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Críticas de Iván Roldán
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
8
18 de noviembre de 2017
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesantísima y frenética película representante del mumblecore y el cine indie. Si acaso no estás tan familiarizado con los términos (cabe mencionar que es muy delgada la línea que los separa) demos un repaso rápido: Sabemos, el cine independiente es aquel que está alejado de las grandes industrias, en consecuencia, su espectacularidad recae en el guion y el lenguaje cinematográfico, ensalzando la cotidianidad de sus personajes, generalmente parias de la sociedad. Con el tiempo la calidad de este cine es reconocida, y es creado el Festival de Cine de Sundance… y como es obvio: las grandes industrias deciden también hacer cine independiente, para muchos, perdiendo su esencia. Y es entonces que nace el mumblecore (el cine indie del cine indie), apostando por la naturalidad y el realismo (empleando ocasionalmente actores aficionados o personas que no son actores), cámara en mano, cuadros sucios, ruido, etc.

De ascendencia judía, Benny y Josh Safdie, son un par de cineastas nacidos en las calles de Queens y Manhattan, con una inquietud permanente por mostrar la decadencia ¿y por qué no? la calidez de los barrios neoyorkinos y sus habitantes menos favorecidos. Ya lo mostraban con su largometraje anterior (y debido al cual, la totalidad de su trabajo cobra interés): Heaven Knows What (2014), cual Christiane F (1981) de Uli Edel pero menos oscura, narra la destructiva vida de Arielle Holmes (gracias a los Safdie, en la vida real, pasa de indigente drogadicta a actriz desintoxicada) al filo de la heroína y el amor. Pues bien, Good Time (un título irónico) tiende más a la ficción que al retrato documental, mezcla del realismo Safdie y el género de atracos, resultando en un efectivo thriller de amor fraternal, protagonizado por Connie (Pattinson), un no muy avispado ladrón, y su hermano discapacitado mentalmente, Nick. Ambos hombres “hechos y derechos” de poco más de 30 años, y sin embargo, común al estereotipo del marginado que se crío en las calles (en este caso, bajo la dura mano de su abuela): dos hombres carentes de empatía, es como si fueran ellos contra el mundo. Ante la primera oportunidad, dispuestos a robar, mentir, golpear, destruir, puesto que el único amor (y confianza) es la que sienten uno por el otro, y en nada ni en nadie más.

Ficción en el sólo acto de crear una historia; realismo en el entramado y las decisiones argumentales de dicha historia; ficción a través de su abordaje frenético y secuencial (banco – hospital/prisión – casa – parque – edificio); realismo en las localizaciones y caracterización de sus personajes. Elementos unificados por la grandiosa fotografía de Price Williams, y desde aquí, no me espero al final de esto que escribo, menciono el trabajo alucinante de Pattinson, sumergido en una espiral nocturna de desesperación por recuperar a su hermano.

Cámara en mano con la constante del primer primerísimo plano, la película inicia pendiente de las facciones y gestos de un mentalmente vulnerable Nick. Estamos asistiendo a su evaluación psiquiátrica, en donde una vez el médico apenas ha obtenido un poco de información es interrumpido por la aparición de Connie. Opuesto a su hermano, su andar es ciclónico, impreciso. Desfachatado, doliente, protector, ansioso, torpe, oprimido, vacío, como si estuviese, más que enojado con la vida, aterrorizado y presto a huir no sin antes haber dado algunos zarpazos. Ése es Connie. Tóxico y leal a Nick. No conocemos el pasado de estos hermanos ni las circunstancias que les llevaron a robar, sin embargo, son… extrañamente creíbles, y la historia del crimen un mero pretexto para un examen más exhaustivo del amor fraternal disfuncional. Y no es chocante ni melodramático, sólo afectuoso, violento, y áspero pero jamás gratuito.

