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España España · Albacete
Críticas de Juan Pablo
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Críticas 333
Críticas ordenadas por utilidad
4
20 de marzo de 2021
54 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ‘Way Down’, el director catalán Jaume Balagueró firma el trabajo más insulso, menos solvente e impersonal de una carrera, pese a sus altibajos, siempre interesante. Una película incomprensible, dónde lo único medianamente destacable son sus valores de producción y una acción bien rodada. Lo demás se enmarca en esa nebulosa comercial, destinada al público de multisalas, poco exigente y ávido de espectáculo. Balagueró se rodea de un elenco de empaque, nacionales e internacionales, amén de rodar en inglés y castellano, buena prueba de su vocación por traspasar fronteras. El problema emerge ante una historia grotesca.

No sólo por su inverosimilitud, que es notable, también por todos los estereotipos que su autor despliega a lo largo del metraje. Estamos en Madrid. Durante el mundial en que ”la roja” se coronó campeona, un grupo de ladrones pretende asaltar el Banco de España. Su objetivo es hacerse con unas enigmáticas monedas, pertenecientes en su día a Francis Drake, aquel pirata al servicio de la corona inglesa, célebre por destacarse en su acoso a los barcos españoles que cruzaban el atlántico llenos de riquezas. Aquí, la rapiña de ”La pérfida Albión” muta de corsario a agente de los servicios secretos.

Un joven ingeniero (Freddie Highmore), recién egresado de Cambridge, habiendo rechazado suculentas ofertas de grandes empresas por su idealismo, no duda en unirse a un grupo de cacos para asaltar uno de los edificios más protegidos del mundo. Balagueró perfila unos personajes primitivos: el jefe de seguridad del banco (José Coronado) taciturno e irascible, parece un clon de Lestrade en las versiones más ácidas de Serlock Holmes; la chica mona (Astrid Bergès-Frisbey) que embelesa con sus encantos a todo el mundo; un gobernador del banco (Emilio Gutiérrez Caba) propio de república bananera; unos policías de cómic. Hasta Luis Tosar luce desenfocado, fuera de sitio.

‘Way Down’ usa el deporte rey para caricaturizar un país de pandereta. Ya puestos podría haber introducido flamenco y toros para completar el cóctel. Freddie Highmore, que no está del todo mal, carece del carisma que aportaba Tom Cruise a la saga ‘Misión Imposible’, referente de cine tan pirotécnico como vacío.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para http://rockandfilms.es
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Pablo
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6
28 de marzo de 2020
41 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Gavin O’Connor proporciona a Ben Affleck la ocasión de mirarse al espejo con ‘The Way Back’, su último trabajo. Interpreta a un alcohólico. Todo el mundo en el celuloide conoce y está pendiente de su complicada relación con la bebida. Sus entradas y salidas de caros centros de rehabilitación tras otras tantas recaídas son portadas en los medios. Asumir un papel en semejantes circunstancias no está al alcance de cualquiera. ¿Provocación?. ¿Apología del egocentrismo?. ¿Extravagancia?. ¿Genialidad?. Sea como fuese, el caso es que Affleck se sabe en el punto de mira. Y en lo artístico no defrauda. En comedida interpretación, es la viva imagen de la desolación, del abatimiento. O’Connor impone un ritmo pausado mientras dibuja a un hombre torturado, con sufrimientos que amagan con provocar una explosión nunca materializada.

En efecto, Affleck da vida a un borracho. Un hombre que ha perdido a su mujer por la adicción y que mantiene a su hermana en vilo, mientras la siguiente metedura de pata se hace poco de esperar. Que bebe en soledad y en compañía, tras la barra de un bar o en el salón de casa, matando las horas del reloj hasta llegar a la cama como una cuba. Tampoco cambia esta rutina la llamada de su antiguo instituto para entrenar al equipo de baloncesto, del que antaño fuera una estrella. Nada sirve de aliciente.

‘The Way Back’ sitúa a su protagonista en una pendiente autodestructiva a prueba de frenos. Un declive en lo personal cuyas razones O’Connor cocina a fuego lentísimo, entroncándolo con el sentimiento de pérdida. Esas cosas irreemplazables frente a lo cuál, todo lo demás sobra, sabe a vacío. Envolviendo este drama conmovedor, se abre paso el golpe efectista en forma de equipo perdedor encaramado al triunfo a base de trabajo, esfuerzo y una pizca de mala leche, al que se añade el talento del nuevo entrenador.

Un ambiente muy americano se adueña de la puesta en escena: cheerleaders, esforzados jugadores, animosa competitividad y gusto por ciertos ideales. Ahí la propuesta se torna convencional. La hemos visto hasta la extenuación. Me quedo con la parte íntima, personal, los pequeños detalles de una historia realista, con interesantes apuntes sociales.

