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Críticas de Anibal Ricci
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Críticas 354
Críticas ordenadas por utilidad
9
19 de julio de 2016
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Historia particular de gran alcance, muy bien contada. Se nota cuando un director (guionista) sabe de qué está hablando. El tablero de juego es original: el mundo de los creadores y fans de los cómics. Las piezas son tres, una mujer y dos hombres, hipotético triángulo amoroso que no resultará para nada clásico. La anécdota que dispara el conflicto es clisé, una fantasía masculina que se desarrolla, al comienzo, dentro de los márgenes tradicionales de una comedia romántica, pero cuando Holden (Ben Affleck) le presta oídos a Banky (su colega dibujante), la relación que Holden ha entablado con Alyssa Jones (Joey Lauren Adams) sufre un revés debido a las particulares definiciones de “normalidad” de cada uno de los protagonistas. Los personajes secundarios también aportan visiones estereotipadas, pero es a partir de sus consejos (en tono de comedia) desde donde surge el lado humano y “verdadero” de la cinta. Los giros del guion van desde lo superficial a lo profundo, desde la comedia al drama, pero llevan el tema de las relaciones homosexuales (heterosexuales también) al terreno peliagudo del no retorno, de aquellas palabras que nunca debieron ser dichas y, por extrapolación, de aquellas acciones que van más allá de lo tolerable. El punto exacto en que una relación única se quiebra para siempre y deja atrás una estela de arrepentimiento. El desenlace es tan rudo que el espectador queda suspendido en la incredulidad, en cómo, de un momento a otro, las cosas se pueden echar a perder tan violentamente.
Anibal Ricci
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8
29 de agosto de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Dios le castigó, poniéndole en manos de una mujer» (Libro de Judit, 16, Cap. VII) es el epígrafe de la película, como también de la novela del austriaco Leopold von Sacher-Masoch (escrita en 1870 y que aborda el origen de las relaciones sado-masoquistas). Esta última sirvió de inspiración para la obra del dramaturgo David Ives (nacido en Chicago, 1950). El protagonista de la cinta (Thomas), por su parte, hace su propia adaptación de la obra, ahondando en los abusos infantiles como origen del amor sado-masoquista.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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7
8 de septiembre de 2020
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pienso en el final no tiene compasión con el espectador y por eso es una película jodida. El protagonista no siente compasión por sus padres ancianos, sólo rabia porque siempre le recordaron que sería un perdedor. El tiempo nos hace añicos y los despojos que van quedando ojalá envejezcan al lado de alguien cariñoso, que no es lo mismo que un mentiroso, quien perdona los errores que vas a cometer, la película es lúgubre y cerebral, pero ojalá no sigas compartiendo con ese ser poco compasivo, todo es tan efímero para Kaufman (el tiempo juega con nosotros) los logros son los logros que imitaste de otros, no tienes espacio para ser auténtico y la mujer que amas le dice a tus amigos que no sabes tomar decisiones, pero tú la amas y ella te destruirá. Tarde o temprano cometerás un error, verás la película equivocada y confundirás a los actores. Los imperdonables es un western crepuscular y su protagonista no es James Stewart, no seas idiota es Clint Eastwood, conduce a casa, hace tiempo que vengo pensando en dejarte, estoy deprimida y siempre tarareas esa canción, ojalá no digas una palabra antes de llegar al departamento, quiero una casa de verdad, pero nunca tendrás el dinero suficiente, mañana mismo voy a dejarte, ese cuchitril jamás será un hogar.

El exceso de voz en off permite al espectador percatarse de las soledades humanas, lo que no te atreves a verbalizar es lo que deseas y deseas que te vean, contratada por una famosa galería de arte, que sólo vea el talento que llevas tan oculto. No es la trama, pero es la idea. La primera media hora es un viaje para visitar a los padres del novio, se conocieron hace seis semanas y ya sabe (instinto darwiniano) que ese hombre no será capaz de criar a sus futuros hijos. Esta relación es tan inútil, la pasamos bien o no la pasamos tan mal, me estoy acostumbrando y no encuentro la hora para decirte que ya basta.

