que cada uno de ellos partía, ya se habían puesto en marcha procesos a una escala que no dejaba margen alguno entre los posibles resultados.

Analiza varios factores: la naturaleza de la sociedad técnico-industrial, que disuelve los vínculos sociales y, simultáneamente, homogeniza a los individuos; el individualismo que resulta de esa disolución (de carácter exclusivamente narcisista, mediante el que los sujetos son responsabilizados de sus destinos para que la política pueda lavarse las manos); y el fin de las ideologías que implica tanto la caída del comunismo y la transformación de China en una corporación como la naturalización y subsiguiente invisibilización de la ideología que justifica nuestra sociedad: el liberalismo económico moderno.

El documental es una “síntesis” de las ideas que su autor había expuesto en sus anteriores trabajos, los cuales a su vez eran una puesta al día de El Mito de la Máquina, y que aun sin contar con la perspicacia, el apabullante despliegue de conocimientos o la profundidad visionaria de aquellos volúmenes, resultaban igualmente clarividentes; es en este sentido, en el poético, en su capacidad de sugerir, de trenzar y refinar ideas mediante la imagen y el sonido, en el que los supera a todos, dibujando a lo largo de su metraje un impresionante fresco que arranca a comienzos del siglo XX, desmitificando la Belle Époque, lo atraviesa: guerras mundiales, Guerra Fría, Oriente Medio…, y se clava en nuestro presente: distribución del poder, cambio climático, vuelta a los populismos…

En definitiva, es el documental más exhaustivo que se haya realizado sobre las causas y efectos del Antropoceno. Quizá a veces se embrolla demasiado y en otras ocasiones, cuando uno piensa que debería ahondar más en un determinado aspecto, se limita a un par de vagas de referencias; pero creo que dada la magnitud, el alcance y el medio en que inscribe esas ideas (es una serie, con sus capítulos, sus personajes, su drama y su tragedia), no son más que pequeños deslices en aras de resaltar otra idea central: El poder de las imágenes y los posibles discursos que contienen.

Y es que a pesar de ser un documental sobre algo a priori tan discursivo como pueda ser la geopolítica (en donde, desde una perspectiva académica, la única imagen necesaria para comprender algo siempre cabe en un mapa o una gráfica), el peso, la naturaleza y los tiempos que tienen tanto las imágenes como la música no solo sirven para ejemplificar el discurso sino que lo transforman: más que una clase magistral es una sesión de hipnosis en donde el chamán, en un despiadado tono monocorde, recita su telúrico mantra para conjurar las fuerzas de lo oculto e invisible que rigen nuestros ideas, sentimientos y destinos.

Cada imagen tiene su propia textura: desde la fantasía comunista china, donde la oscuridad se ciñe por los márgenes, donde todos los colores están al servicio de unos rojos fulgurantes que centellean sobre la cámara, hasta las imágenes ultradéfinidas de las enormes y luminosas salas donde se instalan los racks, sin presencia humana y donde solo aparentemente no sucede nada, pasando por el gris industrial de los albores de la Inglaterra del siglo XX o las clásicas escenas de la 2ª guerra mundial, donde todo parece tan remoto y extrañamente cercano. Cada textura, cada formato y cada narración, tiene incorporada la propia ideología en la que se crea (el documental muestra este aspecto de una manera tan sencilla, directa y elegante mediante la simple contraposición de las mismas y saltos temporales). Sea anuncio, película o entrevista, sea el muro cayendo, gente bailando o una cámara infrarroja desde el helicóptero, no hay imagen que no remita directamente a la ideología y el momento específico en que se crea. En última instancia, dos factores subyacen a toda la escenificación: la negación del pensamiento (de ahí que los acentos, los énfasis, recaigan sobre la música y las imágenes, no sobre las palabras, pues nuestra propia sociedad es ante todo visual y, justo en esa medida, no discursiva), y la propia complejidad de un sistema cuyas interacciones producen resultados imprevistos (de ahí la necesidad de solapar y de volver constantemente la vista atrás para contrastar entre metas tan diversas y resultados tan convergentes).

