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Críticas de Cristian Crucianelli
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
8
23 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primer escena tiene la crudeza y el efecto de un trompazo inesperado en el plexo: te deja sin aire.

Luego, y por un buen rato, pareciera que no pasa nada y una larga laguna argumental, le quita fuerza pero no belleza en la sordidez. Es que después de subir tan alto en los primeros segundos, hay que remontar de tal efecto. Al menos, eso pareciera el objetivo del director (salvo que fuera un recurso de estirarla como 'chicle' a falta algo más): dar un respiro, a mi parecer, demasiado largo.

La historia que nos cuenta ya es un mal de nuestro tiempo, un drama cada vez más universal, más aún si es pobre: el ser humano pareciera ser cada vez más pequeño ante los monstruos que el mismo crea. La maquinaria social demuestra no ser mejor que los individuos que la componen. No es fácil enfrentarse al gigante cuando uno es sólo y, quizás menos que eso, un nombre en un papel. O quizás y peor aún, sólo un número.

La historia crece en su segunda mitad y el relato toma fuerza hasta llegar casi a la desesperación. El trabajo de su protagonista (Goran Bogdan) y lo que le acontece lo hacen posible. Nada sobra; y le falta poco para ser una muy buena película, pero le falta, al menos en su primera mitad. Aunque logra su objetivo: interesar y hacernos comprender la gravedad de lo que cuenta, y ponernos en la propia piel de aquél que es devorado por la pobreza, la indiferencia y la desalmada burocracia.

Pudiera haber sido más, así y todo, es una buena pieza. Pero no esperes divertirte con ella.

Bs. As.
Argentina
Cristian Crucianelli
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10
21 de noviembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer vi 'este' JOKER, me pareció muy, muy buena. Tremenda película! Pero había algo que me incomodaba: al chabón le habían pasado todas, no se libraba de una, era demasiado. Y me dije, 'No es otra cosa más que otra buena película americana'.
Pero de pronto, mi cabeza hizo un clic. Empecé a verla con otros ojos (con esos de Freud y el malestar en la cultura). Ya no era el Joker (o el Guasón) al que estaba mirando; ya no era su historia. Independicé al personaje de la saga de Batman, el cómic, las películas, etc., y toda su cosmogonía. El Guasón, el tipo ése, es una representación social. Es más, más que una representación social, es la sociedad toda: asqueada, maltratada, lastimada hasta el dolor, y la miseria de no poder cambiarse a sí misma. Un destino trágico que, al menos que aparezca un cambio paradigmático, nos espera a todos. Y no dentro de mucho...
No estoy hablando de otra cosa que, nada más y nada menos, del posmodernismo. Como lo explica la propia palabra: el modernismo ya terminó (hace tiempo) y seguimos en un post, en algo que ya terminó, que ya no da más. Y para peor, aún nada nuevo comenzó. Estamos en ese limbo donde todo vale y nada ni nadie vale nada.
La película es oscurísima, como la sociedad misma. Un descenso, una escalera al infierno.
¿Qué hacemos?
¡Solamente estamos yendo al cine a contemplar la extinción!
Cristian Crucianelli
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9
13 de marzo de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comienza bajita, casi boba. Preguntándote qué vas a ver. Cine vas a ver. Debés esperarla, porque la película misma te espera.
Es áspera, como la vida. Porque de eso se trata: de la cotidianeidad, la desesperanza, el brillo, la embriaguez, el amor, la opacidad, la locura y todo aquello que trae consigo estar transitando tu propia existencia o la de Oleg o la de Katia o la cualquiera de su entorno. La tuya, y la mía también.
La película tiene una trampa: pareciera que cada actor o actriz fueran elegidos a la perfección en cada uno de sus roles. Salvo su principal protagonista. Parece que no encaja. Una mala elección en el elenco. Hasta te preguntás si no es una burla que Oleg fuera interpretado por lo que parece (quizás lo es) un actor cómico. Y pasás de largo a medida que transcurre la cinta. Te sorprende en sus extremos, en su capacidad de ser tan grande y tan pequeño a la vez. Como lo es Oleg y cualquier Oleg de este mundo. Acertadísima y riesgosa elección que recae en el actor (ruso) Aleksandr Yatsenko, vistiendo su piel. ¡Qué decir de Irina Gorbacheva actriz (ucraniana), su compañera!
Rusia y Ucrania, ay, ay, ay...!!!
Puede que la dejes a poco de empezar a verla o incluso la destruyas por su aparente insipidez. Es que enfrentarse con realismo a 'el realismo' que nos describe, así, de manera simple, sin grandilocuencias ni golpes de escena a los que nos tiene acostumbrado la industria de este arte que es el cine, dominado por el éxito y el fracaso (esos dos impostores en palabras de Rudyard Kipling), donde el éxito depende, en la mayoría de los casos, de cuantiosas sumas de dinero y mucho, algo o insuficiente talento. Y el fracaso, de no ser conocida y perderse en pasillos de las salas de cine o en los de un hospital. ¿O acaso nunca te perdiste en algún lado? Cualquiera. En un lugar lejano o en tu propia casa. O perdido dentro de vos mismo.
Así lo hacen una y otra vez los seres de esta historia; cada uno de ellos, en un infinito que comienza y parece terminar cada día. Pero sólo lo parece.
La película no termina, y no lo hace, porque no debe terminar. No la creerías si tuviera un final. Porque es la rueda en que, como un hámster, si te detenés, te caes.
Cada uno de sus roles los representa un actor o actriz que no te lo crees que sean artistas, porque hay un empeño claro desde su director Boris Khlebnikov (el de 'Caminos a Koktebel') de hacerlos reales, toscos, tontos, santos y sobrevivientes. No actúan. Sus personajes duelen las vidas que te cuentan, porque no les queda otra que vivir. La vida es gloria y crucifixión. Crucifixión y gloria.
No la evites. Porque tanto la vida como la película te y lo merecen.