Y no sólo la historia es apreciable. Sino cada uno de sus personajes secundarios. Desde el psiquiatra asignado por el tribunal, a los oficiales, la adolescente afroamericana y su abuela, e incluso la novia de Connie (que bien podría ser su madre) interpretada por Jennifer Jason, a quien recordarás en Los odiosos ocho (2015) de Tarantino. Todos ellos personas ignoradas, unos humildes otros delincuentes en forma y otros sencillamente "viendo pasar la existencia". Otro gran acierto son las localizaciones, dibujándonos sus hogares y la urbanidad de este "mundo subterráneo". También es debido puntualizar la tácita crítica hacía los prejuicios sociales, muy superficial pero presente: raciales (las máscaras al atracar el banco), y de carácter marginal (el primer encuentro con la policía), y por supuesto, aunque menos sutil y más humorístico, al abuso de autoridad cuando Connie y Crystal ven la Tv.

Un filme bastante singular. Agradable. Desde su factura técnica que ya mencionábamos al principio: sus sempiternos primeros planos, herméticos y agitados, a su ambientación retro que nos recuerdan esos filmes urbanos como Taxi Drive (1976) y Dog Day Afternoon (1975)… y una banda sonora ideal: psicodelia electrónica a lo Tangerine Dream (ligeramente atorrante) coronada por la melodiosa colaboración de Iggy Pop y Oneohtrix Point Never.

Recomendable.

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Iván Roldán
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7
6 de diciembre de 2017
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mugen no Jûnin (La espada del inmortal) es la última película de Takashi Miike. De su extensa (desmesurada) filmografía, para ser “exactos”, es su película número 100 –tal vez 99 o 101, quién sabe–. Un año en el que también dirige JoJo’s Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable y para la TV Idol X Warrior Miracle Tunes. “Desmesurada” y “Exagerada” me parece hoy en día son palabras que pueden definir la filmografía de Miike y cualquiera de sus películas, desde su título más taladrante y vergonzosamente infantil (checa el enlace de Idol X) a aquellos bizarros y violentos (esos que ya no hace y quedaron en el pasado: Gozu (2003), Ichi the killer (2001) o Visitor Q (2001)). Si no estás tan habituado al “universo Miike” puede que consideres que, a base de fantasía y violencia explícita, Blade el inmortal trasciende las convenciones de las películas japonesas de samuráis, una delicia de más de 2 horas. Sin embargo, si conoces a Miike y no eres un detractor, reconocerás que sí es muy divertida, pero no tan violenta ni tan llamativa como quisiéramos, para películas de samuráis me quedo con 13 asesinos (2010) y Hara-kiri: Muerte de un samurái (2012). ¡Pero! Blade of the Immortal es una buena película.

Común en Miike y no sólo en la actualidad (es el onceavo Live-action en los últimos diez años), sino habitual en su carrera, por ahí de 1992 se estrenaba su primer filme basado en un manga (A Human Murder Weapon), muestra nuevamente su apego en el manga japonés. Mugen no Jūnin está basado en el manga homónimo de Hiroaki Samura, que en el 2008 tuvo una adaptación al anime del mismo nombre (me parece es un poco más violento, lo puedes ver en youtube).

Mugen no Jūnin se encuentra ambientada en el tercer shogunato del Japón feudal. La historia está centrada en Manji, quien por sus pecados (en el pasado mató a 100 hombres) ha sido condenado con la inmortalidad. Para un asesino como él, ni el harakiri podría redimirlo. Finalmente, ¿qué es la redención sino la liberación del dolor? Los kessenchū, gusanos de la sangre, depositados por Yaobikuni (la monja de 800 años) sanaran cualquier herida que sufra su cuerpo, incluso mutilaciones. Posteriormente, la muerte de su hermana, sin una razón ya por la cual vivir, lo conducirá a buscar la redención y pagar la muerte de esos 100 justos con la de 1000 villanos. En su camino se encontrará con Rin Asano. Una niña en busca de venganza por la muerte de sus padres a manos del dōjō Ittō-ryū y su líder Kagehisa Anotsu. La misión de Anotsu es que su dōjō (el cual no corresponde con las técnicas del esgrima japonés) sea reconocido, aunque para ello, deba de llevar la muerte a todas y cada una de las escuelas de esgrima. ¿Qué busca Anotsu? ¿Poder? No, no… algo más ancestral. No sólo Manji o Rin han sufrido en esta vida.

