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España España · Oviedo
Críticas de babayu
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Críticas 457
Críticas ordenadas por utilidad
10
17 de febrero de 2009
29 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un momento en la vida en que uno aparece cuatro años después, salido de la nada, con barba de varios días o varios meses y una gorra roja. Tal vez sea en el desierto de Mojave, paradigma de esa nada, cerca de un pueblo que atiende sugerentemente al nombre de Terlingua. El hombre perdido come hielo, y se desmaya, aunque lleva cuatro años arrastrado por el viento de mil desiertos como éste, o mejor, de un alma desertizada. Aparece un ángel, el ángel telúrico, el hermano que ejemplifica lo que el hombre pudo y no fue, el hermano familiar, con mujer y con hijo (prestado). Al hermano no se lo lleva el viento, es firme, es fiel, es tangible y su corazón no explotó por amar demasiado. El hermano vive, es feliz, y el hombre pudo, fue y quiso o tal vez dejó de serlo, de ser feliz, de vivir. A veces hay viajes que van más allá; a veces hay viajes que llegan hasta el final de la noche.
El hombre limpia botas, a veces, no duerme, no habla, o lo hace poco, pero el hermano le despierta cuatro años después. El hombre es ahora más sabio, quiere pero no puede, sabe que no puede, retomar aquello que una vez se rompió en pedazos; pero sabe, conoce esa fuerza de la tierra, por eso insiste hasta que convence al hijo. Caminamos. No. Caminamos. No. Caminamos. Vale. La fuerza de la tierra une al hombre con su destino. Ese sitio era Paris, Texas. Una foto, una silla, películas de súper 8 , qué raro es ver agua en las fotos, qué raras son las fotos en las que aparece una foto. Vayamos a París, ahora. El hombre y el hijo se reconocen, el hermano deja paso. Pero falta algo. Falta ella. La mujer.
El hombre es un niño, otra vez, el niño y el hombre juntos, walkie talkies, un banco, un garito, un coche rojo.
La mujer, el niño espera.
El hombre y la mujer, un peep-show, una cabina, miradas, espaldas, rostros reflejados, palabras, pocas o muchas, gestos, luces que se apagan, reencuentro. La mujer también había dejado de vivir, o a lo mejor fueron cuatro años de latente existencia. Muchos mirarían, alguno tal vez tocaría, no importa. Volver es imposible, pero queda un lugar, esa tierra, tal vez, y queda otro sitio, esa habitación del Hotel Meridian, la 1520, donde están la mujer y el niño. El hombre ha cumplido, qué pasará luego, quién sabe.
Redención, camino, familia, sudoeste, soledad, culpa, desierto, Travis, Walt, Jane y Hunter.
Esto es París, Texas.
Gracias, alemán, por dejarte caer en ese perdido lugar de otro continente.
Gracias, escritor, por tus Crónicas de Motel.
Gracias, actores, por vuestra entrega.
Gracias, músico, por esos sonidos.
Gracias, hombre de la cámara, por permitirnos ver las luces y los colores de esos lugares.
Gracias a todos por haber hecho una de esas películas que no se olvidan jamás.
babayu
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8
27 de marzo de 2009
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ay con el PRI...

Evidentemente, para nosotros los europeos, resulta un tanto complicado entender esta soberana sátira de aquello que un día se llamó la "democracia perfecta", es decir, el monopolio político impuesto en Méjico por el PRI durante más de siete décadas, desde 1928 hasta el 2000; en este larguísimo periplo se cometieron todo tipo de tropelías, desde el habitual pucherazo hasta el asesinato de posibles rivales políticos, eso sí, siempre con una apariencia de legalidad (difícil de mantener, sobre todo en la época en la que se desarrolla la peli, a finales de los años 40, bajo la presidencia de Miguel Alemán).
Luis Estrada hace una divertida y "berlanguiana" crítica corrosiva del sistema de gobierno mejicano, partiendo de la premisa de poner a un "medio pendejo" como Juan Vargas como alcalde interino de un pueblo perdido en el más profundo interior, San Pedro de los Saguados. Este pobre hombre, honrado hasta la médula, es destinado allí a imponer las premisas del gobierno central, la modernidad, la paz y el progreso, sustituyendo al anterior alcalde, Alfredo García, cuyas acciones le hicieron perder literalmente la cabeza (guiño a Peckimpah). Claro que el tipo no se da cuenta de que es un chingado hombre de paja, y, frente a sus bondadosas pretensiones iniciales, empieza a comportarse como el presidente municipal peor de todos, el que, con más impunidad, campea a sus anchas por la corrupción.
