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España España · asturias
Críticas de javieritos
Críticas 962
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
22 de septiembre de 2014
22 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Erick Dowdle es un tipo bastante inteligente que a la hora de dirigir, sabe perfectamente las limitaciones a las que se enfrenta y las convierte en un handicap de la casa para aprovechar al máximo su idea, por trillada que sea. Sorprendió a propios y extraños con su magnífica The Poughkeepsie Tapes en 2007, consciente de que el mal rollo que desprendía aquella le granjearía más alabanzas que críticas. Retomó el found footage al año siguiente con la más que decente Quarantine, traslación a la americana casi plano por plano de la aún mejor REC de Balagueró y Plaza y se distanció de la buena racha con la convencional y bastante mala La trampa del mal de 2010, apadrinada por ser una historia de Shyamalán.
En "Así en la Tierra como en los infiernos" nos cuenta una versión adulta de los Goonies, consciente de que ese tipo de peli nunca va a dejar de estar de moda y lo envuelve todo con un refrito bastante cutre, todo sea dicho, de alquimia, teoría conspiranoica, Dante y filosofía new age caduca. Scarlett es una chica intrépida a lo Lara Croft, que decide seguir los pasos de su padre suicida explorador en Irán y descubre una pista que le llevará a otra, que a su vez le llevará a otra y así hasta el final. Con esta mecánica, y usando el mockumentary tanto para bien (la sensación subjetiva ayuda mucho con el rollo claustrofóbico) como para mal (a veces se diluye la imagen, lo cual, claro, le sale más barato, oiga) "As Above, So Below" se convierte, no en su peor pero casi, en uno de sus trabajos menos elaborados y con más hilos pendientes. La historia nos lleva hasta las catacumbas de París-regularmente recreadas- donde se encuentran las puertas, agárrense los cinturones, del mismísimo Infierno. Un Infierno mucho menos dantesco de lo esperable, donde cada uno de los exploradores sólo tiene que purgar sus errores y pecados para salir del mismo.
Y poco más que decir...
Lo mejor: Es entretenida a rabiar. Tiene dos sustos de los buenos.
Lo peor: No explota los maravillosos recursos narrativos y cinematográficos que cabría esperar y deja muchos hilos sueltos. Un pecado no indagar en el coro satánico de plañideras chungas ni en la historia de "El Topo".
Mucho más en NIDODECUERVOS.
javieritos
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10
18 de septiembre de 2014
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente muestra de cine protesta y reivindicativo que pone de manifiesto la corrupción asquerosa y repugnante de los sistemas judiciales, en este caso, de los considerados "países potentes". Con brío, buen pulso narrativo y medios decentes, Lucía de B. prácticamente documenta uno de los casos que deberían por sí ser suficiente para que políticos, jueces y fiscales dimitieran de sus cargos, dejaran de chupar del frasco y se tomaran medidas para que no se volviesen a dar situaciones como la de la señora de berk, magistralmente interpretada en esta peli.
Lo mejor: Su actriz principal, un prodigio.
Lo peor: Que esté basada en un hecho real. Si uno no ha perdido la fé en la justicia (en minúsculas ya), es como para perderla.
Recomendable por completo.
En España seguimos haciendo TV movies basadas en casos reales con tintes morbosos e insanos, Lucía de B. es lo más alejado que se me ocurre.
javieritos
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10
4 de junio de 2014
18 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es Miss Violence una de esas películas que uno no sabe cómo calificar. Soy de estómago duro, acostumbrado al gore más salvaje, pero quizás mi corazón no lo sea tanto, porque ha sido para mí una de las peores experiencias de mi vida cinéfaga.
Con una fotografía que hay que premiar, pero mucho, el director nos ofrece el retrato de una familia de clase media griega sin entrar en rescates ni política, centrándose sólo en el núcleo y los vínculos, sórdidos, enfermizos y retorcidos que les unen. Sus tres primeros minutos, desconcertantes a más no poder, se convierten en el arranque más potente que yo haya visto al menos en mucho tiempo, y a partir de ahí, todo va en picado. La trama es tan absolutamente desagradable, enferma y mórbida que el espectador conforme avanza se va esperando lo peor, que parece no llegar. Y ese es el mayor acierto y la única pega que pondré a la cinta. Esa sensación de que hay algo muy, muy malo en los cimientos de lo que parece una familia más o menos coriiente no puede estar mejor planeado y expuesto y llega un momento en el que te llegas a preguntar si el enfermo no eres tú pensando mal. Pero eso de piensa mal y acertarás desgraciadamente a veces funciona.
