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España España · Madrid
Críticas de keizz
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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
7
23 de marzo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película sueca, dirigida por Hannes Holm, que en principio no aparenta ser nada especial. Típica historia de viejo cascarrabias que vive solo, que tiene sus costumbres de toda la vida y le irrita mucho que las cosas no sean como a él le gustan, enfadado con el mundo y con la vida, metódico, gruñón, y totalmente enfrentado con los tiempos modernos. Y tal vez sí, la película sea lo que aparenta ser al principio, pero el efecto que me ha provocado no ha sido el que yo esperaba con estos ingredientes.

Conociendo cómo van este tipo de historias y previendo más o menos su desenlace, pensaba que la película me dejaría bastante indiferente, y sin embargo no ha sido así. Y es que, si las películas están bien hechas y consigues meterte en ellas, da igual el tema del que trate y lo que esperes. La primera gran sorpresa es que me he reído más de lo que suelo reirme con cualquier comedia. Y la risa es algo tan positivo que uno siempre lo agradece.

Pero luego hay mucho más. Una ternura deliciosa subyaciendo entre tanta frialdad nórdica. Una excelente narración con flashbacks acertadísimos en los que vamos conociendo y entendiendo cada vez más a Ove, hasta terminar empatizando completamente con él, compartiendo su inmenso amor por Sonja y su dolor por las cosas que le han pasado en la vida. Una vida que quiere abandonar, pero la vida se aferra a él, como una novia que se resiste a ser dejada y le sabe embaucar para continuar un poco más.

Hannes Holm me ha convencido bastante, con este modo de narrar la historia, dosificando perfectamente la información que da al espectador con estos flashbacks tan oportunos. El ritmo narrativo es magnífico excepto, quizá, en los últimos minutos, en los que creo que se acelera un poco. En todo caso, la película está dotada de un gran equilibrio narrativo y habrá que seguir a este director sueco.

Obviamente, tampoco estamos hablando de una obra maestra. Como he dicho desde el principio, tiene mucho de predecible, la historia nos suena, y Holm es bastante complaciente con el espectador, no se puede decir que sea una película arriesgada. Pero a pesar de todo eso, está muy bien hecha, es tremendamente entretenida, y sabe llegar al espectador (por lo menos, al espectador que escribe esto).

El principal peso interpretativo del film recae sobre Rolf Lassgard, que encarna con maestría el papel del Ove viejo (el Ove joven corre a cargo de Filip Berg). Lassgard te lleva por donde quiere, consigue que le odies y a la vez te rías con él, y también logra provocarnos mucha ternura. No me imagino un viejo misántropo y gruñón más adorable encarnado en otro actor. Junto a él, el resto del elenco cumplen correctamente, destacando Bahar Pars, quien también logra hacerse un hueco para brillar en lo poco que deja libre Lassgard.

A los mediterráneos nos choca y hasta nos hace gracia el extremismo con que Ove cumple e intenta hacer cumplir la ley, su metódica forma de vivir y su intenso compromiso con los principios con los que fue educado. Pero es que los suecos son así, no se trata de un personaje. Ove representa en muchas cosas el carácter sueco y hasta su humor negro es característico. Quizá por eso me hizo tanta gracia, porque sé que lo que aparece en la pantalla no es nada disparatado.

Holm tenía muchas posibilidades de conducir a Ove hacia un histrionismo exagerado que desvirtuara la película, pero no lo hace. Tampoco cae en la tentación de llevar al film por el lado del dramón sensiblero. Sabe equilibrar con brillantez la comedia con el drama, y plasmar con mucha mano izquierda el dolor de una vida que no puede estar completa si te falta la persona que amas, la que te da significado. Nos muestra el calvario que supone vivir en soledad no deseada, una vida que ya no tiene sentido, de un modo que nos divierte y nos conmueve a la vez.

