Panjabi & Plummer dan un cierto caché al producto, siendo la actriz sikh, de ascendencia punjab, la que lleva todo el peso de la historia. Y se agradece, aunque en esta ocasión no defienda un papel de tanta personalidad como nos tiene acostumbrados, sino el de alguien de altísimas competencias profesionales, pero con un pasado personal que la hace muy vulnerable.

El guión es competente, y aunque su estética y realización son muy televisivas y llegan a abusar algo de tramas ópticas, transparencias y grandes angulares, buscando adornar el misterio, no lega a cansar, y se ve con agrado e interés.

Eso sí, el descontrol que se deriva de la supuesta seguridad que nos venden en aeropuertos y aviones, no sé si la hacen apta para aerofóbicos. Mejor no entro en detalles. Vosotros mismos…

- En el mundo, 285 millones de personas tienen algún tipo de discapacidad visual.
- 360 millones de personas tienen alguna discapacidad auditiva.
- Sólo en Europa hay 3 millones de personas sordociegas.
- No existen datos fiables a nivel mundial.


Sólo estas cifras ya justifican más que de sobra la necesidad de películas como esta, y el mérito de Miguel Ángel Tobías para poner el pie el proyecto y llevarlo a fin, es descomunal y digno de admiración y agradecimiento. Vaya esto por delante.

Ahora bien: “Me llamo Gennet, 2018” no es “El Milagro de Ana Sullivan, 1962”. Miguel Ángel Tobías no es Arthur Penn. Miriam Díaz Aroca no es Patty Duke, ni Ángela Molina es Anne Bancroft, pero tampoco la historia es similar. Esto es otra cosa.

Aquí es el experimento minimalista del profesor interpretado por Miguel Molina lo que alcanza un clímax sorprendente, desde el colmo de la sencillez. A partir de ese momento las emociones se adueñan del relato.

Gracias Tobías, porque tú ya sabías que no eras Penn cuando decidiste poner en marcha este maravilloso proyecto. Y asumiste interpretar uno de los personajes sabiendo de sobra que los dioses no te han llamado para dedicarte al mundo de la interpretación, pero te sobra sensibilidad para hacer llegar una historia al centro de los corazones y para divulgar cualquier verdad-necesidad que se te antoje. Desde que viste la luz, parece que la hiciste tuya y estás iluminando con ella muchos caminos.

Tenías razón. Esta es una historia que había que contar.

Gracias Gennet.
Gracias Miguel Ángel.

Me gusta. Me gustó en "L" y en "Life". Algo tiene esta Sarah que te embruja y te engancha. Aquí anda como un pato apresurado sobre sus zancos de plataforma, de suela encarnada, como la Dorothy del clásico del 39 lo hacía sobre el camino de baldosas amarillas calzando sus chapines rojos. También aquí la voz del Mago lo transforma todo, aunque en esta moraleja, con cuento inicial, lo haga desde el recuerdo gravado en el buzón de voz de un móvil. Desde él, Kate-Dorothy-Sarah, se conecta con su león, su espantapájaros y su hombre de hojalata. Corre durante el día, y descansa en un barco por las noches, fondeado en un pantalán, al otro lado de la bahía de San Francisco.

Hay pulso, personalidad, talento, y duende. Hay ritmo, descaro, mordacidad, ternura y tensión. Te dibuja una sonrisa y te la deja en la cara, suspendida en la trama y en su imagen de tremenda mediadora ex-abogada, jefa, hijastra, exmujer, huérfana y hermana...

Fairly Legal... ¿Otra de abogados? Pues no, francamente...

Casi todo lo que leo sobre esta película es cierto, en parte. Buen guión, bien trabado, sencillo, romántico, fresco... Película muy bien interpretada y con gran química entre los protagonistas, etc, etc, etc...

Inmediatamente y casi con los mismos argumentos, para unos se ha convertido en una película imprescindible, casi de culto… y para otros en muy, pero que muy prescindible...

En mi opinión y por las misas razones que aducen unos y otros, es una película interesante tirando a buena. Un notable ejercicio que bebe de Rohmer, de Donen, de Allen… y que ha llegado a generar una secuela de similares resultados, casi diez años después.

Entretenida, moderadamente emocional, pero algo tramposa en el cuadro bucólico y romántico que escoge en los exteriores de Viena. Una Viena prácticamente desierta al final del verano… ¿? Algo así como una Viena inexistente. ¿Dónde estaba la gente? Cualquiera diría que son los únicos turistas en Viena. Estimado Linklater: desde que Harry Lime amenazara a su amigo americano desde lo alto de la noria del Prater vienés, al ritmo que marcara el bueno de Karas, es imposible hasta imaginar una cabina exclusiva para besar a tu chica en la intimidad, sobre los tejados de Viena. Ya me gustaría.

La película podría enmarcarse como respuesta a la crítica fariseica sobre la hija pecadora. El padre misericordioso, aquí acaba contagiando al entorno, y solo la madre acaba siendo el contrapunto, cual escriba bíblico, sin pizca de autocrítica. La historia aparente pues, gira entorno al perdón, el pecado, el arrepentimiento, y al amor redentor. Como en la parábola, el padre, al ver que su hija regresa, sale a buscarla corriendo y antes de que diga palabra alguna la acoge preocupado. La primogénita se muestra dura y reprocha al padre y a su hermana lo que hacen o dejaron de hacer, en una coctelera "dogmática" a los hombros de un Demme desconocido, tal vez converso con "el dogma", que parece querer representar por igual a la humanidad pecadora como a la que pasa por inocente porque sus pecados no se han hecho públicos. La boda de Rachel diríase que se celebra en el Jardín de Edén, donde los pecados no son castigos divinos sino resultado de las malas acciones. Demme permite la conversión in situ, permite que la pródiga se arrepienta racionalmente y no solo sentimentalmente. El perdón incondicional del padre es aquí un ejemplo para la hermana y se produce la verdadera conversión entre familia y amigos, en el pleno de las bodas de Canaan, donde proliferan más los músicos que los panes y los peces...

En fin, tras temblores, penitencias, culpas, accidentes y ojos morados, se produce el sí quiero de Rachel, y casi todos felices comiendo perdices.

Ann Hathaway esta maravillosa, y la acompañan con similar calidad Debra Winger, Rosemarie Dewitt, y Bill Irwin. Es lo mejor de la parábola.