Impecable técnicamente, brillante incluso, con una fotografía pastel que es en sí misma un cuadro en cada plano, con unas interpretaciones sólidas, dolorosas, ausentes y eficaces Miss Violence es como película una auténtica joya a descubrir. Como experiencia ya es otra cosa. Y es que no recomendaría y de hecho desde aquí no lo hago, a nadie al que tenga un mínimo aprecio, que se prepare para sufrir hora y media con las andanzas del personaje más malvado, retorcido, malnacido y brutal que ha dado el cine reciente. Ese abuelo que asiste inmune al suicidio de una niña de once años y que impone el terror en una familia tocada y hundida.
La pega que le pongo: No era necesaria una escena como la de la lavandería. Los estómagos, corazones y entrañas ya estaban más que revueltos y no hace sino recurrir al torture porn (que me encanta, pero dentro de sus lindes) para dejarnos una sensación horrible en el cuerpo y un sabor de boca amargo que ni caramelo de toffe alivia.
Lo dicho, una obra maestra que indaga derroteros difíciles de tocar de una manera absolutamente soberbia.
Y a la vez, la peor experiencia que recuerdo haber pasado en un cine.

Lo mejor: El reparto es asombroso.

Lo peor: La dichosa escenita, muy difícil de borrar.

No se la recomiendo a nadie y se la recomiendo a todo el mundo. ¿Me habré quedado medio lelo?
javieritos
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9
15 de abril de 2014
36 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me rindo. En mis ataques de cinefagia extrema he devorado tantísimo cine malo de terror últimamente, con la casualidad de que gran parte era del subgénero “Falso documental-Found Footage-Mockumentary” que estúpidamente iba auto aplicándome las teorías de condicionamiento clásico de los perros de Pavlov y sólamente con detectar uno, me entraba un sarpullido tremendo.
Con el sosiego que da la reflexión y la revisitación de buenas obras he de reconocer que sí, que el subgénero, en su esencia y naturaleza, me gusta. De hecho a veces hasta me encanta.
Después de lanzarme esas pedradas virtuales y mentales a la cabeza que obvia y claramente merezco, me explicaré.
En un intento por recopilar las películas más traumáticas, impactantes y chungas que han dejado huella en mi cabeza, veo que muchas de ellas son de -estupendos- found footages, como el que aquí nos ocupa. Una cinta bizarra, hiperrealista y friki que resume el espíritu y fundamento del subgénero, tan al alza en la cinematografía alternativa de las últimas décadas, básicamente por sus escasos requerimientos técnicos y financieros.
Pero realmente el fenómeno no es cosa de unos años, de unas décadas. El falso documental nace casi a la par que el documental, que registra en soporte fílmico con diferentes intenciones un acontecimiento determinado, pero la repercusión lograda por “El proyecto de la bruja de Blair”, peli que no me canso de criticar, pero que supuso un cambio radical en la manera de ver cine, ha unificado una gran cantidad de producciones de distinto pelaje, calidad y resultado, pero lo suficientemente sólido como autónomo subgénero.
Un falso documental entendido como tal, sería la antítesis del documental, es decir, el engaño no documentado. Craso error. Un falso documental no es más que un documental, que sigue los mismos procedimientos de elaboración, documentación, análisis y estudio, el mismo lenguaje plástico y ritmo narrativo transparente, enfocados no a registrar un hecho real, sino una ficción, pero bajo el aspecto formal del documental clásico. Para ello, hay que dotarlo de un enfoque propio, un lenguaje adecuado y un rigor absoluto para tratar de colarnos que lo que vemos es una realidad. Y para lograr esa realidad hay que acudir, apartándose del rigor documental, al elemento actoral e interpretativo reforzado con un guión que de por hecho que el espectador tiene los conocimientos suficientes sobre lo que se nos va a contar como para alcanzar un nivel elevado. Así, con unos buenos actores, unos datos rigurosos o al menos con la apariencia de serlo que contribuyan a la credibilidad de la historia será lo que haga que el espectador perciba lo que se cuenta en pantalla como cierto y se logre ese engaño, ese juego de realidades y ficciones indiferenciadas que es el máximo nivel que se puede conceder al género. Porque aunque la edición y los créditos lo desmientan, la finalidad no es otra que entretener y vulnerar la percepción de lo real.