Charlie Kaufman y su magia de reflejarte contra un espejo. Contra es una palabra negativa, pero es que este director guioniza cada vez más oscuro, profundo en el sentido retorcido, como si el paso de los años (ya tiene sesenta) lo volvieran un despiadado observador que desnuda la miseria humana, ya no tanto su falta de empatía desprovista de compasión, sino una frialdad que convierte cada paso en algo peor, como si esa amargura rodeara todo el entorno.

Los personajes se definen por todo lo que le ocultan a la pareja. Como si estuvieran ensayando para una obra de teatro acerca de otras personas (ellos mismos) que el resto de los mortales percibe como geniales. Están juntos por conveniencia social, por eso el novio está aterrado de que la novia conozca a sus padres y vea en ellos su carácter deformado. Ese sótano está vedado, esa parte de la casa debería ocultar sus miedos.

Esto es buen cine, el espectador busca su reflejo y lo interpreta a su gusto. Kaufman es el coreógrafo de tu propia trama y de paso te quita la fe y esperanza. El ser humano es egoísta en extremo, si no te has dado cuenta, este director te abrirá los ojos. Te haces una idea de tu pareja, pero esa imagen es egoísta, es la parte bella que deseas que vean los otros. Kaufman es cáustico, pero quizás lo que insinúa es una advertencia para que no te estrelles. No es la trama, pero es la idea. La falta de compasión nos hace miserables, incapaces de apreciar un error encantador, un yerro que no hace mal a nadie, pero jamás lo perdonarás, porque él tampoco va a perdonar a sus padres. Están viejos y aún en su demencia siguen maltratándolo, saben que lo suyo con esa chica no va a durar. Ella es inteligente y tú sólo te has esforzado. Eres un gran maestro, pero tus alumnos apenas aprenderán rudimentos de alguien tan poco talentoso.

Un estúpido se cree feliz porque ama a esa persona que no entiende. El novio forja la imagen del ser amado, la idolatra y no se percata del rencor que ella oculta. La mujer podría entenderlo y hacerlo más libre, pero en cambio siente odio por esa felicidad en sus ojos. Nunca la ha conocido, prefiere creer que ella lo entiende, pero la verdad es que entender al otro es casi un imposible para este director.

Kaufman encierra un exceso de pasado donde es difícil imaginar un futuro. El futuro es sólo vejez, demencia, es insoportable.

El último cuarto se vislumbra tormentoso y es literalmente malo, pretencioso y carente de una estética coherente con el resto del relato. Kaufman nada como un pez entre la desesperanza, pero su visión del amor es tosca y al final pierde las riendas y la compostura. En los últimos quince minutos el resplandor de su mente desoye a sus recuerdos y deja de ser eterno para este cinéfilo.
Anibal Ricci
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8
17 de diciembre de 2016
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Lust for Life», de Iggy Pop, música de fondo en una fiesta de lanzamiento de un nuevo videojuego. «Sabes, tengo pasión por vivir», podría interpretar a la dueña de la empresa, Michèle Leblanc (extraordinaria Isabelle Huppert), exitosa mujer de cincuenta años, elegante, dueña de la escena. Pero esa verdadera lujuria por la vida es comandada por su cerebro, hace lo que le place dejando al corazón de lado.

«Elle» funciona también como una reivindicación de la mujer fuerte, la matriarca que vela porque su familia viva sin sobresaltos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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9
25 de febrero de 2021
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Lo que se recuerda, vive», dice Fern, la protagonista de esta historia de gente que recorre Estados Unidos a bordo de simples furgones adaptados para la dura travesía. Ella brinda muy pocos parlamentos, pero cuando lo hace expresa una mezcla entre nostalgia y sabiduría.

Ese diálogo equilibra muy bien el peso de las imágenes y de la música hipnótica de piano con tintes de violín. Fern es una mujer que trabajó en Empire, empresa minera que luego de la crisis sub-prime tuvo que cerrar sus puertas y dejar en la calle a empleados que se hospedaban en las casas de la compañía. Retrata un estilo de vida que desaparece, el mercado y la recesión económica hacen que todo se vuelva menos humano.