La negación del pensamiento que implica la sociedad de consumo (ante todo visual: series, películas, videojuegos, Instagram…), con su obsesión por lo material y lo mensurable (<<Lo que no se puede medir no existe>>, reza el segundo mandamiento de Google), acaba negando los mismos fundamentos sobre los que erige. Como la ciencia, que al -reducir- a los individuos a un conjunto de interacciones electroquímicas, o de estímulos y respuestas, niega no sólo la consciencia sino al propio pensamiento que da luz a todo el asunto. Es el inconsciente y el más allá. La sociedad hiperindividualista que acaba negando al individuo. El triunfo de la voluntad en el que ni tan siquiera hay necesidad de conocer, pues lo real es incognoscible, el conocimiento es falso y la tierra es plana. Es la demagogia final mediante la que ya es posible creer en ideas abiertamente excluyentes. Oriol Junqueras, católico, nacionalista y de izquierdas siendo elegido por Der Spigel como el intelectual español más influyente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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6
25 de enero de 2017
23 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es posible hacer 3 lecturas de Narcos:

1) Desde un punto de vista técnico es una serie apabullante. La fotografía, las interpretaciones, el diseño de producción y la música rozan la perfección. Con un pequeño pero: la toma de sonido cuando hablan en castellano es pésima. Lo cual, sin pretenderlo, delata tanto a los autores de la serie como al público al que va dirigida.

2) Desde un punto de vista dramático es una serie correcta. Y es que a pesar de ser un buen thriller su estructura es conservadora. Es una versión extendida de todas esas películas en las que estáis pensando, con el mismo arco dramático, la misma galería de personajes o la clásica perspectiva falsamente amoral (es decir: moral) que popularizaron De Palma y Scorsese.

3) Desde un punto de vista histórico es una tontería. Ignora acontecimientos fundamentales, tergiversa otros, maquilla la brutalidad y el dolor para hacerlos más accesibles al público, sitúa como narrador a un agente de la DEA y emplea una insoslayable cantidad de tiempo para narrar sus intrascendentes vicisitudes. Nuevamente, se delatan.

Respecto a 3) cabe decir:

3-a) Que los autores no narran los acontecimientos con el rigor suficiente.

3-b) Que los acontecimientos ignorados, tergiversados o con frecuencia brutalmente simplificados, son más interesantes que los que sí narran.

3-c) Que los autores faltan al respeto a muchos de los implicados y, en general, a todos los colombianos. Concrétamente: Que se desentienden de las condiciones socioeconómicas, culturales e históricas del pueblo colombiano y lo retratan como si aquello fuera un salvaje oeste repleto de sicarios que asesinan por placer. Inconscientemente, se delatan.

3-c-a) Divagación: los nazis, los narcos, los “terroristas árabes” y, por supuesto, los comunistas, son malos por naturaleza. Y estos últimos, aquí, de regalo, también son extraordinariamente imbéciles. Los gringos, por el contrario, son tan fenomenales que directamente operan en el terreno extramoral de lo pragmático. Ellos sí pueden. Y si no hubiera sido por la estúpida y corrupta sociedad venezol… colombiana lo hubieran atrapado antes de la cena.

3-c-b) Continúa la divagación: En realidad muchos de los problemas del punto 3) se deben a lo que podríamos llamar el Efecto Netflix, a saber:

3-c-b-1) En oposición, por ejemplo, a las series de la HBO, las de Netflix buscan siempre un ritmo abrumador. Hay que mantener al espectador constantemente en tensión. Aquí no hay cabida para los guisos a fuego lento a lo The Wire. Nota: Últimamente parece que tampoco la haya en la HBO.

