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España España · Oviedo
Críticas de babayu
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Críticas 457
Críticas ordenadas por utilidad
1
6 de noviembre de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se supone que éste es el primer telefilme de una serie de seis protagonizados por Claire La Foret, papel interpretado por Jennifer Finnigan (actriz canadiense famosilla por series de medio pelo como Fiscal Chase). Un tal G.B. Yates dirige el asunto, con una frialdad tan apabullante como la isla nevada perdida donde se desarrolla la historia, allá por Manitoba; este señor tiene en su haber un porrón de productos parecidos, para TV, y un par de largos (High Life y 7 golpes de suerte), de dudoso interés.
El argumento es bastante pobre: una moza, Monica, se va a casar con un fulano, que tiene pintas de ser el típico chulito con discutibles intenciones, lo que le granjea la enemistad de la panda de familiares y amiguetes que tiene la novia. Entre estos está la prota, Claire, que, como anda un tanto aburrida de la vida y tiene el corazón desocupado se dedica a administrar una web bastante tontorrona de ficciones detectivescas de poca monta. Como claramente nos dice el título, hay un asunto misterioso que la chica debe resolver, gracias a su talento, aunque yo me inclino más bien que lo hace porque el malo adolece de una estulticia galopante.
En fin, como presentación, que debería ser algo impactante, se queda considerablemente corta de interés y no augura una buena carrera comercial, más allá de su vocación de producto destinado para las sobremesas de canales televisivos pobretones.
babayu
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5
25 de marzo de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una de tantas historias basadas en la explotación infantil sin escrúpulos (como si la hubiera con ellos) de una persona en la que alguien descubrió que al talento se le puede ordeñar hasta exprimir la gallina de los huevos de oro, sin pararse en echar cuentas de que detrás hay una persona a la que se ha aniquilado.
Producida por Antena 3 Films, que lleva un par de años invirtiendo en el mundillo del cine (y cuyo mayor éxito es Vicky Cristina Barcelona), la trama es de hechuras irregulares, con una primera parte interesante, pero que se va desinflando hasta llegar a un final abrupto y desangelado. Está muy bien el inicio, cuando Manuel Goyanes descubre a esa niña, Pepi Flores, surgida desde la humildad de una corrala malagueña, y ahí empieza a afilar los dientes y a empezar el vislumbrar el símbolo del dólar; es tremendo cómo practicamente "secuestra" a esa pequeña de once años, a la que mete en su casa e intenta manejar a su antojo: desde Un Rayo de Luz, en 1960, la chica será sometida a unas jornadas de trabajo maratonianas, durante casi una década, explotando su imagen y su voz, procurando mantenerla separada de su familia, y forzando aparentemente su aspecto de niña angelical, cuando la adolescencia empieza a convertirla en una mujer despampanante. Como otros tantos ejemplos de ídolos del tardofranquismo, Marisol empieza a sufrir la voracidad implacable de esos que se han convertido en vampiros de su talento, convirtiéndose en una persona infeliz, en un ídolo de pies de barro, en alguien con una personalidad tan arrolladora como cohibida por unas obligaciones que nunca ha deseado.
Antonio el Bailarín será el principio del fin del mito, a raíz de un enamoramiento caprichoso e interesado, Pepi buscará huir de esa casa, de esa carrera, de esa notoriedad, y empezará un tour de force cuyo objetivo es llegar a convertirse en una mujer anónima. La segunda parte de la serie es bastante más floja: a pesar de que quizás sea lo más interesante, la evolución del personaje se queda en lo anecdótico, se pasa fugazmente por su matrimonio con Carlos Goyanes, y aún más rápido se ventila su amor con Antonio Gades, quien le abrirá las puertas a su sueño, que es que una desconocida Pepa Flores se imponga a una superfamosa Marisol.