¡Bueno! Esa es la historia. Y es casi idéntica en la película de Miike salvo algunos detalles: el porqué de la inmortalidad de Manji, y el momento en que ésta ocurre. Miike apuesta por la tragedia personal. Me pregunto, ¿era necesario? ¿Dónde está el Miike que huía de los convencionalismos? No lo sé (para entender esto sólo necesitas ver el primer episodio del anime). Pero en fin. No está mal, me parece una buena adaptación, el guion de Tetsuya Oishi consigue sumar y redistribuir los elementos del manga necesarios para construir un Live-action decente (para quienes conocen el anime o el manga) y una película de acción samurái dinámica, con su dosis de humor negro y misticismo… por otro lado, la historia de Anotsu y Rin son muy parecidas al manga, y por supuesto su la caracterización de todos sus excéntricos personajes. Obvio, el debate acerca de la vida y la muerte, el pecado y la redención que sostiene el manga se desdibujan a favor de un argumento directo y orientado a la acción… son 30 volúmenes publicados en casi 20 años… resumirlo en una película (e incluso en un anime), tarea complicada.

Es agradable ver como los elementos sobrenaturales de la historia dotan de libertad el filme, liberándolo de los códigos del cine de samuráis, subgénero conocido como chambara (onomatopeya que alude al sonido de la carne al ser rebanada), de modo que sin problema alguno podemos ver a Anotsu peleando con un hacha, los movimientos de combate son más caóticos, al igual que la forma de las armas, y por supuesto, esto va acompañado del toque humorístico-violento de Miike.

Acerca de los aspectos técnicos, me parece genial el prólogo en el elegante blanco y negro del que parte Miike, para, tras obtenida la inmortalidad, cuales gusanos en las venas revitalizando los tejidos del asesino, la imagen vira a color, en donde apreciaremos la vivida fotografía de Nobuyasu Kita, quien también trabajó con Miike en 13 asesinos y Harakiri, aún más estética que en esas dos películas, destacando la belleza de la naturaleza y el fulgor de la sangre (ríos de sangre) empapando la tierra. Los movimientos de cámara cumplen pasando de ajustados primeros planos a panorámicas para saciar nuestra curiosidad: contemplar el esplendor de la masacre. Los efectos especiales… pues… supongo que la intención no es que sean tan realistas, así que cuadran con la idea.

¿Qué hay del reparto? La actuación no es sobresaliente, pero así pasa con estás películas. Sin embargo, es bien tolerante y curioso reconocer a varios actores. Entre su reparto se encuentra Takuya Kimura, actor, locutor y cantante (tenía una banda de J-Pop)… dicen… es muy conocido, yo no tengo idea, nunca lo había visto; a quién sí: Sôta Fukushi, el lindo jovencito que protagonizaba torpemente (aun sus cualidades como actor no son buenas, pero es lindo) As the Gods Will (2014) de Miike, interpretando a un hierático Anotsu; Hayato Ichihara, a quien vimos protagonizando la disparatada Yakuza Apocalypse (2015) también de Miike; y Erika Toda, quien hace de Misa Amane en las películas de Death Note (2006) de Shusuke Kaneko y Shinsuke Sato (2016).

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Iván Roldán
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7
8 de noviembre de 2014
21 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
A principios de este 2014 se anunció el final de la crisis financiera griega, un déficit económico histórico propiciado por el gobierno demócrata que marginó a Grecia por varios años, menos de los que pensé. Aun recuerdo los reportajes de las grandes manifestaciones que tenían lugar ante está situación jamás vista: un país Europeo realmente en quiebra. Afortunadamente para Grecia ser parte de la Unión Europea le favoreció, al compartir como moneda el euro fue imposible devaluar éste, y ya que por sí mismo este país no iba a poder salir avante y comprometía a los demás, se puso en marcha el European Stability Mechanism, el cual aún y con toda la presión internacional a logrado sacar adelante a Grecia. No sé hasta qué punto sea a fortalecido, no estoy informado. El hecho es que en este contexto de decadencia y austeridad a surgido está nueva ola de cine griego, un cine perturbador, diferente, malsano y de mucha calidad. Cine como el de Yorgos Lanthimos con Canino en el 2009, Economides (Knifer - 2010), Papadimitropoulos (Wasted youth – 2011), Tsangari (Attenberg – 2010), de nuevo Lanthimos con Alps, ganadora en el Festival de Venecia del 2011... y bueno, otras más.