3-c-b-2) Se debe tener como prioridad que el púbico pueda identificarse con los protagonistas y la trama. Ejemplos: Stranger Things: una serie de aventuras para los niños, de terror para los adolescentes, drama romántico para los adultos. Sense8: un personaje para complacer a los espectadores de cada país/”cultura” donde Netflix tiene asentamiento. Narcos: Agentes de la DEA. Sí o qué.

3-c-b-3) Falta de densidad en las tramas, supeditando los tiempos narrativos a la exposición de clichés que aligeren, identifiquen, sean agradables (en resumen: yo me las follaba a todas) o den un toque de espectáculo. Finalmente, dada la duración de estas series, acaban teniendo más agujeros en el argumento que el coche de Bonnie & Clyde. Narcos no es la excepción y cualquiera que piense detenidamente en lo que le están contando (no en sí está bien contado o no, que en este caso sí) seguramente lo encontrará absurdo.

Síntesis de 3-c-b: Todo es una cuestión de contabilidad. Los 6.000 millones de presupuestos en contenidos han llevado a Netflix a cometer los mismos “errores” que llevan cometiendo las superproducciones durante la tira de años para asegurarse la taquilla. Los mismos errores que transformaron las superproducciones en un circo de la Marvel. Ahora que lo pienso: la Marvel y Netflix.

3-d) Opinión: Es muy sucio eso de afirmar que la serie está basada en hechos reales, y, encima, poner un narrador para hacerla pasar por una inocente crónica dramatizada, cuando en verdad te estás pasando por la galleta todo el meollo del asunto. Sobre todo porque efectivamente esos hechos sucedieron. Pero bueno, Spielberg hizo lo mismo y arrasó. Así que.

4) Vs: Pero nada deja tanto en evidencia a Narcos como El Patrón Del Mal. Sí, es cierto que todos los interiores de EPDM tienen (lamentablemente) la misma iluminación. Y no es 4k. Pero, joder, se escuchan perfectamente los diálogos de los personajes. Imaginen. Y si Narcos simplifica la trama hasta la anorexia, hasta dejar a Escobar en un hombre de dimensiones tan míticas como caricaturescas, EPDM nos muestra esa misma época y personajes pero sin caer en los estereotipos, siempre con el máximo grado de respeto tanto por lo que se cuenta como por el espectador. El ejemplo perfecto es la propia figura de Escobar, y en este sentido la interpretación de Andrés Parra fue creciendo, evolucionando como el propio Escobar (a diferencia del Escobar de cartón-piedra de Narcos) hasta llegar a ser colosal. Soberbia.

