Nos encontramos ante otro largometraje de falsa realidad, es decir, que lo vemos todo a través de la videocámara de uno de los protagonistas. Andrew es el pringado del instituto, el típico chico introvertido que tiene como su único amigo a su primo que es mucho más popular que él, en una típica fiesta universitaria encuentran un hoyo en el jardín y en compañía del chico más popular de la clase se introducen en él. Al salir descubren que han obtenido poderes de telequinesia que les permite levantar y mover cosas con su mente, e incluso mantenerse suspendidos ellos mismos en el aire.
Pero la cosa se complica cuando empiezan a perder el control sobre ellos mismos y a alguno se le empieza a ir de las manos el poder, lo que originara unas consecuencias fatales. Y es a partir de ahí cuando empiezan a lucirse los creadores de los efectos especiales.
Una forma diferente y original de tratar el tema de los superpoderes, en el que nos vuelven a recordar que todo gran poder conlleva una gran responsabilidad y lo contraproducente que puede ser que un don, poder o talento de estas características recayese en mentes desequilibradas.

Extraña película tailandesa que mezcla las artes marciales y las mafias, con una estructura de videojuego de niveles y plataformas, pues la protagonista una niña especial, en la sinopsis dice autista, debe enfrentarse a lo largo de la película a varios grupos de contrincantes hasta el final del largometraje que se enfrenta al grupo más difícil y al jefe de los villanos. La protagonista, por excelencia del guion tiene un don que le permite tener unos reflejos excelentes y aprender las artes marciales a través de su visionado en las películas o en los videojuegos y viendo como entrenan en el gimnasio de enfrente de su casa. La madre de la protagonista que anteriormente trabajaba para un mafioso y por enamorarse de un miembro de un clan rival tuvo que abandonar al grupo, se le supone una enfermedad, que más tarde averiguaremos que es un cáncer. Para poder pagar el tratamiento, la protagonista la niña autista decide ir a cobrar las deudas que tenían pendientes con su madre, en compañía de un amigo un poco torpe.
Pero en este tipo de largometrajes el argumento importa bien poco, lo importante es la acción y la violencia, cosa que aquí a partir de la media hora no falta, lo que tampoco falta es el espíritu de venganza. El gran fallo que tiene el largometraje es la longevidad que se le da al villano, que a pesar de haber recibido varios disparos, cortado varias veces por catanas aún tiene fuerzas para ir saltando de fachada en fachada, y de cartel publicitario en cartel publicitario. Los amantes de las películas de artes marciales disfrutarán y los demás pasaran un rato entretenido.
En los créditos finales, nos muestran las tomas más accidentadas.

Lo bueno si breve dos veces bueno, y eso es lo que ocurre con este largometraje, que los ochenta y cinco minutos que dura se te pasan tan rápido que cuando acaba parece que te hayas acabado de sentar. Y es que posee los elementos que necesita un buen thriller, un ritmo frenético, persecuciones, tiros, un guion coherente con pocos cabos sueltos, poco tiempo para el respiro y la reflexión, algún que otro giro de guion y un final complaciente y feliz. Esta película te atrapa, te mete en la piel del protagonista, oyes sus zumbidos y pierdes la visión cuando es golpeado, en ciertos momentos sientes su impotencia ante los hechos.
Si estáis en casa y tenéis una hora y media libre en la que no sabéis como ocuparla, una buena opción es el visionado de esta película. En resumen: buen thriller francés.

El largometraje entretiene, y consigue mantener la atención durante las casi horas que dura. No es una película de acción pura, pues realmente de acción solo tiene diez o quince minutos y eso ocurre tras haber pasado la hora del metraje, entra más dentro del género de "planes que salen bien" aderezado con algunos momentos de suspense.
Si nos ponemos a buscarle pegas hay varias: la primera ¿cómo es posible que un grumete campe a sus anchas desmontando partes del barco, sin que nadie se dé cuenta? o ¿cómo es posible salir sin ningún rasguño tras una colisión entre dos furgonetas, y después de un fuego cruzado? o esta otra ¿entran en tu casa, se pasean por ella encendiendo todo tipo de luces y no te das cuenta hasta la media hora? ¿Y te presentas en calzones?
Si obviamos estas cuestiones y alguna otra, pues estaremos atentos a la pantalla viendo como por arte de magia, el bueno de Mark Wahlberg consigue entrar todo lo que se propone al país para así salvar a su familia y castigar a los malos.

Al día que escribo estas líneas, este largometraje ya se puede incluir dentro de los clásicos modernos. Un tipo de cine que mantiene atento al espectador, aunque ya lo hayas visionado antes. Y todo ello, en parte gracias a la banda sonora de Jerry Fielding.
Una recreación contada con bastante similitud de una fuga ocurrida en la cárcel de Alcatraz la noche del 11 de junio de 1962, y que hoy hace más de cincuenta años sigue sin saberse a ciencia cierta cómo fue el desenlace de la misma. Como en casi todos los dramas carcelarios el director nos crea una empatía hacia los reclusos (bien a través de un pequeño roedor, unas flores de crisantemos, unos cuadros o una cojera), dotándolos de cierta ternura, y una antipatía hacia el alcaide (presentándolo como un ser cruel y sin sentimientos). No podía faltar el tópico de la ducha, las féminas estarán contentas pues se muestra el trasero del señor Eastwood. El largometraje tiene la duración necesaria para no aburrir, y a la vez incluir las siguientes fases: ingreso en prisión, plan y preparación de la fuga y ejecución de la misma.
Largometraje no recomendable para exhibir en centros penitenciarios.