Escrito por Juan Pablo Martínez Corchano para https://rockandfilms.es/
Juan Pablo
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6
11 de octubre de 2018
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un padre y su hija adolescente viven en un bosque de Oregón, sin más contacto con el mundo civilizado que el estrictamente necesario. Padre e hija conllevan su existencia en una armonía que también trasladan al entorno que les rodea. No cabe duda que la directora Debra Granik prima, en las historias que cuenta, la forma y el envoltorio. Se puede decir que es una autora estilista, sí, pero es un estilismo cálido, hermoso, que no me resulta empalagoso ni cargante. No me aburren las situaciones, a lo que ayudan dos protagonistas que sostienen la función con sendas interpretaciones de altura.
Un padre y una hija que deciden vivir en soledad, perdidos en un recóndito bosque, en permanente alerta por no ser descubiertos por las autoridades, han de poseer algún secreto, alguna razón poco confesable para actuar de esa manera. La directora va poniendo a lo largo del metraje algunas pistas, jugando con una indefinición que no es aclarada del todo.
Y las autoridades aparecen, momento en que la simbiosis padre e hija pasa por momentos de duda, de discrepancias, y la brecha generacional se hace más evidente que nunca.
¿Es ético que un padre inste, aliente a su hija a vivir fuera de la sociedad? ¿Son sus razones y motivos aplicables a un adolescente, que está con todo por descubrir?
La inadaptación del padre a vivir con sus iguales, su incapacidad de abrirse a nuevas posibilidades, cuan alma errabunda, obligan a su hija a tomar conciencia de su propio destino. La última escena de la película adquiere en ese sentido pleno simbolismo
Juan Pablo
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7
16 de enero de 2020
39 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Edward Norton debutó como director en el año 2000 con ‘Más que amigos’, una comedia romántica que dejó un buen sabor de boca. Su segundo trabajo tras las cámaras ‘Huérfanos de Brooklyn’, adapta una novela de Jonathan Lethem. Norton traslada una trama detectivesca ambientada en los 90, al Nueva York de la década de los 50. Un homenaje al cine negro con sus característicos coches de época, largas gabardinas y las imprescindibles visitas a esos míticos clubs nocturnos, dónde se disfrutaba en directo del mejor jazz. Despliega un aroma a cine clásico, manejando con destreza los elementos distintivos del género.

‘Huérfanos de Brooklyn’ saca músculo al contar en su reparto con los consagrados Bruce Willis, Willem Dafoe y Alec Baldwin, aunque es el propio Norton quién soporta sobre sus espaldas el peso de la historia. Interpreta a un detective de medio pelo, aquejado del síndrome de Tourette, una dolencia que castiga al que la padece con reiterados tics motores y fónicos. Y parece que se encuentra cómodo. Ya dejó constancia de su desparpajo en ese tipo de papeles en las comerciales ‘Las dos cara de la verdad’ de Gregory Hoblit y ‘The Score (Un golpe maestro)’ de Frank Oz. Si en la segunda daba vida a un retrasado con problemas de movilidad, en la primera llevaba la doble personalidad de un asesino al borde del escalofrío.

Cuando su mentor Frank Minna (Bruce Willis) sea asesinado, su obsesión será dar con los responsables. Se va orquestando un thriller cuyo disfrute radica en los detalles. Un ejercicio al que su autor se emplea con gusto y minuciosidad menestral. Con el que muestra talento y oficio.

De duración elefantiásica (144 minutos de película), en el debe de Norton radica el no haber exprimido el fantástico elenco del que se ha rodeado. Si en otras producciones su concurso como actor ha dado brillo a cintas, escondiendo sus carencias, en ‘Huérfanos de Brooklyn’ esperas algo más del tándem Dafoe-Baldwin, claramente infrautilizados.

La conversación que sostienen en una piscina Edward Norton y Alec Baldwin, me parece una imitación risible de la escena que protagonizaron en ‘Un golpe maestro’ Marlon Brando y Robert de Niro. Un bis a bis tan breve como repleto de hondura. Un deleite cinéfilo con los dos padrinos Corleone que Francis Ford Coppola hiciera eternos en la mejor saga de la historia.
Juan Pablo
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5
28 de agosto de 2019
39 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘The souvenir’, cuarto largometraje de la británica Joanna Hogg, viene a apuntalar un tipo de cine en el que su autora parece acomodada. Muy personal, es probable que su recorrido comercial sea inversamente proporcional al desfile de festivales en los que su planteamiento encuentre refugio.

Cuenta el romance de Julie (Honor Swinton Byrne), estudiante de cine, con Anthony (Tom Burke), personaje que alimenta su magnetismo a partir de un pretendido secretismo. Su excéntrica actitud, unida a unos silencios administrados para su mayor goce, apenas pueden esconder la verdadera causa de su condena. Su figura va a poner picante, una losa de realismo al mundo quimérico en el que la joven parece atrapada.

Hogg alumbra una inclasificable relación a lomos de unos personajes confusos, vagos a partir de su creciente rareza. La quietud de los encuadres acierta y refuerza la deriva obsesiva de unas conductas destructivas.

Atisbo una oda al cine, al teatro, la pintura, la música, al arte en general a partir de las vivencias de esta neófita cineasta. En mi caso esta apología me llega a medias. Sigo los diálogos, el periplo de los protagonistas, sus devaneos, el aprendizaje y formación de Julie con la distancia que brinda el escepticismo.

En ‘The souvenir’, la intriga queda por entero subordinada al mantenimiento de los aspectos formales, apuntalados sobre la base de una estética sobria, a la vez que efectista. Por ello, las elipsis se manejan con arbitrariedad desinhibida, dejando la trama huérfana de suspense.

Siendo loable la apuesta de Hogg por los detalles, a los que se dedica con perspicacia, peca su obra de vocación minoritaria. Y al igual que sucede con otras expresiones artísticas, tengo la impresión que esa característica es buscada con ahínco por su creadora. En mi caso, pertenezco al grupo mayoritario. Concluidas las casi dos horas que dura ‘The souvenir’, el tedio se impone a todo lo demás. Me faltará sensibilidad, supongo.
Juan Pablo
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