Dramas psicológicos sumamente artísticos que de una u otra perspectiva escarban en la psique del espectador. Revolviéndolo. No es que Miss Violence supere en creces a estos exponentes, de hecho quizá se queda abajo de algunos pero posee todos sus atributos. Ése desmoronamiento no sólo económico sino directamente social, latigueando el núcleo familiar. Cuadros sumamente viscerales, “extraños”, de una sutileza tan aguda al esgrimir su bestialidad, la omisión de la identidad, la falta de escrúpulos, el incesto –símil a las tragedias griegas llenas de parricidios, matricidios, fratricidios... y todo lo que terminé en cidios– y la podredumbre mental, engaños y apariencias.

Miss violence es un entramado supuesto de tal forma que... a través de su quietud, con la mayor templanza y lentitud inquebrantable –es uno de los metrajes de hora y media más largo que he visto, (no confundir con aburrido que nada tiene de eso)– nos hace acertar malpensando, somos el testigo morboso, el voyeurista que no puede dejar de ver el clímax de una disfuncional familia. Suponemos y acertamos, ahora: esperamos.

Avranas nos trae está historia desde la pulcritud de un hogar que así como el rechinar de sus pisos en cada rincón yace la violencia y perversión. La intimidación. Cual castillo de la pureza en Kynodontas sólo que con un acompasado más frígido. Más frío. A través de la suma de tomas en primer plano a lo Heneke.

Debo comentar no es fácil de ver, sólo si eres impresionable o bien, no llevas prisa y no te afecta apreciar algo que alguien llama arte con la posibilidad de que para ti no lo sea. De lo contrario te parecerá vacía, sumamente lenta y predecible, pretenciosa, pues se regodea tanto en el primer plano que puede volver lo contemplativo chocante y lo ingenioso absurdo, y claro, moralmente repulsiva e inútil. Por mi parte, es una película que esperaba desde el año pasado, y si, disfruté. Cuando la rutina familiar comenzaba a cansarme (por ahí del minuto 25-30) Avranas lanzaba su primer latigazo para mantenerme, y por ahí de pasada la hora es cuando se decide a arrojar de forma contundente su desagradable desnudes, una violencia contenida más allá de lo que vemos tras una puerta, tras el aspecto aseado y refinado de los buenos modales y el comportamiento exquisito de respeto y cariño. Del supuesto amor de un padre, abuelo y sostén de una familia de clase media. Como si nuestro personaje y protagonista le tuviese asco a esa imagen que se empeño a forjar y pasa a escupir en ella.

Por otro lado el inicio es sublime y creo yo desde ahí vale su visionado. Un suicidio muy lindo, basto. Un drama doméstico tan inexpresivo como expresivo que llevo a su director a ganar en el Festival de Venecia el León de plata por Mejor director y a Themis Panou el premio a Mejor actor.

Es curioso... puede tacharse de inverosimil, pero vamos, voy a hacer una analogía, qué no es así la hiperestabilidad de las dictaduras (el abuelo y padre), como el tiempo parece detenerse (la lentitud y parsimonia del filme) a medida que aumenta su rigidez estructural, tendiente a la repetición (a los 11...) Su característica enfermedad, su amnesia opiácea (la abuela, la madre e hija) y su inevitable estallido (el final). Exagerado tal vez, irreal no. Y reitero... no es un filme extraordinario pero si interesante, y una promesa la evolución del directo y de este cine griego.