Por otra parte, como resultado natural del falso documental nace el found footage, el metraje encontrado. Aquí los requisitos son otros de partida. La técnica amateur, el uso de las tecnologías al alcance de la mano del espectador y la espontaneidad sorpresiva serán los marcadores que logren ese efecto de voyeaur pretendido. Con elementos tan sencillos puede lograrse algo en el género de terror mucho más destacable que en el resto: la empatía obligatoria al hacernos cómplices absolutos puede acabar resultando espeluznante
El problema principal de estos subgéneros es que la poca imaginación de directores, a veces con recursos, otras ni eso, acaban resultando tan tramposos que se auto evidencian por sí solos. Planos imposibles, ediciones de sonido, intrigas agotadas, acaban aburriendo y no consiguiendo ni por un solo segundo la sensación vanguardista de realidad pretendida.
The Poughkeepsie Tapes es un estupendo e ingenioso falso documental elaborado con metraje encontrado, que nos relata las andanzas terroríficas de un asesino despiadado durante un periodo de diez años en los que no ha dejado de grabar rigurosamente cada uno de sus crímenes.
La película empieza con la propietaria de la casa en un pueblo del estado de Nueva York donde vivió el asesino y se encontraron infinidad de cintas en las que, sin identificarse al autor, se encontraban registrados su perturbadores y brutales crímenes y torturas.
Entonces, documental y metraje grabado cámara en mano se van intercalando para asistir por ejemplo a una clase de criminología donde se estudian las famosas cintas o a diferentes entrevistas policiales.
La película destaca sobre todo por su estupenda estructura y el tratamiento de sus imágenes, que sin mostrar demasiada sangre y víscera, resultan aún más impactantes y bizarras. En concreto, una secuencia en la que el asesino graba a una chica en ropa interior tratando de explotar un globo con sus nalgas nos dice mucho de lo retorcido y cabrón del sujeto y se queda en la cabeza, imborrable.
La cinta es una propuesta absolutamente creíble, sólida y que resume a la perfección los parámetros de calidad que toda buena peli de este género debería tener.
Además, logra horrorizar con su tono insano y pervertido, con un vigor dramático fabuloso y una verosimilitud totalmente acertada. Si se visionase sin saber realmente lo que es, la experiencia sería absolutamente perturbadora, ya que aún a sabiendas, logra el escalofrío contínuo gracias a su atmósfera sucia e hipnótica logradísima, las imágenes diferenciadas y estupendamente tratadas-distorsionadas y la dirección del reparto.

SIGUE EN SPOILER. MUCHO MÁS EN NIDODECUERVOS
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javieritos
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10
15 de abril de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director y guionista David Morley (Mutants), utiliza en “Home,sweet home” todo un conjunto de referentes del cine clásico de “Home Invasion”, un subgénero ya por sí mismo creando una película limpia, transparente y dotada de una serie de virtudes que dejan a uno con la boca abierta tras su visionado. Construye una trama sencilla y muy espeluznante que esconde mucho más de lo que muestra y sobre todo un asesino, el malo de la cinta, que podría convertirse en todo un icono del género: silencioso, retorcido, obsesivo y malvado, con muchos recursos y pocas palabras y una máscara que le podría identificar durante décadas.