EPDM Es tan entretenida como Narcos (o más) sin renunciar a nada. Posee un montaje y una narración en los que sin sacrificar la profundidad o la coherencia (draconiana en este caso) se dota a la serie de más dinamismo, claroscuros y sentido del humor, sin dejar de ser nunca esencialmente aterradora, de perturbar la paz del espectador abriendo frentes, formulando preguntas, sin caer en esos tiempos muertos de Narcos en los que no puede pasar nada porque los agentes de la DEA están en el despacho (como si mágicamente Escobar sólo existiera cuando entraba en el campo perceptivo de los gringos). Y eso, teniendo en cuenta que es 4 veces más larga que la parte de Narcos dedicada a Escobar, me parece casi humillante: sí, la historia es en principio la misma; deduzcan ustedes qué es lo que unos no tienen y otros sí.
Donald Rumsfeld
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6
13 de marzo de 2015
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Breaking Bad tiene un punto de partida y un desarrollo posterior extraordinariamente similar al de Lost o al de la mayor parte del cine mainstream; no es tanto una cuestión argumental como una cuestión formal: ambas series han sido -diseñadas- con un objetivo en mente, el más habitual: captar al mayor número posible de telespectadores, sin importar sexo, nivel cultural (no mucho), estado civil o nacionalidad, y "engancharlos" a cualquier precio. Y, por eso mismo, ambas son "series para las masas" que raramente se atreven a desafiar al espectador en terrenos morales, argumentales o formales; lo cual las diferencia radicalmente de otras como The Wire, The Sopranos o Deadwood (quizás la serie mas brutalmente anticomercial filmada por una gran productora en los EUA).
Ya desde el primer capítulo queda claro que el mecanismo fundamental para "enganchar" al espectador será el más accesible de cuantos hay: la empatía (o su ausencia) hacia los diferentes personajes que la irán poblando. Por si quedaran dudas se nos cuenta que el personaje principal es un profesor, alguien con quien el espectador/consumidor se puede identificar de entrada, que, además, tiene una enfermedad grave y muy común. La premisa es la siguiente: un tipo normal, alguien de la "clase media" atrapado en una situación de alto voltaje emocional que promueve la identificación con él desde el primer minuto, mediante una estructura de thriller dramático con, inevitablemente, altas dosis de manipulación emocional. Resumiendo: suspense más empatía; thriller más identificación. Nada nuevo bajo el sol.
Lo novedoso de la serie, su gran logro, ay, apenas explotado, es que ese personaje de "clase media" en realidad no es tal. A la hora de la verdad, pese a todo el poderío tecnológico-militar estadounidense (vive al lado de Los Álamos...), cuando llega la enfermedad no puede costarse el tratamiento, quedando así manifiesto el abandono, la vulnerabilidad y la desprotección de los individuos estadounidenses (que no ciudadanos...) ante sucesos elementales (llámese Katrina o Cáncer) de "fácil" tratamiento. Por momentos la serie muestra clara y repetidamente que la "clase media" ha desparecido -si es que alguna vez existió como tal y no como simple negación de la propia lucha de clases. Y afirma implícitamente que si no lo puedes pagar, aunque hayas sacrificado noblemente tu talento en aras de llevar la educación, ¿y qué puede haber más noble?, al pueblo, por lo demás tampoco muy interesado, te mures y punto. Es decir, si no tienes dinero, aunque existan los medios, te jodes y agonizas. Lo mismo da si eres estadounidense que bosquimano. Si no tienes dinero, no existes.
Poseo luego existo. Domino luego soy. Conocer es dominar. Conocer es poder. Todos los personajes relevantes de la serie, incluido el protagonista, viven atrapados explícitamente bajo este absurda concepción del ser como tener y el conocimiento como dominación. Una vez curado, el profesor sigue en el negocio porque descubre que así sí es alguien, que así sí se le respeta (obviamente aquí el motor implícito es la necesidad de autoaprobación de aquel que a pesar de estar desamparado ha sido convertido en el responsable de su destino...) Ni el profesor ni ninguno de los protagonistas de "clase media" (la serie, dado que funciona mediante la identificación, tampoco) atisban a ver que lo realmente pernicioso no es el hecho de fabricar drogas o consumirlas, si no los mecanismos que nos pueden empujar a ello, lo permiten y lo fomentan. Oh, Álvaro Uribe. Oh, El pentágono. Oh, The Wire...
Así la serie queda lastrada en este punto por su escrupulosa moral de "clase media", y, como consecuencia, frecuentemente personajes y situaciones rozan el ridículo más hollywoodiense. Las drogas son malas porque sí. Las fuerzas de seguridad, personificadas en el absolutamente inverosímil e incorruptible concuñado (más propio de una novela de Victor Hugo que del siglo XXI), se encargan, estos sí, de "protegernos" noblemente, y de esto sí, de semejantes "perversiones". La propia familia del protagonista se niega en redondo a aceptar la actuación de él. Lo malo es aquí un absoluto sin el más rudimentario gris. Oh, The Sopranos. Oh, The Wire...
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Donald Rumsfeld
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Making a Murderer (Serie de TV)
SerieDocumental
Estados Unidos2015
7,9
7.509
Documental, Intervenciones de: Steven Avery
8
19 de marzo de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Making a Murderer bien podría ser el reverso de The People vs. O. J.:

-Si en el caso de OJ asistimos a un espectáculo mediático en torno a una estrella estadounidense, con todo el lujo y voyerismo que implica realizar un examen de las miserias de una vieja gloria deportiva (sus casas, sus coches, su vida sexual…), lo que presenciamos aquí es la crucifixión de un don nadie, de un paria, de un white trash (en esta ocasión literalmente: Avery vivía y trabajaba en un desguace), de alguien que en definitiva no tiene la consideración de persona, de ciudadano en un sentido legal, ni, por tanto, derecho a un juicio justo.