Estrada no deja títere con cabeza, y critica absolutamente todos los estamentos sociales, desde el cura hasta el médico todos tienen su "quilombo", todos se lo montan para sacar su tajadita del pastel podrido en que se ha convertido ese país. Hasta en el coche de Vargas, un viejo Packard, intuimos esa hediondez (era el modelo usado dos décadas antes por los jerifaltes del PRI), y los tonos sepia usados en la fotografía por Norman Christianson reflejan perfectamente lo vetusto de ese sistema construido a base de balas, pucherazos e interpretaciones viciadas de un código legal muy bonito sobre el papel. No debemos olvidar que la peli fue hecha cuando todavía dominaba el Partido, aunque dando sus últimos coletazos, por lo que tuvo que sufrir las prohibiciones y censuras de rigor (lo que quizás reste cierto "punch" a la historia que podría haber sido ambientada en un tiempo mucho más moderno).
Me gustó mucho el trabajo de Damián Alcázar como el infame Vargas, y también el de Armendáriz (a quien pudimos ver en la divertidísima Matando Cabos) como uno de los "mandamases" del PRI.
babayu
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8
15 de febrero de 2008
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran debut tras las cámaras de Ben Affleck, quien también co-escribe el guión (ya había hecho sus pinitos en la buena El Indomable Will Hunting junto con su colega del alma Matt Damon). Aquí lo hace adaptando una exitosa novela de Dennis Lehane, el autor de Mystic River, con un apreciable resultado.
La peli va un paso más allá de lo que pudiera parecer un telefilm de sobremesa, con ingredientes tan peligrosos para una obra de calidad como lo es el caso de una niña secuestrada, con la subsiguiente trama de thriller policiaco y/o detectivesco, pero lejos de centrarse en los aspectos lacrimógenos de la historia, lo que resulta realmente atractivo de esta película es el dilema moral que subyace a lo largo de todo el metraje, o más bien, los múltiples caminos que se pueden seguir cuando uno se enfrenta a una situación en la que la frontera entre lo que está bien o lo que está mal se difumina.
Casey Affleck colabora apreciablemente en el éxito de la película, ya que su interpretación del personaje de Patrick Kenzie está muy bien construida. Además, está arropado por una serie de actores secundarios tan importantes como talentosos, Ed Harris y Morgan Freeman, entre otros, que contribuyen a hacer creíble la historia en los puntos que pudieran resultan más débiles.
En fin, una notable película, sin ningún género de dudas.
babayu
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8
28 de marzo de 2009
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente nos hallamos ante la que sea la única película notable de José Luis Sáenz de Heredia, un controvertido cineasta cuyo grueso de su obra se desarrolló bajo el ala, y a mayor gloria y pro, del nacionalcatolicismo imperante durante cuatro décadas en España.
Una vez dicho esto, centrémonos en la peli: con ciertas reminiscencias "caprianas" es una notable comedia costumbrista, articulada en torno a la radio, maravilloso invento "sine qua non" se puede entender las relaciones sociales y la comunicación en los grises años cincuenta. A través de cinco historias, tres centrales (la de los inventores, la del ladrón y el casero, y la del maestro concursante) y dos "transversales" (los dos inquilinos de esa pensión que todas las mañanas ejercitan sus orondos y anquilosados cuerpos siguiendo las instrucciones de la radio, y la del locutor chulillo y pagado de sí mismo que está enamorado de una compañera de la emisora) asistimos a una interesante recreación de lo que significaba en la época un aparato de radio, y cómo ello influía en la vida cotidiana de un país que sufría una posguerra devastadora unida a un atraso endémico (para muestra, ese Horcajo de los Montes, pueblito perdido de la mano de Dios).
