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España España · Barcelona
Críticas de Miguel G
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
5
22 de febrero de 2009
25 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película, sinceramente, es entretenidísima, pero a rasgos generales una auténtica tontería yanki poco honesta, mentirosa y más idiotizante que la televisión. Eso sí, desde luego hay que reconocer que tiene la mejor fotografía aerea de la historia del cine, una auténtica maravilla que supuso una auténtica hazaña para el director y el director de fotografía.
Miguel G
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9
31 de julio de 2008
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film de Neil Jordan no podía iniciarse de otra manera: con el final de una batalla perdida, con la resignación de volver a ser aplastados por unos padrastros castradores que no te dejan crecer ni volar. El Imperialismo inglés, que sometió, como el español, a medio mundo, se muestra como un personaje más, con la desesperación cruel de esos mismos padres con el miedo, después de que la mayoría de sus hijos volaran del nido violentamente, de que sus últimos retoños adoptados hayan decidido abandonarlos y se inicien en un proceso justo de alejamiento total.

Es prácticamente imposible narrar el transcurso de la independencia irlandesa siendo imparciales con Inglaterra, que masacró y gobernó bajo extirpación y tortura con el mismo entusiasmo y modus operanti que en su edad dorada. Aún así, Neil Jordan aborda el tema político de manera muy franca, con la meticulosidad de un casto historiador. Pero afortunadamente, Jordan es condenadamente humano, e impregna todas sus películas de una esencia existencial de gran virtuosismo. Ninguno de los personajes (a excepción de Inglaterra, que paga el precio por ser tan conservadora) es plano ni actúa como tal. Michael Collins, el “héroe” imperfecto con graves problemas de disciplina, el amigo vengativo cegado por el dolor, el maestro padre enemigo que prostituye su humanidad en pos del triunfo político sin concesiones (y que resulta evidente en sus desgarradas lágrimas finales), el amigo inglés de la revolución que teme al castigo de su propia patria, los inocentes soldados prematuros de la libertad, niños dispuestos a ser ángeles del apocalipsis… todos y cada uno de los personajes se nos agarran al alma como lo que son: humanos desesperados que actúan humanamente, que aman, que odian y que temen. “Michael Collins” es una lección de historia, pero también de humanidad.

Dejando a un lado el precioso y comprensivo discurso de la película, hay que mencionar su innegable poderío épico y un nivel de calidad audiovisual que roza la perfección. “Michael Collins” es entretenida y grandilocuente, en el mejor sentido de la palabra, y eso se atribuye a una excelente labor de dirección y producción. La dirección de fotografía, la banda sonora y los decorados resultan sublimes a nuestros ojos y oídos, adquiriendo, en su conjunto, la calificación merecida de Arte. Personalmente, jamás olvidaré la deprimente y acertada paleta cromática de la película (grises, azules y esmeralda) ni su virtuosa música.

Al mismo tiempo que Irlanda se libera paulatinamente, sus protagonistas caen con la misma lenta progresión en la amargura y el dolor. Los ideales y la “libertad” son imprescindibles, pero también hay otra verdad que Jordan quiere y necesita mostrarnos: que la guerra, fraguada por el motivo que sea, destruye lo que esencialmente somos y extrae de nosotros lo peor y lo más cruel. La pregunta que todo espectador de “Michael Collins” creo que ha de hacerse es ¿Vale la pena? Cualquier respuesta es legítima.
Miguel G
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9
16 de octubre de 2009
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mediante un argumento poderosamente simple y con tan solo 90 minutos de duración, el guionista Jonathan Harvey consigue mostrarnos la vida y el amor en toda su esencia sin tropezar jamás con sentimentalismos baratos ni mentiras narrativas. Nos lleva de la mano a través de la vida y cambios de dos adolescentes que empiezan a ver y a descubrir ese amor que para ellos era, hasta entonces, solo algo tan hablado como abstracto. Y por supuesto, de unas emociones de las que están absolutamente desinformados. Lo lógico habría sido ahondar más en el pánico ante la perversión desconocida, en el miedo a ser incomprendido o, peor aún, agredido. Sin embargo, a Beautiful Thing no le interesa revolcarnos en horrores emocionales ni pretende que nos arranquemos las venas a mordiscos. Por supuesto, no es una película rosa pastel, hay mucho dolor, pero tan real y conocido por todos que tanto directora, guionista y actores han preferido lanzarse al juego del descubrimiento amoroso, a las miradas encontradas y a las primeras mariposillas que nacen como fruto de ese primer amor que casi todos conocemos y que muy pocas veces hemos podido encontrar tanto en cine como en literatura en una forma tan pura, dulce y real como en esta película.

Mucha gente comete el gran error de calificarla como cine de “temática gay”. Beautiful Thing trasciende a cotas mayores, los protagonistas son homosexuales, si, y para algunos de los personajes es difícil de aceptar, pero lo que se nos muestra no es cómo dos muchachos homosexuales viven su homosexual homosexualidad en un ambiente anti-homosexual, si no como dos personas descubren y sienten algo tan universal como el amor, en una edad tan cargada de problemas y efervescencia como es la adolescencia. Uno no puede sino contemplar esta sencilla y bonita historia con suma ternura y fascinación, tanta como viven Steh y Jamie su propio romance de verano que les despierta a la vida.