La película está estructurada narrativamente de forma diferente e innovadora. Arranca con una secuencia larga y absolutamente espeluznante en la que el villano enmascarado se introduce en la casa ajena. El espectador es testigo del arranque de la cámara en un travelling en principio torpe, que va recorriendo las estancias vacías hasta la puerta de entrada. Oímos un mensaje en el contestador. Un policía se pone en contacto con el matrimonio propietario de la casa para asegurarles que investigara la denuncia que la mujer ha puesto al descubrir que alguien la espía y acosa. El huésped no invitado hace entonces su aparición en escena. Tranquilamente sigue recorriendo la casa con el espectador, tranquilo, inmutable y seguro. Coloca en un armario su bolsa de viaje y se prepara para iniciar su ritual. Y es en ese momento en el que el espectador cómplice descubre que sus intenciones no van a ser nada buenas. Se encera el pelo para evitar dejar un mínimo rastro, se enfunda en un traje blanco de plástico y se coloca, de espaldas a cámara, la máscara. Una tétrica careta de teatro barroco puro reflejo de su frialdad y falta de escrúpulos. Con esta preparación ya se nos han dado más datos sobre el asesino que en la mayoría de cintas del género. Y sin palabras. El talento del actor aportando datos físicos a su personaje moviéndose sigiloso por la casa, en silencio como un mimo y permaneciendo durante la mayor parte del metraje en pantalla es desde ya ensalzable. Sabemos que no es la primera vez que hace lo que venga a hacer a la casa y sabemos que lo hace bien. Nuevo mensaje en el contestador. La madre de ella se ha quedado esa noche con el bebé del matrimonio y llama para decir que todo está bien. Ahora al espectador nos queda un mínimo retazo de esperanza. Puede que la cosa no sea tan brutal al fín y al cabo como esperábamos... Poco nos dura ese alivio.
Continuando con su peculiar estructura narrativa, contemplamos impotentes la llegada a casa del joven matrimonio. Frank y Sara. Son guapos y felices, y sabemos mucho de ellos gracias al pormenorizado recorrido que la cámara y el psicópata han hecho por toda la casa. A diferencia de la mayoría de cintas de terror-no todas, me viene a la cabeza Wolf Creek- durante la primera media hora no pasa nada decisivo en pantalla, apenas un par de frases entre el matrimonio. Al igual que en aquella pequeña obra maestra australiana, en el prólogo sólo conoceremos a los personajes, aunque en este caso la cosa es aún más retorcida, porque sabemos que más que personajes ya son víctimas cuidadosamente seleccionadas. Todo el concepto invasión de la casa es suficiente para hacernos temer por la pareja, que el director nos muestra como encantadores para que al echar la sal escueza un poco más.
Esta primera parte de la película demuestra un buen gusto y un saber hacer tremendos. Enfatiza cada toma y cada ángulo de cámara y la sensación de miedo se va generando poco a poco en el espectador de manera creciente y muy, muy inteligente. La mente viaja rápido y cada situación que se nos muestra en pantalla nos hace querer evitar su consecuencia. Esa consecuencia es a lo que el director dedica todo el segundo tramo de su película, con el mismo buen gusto pero de forma radicalmente contraria. Si en la primera parte el sigilo y la naturalidad de los personajes nos crea tensión, en la segunda, la violencia extrema, la tortura y la maldad desencadenada del asesino nos impacta y golpea por sorpresa. Entonces el ritmo, pausado hasta ahora, se torna más y más rápido e intenso en su camino hasta un gran final.
A diferencia de lo que suele ocurrir en muchas películas de terror, Home sweeet home, está perfectamente iluminada y el espectador puede ver con claridad todo lo que está sucediendo en el interior de esa casa que lejos de ser gótica, tétrica y oscura es un catálogo en vivo de Ikea y es que no se puede negar que la casa es otro personaje principal en la cinta.
Las fabulosas actuaciones del reparto formado por tres personas sólamente es una de las espectaculares bazas de la película.
Gran parte de la trama se centra en la obsesión del psicópata con la mujer, dejando al marido en un segundo plano, y los actores clavan perfectamente esas relaciones. Shaun Benson, en su papel prácticamente silencioso resulta espeluznante como invasor, mientras que Meghan Heffern es un prodigio de naturalidad en su rol de esposa aterrorizada y candidata a próxima Scream Queen merecida, pues el espectador puede sentir incluso, el terror de la mujer en su intento por salvar su vida. Y es que la tensión extrema que transmite la cinta hasta cuando no está sucediendo nada en pantalla es digno de mención.
Muchas son pues las virtudes de la película. Con un reducido presupuesto, tres actores y doce días de rodaje, el director crea una obra maestra a caballo entre el slasher y la tortura, homenaje a los grandes clásicos a cuya altura, en mi opinión, está más que de sobra. A lo largo de la cinta son muchas las cuestiones que van surgiendo y que, acostumbrados como estamos, no esperamos se nos resuelvan, pero en un ejercicio de inteligencia, el final esclarecedor, sorprendente aunque en cierto modo esperable, no deja cabo suelto.
Demuestra que a veces, una idea básica se puede convertir en una película de terror única e imprescindible.
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javieritos
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