“Un hombre llamado Ove” es lo que toda la vida se ha llamado una película bonita. Una historia plenamente humana que nos anima a tomarnos la vida como viene, a gozar de los momentos, a saber apreciar la compañía de los demás, y sobre todo a entender que la vida es ingobernable, que puede ser muy cruel y muy alegre, que no podemos hacer planes porque este extraordinario viaje que es vivir es siempre imprevisible y siempre lo hacemos en solitario, por mucho que nos agrade la compañía que tengamos durante una parte del mismo.

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keizz
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6
29 de septiembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El campeonato mundial de ajedrez de 1972, disputado en Reykjavic entre el norteamericano Bobby Fischer (Tobey Maguire) y el soviético Boris Spassky (Lieb Schreiber) fue un acontecimiento, no sólo deportivo, sino político, social y mediático sin precedentes. En plena Guerra Fría, este histórico enfrentamiento fue mucho más allá de la pura competición deportiva.

Edward Zwick dirige este film en el que se analiza la complicada personalidad de Bobby Fischer, el genio del ajedrez norteamericano, que fue capaz de acabar con el dominio soviético en este deporte convirtiéndose así en el héroe de Occidente en aquel tiempo. Se pone el foco en los orígenes de Fischer, en su infancia, su juventud y sus inicios en el ajedrez hasta llegar a la cumbre en la famosa partida de Reykjavic. Lo que pasa después se limita a contarlos sucintamente en unos párrafos al final del film.

A Zwick le interesa más que nada la compleja mente de Fischer. Se centra en sus obsesiones, sus miedos, su genialidad ante el tablero, su insolencia y excentricidad en lo personal. Indaga en el complicado entorno familiar en que se crió y en la soledad en que se vió obligado a refugiarse, con el ajedrez como único estímulo en una edad muy delicada. Y esto lo hace bastante bien, pues logra crear una atmósfera y una tensión que hace que el espectador se interese realmente por el personaje y sus peculiares vicisitudes, todo ello aderezado con una excelente ambientación.

El modo en que el director plasma el desarrollo de las partidas, mediante primeros planos de los rostros de los jugadores combinados con otros de los movimientos de las piezas hace que los espectadores siempre sepan interpretar las jugadas. Incluso aunque no sepas jugar al ajedrez en absoluto, sabes si el movimiento ha sido una buena o mala jugada por el modo en que se representa.

Bobby Fischer es uno de los personajes más interesantes del siglo XX, en mi opinión. Su irresistible talento y su perturbadora personalidad hacen de él un personaje al que siempre es fascinante acercarse. Su mente seguía su propia lógica, funcionaba de un modo distinto al que funcionan las demás. Delante del tablero era brillante, innovador, valiente, creativo, seguro de sí mismo. Pero cuando las piezas se guardaban en la caja y tenía que ocuparse de los movimientos de su propia vida era un completo desastre, autodestructivo, caprichoso, incapaz de socializar y con graves problemas de autoestima.

Todo esto queda bastante bien expuesto en la película, y es muy difícil hacerlo. En este sentido, hay que aplaudir la labor de Zwick. El espectador se interesa por la figura de Fischer, irremediablemente. Y creo que más los que desconocían su figura que quienes ya sabíamos de él. Para mí, esto es lo mejor de la película, junto con el punto álgido que es sin duda el desarrollo de la famosa sexta partida del mundial del 72.

Tobey Maguire está indiscutiblemente bien, pero a mi me pasa algo con este actor, y es que no me lo creo. Ni siquiera cuando, como en este caso, consigue una interpretación muy buena. Maguire hace una gran composición de personaje, hace un trabajo metódico, riguroso e irreprochable. Sin embargo, por lo que sea, no le veo de Bobby Fischer. Pero en fin, es cosa mía. Objetivamente, la verdad es que su interpretación es bastante buena. Junto a él, destaca también Liev Schreiber con una muy buena caracterización de Boris Spassky, en un papel muy contenido de estos que se le dan tan bien interpretar. Asimismo, los otros dos actores principales, Michel Stuhlbarg y Peter Sarsgaard están correctos.