-Más: mientras que en el caso de OJ se absolvía a un culpable, al menos en primera instancia, dado que posteriormente los buenos y blancos ciudadanos sí lo condenaron; así que, a pesar de todo, la Justicia finalmente triunfó…, lo que vemos aquí es cómo se procesa implacablemente y sin dejar posibilidad de redención alguna a dos inocentes. El reverso es tenebroso porque mientras que la absolución de un culpable solo implica una falla en el sistema legal, la condena de un inocente desvela una maquinaria diseñada para castigar (al margen de las circunstancias que rodearan este proceso en particular). Y también de un sistema legal que en el mejor de los casos funciona más como una maquina de la venganza, cuando no directamente como un negocio (véase el documental Enmienda XIII), que como un método de reeducación y reinserción social. (Perdón por las risas).

-La absolución de OJ fue económica. OJ pudo permitirse contratar a unos abogados que astutamente transformaron el juicio en algo puramente emocional, apelando a la “raza” y clase social de su cliente para dejar entrever al jurado una conspiración policial de la que no había prueba alguna. Así mientras en el caso de OJ asistimos al proceso de un “rico negro” acusando de conspiración al sistema judicial, lo cual es “creíble”, en el de Avery asistimos al de un tipo que vive en un tráiler y en el que no sólo se insinúa tal conspiración: se demuestra. He ahí lo que no se puede creer, lo que no se Debe creer. Y lo que es peor, una persona que se mantiene firme en su acusación, que no se corrompe ni doblega. Alguien que está dispuesto a pasar muchos años en la cárcel con tal de mantener su inocencia. Un paria con dignidad al que hay que arrebatar la credibilidad. Especialmente cuando mantener esa inocencia y dignidad implicaba hundir la de muchos buenos ciudadanos.

En efecto: la dignidad, el estoicismo radical de Avery, su nobleza y humildad los deja a todos en evidencia. Ellos, los policías, los investigadores, el fiscal… son los buenos ciudadanos, todos insisten constantemente en este punto: ellos son los que van a misa, los miembros respetables de la comunidad, los trabajadores, los honestos padres de familia. Y de repente llegó Avery, descorrió el telón y, sin tan siquiera pretenderlo, nos mostró que las cosas quizás no eran en absoluto como parecían.

Que quizás el corazón de esos que se definen a sí mismos como buenos no esté tan limpio como ellos creen. Que quizás no sean tan buenos, ni tan nobles. Que quizás, y en absoluto quizás, el corazón de los USA esté carcomido por el fanatismo y la arrogancia. Sí, Dios, de una manera u otra, siempre estaba detrás de cada una de las acciones y testimonios de los que se autodenominaban buenos. Encontró el coche en el desguace porque Dios la guió hasta allí. Lagrimita. La sentencia expresó la voluntad de Dios. Mirada de satisfacción. Avery es la persona más peligrosa que ha pisado esta corte, llegó a decir el juez tras escuchar el alegato del hermano de la víctima realizado, por supuesto, con la ayuda de Dios.

Qué derecho a un juicio justo o a la presunción de inocencia podía tener Avery cuando era el mismísimo Dios quien guiaba a sus secuestradores. Qué tipo de juicio o diálogo era posible con aquéllos que no solo creían tener la verdad y toda la verdad, sino, OMG, la Verdad Divina.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Donald Rumsfeld
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