Cristian Crucianelli
Bs. As.
Cristian Crucianelli
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8
14 de septiembre de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me esperaba algo más, aunque es muy buena, realmente buena. Así y todo, no sé exactamente porqué, en este caso (siendo más exigente de lo habitual) no puedo subirla de un 8, aspirando al 9. Quizás, esperaba algo más porque traía consigo la 'Palma de Oro'. Nada más y nada menos.

Empecemos por una mala palabra: disparate. Me zambullí en google, buscando su definición. Me encontré con dos acepciones: a- Dicho o hecho totalmente absurdo, equivocado o carente de lógica o sentido. b- Cosa que excede o sobrepasa los límites de lo común o de lo ordinario. ¿En cuál de las dos encaja el 'disparate' de esta película? ´
En ambas.
Y eso es la película: una excelente 'mala palabra', un disparate para aplaudir. Dispar en el sentimiento: te reís casi con náuseas. O una próxima arcada se va relajando en una próxima sonrisa. Y presentís que te van a llevar en un viaje a la montaña rusa.
Un disparate, sí.
Dispar en el ritmo: por momentos el distinguido fraseo oriental (al que por suerte, de a poco, nos estamos acostumbrando) y por momentos, un tono de comedia inglesa de los 60, como si Joon-ho Bong, director y guionista (y su co-guionista Jin Won Han) tuvieran mucho Peter Sellers incorporado y rumiado de manera correctamente moderna.
Pero de repente... la crueldad de unas zapatillas ahogándose en el agua helada de una cascada que desciende una escalera, y en cada peldaño, un paso más hacia la pobreza, la escasez y la desesperación. Y (hasta la próxima vez) se termina el chiste. Y ya no te reís, si te ponés en esas zapatillas, no podés hacerlo. Te puedo asegurar que vas a sentir frío.
Y te preguntás, ¿qué estoy viendo?
Un disparate, eso estás viendo. Un delirio cruel y amable, cínico y empático, en el cual amás a uno y cada uno de sus agonistas, que agonizan, que padecen y que disfrutan de toda su miseria, de toda su grandeza. Y, a su vez, cuánto llegás a odiarlos!!! Como resultado = un empate.
Y ahí está la genialidad de la película, el exacto manejo en la idea, en la acción, en la palabra, con las que fue concebida. Su creador, Joon-ho Bong, un equilibrista, del que siempre esperás el paso que lo va a desplomar hacia el ridículo, y nunca lo hace. Como el Quijote, como los muchos quijotes de esta historia, que se levantan y caen, cada uno a su momento o todos a la vez. Y algunos para siempre.
Cristian Crucianelli
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7
20 de enero de 2022
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Divierte.
Pero es una película, no un trabajo científico. Es una película en tono de comedia, no un tratado filosófico. Es una película en tono de comedia basado en un drama universal, el peor de los dramas: la muerte. En este caso la muerte masiva y total, la extinción, que, al contrario a lo que muchos suelen pensar, es una muerte menos dolorosa que la individual. Porque, desde una mirada fútil, 'mal de muchos consuelo de tontos'. Pero hay otra mirada de la extinción humana: todos nos vamos al mismo tiempo, nadie queda; nadie nos va extrañar, no dejamos ningún hueco en la memoria de nadie, ni una marca de nosotros. Porque desde un punto de vista (hasta científico) nada hay sin un observador, sin alguien que sienta, que piense, que le dé entidad a ese 'algo' que existe. Porque 'existe una piedra cuando no la miramos...?'. Somos algo pequeño que se cree grande y, por eso mismo somos grandiosos.