Quizá el problema de la película sea su intento por ser demasiado estricta con los hechos. Suele ser el problema de los biopics. Contar los hechos está muy bien, pero en las películas hay que poner algo más para añadirle fuerza. Para contar los hechos sin más ya están los documentales. En este caso creo que la película habría salido ganando si en vez de ser tan precisa hubiera tenido algo más de alma.

Quizá para los grandes aficionados al ajedrez la película defraude un poco. No se habla mucho de ajedrez, de la técnica del ajedrez ni de la esencia de su juego. No es la típica película que crea afición, de la que sales con ganas de jugar al ajedrez. En ese sentido, es una película destinada más bien a los profanos en la materia. Por otra parte, el componente histórico agradará a ambos bandos.

Yo se que no es una gran película, pero me gustó. Tiene bastante interés, para mi gusto, pues siempre me llamó la atención la figura de Bobby Fischer. Seguramente a nivel artístico no sea gran cosa, pero me parece una gran manera de pasar dos horas.

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keizz
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8
5 de noviembre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Julián recibe la visita inesperada de Tomás, un viejo amigo que vive en Canadá y ha venido a visitarlo porque Julián tiene cáncer. Pasarán cuatro días juntos, junto al fiel perro de Julián, Truman. Los tres tienen que afrontar una inevitable despedida.

Cesc Gay dirige esta película que es un canto a la camaradería y a la fuerza de la amistad, pero que tiene muchas más aristas. La muerte y la actitud ante la misma, la soledad, el modo de afrontar una pérdida, el amor a los animales, y hasta el derecho o no de uno a decidir el cómo y el cuando poner fin a sus días. El tema invita abiertamente al drama lacrimógeno, pero Gay sabe caminar con precisión sobre la fina linea que separa lo ñoño de lo emotivo, sirviéndose del humor como arma para evitar el exceso de intensidad trágica, pero sin llegar nunca a la frivolidad. La película conmueve pero no empalaga, todo un logro tratando un tema tan propenso a la caza de la lágrima fácil.

Julián acepta, o parece aceptar su destino con estoica valentía. Y una vez admitido lo inevitable, centra sus esfuerzos en dejar las cosas lo mejor atadas posibles con las personas que quiere (incluyendo a su perro Truman). Porque la enfermedad no sólo le afecta a él, sino también a su entorno. Despedirse adecuadamente de su viejo amigo, de su prima, de su hijo que vive en Amsterdam, y encontrar un nuevo hogar para Truman son las cosas que busca Julián, antes de poder tranquilamente entregarse a su trágico final.

La película discurre con total fluidez gracias a los diálogos brillantes, pero también a lo que no se expresa con palabras. Desde la mirada melancólica y taciturna del perro hasta los momentos de expresividad contenida de ambos actores, “Truman” destila emotividad por los cuatro costados, humanidad, la tragedia como vehículo de exaltación de los sentimientos. Cuando sabes que vas a morir de modo inminente tienes la oportunidad de decir las cosas que llevas dentro a tus seres más queridos…. o no hacerlo, para, al restarle importancia, desdramatizar las cosas tratando de mitigar el dolor de quienes se quedan.

Uno puede sintonizar perfectamente con los dos protagonistas. Las cosas del modo que las ve aquel que sufre la enfermedad, o de la manera en que las ve el amigo que le acompaña en los últimos días. Cada uno desde su lado lo ve de una manera, y el espectador se posiciona tanto en uno como en otro bando, y desde ambos puntos de vista empatiza con los personajes.

Cesc Gay me ha convencido completamente. Su certero manejo del ritmo, el modo en que mantiene el pulso entre lo amargo y lo dulce, entre el humor y la tristeza, la manera en que combina la emoción y el puro entretenimiento, y sobre todo el jugo que saca de los intérpretes, inconmensurables, es de nota. Ya me gustó “En la ciudad”, pero aquí me ha ganado definitivamente.