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Iván Roldán
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8
20 de marzo de 2017
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces considero exagerado “responsabilizar” a la madre de engendrar a esos pequeños monstruos, psicópatas en potencia. Me niego por esta vez a citar la típica cursilería de que los ojos de una madre lo son todo. No reniego, aún no, del arquetipo freudiano ni del hecho de que sí, juega un papel crucial en el desarrollo del psycho-killer tal y como lo conocemos por el cine: aquel depredador que acecha, tortura y da muerte fríamente a su víctima. La historia nos da ejemplos como Henry Lee Lucas, Ed Gein, Albert DeSalvo, Ted Bundy, etc., y la ficción también, ahí tenemos a Norman Bates. Es crucial, sí… pero en esta ocasión me quedo con la hipótesis de la propia madre de nuestra Francisca: la soledad puede hacerle cosas muy extrañas a tu mente. Y ahí me acuerdo de May (2002) de Lucky McKee, una chica que lo único que buscaba era ser aceptada pero sólo recibía el rechazo, y en su afán de compañía humana se construye un amigo a base de los restos de gente desmembrada cual Frankenstein. No es ese el caso, pero aquí nuestra Francisca herida por la soledad sólo quiere un amigo también, anhelo que con los años vira en la necesidad de una familia y amor; pero esto es un tanto complicado, siempre que hablamos de alguien “socialmente discapacitado” lo es.

Loable debut del director y guionista Nicolas Pesce. Una acertada propuesta que de pronto veo original, un “drama de horror” sobre la soledad y la alienación como agentes causales impulsados por la tragedía. Historia de la psicopatía de una niña. Dividida en 3 actos I. Madre, II. Padre, III. Familia, inicia la historia de Francisca (bautizada así en mención a San Francisco de Asis), hija única de una familia portuguesa. Su infancia transcurre con “normalidad” en la aislada granja de sus padres en donde recibe la educación de su madre en otrora cirujana oftalmóloga, hasta el trágico día en el que un hombre hace su aparición (con dejos a Funny Games) apartando a Francisca de su madre. A partir de ahí observamos la fría evolución de Francisca (quien ni si quiera derrama una lágrima), y su pase de niña a mujer, dejándonos conocer su trastocada mente carente de sensibilidad hacia otro ser humano y así mismo, ansiosa de su compañía. En pleno despertar sexual e invadida por un vacío emocional imposible de llenar, más no de desear experimentar. Y llega el día en el que libre del cobijo paterno, entre lamentaciones y tristeza, conoce que la hora ha llegado para transformar el deseo en acción.

Contemplativa a ratos, yo creo que es una buena idea, no tengo prisa, acepto con buen gesto el tiempo que se toma en sus planos fijos. En cuanto a la música, me agrada el exotismo que aporta el fado portugués de Amália Rodrigues, así como la elección de Kika Magalhães como protagonista de este cuento macabro, casi impredecible. Hay películas que desde el principio te invitan a la fascinación, es el caso. Pesce apuesta su intelecto y creatividad en el cómo (capitular, breve y sugerente) y el a través de (su ambientación neo-gótica, la elegancia del blanco y negro de Kuperstein, y el arte que destila cada uno de sus planos medios, panorámicos y cenitales, y aquellas composiciones que se debaten entre el intimismo y el voyerismo).

Muerte empapada de lirismo. Tortura de belleza. Yo creo que debes de verla, claro que debes, y si no te gusta piensa que fueron 70 minutos. Seguro los hubieras desperdiciado en otra cosa.

Hummm… Para finalizar, nada le debe a estos directores, pero... será el blanco y negro que en momentos acudieron a mí mente nombres como Buñuel, Polanski y Ana Lily Amirpour. Tenía que mencionarlo. Por último y como dato curioso: dos veces salen viendo la Tv en The eyes of my mother, por si te queda la duda: la primera es un episodio de Bonanza (nunca me gustó), la segunda es House on Haunted Hill (1959) de William Castle, de hecho la voz que se escucha es Vincent Price al principio de la película cuando su personaje detalla las condiciones del encierro. Esa película, discreta obra del cine clásico de terror y suspenso, si me agradó, quizá te gustaría verla. House on Haunted Hill.