Me gustó mucho la actuación de Ana Mena como la niña Pepi, y no tanto Elsa Pinilla y Teresa Hurtado de Ory interpretando a la protagonista en otras etapas de su vida.
babayu
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8
23 de marzo de 2009
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Héctor Babenco, uno de los grandes nombres del cine brasileiro, a la vuelta de su periplo desigual por los EEUU, esta peli es la adaptación del libro Estação Carandiru, escrito por el doctor Dráuzio Varella, en el que cuenta sus propias vivencias justo antes de esa fecha maldita que titula mi crítica, un buen hombre que trabajó voluntariamente en la Casa de Detenção de São Paulo (cárcel con una capacidad para 4000 "inquilinos" pero con una ocupación de casi el doble), en principio para prevenir la extensión imparable del SIDA entre la población reclusa y luego ayudando a los presos en la faceta médica.
Me parece admirable como el director retrata, con una humanidad apabullante, a ese conjunto de personas a las que sus respectivos destinos (malas artes, mala suerte, etc) han llevado a ese lugar semejante a un infierno en vida. En Carandiru lo que eras o lo que hacías ya no importa, es un microuniverso regido por sus propias reglas, en el que una especie de "entente cordiale" entre los reclusos es el código legal no escrito gracias al cual todo funciona de la manera más adecuada posible en esas condiciones extremas. Indudablemente, hay crueldad, hay enfrentamientos, se respira la violencia, pero en el fondo subyace un respeto entre los reclusos, unidos por la fatalidad que les ha llevado a ese agujero. Lejos de pintar a los guardianes, al alcaide o a los propios reclusos a la manera hollywoodiense, el retrato pintado por Varella demuestra una extraña compasión, una solidaridad hacia todos aquellos que deben pagar con su falta de libertad las deudas han contraido en su vida previa.
Formalmente, la peli tiene dos claras partes: la primera, en la que a través de los ojos del médico vamos descubriendo a los distintos reclusos, que en primera persona y utilizando flashbacks explicativos, nos permiten acceder al porqué de su estancia en la cárcel. Todo ello está regado a menudo con píldoras de humor que creo muy oportunas para que tomemos un poco de distincia del tremendo drama por el que pasa toda esa gente.
La segunda parte es aún más terrible, ese motín inesperado surgido no se sabe muy bien por qué, probablemente por una tontería, como unos calzoncillos tendidos en la cuerda de otro, o un debate futbolístico, produce un cambio: aquí sí que el autor deshumaniza a los personajes, en este caso a los militares, que irrumpen como dioses decidiendo caprichosamente quién debe morir y quién debe vivir; la matanza subsiguiente es tremenda, los presos no tienen escapatoria, se esconden, es una auténtica caza humana en la que la cámara adopta una postura casi documental.
Creo que nos hallamos ante una obra brillante, perlada de numerosas escenas de buen cine, con unos reparto coral espléndido (algún rostro conocido vemos, como Wagner Moura, al que podemos ver protagonizando Tropa de Élite, o al Jerjes de 300, Rodrigo Santoro, aquí haciendo de un travesti simpáticamente llamado Lady Di).
babayu
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7
11 de julio de 2008
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremenda película, en la que lo más inquietante es pensar que es algo que ha sucedido, allá en Indiana por 1965.