Tengo (tenía) mis prejuicios contra Javier Cámara, pero esta película me ha curado. Cámara compone un personaje con una gran sutileza, demostrando una gran capacidad y un enorme conocimiento del oficio. Hablando poco, mirando continuamente a su amigo, como hipnotizado por él, con un gesto de inexpresividad muy expresivo, dota de brillantez a un personaje nada fácil.

Y al otro lado del ring, Ricardo Darín. No hay adjetivos para calificarle. Es un actor que domina todos los registros y en esta película, que le exigía un alto rendimiento interpretativo, demuestra que es un titán de la escena. Ricardo Darín es un espectáculo en sí mismo, un derroche de talento en cada frase, en cada gesto, en cada mirada. Nos hace reir o emocionarnos con una facilidad que asusta. Es un animal en la pantalla, un tigre que te emboba con su presencia antes de destrozarte con su fuerza interpretativa. Yo también cruzaría el mundo, como hizo su amigo Tomás, para pasar cuatro días con semejante personaje.

Y no sólo brillan cada uno por su lado. Es que además hay una química entre ellos bestial, que yo no me imaginaba que hubiera. Se mejoran el uno al otro, su nivel interpretativo en las escenas conjuntas no se suma, se multiplica.

Admito que yo tengo también parte de culpa en que esta película me guste tanto. Soy presa fácil de las películas emotivas, si están bien hechas, y esta lo está. Rebosa sensibilidad y elegancia, y hace que el espectador se asome al abismo de la muerte, pero saliendo de la sala de cine con más ganas de vivir que nunca. Es honesta, no hay golpes bajos.

Gustará a todo tipo de público, porque es cercana, entretenida y fácil de digerir. Es un relato tan ameno como intenso sobre la amistad, sobre la muerte y sobre la vida. Una vida que, como esta película te recuerda, puede ser tremendamente dolorosa, pero también te proporciona gente que te quiere de verdad, y eso hace que siempre valga la pena vivirla.

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keizz
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6
15 de octubre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fernando León de Aranoa dirige esta obra empleando el estilo que, con más o menos acierto, ha venido empleando a lo largo de su carrera. Es decir, utilizando la crítica social envuelta en un formato agradable, suavizada por el sentido del humor. De modo que uno ve sus películas con agrado, disfrutando, pasándolo bien, y la crítica va por dentro. Es un buen sistema, y le ha funcionado hasta ahora. Con “Un día perfecto”, la intención es la misma. El resultado… yo creo que no.

Cuando digo que no funciona, me refiero a los múltiples intentos de la película. El director pretende conmover, divertir, concienciar, hacer pensar y ponernos en tensión a la vez. No lo consigue. Al menos, en mi caso. Yo me lo pasé bien (muy bien en algunas escenas), pero nada más. Pero nada más, y nada menos. Pasarlo bien (y a ratos muy bien) ya lo firmaría yo cada día de mi vida.

Fernando León intenta ser muy sutil, hacer la pelicula apta para todos los públicos, mostrarnos la guerra desde un punto de vista que no nos espante. Quiere sugerir más que mostrar. Y eso es muy difícil. Al final, creo que peca de exceso de tacto, y le termina quedando demasiado fría, sin que el espectador llegue nunca a ponerse realmente en la piel de quienes viven un conflicto bélico.

Las guerras son terribles, y mostrar casas destruídas, gente sin agua ni recursos, animales muertos, niños abandonados, padres asesinados, etc. es duro de tragar, desde luego. El humor ayuda. Aquí el director pone en el centro de la historia a un grupo de cooperantes un tanto peculiar y disparatado, junto con un niño del lugar, cuyo único deseo es tener un balón de fútbol, y la guerra es simplemente el escenario, lo accesorio, lo periférico. El foco se pone en los personajes, sus peculiaridades, y el sentido del humor que sirve de constante engrase a toda la historia.