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Iván Roldán
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8
23 de noviembre de 2014
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Oh Boy no sólo es la opera prima de Jan Ole Gerster, proyecto de tesis para la German Film and Television Academy, ni el largometraje multipremiado en el German Film Awards y European Film Awards, o bien la aclamada película que recorrió el mundo en el 2013 —en México se presento durante la 12ª Semana de Cine Alemán en la Cineteca Nacional que por cierto, contó con la asistencia de la actriz Barbara Sukowa (Lola de R. W. Fassbinder, Europa de Lars von Trier, M. Butterfly de Cronenberg, Hannah Arendt de M. von Trotta entre otras tantas)—. Oh Boy, A Coffee in Berlin, es mirar con esplendor al pasado. Es revivir lo que llegó a significar la Neuer Deutscher Film, esa ola alemana de los 60s que golpeó dos décadas rompiendo con los viejos esquemas del cine alemán, encabezada por directores como Syberberg, Herzog, Kluge, Fassbinder, entre otros. Oh boy es una visión a lo mumblecore de la cultura juvenil moderna alemana, una tragicomedia donde el hastío y la vaciedad yacen sempiternos.

Una propuesta sumamente intimista que abraza la angustia existencial post-adolescentes en un blanco y negro delicioso decorado con aquellos tonos de jazz que su banda sonora poseé. Un retrato inexpresivo de cinismo cultural que a ningún lado va, que no responde nada, y es incapaz de ilustrarnos un por venir, atrofiado en la monotonía moderna del hoy día, sólo es un día más, tan trivial como surrealista, como la búsqueda de un café, no un café árabe, variedad Colombia o lo que sea, sólo y simplemente un café común y corriente, un café normal. Un día en la vida de Niko, un joven que ha dejado la escuela de derecho para tirarse de lleno a hacer nada, al ocio, a la más pura insatisfacción y desdén hacia los placeres que la vida puede ofrecer, a los logros o al sabor del triunfo. 24 horas plegadas de pueriles acontecimientos, de un ritmo juguetón y vivaz que con el transcurso de cada broma y sonrisa irónica deja entrever una profunda tristeza. Llena de personajes multifacéticos enfrascados en su miseria y en pobre dicha, dichosos ellos que son felices.

No sé hasta que grado podamos ver a Oh Boy como un retrato generacional... se habla de la juventud alemana, de las condiciones de un país con un pasado muy oscuro, de segregación y fascismo que vapulea a sus jóvenes, un desconsuelo social que imposibilita el sentimiento de pertenencia e identidad. ¿Qué es un diagnóstico de la sociedad alemana? Pff... Es un diagnóstico de la juventud de hoy en día, de allá y aquí y en todos lados. Siempre he pensando que no somos tan distintos unos de otros, la historia pesa y forma un complejo ideológico encontrando diferencias ya no entre individuos sino entre naciones, sin embargo la naturaleza de algunos hechos son tan básicos que adquieren ubicuidad. No seremos aquel guapo joven berlines que retrata Oh Boy en 24 horas, sin embargo creo que parte de las personas que vean esta película más allá de si son alemanes, latinos, etc., encontrarán en esta película cierta afinidad. Finalmente el extravío emocional y el hastío por la vida no es exclusivo de una sociedad sino ahora más que nunca, de nuestro tiempo. Y es que Oh Boy no es un argumento, Oh Boy es un estado de ánimo.

Por otro lado, es un encanto ese guiño a la banalización de la industria cinematográfica, la elegancia de su fotografía, que arroja cuadros de mil formas, bellas instantáneas ya sea en primer plano, diurnas a contraluz, nocturnas. Ni hablar de la actuación, todos los actores brillan en su locura personal y Tom Schilling... fantástico en su infinita pasividad. Actor que sólo había visto en Napola de Dennis Gansel, un drama nazi colegial.

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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Iván Roldán
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