Mención aparte merecen los personajes, personificados e interpretados magistralmente por un reparto de actores muy, muy carismáticos, y la alucinante visión artística de quien fuere el responsable de elegir las canciones que forman la banda sonora de Beatiful Thing. Íntegramente de Mama Cass y The Mamas and the Papas, la música acaba resultando otro personaje más, creando con su presencia gran parte (sino toda) de ese extraño ambiente mágico de cuento pop que tiene la película. Temas como It’s Getting Better, Dream a Little dream of me o la poderosísima Make your own kind of music que, como la película, nos lanza el esperanzador (y verdadero) ideal de libertad, de haz tu propia clase de música, canta tu canción especial, lábrate tu destino y ama, ¡ama! y siente como la vida despierta en ti.
Miguel G
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8
21 de septiembre de 2007
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Arte o maestría? "Himalaya" sobrepasa con creces la artesanía virtuosa: no es un excelente ejercicio narrativo, no es una película elaborada con erudición en técnicas cinematográficas. Eric Vali no es artesano, ni tampoco "maestro", si no un condenado Poeta. "Himalaya" trasciende a algo mucho más elevado que las propias imágenes y sonidos de la película, que son un excelente y maravilloso vehículo que conduce a una serie de mensajes e ideas espirituales más allá de la religión y de la carne. Detrás de un guión meticuloso, una dirección ágil y brillante y unas imágenes poderosas, se esconde la mismísima condición humana, la complejidad y la belleza de existir, de hacer, de pensar y sentir. Un poema hermoso que homenajea la vida a toda costa, que inspira fuerzas para seguir adelante. La vida está construida a base de metas, objetivos, de un avance, a veces doloroso, necesario para poner a prueba nuestra existencia. Vivir es hacer, luchar, pensar, disfrutar, superar obstáculos. El ser humano es un ser de avance, de progresión. En "Himalaya" todo se mueve, cambia. Desde los mismos yaks y sus pastores en busca de un intercambio justo hasta los movimientos de cámara y las nubes.

La muerte, el orgullo y la rivalidad (temas complicados fáciles de juzgar) son contemplados con ternura y benevolencia. No hay buenos ni malos. La orgullosa rebeldía de Karma contra la sabiduría ancestral que parece atacar a nuestro entrañable protagonista, no es vista como un sentimiento destructivo, si no como una fase natural y necesaria de la evolución. El choque generacional al que estamos acostumbrados en el cine, brutal y descarnado con exagración, en "Himalaya" no es más un aspecto lógico de la vida misma, y en vez de ponerse chulos, se respira con respeto y buen juicio. El joven necesita al anciano por su experiencia y sabiduría naturales, y el viejo requiere del joven su pasión y fortaleza. El filme de Valli es también un honesto código de conducta y jerarquía: "puedes ser el jefe, pero incluso los jefes han de escuchar a los dioses". Y es que los habitantes de la aldea del filme lo saben muy bien: la vida es difícil, es un reto constante, y al más mínimo fallo la supervivencia de muchos corre un gran peligro. Las responsabilidades, se nos da a entender, no es un juego de orgullo, es otro reto, y la conciencia de todo lo que ello supone es vital para el éxito.

La fotografía de Eric Guichard es virtuosa. Las imágenes no son solo espectaculares, si no increíblemente evocadoras. Mención aparte requiere la banda sonora compuesta por Bruno Coulais, su mejor partitura sin duda alguna. No es que la música salve los momentos bajos del filme, es que la música también es un mecanismo narrativo, no es un adorno, y mucho menos en "Himalaya". La música eleva, no solo acompaña, y la historia de la película de Valli se fortalece con unos temas absolutamente hermosos.

Un noble regalo, un viaje imperecedero al fondo del alma y al abismo de la vida. Ay, el cine...
Miguel G
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9
9 de junio de 2019
20 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
SUSPIRIA es la sorpresa del año.
Sorprende la manera en que la crítica profesional se ha cebado con ella.
Sorprende que a una película de horror tan inteligente se la califique de tonta.
Sorprende el poder evocador y transgresor de sus bailes.
Sorprende el absoluto control que tiene Tilda Swinton de su propio misterio físico.
Sorprende el montaje: inteligente, creativo, exigente.
Sorprende su exquisito diseño de sonido.
Sorprende el prodigioso trabajo de iluminación.
Sorprende su textura sucia y somnolienta tan de los 70.
Sorprende su feminismo difícil, poco complaciente.
Sorprende lo política que es.
Sorprende que cada vestido y cada tela sean una pasada.
Sorprende que Amazon produzca un festival del horror tan macabro y excesivo.
Sorprende que una película tan comercial sea tan buena y exija tanto al espectador.
Sorprende su fiesta sangrienta final, sin límites, preciosista.

SORPRENDE que exista tan poca sensibilidad cinematográfica como para que, a estas alturas, haya que defender una película como ésta.
Miguel G
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