La película tiene cosas que me han gustado mucho y otras que no. Vamos con lo bueno. El ritmo narrativo es excelente. Esto es algo muy importante y que, si no se hace bien, puede destrozar un gran proyecto. En este caso, ya digo, perfecto. El que requiere la película, exactamente ése. La fotografía, espectacular, otro punto a favor.

Más cosas buenas. Los diálogos. Esto es algo que me priva. Cuando una película tiene buenos diálogos, me gana. En este caso, es así. Un día después de verla, lo que más recuerdo son los diálogos, especialmente aquellos en los que participan los dos protagonistas principales.

Y esto me lleva a otro punto favorable: los actores. Especialmente Benicio del Toro y Tim Robbins. Dos grandes. De hecho, confieso que me decidí por ver “Un día perfecto” por ver actuar de nuevo a Benicio del Toro. Tanto él como Robbins son el alma da la película. Es un placer inmenso verlos juntos. Combinan perfectamente, hay buena química, algunas escenas con ellos dos no quieres que acaben nunca. Les acompañan Melanie Thierry, que también está bastante bien, así como Fedja Stukan, muy correcto y efectivo. Por último, un poco más floja la guapísima Olga Kurylenko, y testimonal el papel de Sergi López.

Y la dirección. Aranoa saca lo mejor de cada plano, demuestra que le sobra conocimiento para la composición de escenas brillantes, y también tiene talento para la dirección de actores. Rara vez decepciona, es un director fiable, de esos cuyo nombre en el cartel hace que sea suficiente para que pagues la entrada.

En cuanto a lo negativo: La indefinición. La película no termina de meter el cuchillo en los problemas que pretende denunciar, todo queda tratado muy superficialmente. La música. Normalmente la música siempre enriquece las películas. Pocas veces la música es un punto en contra. Pues en esta ocasión, a mi entender, la música no está bien, no mejora lo que ves. Parece que se han metido las canciones aleatoriamente, a donde caigan. Y el “Sweet dreams” en la versión de Marilyn Manson en la escena de la casa no logra el efecto pretendido. Con lo fácil que lo tenían, si hubieran puesto la canción que da título a la película, cantada por Lou Reed. Solo me gustó el final con el “Where have all the flowers gone?” de Pete Seeger, cantado por Marlene Dietrich, que me reconcilió con todo.

Tampoco me gustó mucho el modo en que resuelve la trama. Hay un momento que parece que se estanca y finalmente acaba por poner un final un tanto forzado. Pero sales del cine contento, indudablemente, y eso es de agradecer, pero no es un film que te haga reflexionar.

En fin, es una película difícil de clasificar. Se desarrolla en una guerra, pero no hay ni un sólo tiro. Es una comedia dentro de un gran drama. Posee algunas escenas extraordinarias, pero el conjunto final no es tan brillante.

No es un peliculón, pero no te arrepientes de haberla elegido. Yo lo he pasado muy bien viéndola, y la recomiendo. Salvando las distancias, es “La vaquilla” de estos tiempos.

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8
12 de febrero de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en hechos reales, “Foxcatcher”, dirigida por Bennett Miller, es una película en la que los acontecimientos que cuenta (en los que se refleja el grotesco patriotismo mal entendido de la sociedad americana) es simplemente un punto de partida para dar forma a una historia de complejidades psicológicas con un triángulo mágico formado por los hermanos Schultz y el magnate John Du Pont.

Tres personajes complejos y completamente distintos. Mark Schultz, solitario, arisco, vulnerable y protegido por el manto de su hermano. Dave Schultz, carismático, hermano mayor y mentor de Mark, a quien estimula y da seguridad, y John Du Pont, tan educado y adinerado como caprichoso, patriota, y eternamente sometido a la aprobación de su anciana madre.