Pero no nos engañemos. La película que mezcla ficción con historias de verdaderos nómades no pretende enarbolar banderas de denuncia contra un sistema injusto, simplemente lo insinúa a la pasada, dando a entender que algunos adoptaron esa vida errante por necesidad, pero otros la abrazaron con su alma.

«Tal vez pasé demasiado tiempo recordando», complementa Fern, desahogándose con Bob, un sujeto que carga una triste historia, pero que dedicó su vida a honrar la memoria del hijo suicida, ayudando y sirviendo a las personas, en este caso, a la gente que habita en caravanas.

Bob, a propósito de los que ya partieron y los que viajan por la carretera, le confiesa a Fern que cuando alguien se despide, «nunca es un adiós definitivo», a todos los volverá a ver en el futuro (incluso a los muertos). Por eso la despedida habitual de estos nómades es un simple «nos vemos en el camino».

Chloé Zhao no está haciendo una denuncia del sistema capitalista, está apelando a algo de verdad profundo, habla del despojo necesario a bienes materiales… para viajar ligero de equipaje… para conquistar esa libertad esquiva, ganada con el esfuerzo personal y no impuesta por otros… para generar “recuerdos propios” y gozar del silencio interior.

Fern conduce y vive sola al interior del vehículo, carga en su alma la pérdida por cáncer de su esposo. Él también trabajaba en Empire y ella siguió en la empresa para “recordar” ese amor. Le cuenta su intimidad a Bob: «no podía empacar y seguir adelante». Pero la directora nos muestra como la Naturaleza renace cada día, con nuevos brotes de cactus, el paraje desértico le muestra su esplendor. Fern ha conducido desde Arizona y vuelve a Nevada a revisitar las instalaciones abandonadas de Empire, la antigua casa, plano fijo, ella incorporándose al encuadre desde una modesta esquina, recorriendo las distintas habitaciones. De pronto vislumbra la ventana, el paisaje. Tras cruzar el umbral se suceden planos fijos. Adentro había polvo y silencio, afuera la inmensidad de la Naturaleza, la libertad, el cielo se toma el encuadre, cada vez hay más aire y el furgón se interna en ese otro silencio.

Fern continúa el recorrido y la música retorna, con esas notas de piano y violín, no hay apuro en este viaje, «nos vemos en el camino», mientras prefiero la soledad, la tranquilidad, renunciar a la vida con otro compañero amable y compasivo, porque entiendo ese sexo, esa otra casa, ese quedarse atada a unos muebles tiene un precio demasiado alto.

La mujer ha dejado atrás recuerdos dolorosos y conduce en busca de recuerdos nuevos. El espectador se ubica en su propia habitación, deja de lado esta película de nómades, de nuevos colonos, se acerca a la ventana y vislumbra un parque a lo lejos. Este espectador está feliz, sólo en su habitación, acompañado por el ordenador que lo hace viajar por hermosos parajes del Midwest de Estados Unidos. Podré salir a tomar un café y recorrer las calles, aunque Fern me lleva ventaja, con un poco de petróleo va construyendo su vida. Tendrá que trabajar a veces en empleos temporales, pero luego se monta en su furgón y desaparecen los límites, quizás los hay, los repuestos son caros, pero para eso está la familia (que importante es la familia), al menos su hermana sabe que ella no es una excéntrica, simplemente necesita refacciones para seguir gozando de su libertad.

Los paisajes nos adentran en la mente de Fern, una enorme Frances McDormand, minimalista, con gestos apenas perceptibles, reencontrándose con otros nómades, despidiéndose de Swankie, que antes de morir volvió al origen. Esas golondrinas lo son todo, esos recuerdos que hay que volver a visitar antes de morir, mientras sus amigos de la carretera arrojan una piedra sobre el fuego.

«Nos vemos en el camino».
Anibal Ricci
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