La historia no iría mucho más allá de lo que se nos cuenta en cualquiera de los muchos telefilmes de sobremesa a los que acompaña el subtítulo "basado en hechos reales", si no fuera por el inmenso trabajo que llevan a cabo sus dos protagonistas, Ellen Page (qué talento tiene esta chica, como podemos ver tanto en Hard Candy como en Juno) interpretando a la víctima, Sylvia Likens, a la que, junto con su hermana menor, sus padres, a causa de su trabajo ambulante, dejan a cargo de una desconocida, Gertrude Baniszewski, rol a cargo de Catherine Keener en la que quizás sea la mejor actuación que haya visto este año. La tal Gertrude, madre de un montón de hijos, al parecer de distintos padres, y enferma, tanto física como psíquicamente, es el personaje central de la peli: es la maldad en persona, la presencia fría y distante que, sin caer en el tópico de la loca desatada, se mueve despacito por la escena, sin estridencias, se toma sus medicinas, fuma, se queja por el dinero, o por la falta de él, chulea y es chuleada por los jóvenes del pueblo, a quienes se insinúa de manera más o menos evidente, ofreciéndoles tabaco y alcohol, mientras que tiene su moral cubierta por el paraguas de la iglesia baptista. Sí, todo esto parece, dentro de lo que cabe, aceptable, incluso comprensible, dada su situación personal y social, pero a medida que avanza la historia vemos que, dentro de las paredes de su casa, la mujer ha construido un imperio, en el que los hijos son autómatas sometidos a los caprichosos vaivenes de una madre drogadicta y enajenada, hasta que con la llegada de las dos nuevas crías ve peligrar ese frágil equilibrio y se desata la locura. Lo que aún es peor es cómo se nos pinta el entorno de ese hogar, el 3850 E. New York St., con unos vecinos que hacen oídos sordos a todo lo que sucede en el sótano de la casa de los Baniszewski, y cómo el magnetismo del mal que irradia Gertrude llega a extenderse a los que le rodean, a sus hijos, a los amigos y parejas de sus hijos, sin que nadie haga nada para detener las torturas que tienen lugar en el sótano de esa casa durante casi tres meses.
Por otro lado, la peli baja bastante cuando se pierde por las escenas del juicio posterior, intercaladas sin demasiado sentido a lo largo de la historia, aunque es muy interesante descubrir que ni los propios protagonistas alcanzan a entender por qué han actuado como lo han hecho. También deja cierta sensación de frío, te hace pensar en la necesidad de plasmar en el cine este tipo de cosas, y de reflexionar un poco acerca de por qué, si sabemos que en la mente humana hay profundos abismos, nos fascina ver la violencia de la que somos capaces en una gran pantalla.
babayu
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2
26 de agosto de 2008
18 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Muera la inteligencia!, como dijo alguien de cuyo nombre no quiero acordarme.

Acabo de asistir a 113 minutos de auténtica diarrea cinematográfica, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa. Si vi el cartel, leí el título en castellano y, por si fuera poco, sale Adam Sandler, la posibilidad de asistir a un buen espectáculo es tanta como la de encontrar una neurona útil en el cerebro de Britney Spears.
El hombre éste colabora con un compinche suyo, Dennis Dugan, presunto director, por quinta vez (tras Terminagolf, Un Papá Genial, Los Calientabanquillos, y Os Declaro Marido y Marido, guau, qué títulos), lo que ya dice bastante de la calidad que se podría esperar; sin embargo, yo creo que en algún momento pensó, con razón, que el humor de sus pelis podría ser mejor, por lo que se dedicó a plagiar más o menos descaradamente a otros tíos con bastante más talento, por lo que fichó a Judd Apatow para firmar juntos el guión y si esto no bastaba, optó por imitar en la actuación a Ben Stiller, al gran Sacha Baron Cohen (ya le gustaría al tal Zohan llegar a la décima parte de la irreverencia de Borat), añadiendo un puntillo a lo Mike Myers y su Austin Powers, resultando un refrito intragable.
El humor de esta cosa es de lo más bajo posible, un "cacaculopedopis" elevado a infinito, en el que encima se enchufa una moralina tan sonrojante como tremebunda, que se resume en un cántico a la paz y la hermandad entre palestinos y judíos, eso sí, en EEUU, la tierra de las oportunidades y las libertades.
Lo mejor, por decir algo: la presentación del personaje y ver cómo se lo pasa bien John Turturro haciendo de terrorista islámico (aunque a años luz de su Jesús Quintana en El Gran Lebowski).
Lo peor: me he reído en algunos momentos, y resulta tristre comprobar que uno mismo es un auténtico zoquete.
babayu
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