Miller hace un magnífico trabajo, envolviendo la película en una atmósfera que hace que el espectador asista al desarrollo de la misma con una sensación de creciente tensión. El film se nos muestra en un tono oscuro, con un ritmo narrativo pausado, pero flota una permanente sensación de amenaza que hace que la atención del público no decaiga a pesar de la falta de velocidad narrativa de la película.

El estilo aséptico con el que Miller nos muestra los acontecimientos hacen que tengamos libertad para enjuiciar lo que vemos, y también para predecir (o no) lo que iremos viendo. En este sentido, la película no manipula tanto como suelen hacer las cintas americanas, y se agradece.

Tengo la impresión de que el hecho de conocer o no los sucesos reales que se cuentan en la pantalla influye para que la película te guste más o menos. En mi caso, no los conocía, y me parece que eso hizo que me gustara más. Por lo tanto, recomiendo a quienes tengan intención de verla que no investiguen en internet antes de verla, sino que lo hagan después. Creo que es importante verla desconociendo lo que vas a ver.

Pero sin duda la clave del buen funcionamiento de la película es la labor de los actores. Últimamente estoy asistiendo a unas interpretaciones sensacionales, y los Oscars este año van a estar complicados en este tema. Elegir la mejor interpretación masculina va a ser francamente difícil, y seguramente será injusto gane quien gane.

Por encima de todos, brilla con luz propia Steve Carell, que deslumbra en un registro dramático que yo personalmente no le conocía. De hecho, parece un actor diferente, no solo por la excelente caracterización física, sino por el siniestro personaje que es capaz de componer. Hay muchos momentos en los que no dice nada, y es capaz de transmitir tensión al espectador. Realmente se luce. Uno sale del cine fascinado con su interpretación.

Sus dos compañeros también rayan a una gran altura. Channing Tatum está absolutamente convincente en un papel nada sencillo, y Mark Ruffalo compone con solvencia y seriedad un personaje que, a pesar de estar casi siempre alejado del foco de la película, es capaz de tener siempre presencia en ella. Uno está deseando que vuelva a aparecen en escena, y eso es un síntoma infalible de buen trabajo.

Aunque en un principio la película de la impresión de que se va a centrar en el mundo de la lucha libre, de las vicisitudes y los sacrificios que supone ser un atleta de élite, de lo mucho que cuesta ganar una medalla olímpica, etc., el devenir del film hace que nos adentremos cada vez más en el personaje de Carell, hasta el punto de olvidarnos de los atletas y pasar a interesarnos las personas que viven dentro del cuerpo de los atletas, y sobre todo, dentro del cuerpecillo de Du Pont.

Miller indaga en la compleja personalidad de Du Pont, trata de que conozcamos profundamente al personaje, para así poder entender de alguna manera los acontecimientos que suceden. Yo realmente no se si el verdadero Du Pont era como se nos muestra en la película, pero a mi juicio el personaje que crea Steve Carell es tremendamente interesante, a un tiempo fascina y asusta.

En “Foxcatcher” se trata el tema de las personas que sufren dependencia de otras. Mark tiene dependencia de su hermano Dave, y quiere irse con Du Pont para librarse de ella, pero lo que consigue es tener dependencia del magnate. Dave tiene dependencia de su familia. Y Du Pont sufre dependencia de su madre, a la que quiere odiar, pero se pasa la vida buscando su aprobación. Pero no solo trata el tema de las dificultades que tienen algunas personas para volar solas, también indaga en el patriotismo mal entendido, en lo efímero del éxito…

Impresiona saber que estas cosas pasaron de verdad, pero creo que impresiona más conocer el fondo de los personajes, resulta absolutamente perturbadora esa mirada a las entrañas del alma humana, a la complejidad de las mentes.

Conviene verla. Después de ello, una buena conversación está asegurada.

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keizz
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