Evidentemente no hay lugar para la menor crítica, sustituida por una suerte de realismo mágico y "milagrero", en el que se pinta de la mejor manera a las "fuerzas vivas" de la nación, tanto a los curas (de una humanidad arrolladora), como a la Guardia Civil, al alcalde, etc, aunque la amabilidad extrema de ese retrato social deja pasar pequeñas perlas como la insólita pobreza del maestro de escuela o eso de que "el Estao está pa hacer carreteras, pantanos y llevarse los dineros".
Obviando la antipatía que se pueda tener hacia un tipo capaz de hacer Raza o Franco: ese Hombre, la interesante estructura narrativa y el optimismo un tanto "naïf" que se respira de la peli la hacen muy recomendable, sobre todo para las nuevas generaciones que sienten reparos al acercarse al cine del "lado oscuro".
Ah, y junto a curiosidades como ver a estrellas de la época (el torero Gallo, el futbolista Molowny, la cantaora Gracia Montes o el locutor Bobby Deglané) podemos disfrutar de grandísimos actores como Paco Rabal, Pepe Isbert, Tony Leblanc o Ángel de Andrés, aparte del placer de contemplar una perfecta muestra de cómo se hacía radio en la época (y estoy seguro que Woody Allen tuvo en cuenta para sus Días de Radio el segundo segmento de la peli).
babayu
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8
3 de agosto de 2010
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer volví a ver Dom za vesanje veinte años después de saborearla por vez primera, y no por ello dejó de resultarme una experiencia apasionante. Kusturica es de esos cineastas que ofrecen algo diferente, y en su segunda película se manifiesta todo el esplendor de su particular cosmovisión.
Disculpadme si peco de pedante por usar el título original, pero es que es de ese tipo de pelis que debe disfrutarse en versión original, en ese romaní cerrado que el autor tuvo que aprenderse para rodar la historia del auge y caída de ese joven gitano, Perhan. Me encanta el ritmo, cómo se nos engaña en un principio, haciéndonos creer que nos hallamos ante una historia hilarante, con una estética feísta magnificamente fotografiada por Vilko Filac; sin embargo, pronto nos empezamos a dar cuenta de lo tremendo que es lo que se nos está contando, por una vez y sin que sirva de precedente el amigo Emir respetará el trabajo de su co-guionista, Gordan Mihic, y se ceñirá a narrarnos el devenir del pobre muchacho, enamorado de Azra, criado con amor infinito por su abuela Hatidza, y que irá cayendo poco a poco en las garras de ese gansterzuelo, Ahmed, dedicado a los más turbios negocios. Kusturica homenajea sin rubor el estilo de vida de esos cíngaros de la antigua Yugoslavia, pueblo marcado por un sentido fatalista de la existencia, pero que se agarra a la experiencia vital con un sentido de la fiesta y de la diversión envidiable. No por ello deja de ser crítico, y nos muestra las consecuencias, sin ahondar en las causas, es decir, cómo algunos gitanos han elegido aprovecharse de la debilidad de sus congéneres y buscarse la vida, de la mejor manera que han podido. Todos los personajes son unos supervivientes, personas a los que la ruleta del destino ha puesto en encrucijadas diferentes, sin ningún tipo de condena moral, haciéndonos ver que ni los buenos son siempre buenos, ni los malos tan malos.
Dentro de una historia más o menos convencional, se intercala un conjunto de particularidades, la telequinesia de Perhan, los poderes curativos de la abuela, levitaciones varias, fantasmas, un universo surrealista que se confunde con lo real, pero nunca separando ambas esferas, sino en un conglomerado cuántico, esencia del realismo mágico de Gabo, de Miguel Ángel Asturias o Uslar Pietri. Todo está destinado a producirnos sensaciones, a no dejarnos indiferentes: nos asombramos, reímos, lloramos, en definitiva, vivimos. Ni siquiera nos despista la música de Bregovic, limitada en esencia a adaptar temas populares gitanos sin imponerse a la propia narración (uno de los puntos discutibles en la filmografía del de Sarajevo).
Para rematar, me gustaría recordar al protagonista, Davor Dujmovic (presente también en Papá está en viaje de negocios y en Underground) y su desgraciado final antes de los treinta años, ahorcándose durante los bombardeos de la OTAN en Eslovenia, lo que lleva a una funesta coincidencia con una escena de la película.
babayu
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