Yendo ahora a la película como 'película': Di Caprio es el sostén de toda ella, nada más y nada menos; el guión hace de su personaje, más que personaje, un rol. El rol de soporte para toda la historia, como si el narrador fuera él. Por eso mismo el guión lo desluce, pero es útil y muy necesario; tanto, qué es el protagoniza (el primero que agoniza en lo simbólico: impotencia, desilusión, angustia, desesperanza y dolor, tanto dolor que ya no duele). Cate Blanchett brilla desde su insípida palidez, destaca desde la desidia y el asco de la oquedad de toda su humanidad. Jennifer Lawrence lo hace con rebeldía, desde su look hasta su furia juvenil, que es tal, que pareciera de otro tiempo, distinto al de la película (en contraste a los notablemente tintes retro del film, basta ver los vestuarios y peinados 'noventosos' de DiCaprio y Strepp). Mención aparte para para otro joven, quien ya parece un viejo actor de oficio y décadas de cine: Timothée Chalamet. Le alcanzan unos pocos minutos, cada uno de sus segundos en pantalla son siempre bastante para destacar, tiene un carisma que apega cada uno de sus personajes con el espectador. El Jefe de Gabinete Jonah Hill parece ser la llave (a través del humor), el dueño y jefe de toda la estupidez humana, consumista, idiócrata, como muchos tantos políticos que manejan nuestras vidas. Si hasta resulta más dañino que la la PresidentA (con A) siempre los yanquis (y la inefable Netflix) con el pasito febril de hacer bajadas de líneas progres en el país menos progre. Y no hay mucho más del reparto. Quizás Ron Perlman, esa otra caricatura de otra caricatura, ese Bruce Willys malo que salva a todos (que ya cansa como recurso argumental de propaganda de guerra), pese a ello, quizás merecía unos minutos más de exposición. ¿Y la presidentA...? La presidente podría haber sido cualquier otra actriz y no Meryl Streep quien vistiera ese papel. Su altitud como artista la está llevando a tener que reírse de sí misma, y llorar por si misma, para dejar de ser esa deidad del cine. Tan deidad que, para estar desnuda, precisa de una doble de cuerpo y su rostro no puede mostrarse muerto... porque los dioses no mueren. Por eso, no deja de ser un paso en falso la elección de su papel.
Y se viene la bronca:
Quien busque una peli apocalíptica, tendrá que buscar otra cosa: estúpida a lo Willys y Stallone (o un Philip Dick desperdiciado a lo Schwarzenegger) o alguna película sólida (donde no haya zombies, por favor) alguna de esa 'Guerra de los mundos' o 'El día que paralizaron la tierra', las antiguas (no sus remakes), con su frescura y supuesta candidez; o una de Cuarón, o Gilliam ('Brazil', a mi entender es más apocalíptica que '12 monos') o alguna rosca de Kubrick, ('2001, Odisea del espacio' es una sucesión de continuos rulos de apocalipsis/renacimientos), (o su gran obra 'La naranja mecánica' donde la humanidad da sobradas muestras de que vamos de mal en peor, hasta desaparecer...
Es que el apocalipsis, el verdadero Apocalipsis, ya comenzó. Allá por los albores del capitalismo, comenzamos a ser víctimas y victimarios de nosotros mismos. Por lo tanto, no miren arriba, el problema está abajo... y las campanas, doblan por vos.
'Cuando murió el primer hombre, comenzó el fin del mundo'.
Cristian Crucianelli
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